FERNANDO
VI (1746-1759)
Si los reinados
anteriores se caracterizaron por la penuria económica, este, del mismo modo, en
Alcalá se inició con una gran crisis de
las arcas municipales, que se hallaban embargadas y endeudadas por los
acreedores de antiguos préstamos, no permitiendo ni siquiera celebrar en los
primeros días la fiesta de la proclamación del monarca. Todavía repercutían las
guerras del anterior reinado, sobre todo, las de Sucesión en tiempos de Felipe
V, incluso el treinta y uno de febrero se llevó a cabo una leva secreta de 25
hombres par cubrir el servicio real de los
25.000 reclamados por la Corona a través del Marqués de la
Ensenada. Aunque se celebró en el 1748 la Paz de Aquisgrán, firmada entre
Francia, España, Génova y duque de Modena y por otra parte el Emperador, el rey
de Bretaña, Hungría, y las Provincias Unidas, con un solemne Te Deum,
publicación de fiestas, corrida de toros, máscaras, luminarias y pólvora y
mojigangas al frente de las cuales los maestros y oficiales de los oficios
organizaron pequeños artificios ingeniosos, la ciudad se mantuvo en una situación difícil por los
gastos mencionados y los continuos alojamientos de soldados. Todavía se
resentían de las distintas facultades reales de los años 1616, 1656 y 1668 que
habían provocado un endeudamiento y un ahogo económico casi imposible de
superar para hacer frente a los mínimos gastos de funcionamiento del
presupuesto municipal.
El valimiento
Aún mas la
roturación de nuevas tierras concedidas
para paliar la situación, no había
conseguido sus objetivos, ya que sus rentas se encontraban penadas con un
fuerte impuesto de su mitad y cuatro por ciento de la otra mitad. Si ello se
añade que los bienes propios estaban embargados por el impago de los réditos (
en 1752 el capital de los censos alcanzaba la cifra de 927.921 reales y los
réditos 27.186 reales que en dicho año ya se habían pagado), a causa del pleito
de alcabalas, compra de tierras del Castillo y otros servicios a la Corona, el
panorama era desalentador hasta tal punto que hasta el año 1750 fueron muchas
las dificultades para poder pagar los salarios de oficiales y regidores; y el
abandono paulatino de los servicios, obras de la ciudad o de sus cortijos y
caminos fueron constantes (cfr.3.8.1750. Los gastos extraordinarios de fiestas
o las ordinarias, como el Corpus y rogativas, se controlaron en exceso,
cuestionándose algunos actos como el
convite de dulces del día del Corpus o la cera otorgada a los miembros de los
cabildos eclesiásticos y civiles.
De ahí que los corregidores y la propia
municipalidad trataran de levantar la imposición de la Corona, conocida por el
valimiento de las nuevas tierras roturadas. No se escatimaron esfuerzos, el
propio corregidor Nicolás Carrillo de Mendoza se trasladó a la Corte para alzar
la imposición, se solicitó un nuevo arbitrio y la venta de tierras propias y
concejiles del partido de Noveruelas y Mures. Incluso, se empeñó la plata del
Oratorio y de los distintos despachos del Cabildo.
Cuando
la ciudad consiguió el año 1749 el levantamiento de este gravamen, y
lograron evadir esta fuerte carga, no era para menos que se celebraran grandes
fiestas en honor de la Patrona Virgen de las Mercedes, que tuvieron lugar en el
año 1751 cuando se recibieron las cantidades que correspondían por los 230.000
reales que se adeudaban a la Tesorería General del reino por el testamento de
Felipe V( Cf. 8-2-1751.
El renacer de
la ciudad
Así, saldándose
las cuentas y pagos de muchos acreedores, pudo asistirse a un renacer de la
ciudad, que se manifestó en su ornato público
con la recuperación del Paseo de los Álamos que, a partir de este
momento, se concibió como un espacio de ocio, olvidando su uso de ejido, y al
que se le colocó una fuente taza que en palabras de los regidores de
entonces hermoseara y adornara la entrada de los Álamos y Camino Real a
Granada. También, fueron reparados el Humilladero de san Marcos, se
arreglaron varios de puentes, como el del Palancares, y calzadas y otras obras
públicas y privadas como el traslado de la cañería de agua de la Fuente de la
Mora por la calle Pastores y Fuente Nueva hacia el Pilar de los Álamos, la
apertura de la nueva calle del Camino Nuevo, las casas abaciales y la iglesia
de San Antón, que se había edificado en el reinado anterior y estaba cubierta
de aguas embelleciendo la entrada y salida de la ciudad, transformada en calle
y no antiguo camino de paso. Lejos estaban los tiempos de restauración de la
antigua fortaleza de la Mota, que ahora tan sólo en el año 1757 se restaura en
las murallas de las Entrepuertas, con el fin de proteger a los vecinos en la
subida a la Mota para las pocas celebraciones de culto que quedaban en la
Iglesia Mayor Abacial. Se abandonan, sin embargo, por completo las casas del
corregidor en la Mota.
Los propios
particulares se ven impulsados a engrandecer sus espacios urbanos, como el
regidor Manuel de Lastres que llevó a cabo una placeta frente a su casa en 1754
adornada de arcos. Al mismo tiempo
prometieron nuevos tiempos las nuevas medidas de control y saneamiento del Pósito que provenían de las directrices del ministro
Marques de la Ensenada y el Marques de Villar del Campo, dando un gran
protagonismo a las juntas del Pósito y al nombramiento de depositarios de
solvencia que libraran a las arcas públicas de las malversaciones de fondos,
abusos de poder, fraudes, corruptelas, o enriquecimientos personales que hasta
ahora había caracterizado a esta institución.
En este
contexto hay que señalar la propuesta del cabildo municipal solicitando a instancias superiores y eclesiásticas
el permiso para poder trabajar los días festivos del año y no sólo durante la
cosecha y la vendimia, que ya disfrutaban dicha concesión. Algunas medidas de
estos ministros de Fernando VI no favorecieron a la comarca como la nueva
carretera nacional que por Campillo
acortaba el tráfico y el comercio de Granada a Madrid en dirección a la Corte.
Otras, sin embargo, promovieron el fomento de la ganadería mediante ordenanzas
de las dehesas de potros y yeguas. De ahí que el interés del ayuntamiento alcalaíno
se esforzara en solucionar los puntos conflictivos en la red vial de la zona.
En la misma
línea se recibió en la ciudad una carta del Obispo de Toledo, como miembro del
Consejo de Estado recabando información de la producción económica, establecimientos
públicos y sanitarios, fundaciones, plagas, exención de los habitantes y orden público,
así como situación otros estados, los
religiosos.
Desgraciadamente,
otras obras no se llevaron a término como pudo ser la creación de una nuevo
templo matriz de la Abadía en el centro
de la nueva ciudad, cuyo enclave central era la plaza del ayuntamiento, puesto
que la iglesia de Santa María la Mayor se encontraba en un lugar despoblado y
abandonado del culto, medida que pudo ser fundamental para el desarrollo urbano
y perduración del organigrama administrativo del siglo XIX, por lo que su
construcción no hubieras permitido ni la desaparición de este ente
eclesiástico, y, qué decir, de fomento para el progreso de la ciudad. En las
mismas intenciones, se zanjó la apertura de una calle que conectara el
centro radial de la Plaza Nueva del Ayuntamiento con la
calle Real para que los vecinos pudieran abastecerse con el agua de la Fuente
la Mora.
En esta línea
del reformismo borbónico y de la ilustración, hay entender el nuevo padrón de
habitantes que comenzó a realizarse en el año 1749, con el interrogatorio de la
Única Contribución, -conocido por el Catastro de Ensenada-, y las reformas de
la organización del Pósito, organismo básico para el abastecimiento y el aumento
de la producción de la ciudad que dependía eminentemente de la agricultura.
Nuevos
servicios sanitarios se crearon en la comarca. Un médico pudo establecerse en
el Castillo que presentaba una población empobrecida, pero que aumentaba cada
vez más demográficamente y con muchas enfermedades, tan solo asistidas por el
traslado de los médicos alcalaínos.
Decadencia de
su economía
La economía de
la comarca, distinta por otra parte, manifestaba claros síntomas de
decadencia en sus tres pilares básicos
de producción y comercio como era el ganado, las viñas y la fabricación de
paños, tal como se manifestaba en una de las cartas de la ciudad alcalaína
enviadas al Marqués de Villastre,
corregidor de Jaén que reclamaba las rentas provinciales (30.3.1751. Son pocas
las iniciativas en la industria de paños, aunque en 1755 un vecino de Granada
reconoce que existen en la ciudad y quiere abrir otra nueva de paños y bayetas
por los privilegios que mantiene Alcalá ( Cf. 22-3. 1755.
Una gran
masa de pobres mendigos y jornaleros
presentaba una triste realidad, porque no tenía ningún otro tráfico salvo la
agricultura y la limosna. De su dependencia y abuso de los patronos, hay datos
manifiestos en la regulación que se estableció en el cabildo de 17 de abril del 1755, para los salarios
consistentes en una horquilla que iba desde los
dos reales de vellón hasta 24 reales para el peón de escarda y sembrado,
que no recibía la paga del apareador hasta terminar la faena, el de vinar en cavada
y viñedo se le subía el salario mínimo en tres reales, pero tenía un tope de 24
reales. Una medida de repartimiento del trabajo obligaba también a un tope de
12 jornales diarios. De ahí que las
distintas informaciones previeran en
1754 las posibles circunstancias
trágicas de algún que otro levantamiento, y para ello hacían propuestas al
municipio para que construyera algún hospicio y cualquier tipo de fábrica para
aliviar las penurias de este gran grupo de personas.
A esta
situación se añadió que las enfermedades del tabardillo incidieron intensamente
en la población junto con la escasez de los fondos del Pósito, provocada por
los años de sequía intensa de 1748-1751. Para paliar los problemas de salud y
de los numerosos transeúntes que pasaban y se alojaban en la ciudad, el cabildo
municipal intentó crear un nuevo Hospital que intentó cubrir los servicios del
Hospital del Dulce Nombre de Jesús,
perteneciente a la abadía, y se trajeron
tres hermanos religiosos de san Juan de Dios, que ocuparon como lugar uno de
los mesones de la ciudad, el de los Álamos. Muy relacionado con este aspecto de
la salud, comenzaron a protegerse las fuentes y los balnearios que habían alcanzado notoriedad y prestigio curativo en las comarcas de
alrededor. En el año 1752, hay noticia de las aguas de las Majadillas y de
Fuente Álamo, que eran visitadas incluso por vecinos comarcales-De ahí que sean
muy ilustrativas estas palabras del cabildo(cfr.20-4-1752):”las aguas de la
fuente, que llaman hediondas, en el sitio inmediato de la fuente del Álamo de
este terreno, han causado y causan muy provechoso efecto para la curación de
diferentes enfermedades, así bebiéndolas como bañándose con ellas, y que de
estraños lugares concurren a llevárselas para administrarlas a los
enfermos, y algunos de estos bienen al
sitio para aplicársela, y que por nazer en la profundidad de una cañada y no
tener pilar en que recoger ante sí, éstas como están llanas y rasas, las
tarquinan la vecindad, y la hocen los cerdos y ensucian otros ganados, por lo
que en muchas ocasiones no han podido los enfermos usar dichas aguas
prontamente y, siendo, como es conveniente, el recoxerla y ponerla en estado. y
se mantengan limpias y, en porzión bastante, para que se puedan bañar en ellas
las personas que por accidentes lo necesitaren,.....acuerdan...tomar, a
dispendio del estanque y licencia, lO que sea necesario, para que dichas aguas
estén recogidas limpias y prevenidas de las huellas de los caminantes y estén
dispuestas en todo momento y ocasión para uso y aplicación.
En pocos años de la vida del municipio, éste
no se había encontrado en una situación de mayor desabastecimiento,
coincidiendo con los del resto de la región. Ello dio lugar a registros del
trigo particular, prohibición de vender trigo y oposición a las órdenes de los
intendentes del Reino de Jaén y Granada para que los labradores y el Pósito de
Alcalá abastecieran con sus fondos de
trigo a ambas capitales.
El abad y el
municipio
El ayuntamiento
alcalaíno tiene varios enfrentamientos con las autoridades eclesiásticas,
representada en los primeros años por el provisor del abad, don Pedro Pablo de Vera y Barnuevo Salcedo y Fuenmayor.
A los desacuerdos a las partes contributivas de los eclesiásticos en las rentas
provinciales, se añadían las nuevas imposiciones que se establecieron en el
nuevo Concordato e, incluso, otras medidas de índole más particular de asuntos
más locales como eran las deudas contraídas por las limosnas de las fiestas tradicionales y
cuestiones protocolarias. La razón económica estribaba en que el estamento
eclesiástico, por ser exento de contribuciones, con las nuevas ordenanzas y
leyes reales cada vez se les obligaba a
contribuir más, sobre todo, en las rentas provinciales que incidía en el
comercio y venta del vino, cuyas propiedades muchos clérigos controlaban, y,
por encima de todo el aguardiente, que era fabricado en su mayor parte hasta
estos años por ellos. El punto más álgido de este conflicto se alcanzó en 1750 con motivo de las Letanía Mayor del
Rosario, en la que hubo más que palabras, y llegaron a retirarse los regidores
a la entrada de la iglesia cuando iban en procesión.
En este tiempo,
por los datos que disponemos tanto civiles como eclesiásticos, debió ocurrir un
gran estancamiento en las costumbres populares, ya que se prohibieron las velas
nocturnas en las iglesias, las procesiones de noche como la de la Soledad, y
los rostrillos y vestidos de las cofradías penitenciales como las de la
Veracruz, señor de la Humildad y Dulce Nombre de Jesús.
El conflicto además se agravó al relacionarse
con un tema de hidalguía, en la que los regidores querían mantener sus
privilegios dentro de la cofradía de la Soledad, provocando las acostumbradas
desavenencias y conflictos protocolarios típicos del Barroco, a los que
tuvieron que intervenir la propia Chancillería de Granada y el propio rey
Fernando VI emitiendo una provisión para zanjar el enfrentamiento. No obstante,
el cardenal Mendoza, que era abad y
miembro del Consejo de Estado, ejerció
su influencia en la Corte como valedor de las proposiciones de la ciudad y
pronto se deshizo del provisor reformista comentado anteriormente.
Varias son las
cartas recogidas del Cabildo, dirigidas al rey y al Marqués de la Ensenada,
solicitando la gracia para los asuntos importantes de la ciudad y el agradecimiento de la ciudad por la
resolución de algunos de ellos. Una de ellas escrita desde su residencia de
Madrid en el 17 de febrero de 1750 manifiesta entre otras cosas, expone el
clima de enfrentamiento entre los dos estamentos con estas palabras: “atendiendo
a la pobreza y deplorable estado, en que se encuentra el vecindario por las
pujas, que han acontecido en el gobierno antecedente por diferentes
particulares” (Cf.17.2.1750)
Las
dependencias religiosas de la abadía se
hallaban ya instaladas en el Llanillo en unas casas abaciales que la cámara
abacial había restaurado y donde habían instalado la mansión de los abades, el
provisor, el vicario, la Cárcel eclesiástica y otras dependencias de algunos
cameranos. Esto provocó un aislamiento y abandono de la iglesia matriz que dio
lugar a que, por parte de la población representada por el cabildo municipal,
se iniciara una campaña de erigir de nuevo una iglesia matriz en el nuevo casco
de la población, cosa que, como hemos dicho anteriormente, hubiera permitido,
de seguro, un final más feliz y, tal vez hubiera perdurado hasta nuestros días.
Las razones urbanísticas bastaban, y, a eso se añadía que la descompensación
del esfuerzo económico de la ciudad con la iglesia local no repercutía en la
población. Pues el pueblo alcalaíno no recibía beneficio alguno por diversos
motivos, primero porque las dos tercias partes de los diezmos y primicias sobre
todos los productos de la agricultura y ganadería correspondían a las
capellanías de la Capilla Real de Granada, y, en segundo lugar a esto se sumaba
que la ciudad ni sus habitantes no recibían ningún producto de los nuevo
beneficios, de los otros dos dedicados a las Escuelas de Baeza y la Compañía de
Jesús de Montilla y del reservado para la Santa Sede, y, por último, muchos
abades y miembros del aparato administrativo ni siquiera residían en la ciudad
y, al finalizar su mandato, se disipaban sus rentas para otros lugares.
Mientras tanto, dejaban encargados de la
función religiosa a unos sirvientes que apenas obtenían recurso alguno.
No obstante,
como muestra de la religiosidad del momento, la ciudad hizo patrona a la Virgen
de las Angustias, que el rey había proclamado a su vez patrona de Granada, y a
cuya congregación se acogió la ciudad, costeando los gastos litúrgicos de esta
hermandad, que se referían, sobre todo, al rosario y procesión del Viernes de
Dolores. Y lo que es más importante, comenzó a gestionar y promover un nuevo templo en terrenos
pertenecientes a los propios, entre los que se sugirieron los comprendidos
entre el Pilar de Mari Ramos y los Corrales del Consejo, cerca de Consolación.
Finalmente, se eligió uno cercano al ayuntamiento nuevo. Pues era el centro de
la ciudad y contribuía al diseño urbanístico embelleciendo su trama con amplias plazas. Dicho lugar había servido los años
anteriores para el Juego de la Pelota, que se había puesto de moda entre los
jóvenes y tenía una extensión de 10 varas de ancho por treinta de largo.
Años de sequía
Durante los
años 1750 y 1751 la ciudad se resintió
en gran manera por la gran sequía y la consecuente falta de granos,
ocasionada por la falta de lluvias que
aconteció en toda Andalucía. Esto dio lugar a que se produjera un alza del precio del trigo al reservar los vecinos sus
granos y aprovecharse del ventajoso precio que tenía el Pósito en una proporción de 28 reales la fanega
frente a los cuarenta y cinco en el
mercado particular. Las autoridades trataron de parar estos abusos y obligaron
a llevar a cabo un registro general y la prohibición de vender trigo a forasteros,
y para favorecer las clases más desfavorecidas, hicieron un reparto a los
jornaleros a razón de un pan para cada vecino, medio para las mujeres, y a los
menores cada tres miembros de familia
una libra de pan, porque empeñaban sus jornales de agosto y de la
cosecha para poder comer. Además, Se
recogió todo tipo de trigo y cebada. Tan sólo,
quedaron unos pocos eclesiásticos que podían hacer frente a esta
situación llena de pobreza y miseria. Claro
testimonio de la situación es el cabildo del veintisiete de abril de 1750, en
el que se escribe: “En este cabildo y atento que la ciudad hizo este
cabildo, se reconoció por sus balcones los clamores repetidos de tantos pobres
mendigos y jornaleros suplicando que la ciudad les favorezca y socorra con una
limosna, por hallarse pereciendo de hambre, a causa de no tener en qué trabajar
ni poder medio pan para sustento”.
La ciudad hubo
de oponerse a la solicitud de la Corona y al propio presidente de la Chancillería que reclamaron e, incluso,
enviaron ministros para registrar el trigo del Pósito y a los particulares, con
el fin de recoger algunas cantidades para abastecer la capital granadina. Sin
embargo, los pocos recursos, que quedaron, sólo permitían ser acaparados por el
Pósito local para su abastecimiento y alimento de los vecinos.
PRINCIPALES
CIRCUNSTANCIAS DEL REINADO DE FERNANDO VI
1746 |
Lluvias |
Sequía |
Peste |
Epidemia |
Otros |
1747 |
|
|
|
|
|
1748 |
|
X |
Enfermedades del tabardillo |
|
|
1749 |
|
X |
tabardillo |
|
|
1750 |
|
X |
tabardillo |
|
terremoto |
1751 |
|
x |
tabardillo |
|
robo de campos y ganados |
1752 |
|
|
|
|
|
1753 |
|
x muy seco |
|
|
|
1754 |
|
|
|
|
|
1755 |
|
|
|
|
|
1756 |
|
|
langosta |
|
|
1757 |
|
|
langosta |
|
|
1758 |
|
|
|
|
|
1759 |
|
|
|
|
|
Por otro lado,
la falta de pastos, en todos los pueblos de la campiña cordobesa y Sevillana,
ocasionó una extraordinaria trashumancia hacia los pastos de las sierras
alcalaínas invadiendo campos de labor- lo que daba lugar a que se provocaran
situaciones fraudulentas de personas que se
habían hecho de una gran cantidad de ganados y entraran en fricción con
los labradores e, incluso, infectaran a los ganados autóctonos. Por eso, fueron frecuentes los bandos de la autoridad en defensa de los ganaderos y
labradores de la localidad, prohibiendo su entrada o expulsando a los intrusos,
nombrándose servicios de protección de guardas por los particulares y cercando
sus haciendas rurales, al mismo tiempo
que se registraron los granos de la cosecha de agosto por el corregidor
Montoya. A pesar de los esfuerzos de la justicia en hacer rondas nocturnas,
curación de enfermos y vestir desnudos, es sintomático el cabildo del cuatro de
mayo de 1751 que dice: ”... no se pueden contener los robos del campo y de
noche y el escalamiento de oficinas públicas de carnicería y matadero con otras
muchas casas de particulares”.
No era de
extrañar que se produjeran en estas circunstancias la invasión de los campos y
los robos de granos en los campos tanto por los pobres jornaleros como por los
ganados talando las mieses.
Desde el punto
de vista administrativo, él termino municipal se dividió para su protección,
encargándosele a un regidor y a un guarda montados a caballo, en los
siguientes partidos. Lo que perduró en
años posteriores:
1. Desde la
vereda del Coto y camino de la Magdalena, por el camino de Granada, todo el
terreno que comprendía las vegas del Palancares, Ermita Nueva, Villalobos,
Cantera Blanca, y Agramaderos hasta
confinar con el término de Monte frío.
2.Partido que
comprendía el territorio que iba desde San Bartolomé, y tenía en su interior la
Vereda del Carmen, Eras de Velasco, Pasada Baena, camino de Córdoba en
dirección hasta el final del término con cortijos de la cortijada de
Cantera Blanca.
3.Partido que
comprendía desde la Fuente Nueva, Guadalcotón y Charilla desde el camino de
Córdoba hasta los Barrancos del Postigo.
4. Comprendía
el camino que partía a la Fuente Rey desde el camino de Granada y el de los
Llanos hasta las Juntas y Palancares, Santa Ana, los Llanos hasta la Boca de
Charilla y Salobral por el camino de Noalejo.
5.Frailes y
todo lo contenido en el camino de Noalejo.
6. Charilla.
En estas
circunstancias era una norma tradicional solicitar la ayuda de la Iglesia
local, para que, con su socorro, al menos paliara algo la situación. Pero, las
cosas no fueron como exigía la situación social, pues una serie de conflictos, más formales que de
índole real, ocasionaron grandes desavenencias entre los dos cabildos-
eclesiástico y civil- y tuvieron que
solventarse finalmente para hacer frente la situación de necesidades de la
salud pública y a la pobreza de las clases jornaleras. Por eso, se hicieron
limosnas por ambas partes y se instalaron hospitales y en los cuarteles de la
ciudad, y, en común, se repartió el trigo racionado con el asesoramiento de los
párrocos que realizaban las listas de los más desfavorecidos y, a continuación,
se llevaba a cabo el reparto por parte de dos regidores, a los que se añadió
por este tiempo un jurado como síndico defensor del común. En esta misma línea,
la hermandad de la Soledad asumió, dentro de sus estatutos, el sustento de los
encarcelados a título de perpetuidad en el año 1751,que eran en su mayoría,
pobres jornaleros que no podían subsistir.
Relacionados
con la cuestión social, la
agricultura cada vez ocupaba una situación más privilegiada a la ganadería
hasta tal punto que son varias las medidas que hubo que adoptar para la
protección de los montes y plantíos y del ganado. Por este tiempo, se observa
un leve crecimiento de las plantaciones
de olivos, sobre todo en el Castillo con la extensión concedida en el
Navastrillo al Convento del Rosario junto a un cortijo de su propiedad a título
de censo.
Sin embargo, la
ganadería bajó, y comenzaron a resentirse, por otro lado, los vecinos en el abastecimiento de la carne
que se encarecía y había que comprarla
de otros lugares. Por ello, se impidió la venta de carne en casas particulares
para evitar su salida y protegerla con medidas sanitarias, al venderse en las
carnicerías.
En este aspecto
forestal, se ejecutó una política
cortesana de protección de los montes mediante la plantación de nuevo arbolado
en los sitios cercanos a los arroyos del Palancares, principalmente, álamos, lo
mismo que en los caminos y calzadas de salida de la ciudad de Alcalá hacia
Granada. Todavía, hasta aquel tiempo se mantuvieron grandes zonas como
el Camello, Maleza Prieta, Frailes, Encina Hermosa y la Hoya con una gran masa
arbórea de quejigos y encinas que no hubo que replantar. No obstante, para
protección del ganado caballar y
abastecimiento, se crearon dos dehesas de pastos, denominadas carniceras, y se
persiguió a los roturadores de tierras que invadían las cabezadas y las zonas
montañosas como la Cañada del Membrillo. Algunas dehesas o tierras, sin
embargo, se habían roturado, como las Nogueruelas o los Llanos y, de nuevo, se
convierten en zonas de pasto.
Dentro de estas
reformas de la agricultura, se tomaron medidas de la remedida de tierra de las
ocho mil fanegas roturadas en reinados anteriores, y lo mismo se hizo con la
protección de las veredas, descansaderos y abrevaderos tal cual eran los casos
de la Fuente de los Chopos para los ganaderos de Fuente Álamo.
El viñedo
seguía siendo uno de los frutos más importantes, ocupando los partidos de la Camuña, Prado
Gordo y Caserías, monte Rey y Boca de Charilla y Castillo.
Algunos cotos
particulares se desacotaron en Bohórquez y en el Menchón, que comprendía
Malabrigo, La Parrilla, Quejigar, y Moralejo para el beneficio del pasto común.
Otro aspecto relacionado con lo anterior
fue levantar los cotos de dehesas para pasto común en la zona del Sabariego,
esto era debido a la comunidad de pastos que se mantenían con la vecina villa
de Alcaudete por el sitio de que venía de la Rábita hasta el altar de san Pedro corriendo por el
Portillo de la Harina y el vado de Palomares (30-6-1755)
Pero, en un
ambiente hostil a la ecología, fueron además frecuentes los aleos o persecución
de animales, como los lobos y zorros, que para aquellos tiempos se reconocían
por destructores de los campos en las sequías a lo largo de las Sierras de
Frailes y la Ribera. Los labradores reclamaron eximirse de pagar tributos aquel
año por la esterilidad de sus campos.
UN RESUMEN DE LOS CINCO PRIMEROS AÑOS
No obstante, y, a pesar de estas medidas reformistas, por estos primeros cinco años del reinado de Fernando VI,, hubo repetidos conflictos entre la iglesia local y el propio corregidor, que manifestaba un nuevo modo de concebir la sociedad; entre ellos, no se obligaba la presencia de la autoridad eclesiástica en actos protocolarios y, aún más, se inmiscuía en su jurisdicción con la licencia de que los mercaderes trabajaran los días festivos. Todo ello hay que comprenderlo con la nueva política de recuperación de la economía introducida por el Marqués de la Ensenada, que el corregidor Alfonso de Montoya trataba de plasmar y tuvo su principal obra con la elaboración del Catastro, del que no hubo respuestas por parte de los bienes eclesiásticos. Como tampoco, pagaron el ocho por ciento de la parte que el Papa había concedido al Rey, ya que por el convenio con el Obispado de Jaén el escusado y el subsidio de la iglesia local superaban con creces el beneficio de las rentas que no pudieron valorar ni registrar. En esta línea del regalismo, es la nueva bula papal del 1749 que dejaba las primicias de las malezas, bosques, jarales y montes a la Corona hasta que se rompieran.
Las
imposiciones denominadas rentas provinciales que incidía en el ramo del
comercio, vino, aguardiente, aceite y jabón suponía una suma de 69.387 reales. Si a esto añadimos la llamada
de utensilios, el servicio ordinario y extraordinario de la paja, el vestuario,
el sitiado de la sal que se pagaba a la administración cordobesa y el
mantenimiento de una compañía de soldados, afincada en Antequera, era
desorbitarte el conjunto de gastos que tenían los vecinos que afrontar ante la
Corona. Por eso, se pagaban con
continuos retrasos, protestas vecinales y continuas reformas de los padrones.
Aún mías, con dificultad se podía contribuir a la Corte con medidas que le
afectaban como el donativo por el puente nuevo de Andújar que se iniciaba en el
año 1749. Incluso, se protestaban impuestos como los del sitiado de las Salinas
de Filique, relacionadas con la administración cordobesa, porque provocaba una
serie de gastos de los que quería la ciudad desembarazarse para depender de las
salinas de Granada que eran más ventajosas para los vecinos por su cercanía
(cfr. 22 de enero 1750.
Por eso, a
pesar de que se llevaban intentos de reforma
de algunos campos y, en la provincia de Jaén, se impulsaba nuevas
medidas para proteger a las clases más desfavorecidas con la creación de un
Hospicio Provincial, la ciudad trataba de evadir cualquier tipo de imposición
que conllevara su mantenimiento tal como se establecía de un real por arroba de
aceite, con el fin de acoger a los pobres. A ello se añadía el deseo de
exención y libertad de Alcalá con respecto al corregidor de Jaén. Y, por otra
parte, todavía, está muy lejano el momento de que nuevos cultivos dieran lugar
a un cambio en el pensamiento y en la riqueza de los vecinos del partido de
Alcalá.
DESDE EL AÑO 1753
Si los años
anteriores fueron secos, el 1753 fue un año todavía más seco, multiplicándose las rogativas a nuevas
advocaciones como la de Jesús Nazareno.
Pareció
cambiar el clima de enfrentamiento entre el estamento civil y religiosos, en el
año 1754, en cumplimiento del Concordato entre la santa Sede y la Corona
Española, por eso se llevó a cabo la valoración de las distintas propiedades
eclesiásticas, capellanías y patronatos, que se remitieron al gobierno de la
nación. Sin embargo, e intento de contribuir con el escusado reformando las
parroquias de la localidad no llegó a término, porque ambas tenían la misma
entidad.
La villa del Castillo
El contencioso
con la villa del Castillo de Locubín se estabiliza durante estos años de este
reinado. Tan sólo, se manifiestan algunas muestras de rebeldía que fueron
sofocadas por los munícipes con motivo de las exigencias de los escribanos del Castillo, encabezados por los Álvarez de
Morales y, por medio de un subterfugio, consistente en solicitar los límites
del término de esta zona. Algunos problemas atrasados se solventaron, entre
ellos, el reparto de aguas de las
huertas del Castillo tras el acuerdo con los regantes para la revisión del
canon, las horas de riego y la revisión de sus tradicionales normas en tiempos
del corregidor Montoya en el año 1755. Otras demandas de los vecinos,
siempre a través de los alcaldes
ordinarios del Castillo, se aprobaron con reticencias. Así, en el año 1757, se
concedió cierta autonomía en la celebración de las subastas, en los
arrendamientos y en las pujas de los ramos del aceite, aguardiente y
carnicería, pero siempre que estuviera supervisada por los dos regidores
diputados del Castillo y con la consideración de que la villa no era sino un
arrabal más de Alcalá, cuyos privilegios y compra se había realizado en
reinados anteriores de una manera pacífica.
¿NUEVAS ALDEAS?
Aunque en estos
años se asistió a la propagación de albergues y casas de ganado en algunas
zonas rurales, sobre todo Santa Ana, y en menor cantidad, en el cerro el Moro
de Mures, Majalcorón, y Frailes, no estaba muy clara la organización de las
nuevas cortijadas.
El corregidor
Nicolás Manzano arbitró algunas medidas nombrando alcaldes ordinarios y
ministros para poder ejercer la justicia en estos nuevos poblamientos. Hay
datos concretos del pleito de Frailes. Sin embargo, no gozó del consentimiento
de los regidores, entablándose un litigio entre ambas partes. Por un lado, el
corregidor había decretado por su cuenta el nombramiento de Bartolomé Martín de
Moya y Francisco Mudarra en 1747 como alcaldes ministros de Frailes tal como se
manifiesta en el cabildo del 30 de enero de 1747: “. para que celasen la
dicha cortijada y sirvieran al mismo tiempo las órdenes, que por real
jurisdicción se les cometiese, guardando sembrados y montes de aquel partido, y
con otras condiciones y calidades contenidas en el despacho, que a este fin se
le concedió”.
Sin embargo,
por otro lado, la ciudad, constituida por los regidores y jurados criticó la
medida, porque le hacía perder competencias y vaticinaba futuros conflictos que
ya había mantenido con la villa del Castillo de Locubín, alegando no
estar conforme al memorial celo de no
poder ni por dichos señores ni por ciudad constituir nueva jurisdicción en
perjuicio de las regalías de la ciudad, que adquirió mediante la comprada de
todo el término y el del Castillo y no permitir separación que perjudique , séase
a nombres de alcaldes ordinarios o de ministros dependientes de esta Audiencia,
que en uno y otro caso quedan perjudicados los vecinos en calidad de carga
concejil y el de los privilegios de la ciudad en quasi despojo por su
tolerancia”.
De ahí que los
alcaldes de Frailes no tuvieran más motivo que presentar su dimisión alegando
que no podían asistir a las labores y, ante la insistencia del corregidor, la
ciudad le obligó a retirar los títulos de nombramiento.
fin del reinado
En el once de
noviembre año 1750 se produjo un fuerte terremoto que afectó a la mayoría de
las iglesias de la ciudad, mientras se asistía a la función de iglesia en san
Juan; en los años 1756 y 1757 la langosta invadió todos los campos alcalaínos,
tanto de sementeras como huertos, dando
lugar a una labor intensa para extinguir la plaga por parte de toda la
población, colaborando incluso los propios eclesiásticos tanto del cabildo
eclesiástico como de los conventos de la ciudad a real por fanega de
imposición. Entre estas medidas se llevaron prácticas de exorcismo y
purificación de los campos como el agua pasada por los clérigos por la
cabeza de san Gregorio, el reparto de productos, la muerte y destrucción de
gusanos y su introducción en pozos ciegos, batidas por los campos y las
tradicionales rogativas que en el último año se multiplicaron en súplica al
Señor de la Humildad, Jesús Nazareno, Santa Ana, Virgen de las Angustias, san
José y Virgen de las Mercedes.
El reinado
finaliza con el corregimiento del Marqués de Ussel que mantiene la recuperación
de la ciudad y el saneamiento de la economía con la aportación al sitiado de la
sal por las salinas de Filique, evaluado en 41.140 maravedíes, debido a la
buena situación económica sin precios excesivos en los productos y abastecimiento
de la ciudad en el trigo, mientras la ganadería se va concretando en las reses
lanares y caprinas.
La preocupación
por el urbanismo de la ciudad se manifiesta
en acuerdos como el siguiente de dar licencia para la
torre contigua a la Iglesia de san Antón Abad para señalar el sitio se halla
remetida de dicha fábrica adornando una de los sitios más públicos que sirven a
su aspecto de la entrada de la ciudad en
el camino a Granada y será conveniente que sea igual con las dos
calles de la Peste y Oteros agregándose todo el terreno que necesita que guarde la entrada sin invadir el uso
público del común, el cuartel y el Juego de Pelota.-l
Fruto de esta
colaboración con la iglesia, fue la
cesión de las Casas capitulares de la Mota con lo que significaba de abandono
por parte del estamento civil de aquella fortaleza emblemática, quedando el templo como un
simple residuo y santuario de ella. Curiosamente, los celosos guardianes del
Antiguo Régimen, el cabildo civil, abandonaban su baluarte e impedía el reformismo de la economía, pero
se adecuaba al modernismo urbanista de las nuevas medidas de la Corona,
mientras el clero local se enclaustraba en aquel recinto, a pesar de que
algunos abades fueron paladines y defensores del regalismo como el abad de la
Cerda. Pero, desgraciadamente estos no llegaron a residir en Alcalá con lo que
hubiera significado de un nuevo progreso en los campos de la industria y en la
mentalidad de la época, e, incluso, cuando lo intentaron con sus provisores
tuvieron que ceder ante el estamento civil y eso, que siempre criticaron la
superstición que reinaba en muchos lugares frente a la nueva visión del
racionalismo de la Ilustración española.
CARLOS III
(1759-1788)
La ciudad debió
recibir un fuerte impulso económico a mediados de siglo con la roturación de
sus campos hasta tal punto que no se vieron las carencias en los años de sequía
tan dramáticos del siglo anterior. Acontecimientos nacionales como el motín de
Esquilache que tuvo cierta repercusión en la ciudad cercana de Granada y en
otras ciudades de España con grandes alteraciones de orden público y el levantamiento del pueblo
llano, así como la expulsión de los jesuitas, no afectó a la comarca de Alcalá
la Real ni repercutió en la vida local. Cuando se tiene noticia de sus
consecuencias, la ciudad ha previsto todos los temas de abastecimiento de la
ciudad y tan sólo le afectaron medidas como la renovación del cabildo por los
cuatro diputados síndico del común que se repartieron en las distintas parroquias
y el nuevo renacimiento y síndico personero.
Una gran
renovación urbanística se produce a lo largo del reinado desde el reinado de
Felipe V hasta la muerte de Carlos III. El actual diseño simétrico de nuestra
ciudad con los dos ejes del Llanillo y la calle Real, se corrige con nuevos
edificios que encuadran la ciudad: las Casas de Cabildo y las Casas de
Enfrente. Al mismo tiempo, los nuevos edificios del Pósito, del Palacio
Abacial, de las iglesias de san Antón, las Angustias y la cárcel nueva le dan a
las calles y a la ciudad una nueva perspectiva más abierta y acorde con los
nuevos tiempos. Se renueva el servicio de alcantarillado. Por eso no es extraño
que un servicio vital como el agua sufra una gran transformación en 1777 con
los maestros de cantería y de aguas Antonio Martín Espinosa de los Monteros y
de Francisco Machuca, maestro mayor de aguas de Granada. Un nuevo recorrido
desde el nacimiento de san Marcos dará machos funcionalidad a una de las
principales fuentes de abastecimientos en el Paseíllo de la Mora, todo ello
supervisado por los maestros de arquitectura de Bellas Artes de san Fernando.
Manuel Godoy fue uno de los que más intervino en las obras municipales y en los
caminos. Sin embargo, uno de los más
importantes arquitectos fue el alcalaíno Antonio Martín Espinosa de los
Monteros. A el se le deben una gran cantidad de edificios públicos y religiosos
y algunas obras de ingeniería. El puente de la Hondonera en el año 1759 se
construirá con un puente de piedra que permitirá un acceso importante en la
Hondonera con dirección a Montefrío, Loja, Vélez y Málaga[1].
Medidas de
reformismo
En el reinado
de Carlos III, hubo algunos corregidores, que estuvieron imbuidos del espíritu
racional de la época y llevaron a cabo
un saneamiento de la hacienda pública y del Pósito de la ciudad. Don
Pedro Moreno de Villena y Manuel de
Lastres consiguieron que se saneara el pósito de la ciudad por medio de una
serie de medidas que beneficiaron a los labradores y campesinos.
El rigor
aplicado en la revisión de las cuentas del Pósito por los distintos organismos
desde el propio cabildo, la comunidad de jurados, las residencias de los
corregidores y la Contaduría General, dieron lugar a que, a pesar que el
quinquenio desde 1762-1766 que había sido muy riguroso en toda España por la
sequía, no afectara al abastecimiento del pan entre la población ni al
repartimiento de trigo para los pelantrines y pujareros. Aún más, la nueva
política, aunque tímida, de participación popular a través de los procuradores
diputados y el síndico personero general, coadyuvaron a que el control en las
cuentas y las medidas en favor de una mayor gestión y beneficio del Pósito
redundara en la vecindad.
Estas medidas
emanadas desde la Corte a todas las ciudades tuvieron lugar en nuestra comarca;
por una parte, las dos parroquias de Santa María la Mayor y Santo Domingo de
Silos eligieron respectivamente dos
representantes diputados, que junto con el síndico personero general, asistían a todos los
asuntos relacionados con el abasto
de la ciudad, e, incluso, hubo intentos
de que participaran en la Junta de Propios- cosa que tan sólo se permitió al
síndico sin derecho a voto, y en reinados posteriores a los dos diputados del
común.
No obstante, son años que se percibe un deseo
de abrir el consejo a los vecinos, a pesar
de las reticencias que suponía para la ciudad que estos nuevos cargos
asumidos dentro de la comunidad de jurados, sobre todo, la del síndico como una
regalía. Los vecinos asisten, por su experiencia y honradez, en asuntos referidos
en la limpia y tala de los montes y la defensa de la ganadería en algunos
plenos y lo mismo lo hacen los diputados del común y personero.
Este nuevo
aspecto de la vida municipal ofreció algunas dudas sobre la participación entre
los nuevos miembros y los antiguos regidores y jurados, que son resueltos
mediante reales órdenes.
La misión de los nuevos
cargos sólo limitada a la cuestión relacionada con el abastecimiento, tan sólo,
el personero puede entrar en la nueva Junta de Abastos ( formada por los dos
comisarios regidores, los dos diputados,
el mayordomo y el contador).
Castillo de
Locubín
Distinto es el
caso de la villa del Castillo de Locubín, que, a través de la iglesia local, en
este caso su notario apostólico, vuelve a repetir el deseo independiente de
años anteriores. El cabildo alcalaíno no veía oportuna cualquier dejación de poderes en este contexto de
participación popular, aún más trata de retardar todas las medidas relacionadas
con la creación de la Junta de Abastos, que suponía crear un concejo abierto,
en el que todos los vecinos se convertían en electores para elegir sus dos
diputados y un personero que junto con el escribano la constituyeran para
debatir todos los asuntos relacionados con el abastecimiento de la ciudad. Aún
más, ya no les interesaba a los regidores alcalaínos que la villa se nombrara como tradicionalmente lo había sido, sino que
incluso en un intento de centralismo chovinista desorbitado y en defensa de
privilegios la equipararon al resto de sus aldeas.
Sus alcaldes
ordinarios los transformaron en simples ministros de la justicia del
corregimiento, meros transmisores de los pleitos, pendencias, y conflictos ciudadanos ante el corregidor y
alcalde mayor sin ninguna función ejecutiva. De ahí que al final y por el imperativo
de muchas órdenes superiores de la intendencia general y del Consejo de
Castilla, tuvieron que asumir la nueva situación y se nombró la nueva Junta de
Abastos, no sin un nuevo formulario en el que, junto al juramento del cargo y
beneplácito por la ciudad, se le imponía
una serie de reparos, todos tendentes a mantenerse en las circunstancias de
acatamiento ante la jurisdicción del cabildo alcalaíno.
El conflicto con el Castillo no hace sino
iniciarse porque se acumulan los pleitos con las competencias del escribano y
las relaciones con la intendencia de Jaén por parte de la villa del Castillo, a
lo que da lugar una fuerte propuesta por la ciudad que obliga a todo su aparato
administrativo a defenderse de esta situación.
Pósito
y nuevo repartimiento de tierras
Debido a la
buena situación de la hacienda municipal, en 1767 se eximieron a éstos del
medio de celemín por fanega que pagaban por el préstamo de trigo del Pósito,
librándolos de pagar más de cinco mil fanegas de trigo y cuarenta mil reales
por una orden del 19 de junio de dicho año y todo tipo de escritura y
medidores.
Se
hicieron préstamos al tres por ciento de
cuatrocientos mil reales y con el dinero recogido pagar los dos censos que
tenía la ciudad con el conde de Humanes y Juan Pérez de Herrasti, vecinos de
Granada., Además obligaron a almacenar
cada año 14.000 fanegas de trigo con
destino al abasto de pan a los vecinos, dando lugar a que las crisis alcistas
del pan en el resto de la nación no repercutieran en la ciudad, como fue el año
1773, en el que ante la carestía y subida del pan en el resto del país a 70
reales la fanega la comarca alcalaína no se vio afectada aún más se compró el trigo para la cosecha a 37
reales.
En la misma
línea del país se reparten tierras de propios entre los vecinos de la ciudad y
el campo, tendiendo a otorgarlos a los más cercanos a su vecindad y entre los
labradores, yunteros, pujareros y jornaleros, dejando reservados pocos terrenos
para el resto de los oficios. Entre los nuevos terrenos repartidos a partir de
1768, se encontraban las Noveruelas, el Romeral, los Llanos, Fuente Álamo,
Encina Hermosa, que van a dar lugar al asentamiento definitivo de muchos
labradores en las aldeas , que comienzan a progresar y aumentar de población,
como las Ribera, Charilla, Santa Ana, la Pedriza, Valdegranada, Hortichuela, y
Fuente Álamo.[2]
Supusieron una cantidad de once mil ciento catorce fanegas y siete celemines, que fueron aprobadas
anteriormente en el año 1662. Aunque las distintas disposiciones reales de los
años siguientes pretendían que se favoreciera a las clases más necesitadas y a
la vez laboriosos. La política real, emprendida por Campomanes, fue
reglamentada a partir de febrero del dicho año, y nos muestra claramente el
nuevo espíritu que animaba a los nuevos dirigentes.
Unas líneas de
progreso, basadas en el desarrollo de la riqueza, por encima de todo lo que
significaba el retraso de las tierras
improductivas. Todo ello se disponía en favor de las clases más desfavorecidas.
Pero siempre excluyendo a los morosos. Ese fue el intento y el deseo. Lejos
quedaron los resultados. Para llevarlo
a cabo, el cabildo del ayuntamiento con
el asesoramiento de los diputados y síndico del común, convocan a los doce
electores de cada una de las parroquias que se encargan de nombrar tres peritos
de tasar, evaluar, censualizar y medir las más de mil fanegas de tierra, a las
que se aplicaron las nuevas políticas agrarias. Eran personas de reconocido
prestigio social y de conocimiento agrícola en la agrimensura, labradores o
regidores.
Muchas parcelas de ellas provenían de antiguas
roturaciones anteriores que mantenían arrendatarios y colonos año tras año, que
serían los primeros que causaron los primeros trastornos. Dividieron los
terrenos en los veinte partidos a los que se les asignarían tierras y nuevos
propietarios. Para ello, se valieron de los párrocos de cada uno de los sitios
y de los alcaldes de ordinarios como en Frailes y el Castillo de Locubín.
Tasaron el valor de cada fanega de tierra y los trances y parcelas más
adecuadas. Realizaron una perfecta delimitación entre los terrenos, parcelas y
trances en cada uno de los cuadernos con la valoración antecedente, antiguo
propietario y dejaron en limpio los nuevos. Los distintos repartimientos
correspondían a los señalados en el cuadro adjunto:
CUADRO DE
REPRTIMIENTTOS Y COLONOS 1768.
Encina Hermosa |
nueve hojas: registros de nuevos colonos desde 1216 hasta 1564,
incluyendo Navalperal, y Navastrillo . Se asignó en su totalidad a vecinos del
Castillo y de la Venta del Carrizal |
Fuente Tetar Navaltrillo Charilla Frailes Chaparralejo Palancares Camello Cantera Blanca Hondonera Dehesa entre las Torres Los Llanos Dehesa de los Caballos Cañada del Membrillo. Majalcorón Cañada del Dornillo La Rábita Cuaderno 18: Fuente Álamo Cuaderno 19: La Rábita Cuaderno 20: Sierra san Pedro |
Se asignó a colonos del Castillo, registrados de 1605-1607 Se asignó a colonos del Castillo desde el 1565 hasta 1603 Comprendiendo el Robledo, Fuente el Gato, Guadalcotón Majadillas,
cerro Martín Cano, la dehesa de Charilla, cañada del Infierno, la Torre,
Gamonales, Amoladeras, Jaralejos, Mirador, alberquilla, portillo de Alcalá,
Celada, Peña el Fraile y Hoya Redrada, se repartió entre colonos de Charilla
y Alcalá. Tenía las parcelas 198-318. Comprendiendo el Cerro, Loma Pelada, Loberuelas, Cuesta de Frailes,
Hoyos, Carboneras, Almoguer, Hoyuelos, Retamales Zarzalejos, Sotorredondo,
Solana del Endrino, Majada de Romero, Ejidos de Verdugo, se reparten entre
vecinos de Frailes salvo el Romeral
con vecinos de Alcalá (parcelas de 320-422) Comprendía también Alcaiceruela y Llano de los Mazuelos con las
parcelas de la 423-547, repartidas entre vecinos de Alcalá, Mures, Ribera y
Santa Ana. Con el Espinar de la Peña el Yeso y Cañada el Carril para vecinos de
Alcalá 593-609 y 693-710 547-553 Algunos vecinos de Acequia Comprendiendo Yerbatunal, Caleruela y Chaparral de Nubes de 774-884
algunos vecinos de Cantera Blanca, en su mayoría colonos alcalaínos. De la 610-692 eran colonos alcalaínos. Comprendiendo Portichuelo y Navazo las parcelas 765 hasta 774, eran
colonos alcalaínos. Comprendiendo Cañadas de san Marcos, Canteras Viejas, Portillo
Cerrado, Boca de Charilla, Cruz del Rayo, Fuensomera hasta chaparral de
Biedma con 157 colonos, en su mayoría vecinos de Alcalá. Comprendiendo las parcelas
desde 774-838 se repartieron vecinos de Alcalá. Las parcelas 916-952 entre vecinos de Alcalá. Las parcelas 885-915 Las parcelas 953-963 Comprendiendo desde la dehesa hasta los Reamales:1017 hasta 1212 sin
especificar vecinos, aunque algunos corresponden a la zona |
Fuente Álamo |
y Cañada Honda desde 961
hasta 1017 |
Entre el período de composición
de las parcelas y el repartimiento de las tierras, surgen diversas
aclaraciones, que ya habían solucionado algunos pueblos de la Vega Granada y la
campiña cordobesa. Entre estas, se dispuso la preferencia en la adjudicación de
los vecinos contribuyentes antes que cualquier forastero y a los carentes de
tierra frente a los propietarios u , la prohibición del derecho del tanteo y
el subarriendo para evitar la
especulación.
Todos los
vecinos se inscribieron a lo largo del mes de septiembre y octubre en las casas
capitulares con el fin de que posteriormente pudieran ser agraciados con las
distintas suertes de tierra.
Aunque hubo problemas en la zona de Encina
Hermosa, por fin tuvieron lugar el acto del repartimiento desde el día trece de
octubre hasta el día veintinueve del mismo mes, que consistió en el sorteo
prefijado por la Corona mediante un sistema de dos cántaras, en las que
respectivamente se introdujeron las distintas suertes y los nombres de los
solicitantes, atendiendo en los distintos sorteos a las clases de jornaleros
sin tierra con una o dos yuntas, labradores, y otras clases.
Realizado el
sorteo, se comprobó que el proceso tuvo ciertas deficiencias que iban en contra
de lo pretendido por la política agraria. Su retardo impedía el cultivo de los
terrenos, que estaba en los momentos de la sementera, hubo desajustes en zonas
en los que los solicitantes excedían a las suertes ofertadas como en Frailes,
que hubo que ampliar con nuevas suertes, la ausencia de muchos vecinos que no
acudieron al momento del sorteo y provocó que las tierras fueran de nuevo
sorteadas, al mismo tiempo que surgieron desavenencias con las zonas montuosas
que provocaban conflictos entre lo ganaderos que intentaban mantener sus pastos
y los nuevos agricultores. Se obviaron los terrenos de monte y tierra por
cultivar prolongando la extensión de las suertes de tierras en la zona de
Encina Hermosa.
La clase de jornaleros y braceros renunció en
su inmensa mayoría por no pagar los barbechos anteriores o falta de medios para
costearlos. La segunda, tercera y demás clases, lo mismo por no interesarles el
lugar, por distancia o por no representarles ganancia en el fruto que tendrían
en ellas. Para evitar la caída de los fondos de los propios y la subida de la
subasta por nuevos rematadores colindantes, se les destinó a los labradores
industriosos sin que se impugnara por
los de anterior clase , con el fin de llegar a la culminación del
repartimiento, porque creían los miembros de la Junta que ellos podían contribuir
a los fondos, el pago de los préstamos del pósito y el mantenimiento de la
tierra que hasta ahora los labradores y pujareros venían trabajando. También se prorrogaron las
tierras anteriormente barbechadas por un año.
Tuvo un
prejuicio muy importante que el repartimiento se llevó a cabo por clases
acomodadas que consideraban a los jornaleros y braceros, negligentes,
descuidados y desobedientes, hasta tal punto que juzgaban que las buenas
intenciones del monarca no se acomodaban a Alcalá la Real, por las razones
antedichas y las dificultades que entrañaría recoger de los anteriormente
citados la renta y el trigo para la sementera. Incluso,
los munícipes se alegraron de que fueran pocos los que recogieron las suertes, porque, en dicho
caso, la ciudad hubiera caído en la mayor quiebra. Al no componerse la ciudad
de hacendados pocos poderosos que se aprovecharan del remate ventajoso de
tierras y luego las subarrendaran, se inclinaron por los labradores y pujareros y el informe
de la Junta de Propios es claro con estas palabras:
Se hace constar
no ser adaptable en esta ciudad dicho repartimiento, sin particular decadencia
de los caudales de los propios, y aún del mediano cuerpo de labradores de esta
ciudad, donde los de esta clase, como resultará de los recudimientos, no tiene
arrendada porción de tierra de la mayor consideración, pues los que más son
pocos, sólo disfrutado por arriendo en pública subasta sesenta fanegas de
tierra a corta diferencia para extender su comercio por ser las
tierras de su Cortijo de corta entidad y dotación, y otros sólo han tenido
diez, quince o veinte fanegas de forma
que las tierras de los propios se han arrendado a labradores y pujareros
industriosos y no a braceros desidiosos
No obstante,
los vecinos de la primera clase y el resto de las clases pudieron acrecentar la
suerte inicial de sus tierras concedidas, ya que la mayoría de ellos pudo elegir nuevas parcelas de tierra, acomodadas
a su interés. Aun más, por providencia del propio corregidor se atendió a un
grupo de personas que sin recursos vivían en los campos, delegando en los
caballeros capitulares, diputados síndicos, personero y peritos las gestiones
para llevarlo a cabo:
hay algunos
vecinos pobres, y viudas con dilatada familia que su infelicidad los tiene y a
muchos padres y abuelos en desiertos albergues que han fabricado con licencia
de la Muy Noble. Ciudad en tierra de sus propios y que de
estos, y , que de estos despojarlos y no tener otro amparo, se echarían a la
limosna y se perderían, parece conforme a equidad que por ahora se les mantenga
y, más cuando se les reparten las Reales
Contribuciones según su esfera, lo que se perdería y recaería en otras y que
las suertes de los referidos son de corta monta, que mantienen por el albergue
criar algunas aves y estar prontos a el jornal, para el cultivo del partido(
labran el corto terreno que tienen) cuando lo logran que no es frecuente, y
prontos para el sorteo de milicias, quintas y dar, el que tiene, bestias para
bagajes y a todo el que lo manda con ciega obediencia.
El destino que
pretendía la orden real no se cumplió, ya que la renuncia de muchas suertes
obligó en el mes de noviembre a la Junta
de Propios a un nuevo sorteo en el que pudieron acudir todos aquellos
hacendados y laboriosos labradores, que fueran capaces de trabajar más tierra a
pesar de que se le hubieran concedido una suerte de tierra, con lo que se
beneficiaron otros labradores distintos de los de la primera clase a donde iba
dirigida la política agraria.
Años más tarde,
se advierten las consecuencias de que aquel repartimiento tuvo grandes
deficiencias: Jornaleros y labradores con yuntas, que no recibieron suerte
alguna por los informes de los pedáneos de cada partido o por el agotamiento de
las suertes; beneficiarios de otras
clases , como los propietarios, que se aprovecharon de las ausencias de los
campesinos para otorgarse las suertes en los sorteos siguientes o en la simple
caja sin ningún sorteo;, renuncia de los campesinos a las suertes por estar
retiradas de sus casas o no poder trabajarlas ya que no le eran productivas por
su pequeña cantidad y falta de ingresos en la hacienda municipal al no
concederse las suertes . Estas son algunas conclusiones de la junta de Propios
de abril de 1769:
1. a causa de
las repetidas renuncias y cambios hechos por los mismos vecinos que ha
originado mucha confusión en los cuadernos de los primeros sorteos,
correspondientes a los jornaleros de primera , segunda y demás clases del
casco, campo y Castillo Locubín.
2. habiéndose
inspeccionado citados borradores y los formados para las piezas de tierra por
varias personas se han denunciado por sobrantes de las mismas suertes se ha
hecho con su conocimiento , al tiempo de corregirse con citados cuadernos de
sorteo en que se acreditó estar conforme con las partidas de fanegas y
productos, unas con otras, como el de haberse colocado en cada una de las
dichas partidas a los colonos que últimamente
han recaído haciéndoles cargo de
sus productos y que sin esta operación estaba la obra muy confusa.
3. Se ponga un
cuaderno de denuncias de los muchos sobrantes denunciados y que algunos están
sin medir y proceder a los que no han llegado a las ocho fanegas
4. También se
llevó a cabo el amojonamiento de todas las calles de campo y señalando las
partes reservadas de los ganados con la
anchura que se indica en el libro de veredas, anotando las fincas que han
incorporado los particulares y deben dejar como sobrantes de las veredas.
5. Se hagan
listas de los sobrantes lo más pronto posible.
En el partido de
Charilla quedaron algunas zonas reservadas a los ganaderos de cerda en la Hoya
Redrada por no haber nadie que quisiera vivir
en dichos parajes y proteger el monte de los leñadores y desaprensivos
que destruían aquellos parajes. Estaba compuesta de dos partes de tierra,
una de monte, que se apreciaba en unos nueve reales al año y la otra de labor a
veinte reales.
En Frailes y el Castillo, surgieron muchos
conatos de violación de tierras
concejiles limítrofes, así como las protestas por los amaños e intereses de
personas ajenas a la política agraria. Hubo casos significantes como el regidor
y alférez mayor don Fausto Fernández de Moya que intentaba cambiar las nuevas suertes de Fuente Tetar por las antiguas suertes del
Palancares, por el simple hecho de limitar con sus tierras y cortijos
particulares. Eran muestras de la influencia de los cargos municipales en la
vida económica por encima de cualquier medida superior, amparándose el
prestigio de su hidalguía.
Tanto Frailes
como el Castillo de Locubín tenían
muchas esperanzas en el repartimiento de tierras. La primera con una población
de cerca de doscientos vecinos (171) y la segunda con más de ochocientos,
consideraba que el reparto de tierras aliviaría la situación de su población,
dedicada a esta única fuente de riqueza que era la agricultura, además había
sido desalojada de otras zonas como la sierra de San Pedro. A pesar de que las
medidas contribuyeron en el nacimiento de un gran número de minifundistas de
estas dos poblaciones, esto no impedía que algunas medidas fueron adversas al
espíritu de aquellas iniciativas agrarias. Además, esto supuso que surgieran
nuevos cultivos, sobre todo, el olivar en estas zonas y a ello se amparaban los
nuevos propietarios que obviaban la ley para cometer los atropellos y en el mantenimiento
del ganado en las zonas montuosas. El resultado del parcelario, que hemos
reflejado en el cuadro adjunto, en el año 1670 ascendió a 9.771 fanegas,
repartidas en 1657 suertes y concentradas entre los colonos, que aportaban a las arcas municipales unos ingresos de
62.713 reales. Se repartieron en su mayoría a colonos alcalaínos, aunque la
zona de Charilla, sobre todo, Cantera Blanca, Riberas, Mures, Acequia las
Caserías, y la Rábita hubo colonos de dichos lugares. En su mayoría, eran
labradores, arrendatarios y algunos que otros oficios que ocuparon las parcelas
más extensas como en el Robledo.
En Frailes se
recrudeció la situación en el año 1777 ante un nuevo repartimiento ocasionado
por la dehesa de las Noveruelas que
despertó muchas esperanzas en los vecinos de aquella zona. Sin embargo, la
situación no podía ser muy halagüeñas porque ante 331 suertes de tierra había
más de dos mil peticionarios. Como es
lógico, el reparto desencadenó una situación de protestas y quejas , basadas
en el favoritismo de otorgar las suertes
de tres fanegas e incumplimiento de las normativas reales, otorgando suertes a
artesanos, escribientes, y labradores de cuatro yuntas que tenían suertes de
antiguos repartimientos- cosa que se oponía a la Orden Real del año 1770.
Las aldeas
Para los
laboriosos campesinos, significó un reconocimiento de su labor que mejoraron
sus campos con eras, drenaje de las aguas, abonado de sus campos, nuevos
cultivo, aperos de labranza y plantaciones más sistemáticas, dando lugar a un
gran grupo de pequeños campesinos que poco a poco van a ir engrandeciendo los
campos y aumentado la población y las nuevas aldeas con la instalación de
iglesias y en los siglos siguientes la incorporación de maestros de escuelas
para la formación de sus vecinos. En las nuevas zonas, trataron de crearse
nuevos servicios que hasta ahora se autoabastecían o recorrían grandes
distancias para el transporte de alimentos básicos como el pan, el vino y el
aceite.
El primero, dio
lugar a nuevos molinos en la zona del Palancares, donde se ubicó en 1782 en
tierras del Mollejón para una gran franja de población, que se extendía desde
Majalcorón hasta el cortijo del Verdugo en los alrededores de las riberas.
Al mismo, era
frecuente el intercambio y las continuas solicitudes de nuevas tierras, que
quedan abandonadas. Se asiste también a una decadencia de la ganadería que
queda encerrada en las cuatro dehesas y en las tierras de Cofrida, Hundidos,
dehesa de Frailes, Mata Hermosa, Barra las Infantes, Solana de la parra,
Majanilla, Hoya redrada, Marroquí, Garditocino y Lomas las Verdes, donde
calculaban unas cuarenta mil fanegas de pasto. No obstante, estos lugares
abastecían poco a poco a otros lugares y eran muchas las críticas que
manifestaban que el ganado se vende en la feria de Noalejo, cambiando la floreciente
feria alcalaína.
Años de crisis
Dos conflictos
se recrudecen desde los años setenta de este siglo, el conflicto de la villa
del Castillo de Locubín y la separación de Loja y Alhama del corregimiento
alcalaíno. A esto había que añadir la crisis jornalera, provocada por las
intensas lluvias y nieves y propagación de la langosta en muchos campos
andaluces que en el año 1772 obligan a
una gran parte de la población a mendigar y a provocar situaciones cercanas a la violencia para poder mantener la vida de sus
hijos y familia. Para ello, se tomarán
todas las medidas extraordinarias de abastecimiento de la ciudad y de
los servicios del abad cardenal de la Cerda en la Corte para poder emplear los
trigos del Pósito en favor de los pobres
necesitados. Hubo momentos en los que hasta de tres días de desabastecimiento
de pan. De nuevo, se distribuye el pan en tiendas prefijadas en los 10
cuarteles, se nombran panaderos que se turnan el abastecimiento, se nombran
comisarios, y se persigue cualquier tipo
de fraude en la calidad y peso del pan. Las cargas de trigo se redujeron a los
panaderos de tres de pan blanco y diecisiete de pan bazo a los panaderos.
El año 1773
continua la escasez de trigo y el aumento del precio del pan, a pesar de las
medidas proteccionistas que imponía el cabildo alcalaíno con el control de
precios, abastecimiento por medio del Pósito y distribución y organización del reparto del pan. Todas estas medidas se
llevaban a cabo en favor de las clases más desfavorecidas que se veían
obligadas como en otros tiempos a comprar el pan fiado por falta de recursos y
en contra del fraude de los panaderos que se aprovechaban del bajo precio del
trigo para revenderlo a forasteros a mayor precio.
No obstante, la
situación debió ser muy violenta, porque, a pesar de tener que adoptar medidas
de una racional y restrictiva distribución del pan por medio de la limitación
de tiendas, panaderos, abastecedores y 10 cuarteles ( ocho en el caso, uno para
forasteros, y otro para el campo), al final se hubo de unificar en uno sólo en
las Casas Capitulares por la violencia de los que hacían cola que daba lugar al
lanzamiento de pedradas a los repartidores del pan. Incluso en los primeros
días de mayo los vecinos tomaron el hornal de la Plaza y obligaron
a que la ciudad requiriera los servicios del corregidor para poner el
orden.
Una situación
especial se produjo al disminuir en gran cantidad las provisiones del trigo del
Pósito que hubo que acudir a la compra de 1.000 fanegas a particulares del caso y al gobierno eclesiástico y el Castillo ( 784 fanegas en el casco y 75
en el Castillo a un precio que excedía los 60 y 68 reales por fanega). A esto se añadieron
grandes tormentas por el mes de junio que lo hicieron muy escaso. Como gota que
colma el vaso de agua, aquel año diversos destacamentos de regimientos
nacionales debieron alojarse en las Casas de Cabildo, provocando un auténtico
caos en las casas de ayuntamiento. No obstante, por el mes de mayo, se controla
la situación , se fijan dos puntos de venta cercanos al ayuntamiento uno para
los labradores y forasteros y otro para el resto del pueblo.
Este clima
continuo los dos años siguientes contra
el corregidor Juan Pablo Salvador y el alcalde mayor Nicolás de Mella y los miembros del cabildo, que llevaron, sobre todo, este último el tema a los tribunales e, incluso, se ejercieron
situaciones de gran violencia entre ellos ante el autoritarismo del alcalde.
Las nuevas listas de reclutamiento, donde se quiere expurgar a muchos que se consideraban favorecidos por
privilegios es fruto de solicitar a la Chancillería una revisión del padrón de
hidalgos. Aunque el corregidor logra salvar la situación, sin embargo, la
ciudad había deteriorado mucho sus relaciones, debido a que no le pudo ofrecer
una casa digna, ya que la anteriormente alquilada tuvo que abandonarse al morir el anterior
corregidor por la enfermedad tísica
y tuvo que alojarse en las casas del
cabildo que suponía una incomodidad para el ejercicio de la vida municipal. Además,
a ello, se añadió un enfrentamiento con el personero por adoptar medidas sin
consulta del cabildo en el nuevo planeamiento del Paseo Público que fue aceptado posteriormente
por la ciudad atendiendo a razones de
ornato y de previsión racional de ampliación de la ciudad en las vías de
comunicación de entrada por Granada
desde los Arcos hasta la Magdalena. Era un momento de resentimientos
personales, que manifiesta una sociedad en la que los que ocupaban cargos
públicos,. Incluso de elección, se aprovechaban de los cargos para ocupar
tierras comunales como el personero Antonio de Moya en la invasión de
abrevadero de animales en las Peñuelas.
La nueva ciudad
La ciudad, por
estos años, recupera muchos lugares arruinados y adecenta algunas zonas como el
Paseo de Capuchinos que se traza a cartabón desde los Arcos hasta la Magdalena,
una nueva torre se coloca en
Consolación, obra de Martín Espinosa, se
amplían las zonas linderas con la fuente de Marí Ramos y álamos y cuartel de
los Arcos. La iglesia de las Angustias
se construye en su mayor parte. Las medidas de embellecimiento se
aplicaron a la vida de la ciudad con el derrumbe de las casas abandonadas, la
reconstrucción de edificios y adorno de fachadas , siempre que contaran con la
licencia municipal, Por eso, no es de extrañar que en el año 1784 el propio
regidor Pedro de Lastres pidiera permiso
para la instalación de un testero o lienzo con la imagen de la Santísima
Trinidad en sus casas cercanas a las casas de Cabildo. Este motivo iconográfico
tuvo una escultura en la propia calle Real con motivo de la misión espiritual
del Padre Diego de Cádiz.
También se
inició un plan forestal que obligaba a la plantación de cinco pies por vecinos.
En Alcalá, éste tuvo su experiencia en la alameda de los Capuchinos,
prolongándose hasta la ermita de la Magdalena- cosa que tuvo muchas vicisitudes y finalizó en el 1785.
Otro punto, en donde hubo una gran reforestación fue en el coto y en la Dehesa
de los Caballos, la actual Dehesilla, en este caso de otra variante cual es la
moreda. Este plan chocaba con la ganadería, que defiende la ciudad impidiendo
la reforestación en los abrevaderos, caminos y descansaderos. Lo mismo sucedía
con la nueva roturación que se produjo por estos años en Mures, la ribera y
Sierra san Pedro.
Una obra
importante en la ciudad se lleva a cabo con la reforma de todo el sistema de
abastecimiento con una cañería que surtía a las fuentes de la Mora, Álamos,
Utrilla, Pilar de las Tórtolas, Plaza y Utrilla. A esto hay que añadir que los
caminos y calles de la ciudad experimentaron una reforma importante, para lo
que hubo que emprender nuevas fuentes de financiación, que demuestran un intento de racionalización y
saneamiento de las arcas municipales. La gran preocupación municipal de estos
años fue su adecentamiento y el de los cortijos de propios. Son continuas
las órdenes del conde de Floridablanca, sobre todo, en la carretera de Madrid a Granada. Por
estos tiempos, intervino en el diseño el propio Ventura Rodríguez, al que la
ciudad le pagó algunas cantidades en distintos proyectos con motivo de una
visita.
También
el año 1781, los caminos del Levante,
Granada, Málaga y Madrid se repararon y se cubrieron sus gastos con arbitrios de subastas de servicios
básicos como la carnicería, nuevas roturaciones de tierras en Mures o las
ilegítimamente usurpadas, nuevas elevaciones de los impuestos del aguardiente,
e , incluso con fiestas públicas de toros . También se inauguró el pago en
licencia de casas, solares y huertos en las aldeas y el casco. A nivel
nacional, la política de amortizaciones de deudas tuvo en 1785 su reflejo con
la participación de seis acciones en valor de 12.180 reales en el Banco
Nacional de San Carlos.
Fin del reinado
Finalizando su
reinado ordenó un padrón general de habitantes, en el se distinguían se
distinguieron varios estados entre ellos el religioso y sus diversas clases.
Comenzó a realizarse el 28 de agosto de 1786 y acabó el uno de julio de 1787.
La población del corregimiento de Alcalá la Real tenía 11.280 habitantes, que
se repartían de la siguiente manera :
5.559 mujeres y 5721
hombres.
Una fuerte
epidemia de fiebres tercianas se produjo en la comarca, incidiendo de una
manera más profunda en la cortijada de Santa Ana, donde hubo hasta siete
muertes y afectó a un tercio de la población.
También se
procedió con anteriores colonos de unas
quinientas nueve parcelas de tierra, destinadas al ganado y al mismo tiempo roturadas, que produjeron 4.264 reales entre las que se encontraban de
barbecho y sembradas en las veredas.
1759 |
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1760 |
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1761 |
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1762 |
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x |
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1763 |
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x |
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1764 |
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x |
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1765 |
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x |
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1766 |
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1767 |
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1768 |
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1769 |
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1770 |
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1771 |
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1772 |
x Nieves y lluvias |
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Langosta |
Escasez de trigo |
1773 |
x tormentas |
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Escasez de trigo |
1774 |
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Amotinamiento |
1775 |
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Fiebres tísicas |
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1776 |
Lluvias torrenciales mayo |
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1777 |
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x |
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1778 |
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x |
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1779 |
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x |
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1780 |
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1781 |
Tormentas en mes de mayo |
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1782 |
Tormentas y pedrisco en
julio |
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1783 |
Tormentas en junio |
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1784 |
Temporales |
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x Fiebres tercianas en
Santa Ana, Alcalá, Castillo y Frailes |
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1785 |
x Temporales |
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1786 |
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x |
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1787 |
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1788 |
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Estos últimos
años de su reinado(1784-1786), sobre todo, en el año 1785, hubo grandes
temporales que afectaron a las clases populares y a los jornaleros dando lugar a que los campos
no se pudieran labrar y aquellos no pudieran trabajar. El recurso siempre
era el mismo: el ayuntamiento contribuía
con el repartimiento de pan entre las clases más desfavorecidas y las rogativas
a la Virgen de las Mercedes para implorar el cese de las lluvias. Para ello se
contribuía con limosnas que compartían en la misma cantidad los dos cabildos-
el municipal y el eclesiástico- que en este año superaron lo cuatro mil
cuatrocientos reales.
El año 1784 se
define perfectamente característico de los ciclos torrenciales: lluvias
torrenciales, fríos y lluvias en los primeros meses del año, primavera
lluviosa, tormentas, incluso en agosto, y nieve, hielos y lluvias en diciembre.
A la masa de jornaleros que eran abundantes en el casco urbano cogía
desasistidos de frutos y sin posibilidad de
ganar el jornal diario, provocando la miseria y pobreza de sus casas, la
formación de cuadrillas que acudían a las casas de las personas pudientes, y la
amenaza de la alteración del orden público. Aunque el cabildo palió con medidas
de abastecimiento del pan del Pósito y la ayuda del abad, no eran suficientes
las medidas, sino que hubo que arbitrar medidas
de racionamiento y racionalización por cuarteles como en otras
ocasiones. Estos eran repartidos por dos comisarios regidores de la ciudad y
otros del cabildo eclesiástico.
El panorama no
era más desolador en las calles y caminos de la comarca que los dejaba
intransitables y faltos de higiene y limpieza, a lo que había que administrar
recursos extraordinarios de los propios y del Pósito para adecentar las
entradas y salidas de la ciudad, la restauración de los puentes hundidos, sobre
todo, el de Palancares y el del barranco de los Postigos en el camino hacia la
Corte, las calles céntricas y del tráfico comercial que se nucleaban en torno a
la plaza de las Casas Capitulares y desde la calle Llana hasta el Llanillo. A
ello, se hacía un esfuerzo por parte del vecindario que colaboraban labores de
saneamiento construyendo atarjeas, y creando pequeños desniveles que
permitieran la conducción hacia la atarjea central de las calles.
A
esto hubo que añadir las medidas que se tomaron con motivo de una epidemia de
tercianas, que supuso un gasto de 48.473 reales en asistencia, curación, y
alimentos y en el Hospital establecido. A ello hubo que pagar los boticarios y
medicinas y eso que los curas párrocos y muchas familias de Alcalá, Castillo,
Santa Ana y Frailes y Charilla ofrecieron donativos por ser los núcleos más
afectados.
Aunque en los
años anteriores el olivar se plantaba por la zona del Castillo de Locubín, el
verdadero nacimiento de la transformación de este cultivo se inicia por estos
años, promovido por los mayores hacendados que comienzan a roturar las zonas de
monte de sus cortijos en detrimento de
la ganadería de la comarca y con el
acotamiento de la zona. La ciudad se ve muchas veces desbordada por los
acontecimientos ya que los propios regidores, imbuidos de este espíritu del
fomento de la agricultura con el nuevo
planteamiento de promocionar la riqueza son los primeros que llevan a cabo esta
nueva política agraria. Terrenos que
hasta ahora se habían concedidos para roturarlos en sementeras son sustituidos por pagos de
olivares como los Llanos, el cortijo de la Merced, propiedad de alcaide Vicente
Estrada planta los primeros olivos, se intercambia terrenos baldíos de la zona
de la Pedriza por Fausto Fernández de Moya por otros aptos para el olivar en la
zona de la Acamuña.
El nuevo Pósito
del Castillo comienza a plasmarse y levantarse en el año
1787, en contra de los intereses y la oposición de los regidores
alcalaínos que veían un flanco de pérdida de poder y de sus antiguos
privilegios.
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