domingo, 12 de enero de 2025

 








ALCIBIADES

                                           I

Alcibíades, hijo de Clinias, era ateniense. Tratándose de este, parece experimentarse qué puede sacar la naturaleza de el misma. Consta, pues, que de entre todos aquellos  que lo recordaron, no hubo  persona más excelente  que aquel  en cuanto a los vicios o virtudes.

Procedente de una noble familia en una famosísima ciudad, fue el más hermoso de todos los de su edad, preparado para todas las cosas y muy ingenioso-pues fue el más alto jefe, por tierra y mar, tan elocuente que se llevaba la palma  a la hora de los discursos, porque era  tan grande gracia,  la majestad de sus semblante y elocuencia que nadie se le  podía enfrentar en la oratoria- rico; cuando  lo pedía la ocasión;   trabajador y paciente, liberal, espléndido  no menos en la vida como en el modo de vivir; afable, blando, adaptándose astutamente a las circunstancias; el mismo, luego que quedaba libre de los negocios y cuidados y no quedaba motivo para atarearse, se manifestaba  lujurioso, disoluto, lascivo, y sin moderación, de tal modo que todos se quedaban admirados de que  un mismo hombre tuvieran altibajos tan grandes  y tanta diversidad de costumbres.

                                           II

Educado  en la casa de Pericles, ( pues se dice que era su hijastro), tuvo por maestro a Sócrates, Tuvo  por suegro a Hipónico, el más elocuente de los griegos, de modo que, si el mismo quisiese fingir unos bienes, no  podrían ideárseloS  más  grandes ni en mayor cantidad que los que  la naturaleza y la fortuna la había concedido.  En el principio de la mocedad, le amaron muchos según la costumbre de los griegos; de entre estos  Sócrates, del que hace mención en su Banquete. Pues lo puso en su diálogo  diciendo que  había dormido con Sócrates,   y que se había levantado de con él con la misma modestia que debió un hijo levantarse con su padre. Después que se hizo  más adulto,  amó a muchos más en cuyos amoríos  mitigó  muchas cosas con maña y  con dichos jocosos.; en cuanto le fue posible hacer estas cosas odiosas,  las  referiríamos, si no fuera que tendremos que contar mejor cosas más importantes.

                                           III

Por su consejo  y autoridad, en la guerra del Peloponeso, los atenienses declararon la guerra contra los Siracusanos, Y para dirigirla eligieron al mismo Alcibíades por  primer , además se  le dieron dos compañeros para que fuese absoluta su autoridad, Nicias  y Lamacio. Con estos preparativos, antes de salir la armada, aconteció que, en tan sólo noche,  fueron echadas por tierra todas las estatuas de Mercurio, que estaban en la ciudad, excepto una,  que se encontraba delante de la puerta de Andócides( de esta manera aquel se llamó Mercurio Andócides).  Estando claro que esto  se había hecho por una gran conspiración, la cual estaba relacionada no tanto  con  el interés privado sino contra la républica, pues  el pueblo entró en un gran temor de que se levantase  repentinamente en la ciudad algún alboroto, que aplastase la libertad del pueblo. Parecía que esto principalmente se dirigía contra Alcibíades, por que era considerado más poderoso y más importante que un particular,  pues a muchos los tenía obligados con su liberalidad, y y a muchos los había hecho de su partido con su fuerza forense. Por esto sucedía que se llevaba tras de sí la atención de todos cuantas veces  se había presentado en público,  y a ninguno lo tenían por igual a Alcibíades.  De esta manera,  no sólo tenían puestas la más alta esperanza en él, sino también  el temor de podía ser un motivo de enfrentamiento  o  una persona muy  provechosa. Además, se formaba mal concepto de él, porque  se decía que celebraba juntas secretas sobre puntos de religión, lo que no estaba permitido por la costumbre de los atenienses, y además se consideraba que esto no estaba relacionado con la religión sino con la conjuración.

                                           IV

   Sus enemigos lo acusaban de este delito en una asamblea. Pero  se echaba encima el tiempo de marchar hacia la guerra. Alcibíades,  considerando esto y no ignorando la costumbre de sus  paisanos pedía que, si querían infirmarse de su conducta judicialmente, se le hiciese el proceso, estando él presente, que el que en la ausencia, lo acusasen con cargos surgidos de la envidia.  Pero sus enemigos juzgaron que, por entonces, no deberían entablar la causa, porque creían que no se le debía dañar, y que debían esperar a que hubiese marchado de Atenas para acusarle, cuando estuviese ausente, y así lo hicieron. Por esta razón,  como un mensajero le fuera enviado a Sicilia por un magistrado,  para que volviera a su patria a   defenderse, y Alcibíades tuviese grandes esperanzas de manejar bien  aquella provincia,  quiso  obedecer y se embarcó en una galera de tres remos enviada para conducirlo. Dándoles vueltas en su ánimo, tras ser transportado a Turios  en territorio italiano,  acerca del carácter licencioso e inmoderado de sus paisanos de la crueldad con los  nobles,  juzgando que lo más útil era escapar del peligro que estaba metido,  a escondidas se escapó de entre las manos de los guardas y desde allí primero llegó a Élide, luego a Tebas. Pero  supo por oídas que le habían condenado a muerte, habiéndole confiscados sus bienes y vendidos en almoneda, y   que, según se había acostumbrado, que el pueblo había obligado a los Emólpidas sacerdotes a que echasen maldiciones sobre él, para que durase más la memoria  de esta excomunión, y  que una copia quedase esculpida en una lápida de piedra. Allí, como había por costumbre publicar, hizo la guerra no contra la patria, sino contra los enemigos, porque estos mismos eran enemigos de Atenas.; pues sabían los atenienses que Alcibíades servía de mucho provecho a la república,  y que lo habían echado de Atenas, llevándose más  de su ira que del bien común. Así pues, por consejo de Alcibíades, los lacedemonios hicieron la alianza con el rey Persa, a continuación fortificaron Decelia en Ática y allí tuvieron cercada a Atenas con una guarnición puesta en continuo.  Por la diligencia de Alcibíades, hicieron los lacedemonios que la Jonia dejase la alianza que tenía con los atenienses, con esto empezaron a ser mucho más superiores en la guerra.

                                           V

   Y, por estas cosas, los lacedemonios no se hicieron tan amigos de Alcibíades como alejados de él  por el temor  que le tenían. Pues, como  se diese cuenta de su destacada  sabiduría de singular varón en todos los asuntos, temieron que, llevado del amor que tenía a la patria, al fin los dejase  y volviese a hacer las amistades con los suyos. Por eso, dispusieron buscar el momento de matarlo.  Durante largo tiempo,  esto no pudo estar oculto a  Alcibíades: pues era tan sagaz que no podía ser engañado, porque había puesto todo su  ánimo en  estar a la mira de lo que podría suceder, estando alerta por su propia defensa. De esta manera, se   retiró junto a Tisafernes, gobernador de Darío.. Como hubiese llegado  con este a una íntima amistad y viese que las fuerzas, el poder de los atenienses flanqueasen los asuntos llevados a cabo en Sicilia, y por el contrario las fuerzas de los lacedemonios iba en aumento, primero con el general Pisandro, que tenía el ejército  cerca de Samos, por e4mdio de unos interlocutores, se reunió  y le hizo proposiciones sobre volver. Pues este era de la misma inclinación que Alcibíades, enemigo del poder del pueblo, y favorecedor de los magnates. Habiéndole negado Pisandro el socorro que le pedía  por los buenos oficios de negociación de Trasíbulo, hijo de Lico,  es recibido por el ejército y  se convirtió en general cerca de Samos, se levanto el destierro  de acuerdo  con un decreto de la plebe por la influencia de Teramenes y se el dio el cargo del ejército con igual mando que Trasíbulo y Teramenes.  Durante el mando de estos , tuvieron tal mudanza  las cosas  que los lacedemonios, un poco antes habían sido los vendedores,  llenos de terror pidieron la paz.  Pues habían sido vencidos en cinco batallas terrestres, y tres navales, en las habían perdido 200 naves trirremes, que, apresadas, habían caído en manos de los enemigos. . Alcibíades, con sus compañeros había recuperado la Jonia, el Helesponto, además de muchas ciudades griegas que estaban colocadas en la costa de Asia, muchas de las cuales habían tomado por asalto,  entre estas Bizancio, , y  muchas mas que se habían unido en alianza, porque había sido clemente con los prisioneros.  Cargados con este botín,  enriquecido el ejército, y hechas estas grandes cosas llegaron a Atenas.

 

                                 VI

   Habiendo salido todos los de Atenas  al puerto del Pireo a recibir a estos, fue tan grande el deseo que todos tenían de ver a Alcibíades, la muchedumbre corría en tropel a su galera  y como si hubiera arriba el sólo. Así tenía creído el pueblo     que las pasadas desgracias  y el favorable estado de las presentes habían acaecido por su intervención. Por eso, se habían atribuido  por su culpa la perdida del  mando de Sicilia y las victorias de los lacedemonios, porque habían expulsado a de Atenas a un  varón  de tal rango.  Y no parecía que esto lo pensaban sin motivo alguno.   Pues , después que se ponía al frente del ejército, ni por tierra ni por mar, los enemigos le podían hacer frente. Cuando este desembarcó  de la nave, aunque Teramenes y Trasíbulo habían estado al frente de los mismos ejércitos y habían llegado a la vez al Pireo, todos lo vitoreaban a él solo, y lo que nunca había ocurrido antes salvo para los vencedores de Olimpia, recibía coronas de oro y bronce por parte la muchedumbre. El, entre lágrimas, recibía tantas muestras de cariño por parte de sus paisanos,  acordándose de la  amargura del anterior tiempo. Después que llegó a Atenas, habiendo convocado al pueblo, habló de tal modo que ninguno hubo de corazón tan duro que no llorase su desgracia y que no se declarase enemigo de aquellos, por cuya influencia había sido desterrado de la patria,  como si hubiera sido otro pueblo, y  no aquel mismo, el que ahora lloraba, que le había condenado de sacrilegio. Por consiguiente, le fueron restituidos todos sus bienes  de la almoneda pública, y los sacerdotes eumolpidas, por su parte, que le habían echado las maldiciones se vieron obligados a levantar la anatema  y  fueron arrojadas al mar las lápidas aquellas , en las que había escrita la maldición.

                                                     VII

No le duro mucho esta alegría a Alcibíades. Pues,   como todos los honores les hubiese sido concedidos y se le hubiese sido puesto todo el gobierno de la república en paz y guerra,  para que el solo lo gobernase todo a su arbitrio,  y el mismo hubiese solicitado que se le diesen como colegas a Trasíbulo y Adimanto, y esto no se le hubiese negado, habiendo marchado con la armada a Asia, porque le había salido la empresa con poca felicidad junto a Cime,  sufrió otra vez las garras de la envidia del pueblo porque decían que estaban en sus manos hacer cuanto el quisiese. A partir de esto acontecía que todo lo que no salía con éxito, lo atribuían a su culpa, diciendo de voz en voz que  Alcibíades lo había hecho con negligencia y malicia, tal como aconteció por entonces: que le acusaban de no haber querido conquistar Cime sobornado por el rey de Persia. Y así hago juicio que lo que más perjudicó a Alcibíades fue el alto concepto de talento y valor, que le habían formado las gentes; pues  era  temido no menos que era amado, con el  miedo de que, ufano de la favorable fortuna y del gran poder, aspirase  a la tiranía,. Por esto,  le quitaron en su ausencia el cargo y  pusieron a otro en su lugar.  Cuando el supo esto,  no quiso regresar a su patria,  y se retiró a Pactie,  y allí fortificó tres castillos, Ornos, Bizancio y Neonticos, y, habiendo juntado sus tropas, fue el primero de  una ciudad griega que entró en Tracia, teniendo por más honroso haberse hecho rico con el botín de los bárbaros que el de los griegos.  Por este motivo, había crecido no sólo en fama sino en riquezas, y había logrado tener estrecha amistad con ciertos reyes de Tracia. 

                                           VIII

Con todo no pudo dejar el amor que tenía a la patria. Pues, como , cerca del río  Egos , Filocles, jefe de los atenienses, hubiese plantado su armada y estuviese cerca Lisandro, que solo se cuidaba de dilatar la guerra lo más que pudiese, porque el rey Darío les daba grandes cantidades de dicnero a ellos mismos; por el contrario  apurados los atenienses, faltos de dinero y de soldados,  excepto las armas  y las naves que les habían quedado, Alcibíades llegó al ejército de los atenienses y allí, delante de los soldados,  empezó a decir que si ellos quisieran, obligaría a que Lisandro viniera a luchar o a pedir la paz; que los lacedemonios no querían luchar con la armada allí, porque tenían n más tropas de tierra que  navales; pero que era una cosa muy fácil para él atraerse a Seute. Rey de Tracia, para echarlo de su tierra; Y hecho esto,  que había de dar la batalla naval o hacer las paces   Aunque Filocles se había dado cuenta de esto , sin embargo no quiso hacer lo que se le pedía, porque conocía  que , volviendo Alcibíades a tomar el mando,  que no tendría estima alguna en el ejército, y, si acontecía alguna cosa favorable, no participaría nada en ella; por el contrario, si  sucedía alguna desgracia,  a él solo le echarían la culpa.. Alcibíades, retirándose de este,  le dijo: “ Puesto que te opones a la victoria de la patria, te aconsejo que tengas unas trincheras que registre de cerca al enemigo, pues corre el peligro  de que por la falta de disciplina militar de vuestros soldados, se le dé a Lisandro la ocasión de oprimir a nuestro ejército”. Y no se engañó en hacer este juicio; pues Lisandro habiendo sabido por unos espías que los soldados de Atenas se habían lanzado a saquear la tierra y que las naves habían quedado  casi sin tripulación.  No perdió la ocasión de dar el golpe y, con este asalto, puso fin a la guerra logrando una completa victoria.

                                           IX

   Pero, Alcibíades, juzgando que, una vez vencidos los atenienses, no estaba bastante seguro en aquellos castillos, se escondió en lo más retirado de Tracia más arriba de la Propontide,  con la esperanza de que pudiera ocultar con mayor facilidad su fortuna.  Le salió al revés. Pues, los tracios, después que se dieron cuenta de que había llegado con gran cantidad de dinero,  le prepararon una emboscada; le quitaron los bienes que había llevado consigo, pero no lo pudieron  cogerle. Aquel,  viendo que ningún lugar  estaba seguro para el en Grecia a causa del poder de los Lacedemonios, se pasó a Asia junto a Farnabazo, al cual captó tanto con su cortesía que llegó a se el mayor amigo que tenía. Por eso le había hecho donación de Grunio, un castillo de Frigia, del cual sacaba, cada año,  cincuenta talentos de tributo. Alcibíades no estaba contento  con esta suerte, y no podía permitir que la vencida Atenas estuviese sujeta a los lacedemonios.  Por eso dirigía todos sus conocimientos a poner en su libertad la patria. Pero consideraba  que esto no podía realizarse sin la intervención del  rey Persa, y deseaba hacer amigo suyo; y no dudaba lograrlo fácilmente, si podía reunirse con él.  Pues sabía que su hermano Ciro  le preparaba la guerra con la ayuda de los lacedemonios; y que si le descubría esto, vía que le haría un gran servicio.   

                                           X

Maquinando estas cosas y  pidiendo  a Farnabazo  ser enviado ante el rey, en este mismo momento Critias y los demás tiranos de los atenienses habían enviado hombres de confianza a Lisandro que se encontraba en Asia, para que supiera que, si no mataba a Alcibíades, sería nulo cuanto el había dispuesto en Atenas; por esta razón, si quería que lo que había hecho fuera permanente, procurase quitarle la vida.  Lacón, movido por esto,  creyó que debía tratar con más arte  con Farnabazo. Por eso, le dijo claramente a Farnabazo  que no sería de ningún valor lo concertado entre el rey y los lacedemonios, a no ser que se le hubiese entregado vivo o muerto a Alcibíades. No tuvo valor el gobernador Farnabazo  y prefirió faltar a la piedad a que  fuesen a menos  las fuerzas del Rey. Por eso, envió a Sisamitre ya  Bageo   para matarlo, puesto que Alcibíades estaba ya en Frigia y estaba preparando el viaje para verse con el rey. Los que fueron enviados ocultamente dieron el encargo a la vecindad, que  tenía Alcibíades, para matarlo. Aquellos, como no se atreviesen  a atacarlo con la espada, de noche reunieron pañetas de leña cerca de la choza, en la que estaba durmiendo y la incendiaron,  con el fin de  matar  con  el incendio a aquel que desconfiaban de poder  logarlo. Luego que  se despertó  por el chisporreteo  de las llamas,  aunque le habían quitado la espada sin que lo sintiese, agarró un puñal de un pariente suyo que acostumbraba a llevar debajo del brazo.  Pues estaba con él  un cierto compañero de la Arcadia, que no le había querido  abandonar. Le ordena que le siga  y le agarró  toda la ropa que halló a mano.   Habiéndola arrojado toda esta al fuego,    traspasó la fuerza de las llamas.  Cuando los bárbaros vieron que este se escapaba del fuego,  disparándole dardos desde lo lejos, lo mataron  y llevaron su cabeza ante la presencia de Farnabazo. Pero su mujer acostumbraba a vivir con  Alcibíades quemó  su cadáver, cubriéndolo con su vestido de mujer, con el incendio de la choza que se había preparado para matarlo. De esta manera Alcibíades murió a la edad  aproximada de 40 años.   

                                           XI

Tres muy  seignifcados historiadores alabaron a Alcibíades , sin embargo criticado por la mayoría de los escritores. Tucídies , de la misma edad, Teopompo, nacido algo después,  y Timeo; estos dos, a pesar de que  muy críticos  convinieron sólo en alabarlo. Pues, publicaron estas cosas, que he escrito anteriormente,  y mucho más que esto: refiriendo que ,  habiendo nacido en la muy importante Atenas, que excedió a todos  en esplendor y decoro de vida; después que  fue desterrado de ésta ciudad y llegó a Tebas, se acomodó tanto a las costumbres de los tebanos que nadie le pudo igualar en ejercicio  y fuerza corporal ( pues todos los beocios destacan más por la fortaleza de su cuerpo que por la agudeza de su espíritu); que el mismo , en medio de los lacedemonios,   cuyas costumbres e  colocaban el aguante  en la mayor alabanza,  se había entregado a la aspereza de la vida de tal manera que  los aventajaba  a todos los lacedemonios en la  moderación del comer  y cuidado del cuerpo; que había sido entre los tracios  tendentes a la borrachera y  entregados a la lujuria,  también a estos aventajaba en estos vicios, que había vivido junto a los persas,  quines alababan muchísimo  cazar con  valentía, y vivir con libertada, que llegó a imitar de tal modo sus costumbres  que ellos mismos sentían muchísima  admiración por  que era considerado como uno de ellos. Por eso, consiguió que se llevara la primacía  y fuera el más querido  con cualquiera  que estuviera con él. , pero basta ya con esto ;  empecemos hablar del resto  de los  jefes.     

 

 

 

 

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