lunes, 30 de septiembre de 2024

HACE 88 AÑOS, EL 30 DE SEPTIEMBRE. LA DESPANTÁ.



 EL DÍA DE LA DIÁSPORA ALCALAÍNA



Hace ochenta y ocho años,  se produjo la gran diáspora de cinco mil personas de Alcalá la Real  en dirección a las tierras de interior de la provincia de Jaén. Se inició el día 30 de septiembre de 1936 en el casco urbano alcalaíno y prosiguió los días siguientes desde las aldeas meridionales hacia las norteñas. . Alcalá dejaba de pertenecer al gobierno de la Segunda República Española, y era tomada por las tropas dirigidas por el coronel  Basilio León  para pasar a la jurisdicción granadina,  que dependían del gobierno sublevado. Surgió un municipio  bifronte con las dos caras de Jano: desde la capitalidad alcalaína hasta Ermita Nueva quedó gobernada por  los militares que seguían a Queipo de Llano y Franco y dejaron el  ayuntamiento en manos de los seguidores del Movimiento Nacional; y desde la ciudad de la Mota hasta la cordillera de la Sierra de San Pedro, fue administrada por una comisión municipal integrada por los miembros de los diversos partidos y sindicatos  de Alcalá la Real y aldeas. Durante casi  dos años y medio de guerra civil, las dos Alcalá   compartieron frontera, tierra de nadie, escaramuzas bélicas, y penalidades.  Se vivió intensamente  el desgarramiento entre familias, la ausencia de  seres queridos, a corta distancia y sin esperanza de llegar a buen término. 

Durante muchos años se celebraba dicha fecha por los conquistadores a bombo y platillo y con un programa surtido de actos festivos y religiosos. Sin embargo, un profundo  silencio invadía en todas aquellas familias que huyeron, sin más hato que el puesto, y sin otra comida que la poca fruta silvestre que podían recoger en los linderos de las veredas y coladas que se dirigían hacia Castillo de Locubín,  Frailes y, sobre todo, Valdepeñas. La tragedia invadió en muchos rincones  de la comarca.
            Esta encrucijada de huida, con nombre de "desbandá", “espantá” o “despantá”, suele ser recordada y homenajeada en otros lugares de Málaga por el mayor número de personas que se vieron obligadas a dejar sus hogares en dirección a otros municipios costeros en poder de los republicanos. No se queda corta la diáspora alcalaína teniendo en cuenta que la población de Alcalá la Real  alcanzaba las 25.000 almas, a las que había que añadir los nuevos vecinos que se alojaron hasta aquel día triste  en estas ciudades procedentes de otros municipios granadinos del sector noroccidental, sobre todo de Montefrío y Pinos Puente. 
            Faltaría papel para recoger los relatos de todas las historias y vivencias que acontecieron a todos estos fugitivos por miedo a perder la libertad. Los hubo niños que estuvieron a punto de ser reenviados a las tierras rusas, jóvenes que se enrolaron en el nuevo ejército militarizado de tiempos de Largo Caballero; familias enteras que se alojaron primero en las villas de Valdepeñas, y, en posteriores etapas, en casas particulares, iglesias, orfanatos, conventos y otros edificios oficiales de  la capital jiennense  y en cortijos de la campiña y de otros  pueblos de la Sierra Sur. Algunos ya no volvieron a sus tierras y se vieron enrolados en otras guerras  defendiendo la democracia frente al fascismo; otros fueron  emigrantes en tierras catalanas, europeas o mexicanas durante toda la dictadura y no volvieron a su tierra hasta los nuevos tiempos de la democracia;  para otros el regreso a su tierra fue fatídico , porque le esperaban la cárcel o la muerte; y, para la mayoría, los años del hambre, la humillación y la persecución en los campos de concentración y en los batallones de trabajo.
            Se acerca casi a un siglo de este acontecimiento y todavía algunas generaciones retienen en su retina aquella escena que entre el bombardeo ascendía por la colada de Valdepeñas para buscar una tierra prometida. A algunos les vendría bien repasar estas tristes páginas para no repetir las fronteras por otros lugares hispanos.  Estas dos Alcalá reflejan perfectamente a lo que pueden conducir la desunión, la guerra y la ruptura del orden constitucional, Y más, en estos tiempos, en los que se echan en cara la palabra golpe. Historia, magistra vitae, qué duros somos de mollera para caer en la misma piedra. 

 



 

 

CAPÍTULOS DEL LIBRO DE BATMALA SOBRE LOS DÍAS DE LA DIÁSPORA

 

 

 

 

 

 

El  30 AGOSTO  Y LOS DOS  PRIMEROS DÍAS DE OCTUBRE

 

 

El 30 de septiembre de 1936, las tropas rebeldes entraron en Alcalá por la carretera de Montefrío. Así decíamos[1]:

Reforzado el flanco Sur y con estas avanzadillas, se propone el objetivo fundamental: la ocupación de la plaza de Alcalá la Real. En primer lugar, se inició la concentración de las tropas de Montefrío y Almedinilla al mando del coronel Basilio León Maestre. Intervinieron un tabor de Regulares[2], formados por tropa mora, tres compañías del "Pérez del Pulgar", una falange de treinta ocho hombres, un grupo de sesenta requetés, cincuenta "Españoles Patriotas" (algunos procedían de hijos alcalaínos), dos baterías de 105, dos secciones de Artillería de protección, una compañía mixta de ingenieros y una compañía y una sección de ametralladoras del Regimiento de Infantería. Otra columna salía de Priego, compuesta de cien caballos y cuatrocientos fusiles para cubrir el flanco Norte e impedir la llegada de los refuerzos de Alcaudete.

Tomaron la parte sureste de las tierras del término de Alcalá sin recibir apenas resistencia alguna por parte de los efectivos militares del ejército republicano. Pues muchos aldeanos, principalmente los de la aldea de la Pedriza, se encontraban  trabajando en las labores del campo sin haber sido advertidos anteriormente por medio de alarmas, como  tampoco aconteció en la ciudad  Alcalá la Real,  hasta que pasaron los aviones lanzando fuego de ametralladora encima de las cabezas de los vecinos. Moreno Dávila, corresponsal del periódico Ideal de Granada, lo relató de   manera exhaustiva y en forma de crónica:

“Entre tanto, en las eras del pueblo bulle el sordo rumor de la gente acampada. Son los soldados que velan armas la víspera de la pelea. Nuestra columna tiene un gran número de camiones, que, espaciados, suponen una distancia de varios Kilómetros. El camino es una carretera en construcción y con algunos trozos en pésimo estado, lo que hace que la marcha sea más lenta de lo que la impaciencia y el entusiasmo de todos querrían.

La primera resistencia se aprecia pasado el puente Mármol, volado por los rojos. Antes hemos pasado por el de Morones, que, después de romperlo todo por los extremistas, fue recompuesto por ellos mismos. Los ingenieros restablecieron rápidamente el paso por el puente del Mármol,   y terminado su trabajo un grupo de enemigos comienza a tirotear a la columna. Despliegan los Regulares y con un arrojo insuperable aplastan casi instantáneamente, la resistencia roja. Son unos momentos de fuego de fusilería y ametralladora, a los que se une una la eficaz colaboración  de los aparatos del Ejército nacional, que vuelan sobre el campo, y son frecuentemente, a lo largo de la ruta, saludados con aplausos por los soldados”. Un poco exagerada resulta la cifra señalaba por el cronista de guerra de más de cien muertos, además de la ocupación de dos camiones, una ametralladora, un cañón de ametralladora, y municiones. . “Prosigue el camino, ahora con mayores dificultades. La lluvia que desde hace ya un largo rato cae sobre nosotros  forma un espeso barro que inmoviliza a los coches en el camino. Muy difícil caminar de pie, porque la barro arcilloso se adhiere al calzado, a veces en cantidades que llegan a imposibilitar la marcha o la hacen muy penosa. Para coronar la  cuesta  de la divisoria  entre Montefrío y Alcalá, nos vemos con la precisión absoluta de empujar los coches. Unos campesinos ofrecen unos pares de mulas y brindan., además, el esfuerzo de sus brazos. Los soldados empujan  a la formidable mole de los camiones sobre los que carga la artillería y logran, al fin, que la penosa  cuesta quede atrás. Les queda buen humor para engalanar las piezas. En una florecen dos magníficos girasoles cogidos de un huertecillo. De la boca de otra pende un cuadro de san Miguel, que estaba en la ventilla, propiedad de un socialista.

 Es curioso. En esta venta aparecieron dos cosas, principalmente: cuadros de Santos y Prensa de Madrid, “Política” y “Mundo Obrero” impresos ambos en la imprenta “El Debate”, y otros papeluchos igualmente revolucionarios. Los soldados ven los titulares, ríen, insultan y tiran los periódicos. Y guardan las imágenes de los bienaventurados.....” 

  Las tropas rebeldes siguieron por el camino de la carretera de Montefrío, donde les esperaban las guardias de los milicianos de la aldea. Apostados en el Castellón y en los cerros de alrededor, al ver el gran volumen de la tropa facciosa y  a los vecinos que venían huyendo de los cortijos de la Venta de los Agramaderos, también desde la Pedriza  se provocó la huida de los milicianos que prestaban guardia  y de las familias de  los miembros del Frente Popular  en dirección a Alcalá.  Los milicianos no pudieron  hacer frente, en sus puestos de guardia, a tan vasta columna,  porque, según todavía recuerda  Sixto Hinojosa “la guardia era más  testimonial y simbólica que real”. Prueba de ellos que este miliciano ocupaba  un puesto de guardia con un mosquetón picado que ni siquiera podía responder al  tiro[3].

  Además  la artillería hizo estallar los cañones sobre las lomas inmediatas de la aldea-Chaparral de Nubes, Alamoso, Castellón...Con el estallido de los obuses, se producía inmediatamente  la correspondiente huida de los  milicianos y simpatizantes republicanos hacia Alcalá la Real.  Dejaron la aldea sin vecino alguno, hasta tal punto que  la escena, al paso de los ejércitos, se describía con un ambiente solitario y desolador: “El pueblecito de la Pedriza, un anejo de Alcalá la Real, parece esperar, encaramado en su loma, que lleguen las fuerzas para saludarlas con el fervor del vecindario. Pero el vecindario falta en un enorme proporción. Tal vez huyó asustado por los bulos de los rojos (...) tan sólo unos pocos alzan las manos y vitorean a España con muestras de un entusiasmo muy vivo”.   ,  

En Alcalá, por la mañana sonó la sirena  anunciando los ataques aéreos a las  primeras horas de la mañana; desde Villalobos, se divisaba perfectamente las parejas de aviones que provenían del aeródromo de Armilla de Granada. Pues, muy de temprano, al amanecer  la aviación  hizo un fuego de castigo en diversos puntos de la ciudad provocando el desconcierto entre la población con  el estrepitoso zumbido de sus motores. A las nueve de la mañana, por segunda vez, la aviación nacionalsindicalista, de nuevo  bombardeó la ciudad, provocando la  inmediata reacción de huida. Con más voluntad que eficacia, los grupos de milicianos,  trataban  de derribar los aparatos, desde sus puestos de guarda, principalmente en la Malena y en la Mota,  con sus fusiles disparando sobre los  aviones en vuelo. Un testigo comentaba que, sobre todo, sobresalían las milicianas (entre ellas, la apodada Carita de Caramelo) en este vano e inútil intento lanzando disparos al aire  por si caía un aeroplano.

Mientras tanto, gran parte de los vecinos se escondió en cuevas y en artificiales refugios de  dentro y fuera de la localidad, según comentaba un testigo “los aparatos sueltan pesadas cargas causando daños y desperfectos en la población y en vidas humanas”. Unas horas después, este era el paisaje de Alcalá y sus alrededores” En el pueblo  van penetrando varios grupos de gentes que abandonaban sus hogares por miedo a los que acometían para posesionarse en él; se acrecentaba el pánico de tal forma que infinidad de familias, bien o mal equipadas, se preparaba para el abandono de sus hogares. Los contingentes de hombres, mujeres y niños se multiplicaban cada hora que transcurría, y tomando las salidas libres se encaminaba hacia otros pueblos que estuvieran más separados de este constante peligro, refugiándose algunos a centenares de Kilómetros”.

 

 

ENTRE EL MIEDO Y LA ALEGRÍA

 

Los primeros en salir  fueron los vecinos de Alcalá, después los milicianos de otros pueblos   y, por último,  la compañía  de Infantería de Marina. Estos últimos, montados en camiones,  se aprestaron a huir de la ciudad  alcalaína por  la carretera de Alcaudete. Para ello, se sirvieron del parque automovilístico y pesado de las ciudades del sur de Jaén y de los chóferes de la CNT que los condujeron a esta última ciudad. Una vez  alojados, dejaron libres a los chóferes que emprendieron labores de recogida de evadidos hasta el  puerto de Locubín, donde se quedaron los  últimos destacamentos impidiendo cualquier  tipo de  entrada y salida. Los  milicianos de Pancho Villa fueron los que llevaron a cabo con mayor riesgo  la retirada y  cortaron la carretera de Alcaudete.

Es curioso como la manipulación bélica describió esta fase de la guerra en la comarca. Pues, el soldado y escritor Soriano Marco decía en su libro “Patriotas Españoles” en 1937:

La noche anterior antes de llegar nosotros, ya había huido la mayor parte de la fuerza roja, desatendiendo las órdenes de los jefes. El mismo día, a las dos de la tarde, Pancho Villa, con una cortesana a cada brazo, marchaba por las calles de la población exclamando con ira. ¡Granujas, me habéis abandonado!” Hasta su coche se lo quitaron, y hubo  de emprender la huida a campo atraviesa con dirección al Castillo de Locubín. Esta fue la terminación del poderío de un cabecilla rojo, ridículo final de un representante nada menos del gobierno de Madrid”[4].    

Algunos  alcalaínos dudaron entre salir de la ciudad o quedarse en sus casas, sobre todo, algunos sindicalistas que no habían destacado en su labor política. Los que no habían resaltado en  ningún bando mantuvieron la decisión  de permanecer en ella, pero los que habían sido miembros de algún sindicato o simplemente votaron al Frente Popular, en su mayoría, abandonaron la ciudad  Los hubo que, creyendo que eso no era motivo de represalia alguna su pertinencia política o sindical,  tras una marcha incipiente, regresaron a  Alcalá. Malas consecuencias les trajeron posteriormente, pues  alguno de ellos fue fusilado[5]. Entre los huidos el primer en  morir fue Julián Castillo Talavera, un anciano que con su esposa, cerca del Guadalcotón fue encontrado por su propio hijo, que marchaba entre los grupos hacia el exilio, tendido en la  cuneta el camino con varios tiros sobre su cuerpo y al que su hijo le colocó un  manto sobre su cuerpo destrozado. Durante el trayecto, el comentario de los milicianos se dividía entre los que consideraba que había sido abatido por el fuego de una avioneta y los que apostaban que había sido víctima de una emboscada por parte de un vecino de una cacería que existía en las inmediaciones. 

Entre la huida de más de cinco mil vecinos y  el ataque final de los facciosos,  se produjo un silencio sepulcral. Los que se habían quedado se encerraban en los más insólitos lugares,  hubo  niños que lo hicieron hasta en tinajas, otros se mantenían en refugios, cuadras y pajares a la espera de salir  de sus escondrijos y  recibir las tropas rebeldes.

Estas venían pisando los pies a los  huidos de las aldeas alcalaínas y se dividieron en varias columnas de ocupación de la ciudad para acometer el asalto final: los Regulares quedaron encargados de  proteger el flanco de la columna que iba a llevar a cabo la conquista definitiva de la ciudad; lo hizo desde la  Dehesilla hasta entrar por los barrios altos de la  calle Corredera, las Cruces y  San Marcos. Por otra parte, .una batería  de artillería tomó posiciones con fuego de apoyo junto a la Estación Telegráfica, sita en la carretera de Montefrío. Por último, las tropas de “Pérez del Pulgar “llevaron a cabo el asalto y actuaron tal como lo describe este cronista: “Estamos frente al pueblo, pero su caserío no se divisa  porque entre nosotros y él se interpone un elevado cerro, en la cumbre del cual hay un viejo castillo y un gran templo. Las laderas de este cerro son de olivares en casi su totalidad, cruzados por un escarpado caminillo. Es poco después del mediodía y cerro arriba despliegan fuerzas de “Pérez del Pulgar”. Casi culminaba la cuesta, junto a la base enorme del castillo, se les opone alguna resistencia. Se entabla un breve pero un intenso tiroteo, reforzado por unas cuantas ráfagas de ametralladoras. Se emplaza una batería para recoger el avance. Las tropas que atacan se lanzan con bomba de mano y a la bayonesa sobre los edificios a su derecha y los ocupan, porque el enemigo que también ha usado bombas, huye vergonzosamente”.

Entraron, al  principio, en dos direcciones, unos rodearon el cerro de la Mota, y por la  calle de San Francisco, se adentraron cortando la posible retirada de las tropas republicanas, sin que nadie les hiciera frente de una forma rotunda y arriesgada; el resto subió a la Dehesilla sobre las cinco menos cuarta colocó la bandera blanca y se adentró por el Llano Salazar hacia la carretera de Montefrío y la  de Granada y Llanillo. Desde  el barrio de San Juan, la primera  columna bajó peinando, casa por casa, cada una de sus calles de los barrios alto y medio.  Los soldados fueron abriendo las casas que no los recibían,  con el disparo de sus bayonetas y destrozaban cualquier elemento que recordara la propaganda izquierdista o del Frente Popular.  Otros vecinos, por  el contrario exultantes,  salían a recibirlos tras unos momentos de temor, duda e inseguridad. Los Regularles, que emprendieron la misma operación de asalto, se adentraron por  las calles de debajo desde el cerro de las Cruces. Otras tropas  entraron por la carretera de Montefrío hasta el Paseo cortando todos los accesos de las calles que bajaban al Llanillo, con esta táctica: “Los Requetés, por otro lugar, avanzan rápidos hacia Alcalá  y otras dos compañías del Pérez del Pulgar” despliegan y avanzan también. La artillería dispara sobre las inmediaciones del pueblo, en especial por la carretera de Alcalá a Pinos Puente. Una sección entra por la carretera a paso ligero. Y, pronto, todas las fuerzas de vanguardia han ocupado el objetivo de hoy  .


 

La metralla junto con las bombas  se sintió caer en muchos lugares  provenientes  de las baterías antiaéreas. Posteriormente, tras la comida, hacia las cinco de la tarde, las tropas de infantería nacionales peinaron el pueblo mientras repiqueteaban sus fusiles con el fuego de ametralladora. Al caer la tarde, los barrios altos quedaron sumidos en el mayor sigilo y miedo, cerrando los vecinos  las puertas ante cualquier visita; en los barrios medios de la ciudad, tras los primeros momentos de vacilación ante lo imprevisto y fulminante asalto,  a eso de las cinco de la tarde comenzaron a abrirse las puertas de la ciudad. Ante los gritos de “España, Arriba España” que gritaban los soldados, salían algunos vecinos  y  este grito era respondido por estos mismos que se habían quedado ocultos en sus casas. Soriano Marco lo relata en similares términos:

 

Son alrededor de las seis y media. Las casas están solitarias, el pueblo sumido en el más grande silencio. El Ejército nacionalista comienza a lanzar estentóreos vivas a España. Por cierto, luego me contaron unos vecinos sobre esto que, desde el interior de las casas, herméticamente cerradas, les pareció oír: “¡Viva Azaña!”, por cuyo motivo no se atrevían a salir, temiendo tratarse de una revuelta entre los mismos rojos ante la inminente llegada de los nacionalistas. Sólo cuando pudieron percibir bien: “¡Viva España!” se dieron cuenta de la equivocación. Entonces, se abrieron ventanas, puertas. La gente, llorando de emoción, ya en la calle se abrazaba a los soldados. Más tarde, las campanas del Castillo de la Mota fueron echadas al vuelo”.

 

 Entre abrazos, soldados y algunos vecinos alzaban los brazos en ademán fascista. Parecía que, a muchos,  el túnel del tiempo les había olvidado sus pasados liberales, y, de la noche a la mañana, se trasformaron en seguidores del nuevo movimiento de Franco.

                   

EL ASALTO FINAL

 

Un soldado alcalaíno, como muestra de recompensa y orgullo, abrió con su  mosquetón las puertas del Ayuntamiento y con una pequeña escuadra fue revisando cada una de las dependencias de aquel edificio público por si quedaba  algún soldado republicano escondido. Y, a continuación estos primeros soldados ocuparon el ayuntamiento, donde se instalaron provisionalmente los jefes militares de la Columna, y montaron un cuerpo de guardia, lo mismo que  otros lo hicieron con el cuartel de milicias que estaba contiguo al Ayuntamiento. Las campanas de la torre y el esquilón  comenzaran a  redoblar como signo de victoria. Desde el cerro de las Cruces, esta película bélica se percibía por los adolescentes como si se hubiera desarrollado  en un santiamén, hubo quien creyó que desde las cinco menos cuarto que la bandera blanca se izó en la Dehesilla no se tardó ni un cuarto de hora en redoblar las campanas.

Lo primero que las tropas rebeldes hicieron, fue requisar todos los camiones  y coches de las columnas de Pancho Villa y ocupar los centros operativos y oficiales de los partidos y sindicatos (las iglesias convertidas en garajes, hospital y cocinas,  los conventos de Cristo Rey, Dominicas, Rosario y Trinidad, el Palacio Abacial, la Casa el Pueblo, Casinos, la comandancia militar situada en el Llanillo, el antiguo cuartel de la Guardia Civil, la oficina del Comisario Político...). Cada uno de ellos fue registrado sin encontrarse objetos de gran valor, salvo en el Ayuntamiento. Algún testigo comentó que  en las dependencias provisionales del Estado Mayor del Ejército republicano, situadas en la pensión de “La Aurora”, primera casa de la calle los Caños, se  encontraron “gran cantidad de municiones, varios fusiles, cascos de acero, gorras de marinos, sables, escopetas, pistolas, calzado,¨ monos ¨ y otras muchas cosas”. En la acción de registro, se acoplaban la violencia y la muerte, como puede percibirse con este relato de Soriano Marco sobre el aspecto que ofrecían las dependencias del Palacio Abacial:

“..la acción del insano deseo de destrucción quedó patente en la Carrera de las Mercedes. En un gran edificio reinaba el más completo desorden. En una de las habitaciones, en el suelo, había el cadáver de un rojo. En otras, corderos despellejados, colgados de la pared; grandes trozos de carne sobre taburetes de madera; reses sacrificadas; sacos de pimiento; cajas de tomates, judías, lentejas, garbanzos; todo pregonaba a las claras haberse utilizado hasta hacía muy poco”[6].

 La ocupación del pueblo acabó, según este testimonio de IDEAL:

 

Los camiones con la artillería y el resto de las fuerzas entraban en el pueblo y con un orden completo, pese a su crecido número, iban ocupando los puestos prefijados. Pronto, las calles de la ciudad se animan y los vecinos del pueblo se abrazan entre sí y se dan cuenta de las diversas penalidades sufridas por cada cual. Falange, Españoles Patriotas, Regulares, Pulgares y soldados de Infantería, Artillera e ingeniería animan el pueblo con gritos patrióticos. Pronto en la carretera, destacan las estrofas de los himnos de la Falange. Una gran bandera de esta organización, junto con una nacional, es ondeada en el balcón de un céntrico edificio, frente a un  grupo entusiasta que alza las manos en expresión de saludo entusiasta. A poco, un desfile que supone para los vecinos, decaídos y nerviosos un sedante y una invitación a la paz y el sosiego. Con el instrumento de una bandera cogida a los rojos desfilan marcialmente algunos soldados del Pérez del Pulgar, que de vez en cuando se detienen y dan su grito de guerra. Delante del desfile se coloca un jinete con una gorra de los marineros rojos que tenían el cargo de defender el pueblo. Detrás, también la gran bandera roja que los marxistas abandonaron en la localidad y algunos otros trofeos”.

  Una vez realizado el desfile, las tropas ocupantes se repartieron en varias casas y se dedicaron a tomar la cena. Tras ella, todas las tropas bajaron al Llanillo y Plaza, donde se repartieron los distintos puestos de guardias, destinando a los Patriotas Españoles en la fortaleza de la Mota. Es muy curioso, el silencio sepulcral que  presentaba la ciudad de Alcalá la Real y nos ofrecía este testigo:

“Ya, a esta hora-a las nueve y media de la noche-los portales están cerrados, las casas sin luz, imperando el silencio por doquier. Subimos al Castillo por callejuelas tortuosas, empedradas, angostas, empinadas, con un farolillo agonizante en cada esquina. El eco de las pisadas, aún siendo breves, marca un ritmo misterioso y acompasado a lo largo de la calle. Marchamos silenciosos. El deseo  de descansar nos hace ir así. Al final de una cuesta, en medio de las tinieblas, se yerguen como sombras fantasmales  las piezas del baluarte. Las torres semejan estáticos espectros, perennes en un silencio de muerte”.

De noche, comenzaron a presentarse en el Ayuntamiento los funcionarios adictos al régimen y se ofrecían a las autoridades militares para su incorporación a sus puestos. Así lo manifestaba el propio interventor de fondos Enrique Martínez López “presté adhesión al Movimiento Nacional  no huyendo con los rojos que abandonaron esta ciudad y presentándose al Jefe de las fuerzas de la ocupación en 30 de septiembre de 1936, fecha en que se libró esta población (me presenté a F.E. prestando servicios en primera línea y en segunda línea hasta terminación de la guerra donde  y como por sus jefes le fue ordenado”.  


 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

          CAPÍTULO. EL TRISTE FINAL DE LOS REPUBLICANOS QUE SE QUEDARON Y   ASPECTOS DE LA HUIDA.

 

Desde el bando republicano, un aviador caído de un aeroplano por la zona de los Pedregales, y algunas anécdotas más fueron las únicas que pueden contarse de este día. A destacar,  niños perdidos,  familias divididas  por la marcha, y la prisa y la premura ante el ataque de los aviones. Un joven cojo que vivía junto a la ermita de San Judas que no pudo huir junto a su padre, fue delatado y detenido y a los pocos días fue fusilado. El ayudante de un  camionero que vivía en la última casa de la calle Real,  le aconteció lo mismo.....Una diáspora de unas cinco mil  personas se adentró por los Llanos, camino de Charilla,  y, desde allí, a  Valdepeñas, hasta los Villares en medio de una escena dantesca” La tarde ya declinaba, y mezclado con el viento en fuertes oleadas, se podían oír grandes voces; clamores de mares que no sabían el paradero de sus hijos, el maldecir de los ancianos y el llanto de los pequeños. A través de largas distancias, se vislumbra por las cordilleras interminables siluetas que andaban precipitadamente huyendo del peligro que amenazaba  un cañón de  largo alcance que  conjuntamente accionaba con la aviación. El cielo estaba salpicado por espesos y negruzcos nubarrones, el sol ya se hundió en el ocaso y espantado de presenciar tan tristes escenas en su trayectoria cubrió  su amarillento disco tras una enrojecida nube que cubría el horizonte, tal vez ese extraordinario color en el espacio sería el anuncio de la sangre que después bañó la tierra”.[7] .  Algunos vecinos  huidos, colocados en los montes de los alrededores de Charilla,  desde la Joya pudieron contemplar la caída de un avión  republicano en los Pedregales y su posterior huida con el armamento básico y una acémila.

Las tropas republicanas que estaban en la ciudad huyeron en dirección a Alcaudete. Se dejaron atrás 29 automóviles y 11 camiones, artículos de abastecimiento (jamones, trigo, aceite), vestidos y calzado (un camión de calzado y mil monos y dos mil camisetas entregadas a Falange). Un comisario de una compañía republicana así  relataba esta diáspora  en  el periódico Frente Sur, un año después[8]:

 

“Ya ha hecho un año que por la carretera de Alcalá la Real a Alcaudete desfilaba, huyendo de los fascistas, un cordón de mujeres, ancianos y jóvenes que llevaban escrito en sus ojos el miedo a ser cogidos. Eran los trabajadores alcalaínos y sus mujeres e hijos. Ha pasado un año, fugaz para algunos, de casi un lustro para los antifascistas del referido pueblo, que llevan la fecha de su tragedia  siempre presente, en espera de volver a sus hogares”.

Otros vecinos de las aldeas de  la zona sur de la comarca alcalaína, sobre todo, de Ermita Nueva, Villalobos y Cantera Blanca se dirigieron hacia Frailes a través de caminos y atajos que atravesaban los partidos de campo de Mures, agobiados por los evadidos de algunos cortijos de Alcalá que no les permitían ni pernoctar y, pisándoles los talones, con grandes muestras de  amenaza, los soldados ocupantes que se les echaban encima. Esta era la escena descrita por Luís Ocaña:

“El día 30 de septiembre de aquel año 36, caravanas de familiares con hijos pequeños abandonaban sus hogares sin saber adónde ir ni lo que les esperaba. Pero, de momento, lo principal era salvar la vida, pues si se quedaban corrían el peligro de perderla. Ya venía gente huyendo de zonas invadidas por los facciosos y por el comentario que hacían, cada cual se suponía el peligro que le amenazaba quedándose en su casa y más si había figurado en algo significativo. Yo que había estado en las milicias tenía que salir y mi madre y hermanas menores, que formaban la familia conmigo también me acompañaron. Pues, como vivíamos en el Menchón y allí se habían constituido la colectividad y el cuartel de las milicias, al entrar los fascistas  se esperaba que arrasaran con todo como así ocurrió, por lo que allí no quedó nadie. Yo recuerdo que había salido aquella mañana con otro para hacer el recorrido de vigilancia y, sobre las tres de la tarde, observamos, desde la Loma de la Alhondiguilla, que los vecinos de la aldea de Ermita Nueva iban en caravana por la Torrecilla del Quejigal huyendo porque las fuerzas facciosas habían entrado en Alcalá (…) cuando llegué al cortijo del Menchón, me lo encontré todo revuelto. De personas sólo había una  que dormía tranquilamente posiblemente había bebido  un vaso de más para no pensar en la situación trágica (…) Cuando salí del cortijo me acompañaba otro compañero, que como miliciano había vuelto en busca del dormido, este no quería que le molestaran  pero después nos alcanzó, como se le advirtió. Cuando llegamos a Torre Abril, como se le denominaba a una pequeña venta situada en el empalme de la carretera de Granada y la del Menchón, ya que daba poca luz del día (…) y cuando  cruzamos la carretera por el cortijo de Malabrigo, ya casi  era de noche y, como a cada cual le interesaba encontrar a su familia, yo fui en busca de la mía. La encontré a las diez de la noche en una era del Cortijo Nuevo cerca de Mures Allí estaban en compañía de mi tío Narciso y su familia. Como éramos muchos y en aquellas horas no se  podía caminar, decidimos hacer noche allí y, para seguridad, montamos una guardia entre los más aptos para ello. Se oían disparos en Alcalá y por cualquier sitio y es que la gente iba a la desbandada y, los fascistas disparaban sobre lo más mínimo que oían y, a deshora e la noche, aunque se consideraran dueños de la situación temían ser contraatacados”.  De Mures, por las sierras, se pasó a la venta de Tío Enrique y Noalejo, donde pudieron pernoctar varios días hasta establecerse como refugiados en Frailes.

Los vecinos de la zona de la Hortichuela iniciaron su diáspora por el camino del puerto de las Carretas, la Cañada del Membrillo, Fuente del Cañuelo y, desde allí, se dirigieron hacia el camino de Alcaudete; algunos tuvieron tiempo de hacer una parada en Alcalá la Real. A este grupo se unieron los vecinos de Las Caserías y algunos de la zona noroccidental de la comarca alcalaína. Aquella noche, también llegaron a Alcaudete junto con el resto de las tropas, para ser trasladados posteriormente a la capital de Jaén.

 

                             UN DÍA DESPUES 

 

Por la mañana, los soldados de la guarnición granadina desayunaron a las siete y media y recibieron el refuerzo y saludo de la aviación. Así nos lo escribía Soria Marco:

“Estando en esto, se escucha en el espacio un débil ronroneo. Miramos en todas direcciones: no se ve nada. A poco, se distinguiendo cuatro puntitos negros, perfilándose ya con claridad cuando abandonan una zona neblinosa. Se observa con unos prismáticos y unos catalejos de marina-hallados en la torre del castillo-. Son nuestros. Se nos dio la orden de anunciar al pueblo la presencia de aparatos rojos mediante un toque convenido de campanas sitas en el castillo. Por esta vez huelga la misión.

Los aeroplanos evolucionan sobre la ciudad. Más tarde, hacen lo mismo en torno a la fortaleza. Son tres bombarderos y un caza. Los aviadores nos saludan agitando el brazo. Les contestamos echando al aire los gorros de campaña., gritando como energúmenos.

Poco después. Van desapareciendo lentamente en el horizonte. El fuselaje de seda plateada reverbera al contacto con los rayos del sol, en tal forma que semejara caprichosamente ser unos cuchillos relucientes suspendidos en el espacio por una ley de inercia”.    

 

Las tropas rebeldes  ocuparon, al día siguiente, Santa Ana y Charilla. En Alcaudete, zona republicana, en esta jornada tras el asalto, acudió el comandante Menéndez, jefe del Estado Mayor del sector republicano, trató de reorganizar las milicias  dispersas  y comunicó el parte de guerra a Madrid el día dos de octubre. Informó a la superioridad  acerca del desastre en la toma de Alcalá  y, analizó las causas de la derrota basándose en  que existían dos grupos muy diferenciados: los que huían, en su mayoría las milicias populares  y, por otro lado, los anarquistas y milicianos de Pancho Villa que son los que habían hecho frente en todas las situaciones de guerra durante estos dos meses anteriores. Pero transcribámoslo por lo jugoso del texto:

 

“Ayer, 30, el enemigo atacó Alcalá la Real, y sin el menor esfuerzo, ni tener que vencer ninguna resistencia ocupó el pueblo; todo el mundo huyó, presentándose unos en Alcaudete y dispersándose otros por el monte. Ayer mismo el Jefe de la Columna y el de Estado Mayor se trasladaron a Alcaudete para tratar de reorganizar las fuerzas huidas, de las que se da el mando al teniente coronel Peire (el anterior jefe el comandante Losada, de Caballería, que ha sido enviado a Jaén). En ellas hay dos grupos, uno llaman de Pancho Villa (sindicalista) que no obedecen a nada ni a nadie y que lo mejor que dicen es que hay que matar a los oficiales. Hay otro grupo de gentes que obedecen, pero en cambio, huyen con la mayor facilidad. Digo que menos mal había unos cuantos carabineros viejos, hombres de 50 años, con lo que se pudo evitar una  verdadera catástrofe. La situación material de esta columna es también muy mala, pues no dispone ni de un cañón ni de una ametralladora y tampoco hay posibilidad de sacarlos de otro sitio. Vuelvo a decir, refiriéndome a las milicias que no hay manera de que obedezcan. Los comités sólo sirven para poner trabas lejos del enemigo, pero cuando el enemigo se acerca no saben nada más que marcharse. Esto ha ocurrido incluso en Alcaudete[9]. 

 

 

Sin embargo,  por la situación de Alcalá decíamos como resumen de esta ofensiva nacionalista lo siguiente:  

 

 

“Tuvo serios problemas, sobre todo, por parte de la columna de Priego hasta que por fin fue tomada el treinta de septiembre y totalmente el dos de octubre el Comandante Bello ocupó la ciudad, reorganizó la vida municipal, emitió bandos de guerra, se produjeron registros de casas de milicianos y algunas ejecuciones en el Barrero, en las Moreas de Gamboa y carretera de Frailes. Quedaron en guarnición las compañías de Pérez del Pulgar, Falange y la Guardia Civil. La Falange estaba formada por voluntarios de Pinos, Tocón y Brácana y sus jefes fueron el capitán Fernando Butgandón Martínez y el alférez Pedro Segura Lacomba. En días sucesivos se ocuparon de anejos de Santa Ana, Charilla, y las poblaciones de Moclín y Puerto Lope (3 de octubre), que habían quedado desguarnecidas tras la toma de Alcalá. El comandante Fernando García Valiño, de Regulares, llevó a cabo la fortificación y defensa del sector Tozar –Limones (5 de octubre) , a donde se desplazó el tabor completo, una sección de Ingenieros y una sección de obuses del 105”[10].

 

Ni el periódico Democracia ni cualquier otro  periódico republicano de la provincia de Jaén  informaron   acerca de la evolución de la guerra en la parte sur de las tierras del Santo Reino de Jaén por prevención a que los  enemigos se enteraran del estado de ánimo  y de la situación de las fuerzas, y, también,  para no hacer decaer el  ánimo de la población jiennense.  Pero, en el primer medio de comunicación , la Agrupación Socialista de Jaén emitía un anuncio en el que exhortaba con este título “Hay que trabajar  más[11] y, además,  comunicaba a sus lectores un expediente contra dos alcalaínos acusados por  los Tribunales Populares de  adhesión a la rebelión contra la República, condenándoles a ocho meses y un día. El funcionamiento normal de esta institución había significado un paso acertado, aunque tardío, para resolver los delitos de guerra[12].

Pero, las consecuencias de la toma de Alcalá  tuvieron un importante  eco en el frente con la provincia de Granada, porque muchos republicanos consideraron que era un gran peligro para la entrada del ejército golpista en la provincia. Además, aunque no se reflejó en los medios públicos alertó a las autoridades republicanas causándoles el pánico.  Al día siguiente de la toma, según manifiesta Sánchez Tostado,  el comité provincial del Frente Popular se reunió con carácter de urgencia con el gobernador civil Manuel Martín Galeano y adoptaron una serie de  medidas militares y de subsistencia de guerra: se dieron órdenes de  interceptar la posible incursión del ejército golpista con la voladura de puentes y de vías públicas y también se incautaron tesoros de la iglesia, de los bancos y de personas de desafectas al régimen republicano; por último, se formó una comisión que se encargó de enviarlos a Valencia  y depositarlos  en el Banco de España. El objetivo no era otro que anular el apoyo de los hacendados a la causa nacionalista y reforzar  las reservas republicanas para el periodo de guerra.  

 

Como pura anécdota tras la toma de Alcalá,  en este frente se pueden señalar varios contraataques de los republicanos a los pueblos de Tozar y Limones el día 6 y otro a Santa Ana el 7 de octubre, y otro el día 16 a Moclín.

 

Entre los amigos de Batmala, se exiliaron todos los republicanos de izquierdas. Entre ellos Juan Bermúdez  y Francisco Hinojosa ,- el primero se afincó en el Castillo de Locubín y el segundo en Jaén, donde mantuvo el cargo de Presidente del Frente Popular en exilio-. Dos testigos de excepción nos relatan los acontecimientos. “¡Qué tarde aquella!,¡Dios mío, qué tarde! Desde la mañana fueron evacuando el pueblo todos los elementos indeseables, arrastrando consigo masas de infelices que, engañados por sus falsas patrañas, también huyeron. Todo era silencio en las primeras horas de la tarde, las calles desiertas; los elementos de orden en sus casas y bodegas esperando los acontecimientos. Por la mañana,  nos había visitado la aviación descargando algunas bombas, que destruyeron parte de la casa de los  señores Rubio...la impresión que nos sobrecogía era grande; el silencio era turbado `por el repiqueteo de las ametralladoras, cada vez más cercanas (... )Por fin, a eso de las cinco, se oyeron gritos inconfundibles, vivas a España, ruido de armas....¡Ya están aquí! ¡A la calle!¡Qué entusiasmo! Se lloraba, se reía, se abrazaban unos con otros! Nunca se podrán olvidar aquellos momentos. El primero en visitarnos fue el R. P. Burgos  S .J. que iba al frente de los requetés, y a quien ya conocíamos de antes. Aquella noche también fueron a vernos nuestras alumnas ¡Pobrecitas, a cuantas le faltaba algún miembro de la familia!”.

          Por otra parte,  los nuevos gobernantes militares se preocuparon de implantar mucho y pronto todo tipo de propaganda ante las nuevas circunstancias con el fin de atraerse a indecisos y alentar el entusiasmo de sus seguidores. En este aspecto jugó un papel fundamental  la radio y, en la prensa escrita, el periódico Ideal. Como  Quinta Columna del bando rebelde, resume, al día siguiente, estas horas del siguiente modo “Llevaban cuatro días sin dormir, montando guardias, temerosos de que las fuerzas avanzasen. Al tener noticia de que una columna iba sobre Alcalá huyeron desordenadamente a desbandada. Tal fue su pánico que algunos huyeron en caballerías a pesar de tener un gran número de automóviles a su disposición. Otros escaparon corriendo, a campo traviesa. Con ellos fueron muchos vecinos de otros pueblos- Montefrío, Atarfe, Íllora, Fuente Vaqueros etc.-que allí estaban refugiados y de los cuales se han encontrado listas., De Alcalá marchó muchísima gente, coaccionada por los rojos y atemorizada por los relatos que estos hacen de las supuestas crueldades de las tropas”.

Por la noche de aquel día, varias patrullas del ejército, elementos civiles, algún policía local y miembros de la guardia civil, comenzaron a aplicar el estado de guerra, a cachear personas que se encontraban por las calles, y se practicaron algunas detenciones, siguiendo las pautas que habían realizado en otras ciudades. Entre ellas, destacaron las realizadas a   todos los republicanos que, de buena fe,  se habían quedado en la ciudad. Las ejecuciones más tristes fueron las de los que  se vieron cortados en  su intento de huida y se cobijaron en los portales  y tiendas de la localidad. Entre ellos, el vecino de la Pedriza Manuel Pareja se  encerró en la tienda de  zapatería del republicano y concejal  Víctor  Hinojosa en la plaza del ayuntamiento, donde fue  apresado por un grupo de falangistas al ser descubierto en el momento de hacer las primeras requisas. El final fue muy  trágico, pues se  encontró con la muerte días después a pesar de tener un hijo falangista y no ser un militante destacado. Otras veces, se solicitaron informes de cada uno de ellos ante las autoridades religiosas, militares o políticas y personas de “bien”. Muchos se libraron, porque no llegaron a actuar durante el periodo del Frente Popular. Pero a otros se les colocó el sambenito de republicanos como si fuera el mayor pecado y delito del mundo. La familia de los Azpitarte, el notario Antonio y los hijos Rafael y José Luís fueron  los que sufrieron el mayor acoso por su relación con Izquierda Republicana, partido de Azaña y el de Martínez Barrio, sobre todo  su hijo Antonio que era el presidente.

Inmediatamente, comenzó a llenarse la prisión preventiva de Alcalá la Real, según se percibe por los recibos de raciones de pan que se incrementaron desde  primeros de octubre hasta el 10 de noviembre.


 

 


 

          CAPÍTULO. PRIMERA ETAPA. LOS FUGITIVOS EN LOS PUEBLOS DEL SUR DE JAÉN  Y LAS PRIMERAS MEDIDAS REPRESORAS EN LA ZONAL OCUPADA.

 

Para los fugitivos alcalaínos, comenzaba la primera etapa de un largo camino de sangre, sudor y lágrimas. “La noche nos sorprende por estrechas veredas, laderas, barrancos y caminos rocosos y accidentados, en extremos por las leyes de la naturaleza, hemos conseguido a costa de mil fatigas llegar a las cercanías de Valdepeñas, y más tarde a la casa de nuestro acompañante amigo, donde su esposa nos preparó algunos camastros para descansar que buena falta nos hacía”. Dos vías tuvieron  de huida: la carretera de Alcaudete y la de Valdepeñas. Un testigo de la primera vía resume de la siguiente manera los  primeros días:

          “ el declarante dejó  el camión que llevaba en Alcaudete, pues estaba deseando soltarlo y volverse como lo hizo, pero al llegar al Puerto de Locubín, los echaron para  atrás  a todos sin poder decir nombres, pues sólo conocía de vista por ser de la columna de Pancho Villa, volviéndose a Alcaudete, con el chofer, socio voluntario de la CNT, desde el principio Alberto Ortiz y con el secretario de la CNT local Esteban Aragón Gómez, andando hasta la casería de Santa Olaya desde allí en un camión que pasó con las fuerzas de infantería de marina roja de la que presté servicios aquí . Pero los conocía sólo de vista y no puedo dar nombre alguno; en Alcaudete paramos la noche del treinta de septiembre de mil novecientos treinta y seis, con sus compañeros Alberto Ortiz y Esteban Aragón, yéndose a Martos los tres al siguiente día, y al siguiente los tres fueron a Valdepeñas de Jaén, y en la misma tarde se fueron los tres de Jaén, donde estuvieron tres días, allí se separó de ellos para volverse a Frailes, donde tenía su familias[13].

Aunque muchos pernoctaron en Alcaudete y Valdepeñas,  pocos se quedaron,  porque el cuartel de milicias de esta última localidad  se encontraba en poder de las milicias anarquistas, y no era un sitio muy apetecible para los exiliados alcalaínos: “Horas después nos hallábamos en Valdepeñas donde hacen entrega de nosotros en el Cuartel de las milicias que sólo estaba ocupado por un centenar de desalmados intrusos anarquistas y algunas mujeres rameras y de mal vivir que armadas de pistola se habían ofrecido a servir al ejército(...)al conocer la villanía que trataban de hacer con todos los recién llegados, pude con astucia abandonar aquel local enrarecido por las densas atmósferas de la anarquía y hacerme presente en casa de mis padres. ..”

Pancho Villa estableció también, en primer lugar, su cuartel en Valdepeñas, donde estaban encerrados varios presos, a los que les concedió la libertad de acuerdo con su criterio arbitrario de ejercer el mando; entre ellos, al sacerdote Galán. 

En los Villares, segunda etapa de la diáspora, la Sociedad Obrera, trasformada a los pocos días en Sociedad Obrera  de Refugiados Unión y Defensa de Alcalá la Real trató de controlar, a partir de aquel día,  la situación ocasionada por su alojamiento, distribuir los huidos y  crear una especie de comuna de mantenimiento. Pero, este tipo de alojamiento, tan sólo,  aconteció a los que tuvieron más suerte. Otros lo reflejaban con este testimonio: “Yo me fui a la zona republicana. Allí éramos refugiados. No teníamos ni donde vivir. Dormimos sin camas ni cobija, acostándonos la mayor parte de nosotros en pajares. Siempre pensando adonde podía ir a comer. Si estabas cerca de algún pueblo cercano del frente de guerra,  te tenías que ir a hacer trincheras y ya tenías la comida asegurada  durante los días de trabajo, pero expuesto a que te pegaran un tiro. Más no se apreciaba en aquellos tiempos la vida ni  que lo mataran a uno. Cuando terminaba el trabajo de fortificación,  nos enrolábamos en las fuerzas, que  te admitían como voluntario en las milicias o en las fuerzas militares, aunque pronto todos tuvieron que ser militares”.[14]

Tan sólo, de vez en cuando, esta masa famélica se enardecía en su moral mediante  arengas en las plazas públicas o en los campamentos y cuarteles de las milicias. Así nos describía la situación : “....a pocos días de estar allí , dan el pregón que todos los hombres de dieciséis años en adelante se presentaran en determinada noche en la plaza para escuchar a un inculto orador que desde un alto balcón vociferaba con su  entorpecida boca’ Camaradas, ya estáis viendo el peligro que nos amenaza desde que Alcalá fue tomado por los fascistas, aunque nuestras fuerzas del frente de guerra está dispuestas  a todo momento para rechazar el propósito de otro avance , pero es suficiente esa cantidad de ejército, por tanto, os pido a todo que pongáis de vuestra parte un poco  de voluntad y alistaros  al Ejército Popular que pide hombres y más hombres. Las necesidades de  guerra exigen cuantos sacrificios sean necesarios y que no debemos negar para demostrar que somos buenos españoles y  prestar nuestro auxilio a los queridos camaradas del frente”.


                    

                   

 

COMIENZAN LAS MEDIDAS REPRESORAS EN ALCALÁ

 

La mayoría de las viviendas de los barrios altos de Alcalá, por el contrario,  quedó completamente vacía con la marcha de sus moradores. No hay sino leer los padrones  de los años treinta y cuarenta con la letra “P” de prófugos que abundan en el archivo municipal. Eran, en su mayoría los jornaleros, campesinos pequeños, artesanos y los pobres de solemnidad que habían visto frustradas las esperanzas de construir una nueva sociedad. Curiosamente, el escritor Soriano refleja vivencial y perfectamente el aspecto que presentaba la ciudad describiendo el silencio sepulcral de las noches posteriores a la toma, tan sólo roto por algunos disparos esporádicos de los fusilamientos alcalaínos: “La noche transcurre en medio de gran silencio por lo general. Sólo se escucha de vez en cuando el disparo de un fusil. Las lechuzas vuelan entonces raudamente, lanzando agudos graznidos, turbando así la paz del campo”. Por el contrario, en el amanecer “el silencio augusto del campo es completo en estas horas matutinas, si bien resulta ciertamente raro por estarse en pleno sector de guerra”[15].

          El uno de octubre, el comandante militar de la Plaza Emilio de Tapia y Ferrer se autoconstituyó como única autoridad de Alcalá la Real y emitió un bando a todos los vecinos presentes. Sintonizaba con el espíritu de una España única, noble y gloriosa, alentándolos para que se pusieran a su servicio con un alma entera y entera disciplina en el cumplimiento estricto  de sus órdenes y mandatos. Impuso la justicia militar en todo el partido y territorio de su autoridad, implantando la pena de muerte para cualquier tipo de levantamiento contra el ejército o las fuerzas públicas que cooperaran en dicha causa,  se prohibieron el uso de las armas y explosivos, condenando a muerte a quienes los poseyere,  y se obligó a depositarlas en el plazo de tres horas en el cuartel de Falange que se instaló en la carrera de las Mercedes, casa nº 28. No se permitió la circulación de vehículos salvo los militares  y, por ende, quedaron prohibidas las huelgas, amenazados sus promotores con la pena capital. Lo mismo sucedió con la propaganda de cualquier tipo, que consideraban como  alarma o la menor perturbación del orden social. En las mismas condiciones, se persiguieron los actos de sabotaje, en especial, contra el servicio de aguas, luz y telecomunicaciones. Por la noche, Radio La Unión de Sevilla transmitía la acostumbrada y demagógica charla del general Queipo de Llano, y, con un lapsus linguae muy significativo se refería a Alcalá la Real como Alcalá del Valle en medio de la euforia por la toma de Toledo:


De operaciones, hoy ha habido poquito. En todos los sectores hay una calma chicha,        que quizás preceda a grandes novedades .Únicamente ha habido actividad  en amabas aviaciones, esforzadas en hacer retroceder al enemigo respectivo. El gobernador militar de Granada manifiesta que la columna d Alcalá del Valle (sic, por Alcalá la Real), ha causado muchas bajas al enemigo, habiendo sido derribados por ametralladoras y fusilería dos aviones rojos”.  El  periódico sevillano ABC del mismo día refiriéndose al sector de Granada era más explícito y  abundaba en la noticia con cifras claramente propagandísticas: “El comandante militar de Granada comunica oficialmente al general jefe del Ejército de Andalucía que la columna que tomó ayer Alcalá la Real recogió cien muertos enemigos y además dos aviones rojos, que fueron ametrallados. Hoy han sido ocupados los pueblos de Santa Ana y Ceniza( sic, por Charilla)”.  Todo era comprensible, porque en la misma edición se aludía a una charla radiofónica de M. Surot, comentarista de arte que trataba de “El martirio del arte”,  y  comentaba la obra de Martínez Montañés sin citar su ciudad de origen[16].

          El ambiente de las aldeas ocupadas era muy parecido, según Luís Ocaña:

A otro día, por la mañana observamos que la carretera de Alcalá a Granada ya estaba comunicada y tomada por los facciosos, por lo que no se podía entrar ni salir de la aldea de Ermita Nueva que era donde habían montado más vigilancia para impedir la salida del personal, por lo que si alguno se decidía  a hacerlo corría el riesgo de ser detenido y fusilado”.

          En las aldeas del sector republicano, se produjo el regreso de las personas de derechas y de los presos hacia Alcalá la Real, sobre todo, salieron libres de la cárcel de San José de la Rábita y de los cortijos y casas, donde estaban ocultos. Se corrió la voz de que  si permanecían en sus escondrijos a pesar de haber sido salvados por los comités de las aldeas, podría correr peligro su vida en los días siguientes. Entre estos últimos, regresó el juez municipal Miguel Siles.

El dos de octubre el Comandante Militar Bello citó a varios vecinos y un capitán de la Guardia civil a las once de la mañana para constituir el Ayuntamiento en el Salón de Plenos; nombró una Comisión Gestora y, al frente de ella, puso al capitán de la  Guardia Civil granadino  Eusebio García del Castillo,  persona de su confianza. El resto de la comisión estaba constituida por personas leales a la causa nacional o tránsfugas de los partidos monárquicos, agrarios y republicanos advenedizos de derechas. Estos  fueron el antiguo teniente alcalde republicano Esteban Gutiérrez Romero,  el alcalde de la Dictadura de Primo de Rivera José Benavides Luna, Manuel Ceballos López, concejal  republicano en el bienio radical-agrario- cedista, y  Francisco Montañés de la Torre. Tras la constitución de las Comisiones de Hacienda, Abastos y Sanidad, y el nombramiento de los tenientes alcaldes en las personas y con el orden de citación (Esteban Gutiérrez Romero, José Benavides Luna, Francisco Montañés de la Torre, Gregorio Montañés del Mármol y Manuel Ceballos López), acordaron en menos de media hora fijar las horas de reuniones municipales; en el mismo día se presentaron los funcionarios que se habían quedado en Alcalá dispuestos a asumir cualquier tipo de tareas a favor de los sublevados o Movimiento Nacional, como lo iban llamando. 


En los días inmediatos, la comisión gestora comenzó a tomar las primeras medidas en la gestión municipal y, por su parte, la autoridad militar llevó a cabo la represión de los que no pudieron huir al bando republicano, tanto en lo económico como en cuestiones judiciales referentes a la vida, al ordenar las  ejecuciones de muerte.  También, citó a todos los funcionarios a la Comandancia Militar y sustituyó inmediatamente a los que se habían marchado a la zona republicana.

Al día siguiente, el tres de octubre por la mañana, se instaló el Cuartel de Milicias de Falange  en la casona señorial de Francisco Batmala, situada en la  Carrera de las Mercedes, nº 28, donde comenzaron a reclutarse  a los falangistas y se creó el centro operativo de todas las decisiones de sumarísima urgencia. El comandante militar Emilio Tapia y Ferrer emitió un bando  en el que se  autonombraba “única autoridad de Alcalá la Real y su partido y convocaba a los “buenos patriotas” para cumplir con entera disciplina la Ley Penal del Código Penal Militar en todo lo referente a exposición de delitos, agresiones al Ejército, entrega y posesión de armas, circulación de vehículos, derechos de huelga, propaganda. Y amenazaba con la aplicación del juicio sumarísimo; también ordenó quitar todos los letreros, carteles y pintadas del Frente Popular.

Por la tarde, se reorganizaron las escuadras negras y se les dieron órdenes sumarísimas falangistas-  sacaron de los domicilios a los supuestamente relacionados con el Frente Popular,- para ellos sospechosos-, y, sin juicio ni tribunal alguno, se produjeron, a primeras horas de la noche,  los primeros fusilamientos en las cunetas del camino de  la Fuente del Rey y, sobre todo, junto a la alcantarilla y camino de la salida de la carretera de Priego. Una  escuadrilla formada por varios soldados y un teniente, junto con las escuadras negras, en las que participaban  miembros de Falange,, registraban casas, una por una, para llevar a cabo la detención, y la ejecución sin más juicio ni trámite que la acusación particular y  la condena individual de los facciosos, no hubo derecho de apelación, ni trámite ni auto; de su casa fueron al  paredón de la muerte, en algunas ocasiones con una breve parada o estancia nocturna en la cárcel del Partido Judicial. El escenario del patíbulo fue el camino del Barrero, donde acudían los hijos de los facciosos a contemplar aquel escenario tétrico y desesperado de  personas, que quedaban medio muertas. Como nos manifestaba un testigo casual, que pasaba con dirección a las Caserías, los ejecutados, todavía agonizantes, daban de alaridos, cuyo eco retumbaba en los bordes de la carretera, mientras los jóvenes cachorros de los falangistas se ufanaban de ver la cara que ponían al ser fusilados. Sin fosa, sus huesos quedaron marcados por la parterre de tierra, que crecía a mayor altura en el tiempo de la sementera, y, todavía, sus restos se exhuman cuando se llevaban  cabo los cimientos de las casas de aquellos entornos. Allí, se ejecutaron  todos los que se creyeron que no debían huir, porque no se sentían con  cargos o, en su interior, no habían cometido ningún delito. Fueron asesinados a partir del  dos de octubre, aunque figuren en las actas de defunción el cuatro, lo mismo un aldeano que venía huyendo del paso de las tropas, que varios matrimonios. 


El primero fue un republicano de  la calle Llana,  José  España Laloya, un primo de Pablo Batmala que vivía en la calle Real[17]; muchos vecinos recuerdan cómo lo apresaron los miembros de aquella  escuadra, y lo hicieron con otros que no fueron ni siquiera registrados (algunos incluso recuerdan que hubo tandas de más de veinte personas). Es el caso de Pedro, el de la Tambora, comparsista y guarda de la Casa del Pueblo que fue paseado por  todas las calles para que su castigo sirviera de escarnio y ejemplo moral  del  atemorizado pueblo; hombre sencillo y  el talador recio y curtido. Él y su mujer vivían en la calle Veracruz, y se refugiaron, en los primeros momentos, en la casa de Frasquito Huertes, más tarde la escuadra entró a su casa y los esposaron a gritos e viva Franco y viva la muerte. O el del  matrimonio Núñez, formado por el picapedrero José Núñez Teva y su esposa Amparo López Hermoso (el primero, porque en su familia había miembros de izquierdas, y su esposa por el simple hecho de que se enfrentó a la detención de su marido y  le hizo frente a los desafueros del escuadrón, O varias mujeres sindicalistas, unas lograron evadir la pena de muerte y otras cayeron bajo las balas de las escuadras , el  del maestro de Charilla  Boronat, y algún que otro despistado que  no le dio tiempo a coger los bártulos en la huida. De algunos ni siquiera ha quedado testimonio de su nombre apellidos, los conocían por sus motes como el Penoso o el maestro Cundo Ortiz. Los hubo que quedaron sus restos señalados con un palo en las inmediaciones de la carretera de la Fuente de Rey o en las cercanías del Instituto  de Enseñanza Media “Alfonso  XI”. Los hubo de todos los oficios pero predominaron los campesinos y jornaleros como  José Salinas Ruiz, Fabián García Cano, Manuel Gálvez Campos, Juan Cañadas Serrano, Antonio Vela Molina, Pedro Aguilera Martín, Lázaro Martín García, David Fuentes Vela, Manuel Atero Jiménez, Simón Carrillo López, Simón Garrido López, Antonio Fuentes León, Antonio García Cano , Francisco  Pérez Serrano, Francisco Nieto González, Antonio Padilla Aranda,  Antonio Cano Pérez, José García Serrano, Simón Garrido López, Manuel Cano Díaz, José García, Justo Zafra Gutiérrez,: En la cuneta de la  carretera de Santa Ana, lo fue el alcalde republicano Antonio Campos la Calle,  Otros, por la zona del huerto de Capuchinos y en las actuales instalaciones del colegio de la Sagrada Familia, Justo Zafra Gutiérrez, Victoriano Escobar Torres, José Martín Serrano, y Rafael Arjona Cano Incluso, algunas mujeres, por haber realizado antiguas reivindicaciones laborales, bordar la bandera socialista, Mercedes Montañés Martos o cooperar  en registros e incautaciones como Mercedes Jiménez Arjona, o  Sacramento Arroyo Coca; o pertenecer activamente a partidos de izquierda, Josefa Jiménez  Calvo. 

Otros, ingenuos, iniciaron la huida, pero desistieron al recibir los ánimos de los fugitivos para que volvieran porque no habían cometido culpa alguna. A la vuelta, su militancia sindical y política se la pagaron con grandes torturas en la cárcel, que le llevaron a la muerte. Curiosamente luego aparecían en las Tres Eras muertos y enterrados por orden superior sin que ni siquiera fueran entregados a la familia. Es el caso de David Fuentes, que regresó a Alcalá, porque no tenía más delito que haber sido obrero y trabajar en la fábrica de un derechista, que fue inscrito en el registro como  muerto por  guerra.

Pero también sufrieron  la represión  algunos vecinos de las aldeas. Hay casos  por el simple hecho de ser personas que demostraban cierta inquietud cultural la leer la prensa de aquellos años como  el carpintero vecino de la Pedriza Pedro Vega.

La mayoría de los detenidos  en el mes de octubre no estaban relacionados  directamente  con ninguna responsabilidad  penal y, menos aún,  por ser  dirigentes principales de  partidos y sindicatos de izquierdas. Tan sólo, habían sido miembros de algunas sociedad, sindicato y, muy pocos de  partidos. El simple hecho de que hubieran participado en una protesta contra los patrones o haber votado a un partido de izquierda quedaba  sancionado con su apresamiento y su posterior ejecución.  


 

         

UNA IMPORTANTE REUNIÓN DEL TRES DE OCTUBRE

 

Este mismo día tuvo una reunión muy importante desde el punto de vista económico  y financiero del nuevo ayuntamiento. Se reunieron el alcalde y varios miembros de la Comisión Permanente de la ciudad en el Ayuntamiento  con las autoridades militares. Por su interés para la veracidad histórica de la actuación del Frente Popular,  vamos a transcribirla:

En la ciudad de Alcalá la Real a tres de octubre de mil novecientos treinta y seis, reunidos en la Depositaria Municipal los señores Alcalde Presidente d. Eusebio García del Castillo, don Esteban Gutiérrez Romero, don José Benavides Luna, don Manuel Ceballos López y don Francisco Montañés de la Torre, con asistencia del Capitán de Artillería, con destino en el Centro de Movilización y Reserva número 4 (Granada) y Jefe de Fabricación de Guerra en dicha Plaza, don Antonio Fernández Sánchez, Delegado por el Sr. Gobernador Militar de la Plaza y provincia de Granada para hacerse cargo de los fondos incautados por las fuerzas militares que tomaron esta ciudad el día treinta del anterior y que se hallaban en poder del Depositario don Pedro Bermúdez Ávila, que los había recibido del Jefe de las Fuerzas del Frente Popular, que hasta el día mencionado ocupaban esta población, cuyos fondos procedían de los saqueos realizados en diversas poblaciones, donde habían actuado las mencionadas fuerzas revolucionarias.

También comparecen a este acto don Antonio Marín Ciudad Real y don Enrique Choin Castro, apoderados respectivamente de los Bancos Español de Crédito e Hispano Americano, que han sido requeridos por dicho señor. Capitán, para que haga entrega de las cantidades que figuran en la cuenta corriente a nombre de individuos o entidades del Frente Popular, así como los intereses de los productos hasta la fecha.


También comparece a este acto don Antonio García Hurtado, encargado de la contabilidad del Frente Popular y el Depositario don Pedro Bermúdez Ávila y requerido el primero para que manifieste el estado de fondos de dicho Frente manifestó:

-Que el saldo resultante en efectivo del Frente Popular en el día de la fecha son ochenta y dos mil ochocientas cincuenta y una pesetas, cincuenta céntimos, de los cuales  cincuenta y ocho mil seiscientas cuarenta y tres pesetas con ochenta y nueve céntimos se halla en poder del Depositario de Fondos y veinticuatro mil doscientos siete pesetas con ochenta y siete céntimos en poder del Banco Español de Crédito.

          Y el documento se hace más explicito manifestando el origen de  las partidas de entrega:

1. Don Pedro Bermúdez Ávila cincuenta y ocho mil seiscientas cuarenta y tres pesetas con ochenta y nueve céntimos, saldo resultante de la cuenta del Frente Popular, desde el día cuatro de septiembre último hasta la fecha, pues con anterioridad no intervino dicho señor en las operaciones de aquel. También entrega dicho señor, once mil setecientas ochenta y tres pesetas, veinticinco céntimos procedentes del dinero efectivo que ha recibido de don Francisco Hinojosa Hidalgo y don Adriano Gómez Salamanca, encargados del Almacén Municipal desde el día siete agosto último hasta el veintiséis de septiembre pasado, deducida la entrega de quinientas pesetas hecha al señor Hinojosa, según recibo fecha catorce del mes de agosto.

2. Don Amonio Marín Ciudad-Real entrega veinticuatro mil doscientas sesenta cinco pesetas, cincuenta y siete céntimos, deducidas  dos pesetas ochenta y cinco céntimos de timbres, importe de saldo e intereses, hasta el día de hoy de la cuenta del frente Popular procedente de incautaciones, obrantes en dicho Banco.

3. Don Enrique Choín Castro entrega tres mil siete pesetas treinta y cinco céntimos deducidos el timbre por saldo de cuenta corriente de Agrupaciones del Frente Popular.

 Suman las cantidades entregadas noventa y siete mil setecientas  pesetas y seis céntimos, de las cuales quedan en poder de Depositaria Municipal ya disposición del Alcalde para gastos de las fuerzas destacadas en esta ciudad ocho  mil seiscientas cuarenta y tres pesetas con ochenta y nueve  céntimos y el resto de ochenta y nueve mil cincuenta seis pesetas con diez céntimos lo retira dicho Sr. Capitán a los efectos indicados.

Y para que conste y sirva de resguardo a los respectivos interesados, se extiende la presente acta por quintuplicado que firman los señores concurrentes en el lugar y fecha expresados anteriormente. Eusebio del Castillo. Esteban Gutiérrez. Antonio Fernández. Francisco montañés. José Benavides. Manuel Ceballos. Pedro Bermúdez. Enrique Choín. Antonio García. e Ilegible.

Otro de los primeros asuntos que trataron de resolver fue la situación de las arcas municipales. La depositaría había mostrado un desfalco de cincuenta y siete mil pesetas, que trataron  de atribuir al gobierno del frente popular. Los nuevos munícipes investigaron todos los pormenores hasta tal punto que, según fuentes propias nacionales, no había razón de disculpas porque desde la toma de Alcalá el treinta de septiembre hasta el mes de marzo de 1937 no se había presentado ningún justificante, como manifestaba el documento anterior, y además:

 ·” El (se  refiere al depositario) entregó personalmente al Jefe de las Fuerzas mediante acta firmada los fondos que tenía presentes de las depredaciones del Frente Popular y pudo hacerlo constar”.

Añadiendo el informe del Ayuntamiento:

Que los rojos no se llevaron ninguna cantidad de la caja municipal como le consta al consultante, antes al contrario, todos los dineros y alhajas procedentes de requisas se lo entregaban al dicho señor en custodia

Por fuentes del propio bando nacional a través de un pleito con un funcionario que sirvió de transición[18], ningún derroche ni empleo ilegal  de las arcas municipal llevaron a cabo los gobiernos del Frente Popular lo mismo que podemos aseverar del estudio pormenorizado de las distintas actas de arqueo, de presupuesto, libros de contabilidad etc. Estaba claro que la economía de guerra que llevó a cabo el comité del Frente Popular tuvo lugar a partir del dieciocho de julio y en ella no se observan movimientos significativos de los caudales municipales sino de recursos ajenos recogidos de las fuerzas derechistas y  profesionales, administrados independientemente del cabildo municipal, aún más muchas partidas de dichas cuentas fueron recogidas posteriormente por el propio movimiento nacional a la entrada de la toma de la ciudad.

Más tarde, ante la claridad de las cuentas  se obligó a restituir la cantidad que faltaba a la que no se abrió expediente alguno y fue restituida por el año 1942. Por otra parte, eliminaron el recargo del  paro obrero sobre la contribución rústica, industrial y urbana “teniendo en cuenta las circunstancias actuales y la emigración de la inmensa mayoría de los obreros, que no solamente disminuye el paro que pudiera existir, sino que  supone ausencia intensa de los mismos”[19].

 

 

 

 

 

REACCIÓN DE LOS REPUBLICANOS

 

  Los republicanos de Izquierda y Unión Republicana se quedaron escondidos en las casas. No salieron de ellas. Aguantaron ocultos en bodegas, trasteros, y otros cambiaron de domicilio. Pero, los miembros republicanos del gobierno municipal, que no habían cometido ningún delito o se creían que no serían perseguidos, fueron detenidos, entre ellos  Pablo Batmala,   o, fueron posteriormente detenidos, como José  Marañón y algunos vecinos de las aldeas, principalmente de Ermita Nueva.

Algunos, en los días siguientes,  abjuraron forzosamente  de la vida política ,  y presionados, se arrepintieron volviendo a sus negocios  como los comerciantes Rafael García Ruiz, el industrial Antonio López Calvo, Adriano Jiménez,  y el alfarero Antonio López Condado, a quien se le acusaba realizar el busto de Galán. O como  Valeriano Ferreira Rodríguez, yerno del alcalde Francisco Hinojosa, Niceto Castillo,  o Baldomero Sánchez Cañete” asqueado y arrepentido” se separaban de cualquier tinte republicano Sin embargo, pocos, como dijimos,  muchos  huyeron a la zona republicana Francisco Izquierdo Navas  o Francisco Utrilla Vinuesa[20].

También, en los días siguientes, se registraron las Casas del Pueblo, el centro Obrero, las sedes de los partidos izquierdistas, no encontrando nada, sino algunas actas del Frente Popular, alguna correspondencia telegráfica y documentación básica. Lo mismo hicieron con las casas de Salvador Frías, del alcalde y  de los concejales.

 



[1] ARRABAL AÑO III. Número 12.

[2] AFRAMAR. Por  una nota de mi archivo “formaba parte de la columna que ocupó Alcalá la Real el 30 de septiembre de 1936, el primer Tabor de Regulares de Larache, al mando del comandante don  Fernando García Valiño. La componían varias compañías, entre las que destacaba la del capitán don Miguel Ruano, de Jerez de la Frontera, (en 1961, era general de División retirado).

[3] Testimonio de Sixto León  Arroyo.

[4] SORIANO MARCO. B. Ob. Cit. 195.

[5] Testimonio de los  familiares de David  Fuentes Vela, fusilado en la carretera de Priego unos días después.

[6] SORIANO MARCO, B. Ob. Cit. Pág. 177.

[7] Diario de un preso alcalaíno. Pág. 71.

[8] FRENTE SUR. Domingo seis de febrero de 1936. Ala J.S.U. de Alcalá la Real. Domingo Hidalgo.,

[9] MARTÍNEZ BANDE. Campaña de Andalucía. Pág. 84-

[10] ARRABAL. Año IV. N º. 21. Del autor.

[11] DEMOCRACIA, dos de octubre de 1936.

[12] DEMOCRACIA. Dos de Octubre de 1936. Expediente 214 contra los vecinos Antonio García Serrano y  Juan  Guardia, acusados de ideas derechistas y adhesión a la rebelión.

[13] Testimonio de Antonio Sanz, que luego se pasó a la zona nacional por el año 1937.

[14] AFRAMAR. Manuscrito. Citado

[15] SORIANO MARCO. B. Ob.cit. Pág. 183.

[16] DIARIOS DE LA GUERRA. ABC, dos de octubre de 1939.Sevilla.

[17] AMAR. LIBRO DE PADRÓN DE 1935. Murió a los cuarenta y seis años Vivía en la calle Llana, número 25 y era comerciante. En el libro de defunciones de 1947 del registro del juzgado municipal, su muerte  se inscribió  el día siete de febrero ante el juez Andrés Rodríguez  y el secretario José Trujillo. Estaba casado con María Josefa  Parreño Jiménez, y era hijo de  Valeriano España y Maria Ana Laloya. Tuvo dos hijos, Carmen y  Maria Ana. Dispusieron las autoridades como fecha el cinco de octubre  de 1936 sin fijar fecha, “a consecuencia de muerte violenta, según resulta por orden judicial, “. Al no poder reconocer el fallecido ni su sepultura de cementerio, se señaló la inscripción por orden del juez del partido ante Manuel Poyatos y Gregorio Torrres.    

[18]AMAR. Expediente sin catalogar contra el interventor en el año 1938.

[19] AMAR. Acta del 20 de noviembre de 1936.

[20] GRANADA. Expediente de Instrucción 650.

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