LA
FIGURA DEL ARQUITECTO ANTONIO MARTÍN ESPINOSA
Los pueblos y tierras de la Sierra Sur muestran la huella de los
arquitectos del siglo XVIII, sobre todo en sus edificios públicos y religiosos
de corte barroco y neoclásico. Desde Manuel
del Álamo a Primo pasando por Felipe García Peinado y la presencia de
maestros mayores de obras de Jaén y Jaén
como Manuel Godoy, José de Oviedo y Manuel Pérez de Aldas, las ciudades, villas
y tierras del Sur se encuentra un nuevo
modo constructivo, muy relacionado con la Ilustración. A mediados de siglo
destaca el arquitecto Antonio Martín Espinosa.
Los testamentos son unos documentos básicos para conocer no sólo las
biografías de muchas personas sino también las realizaciones particulares o
colectivas. Este es el caso de su testamento y, a través de la declaración, se
nos aportan muchos datos sobre su entorno familiar, social y artístico.
Antonio
Martín Espinosa era hijo de Fernando Martín Espinosa, también maestro mayor de
obras de la ciudad de Alcalá la Real, que sustituyó a Manuel del Álamo y al
arjonero Primo a mediados del siglo XVIII, y de la alcalaína Rosa López. Fue el
arquitecto por excelencia de este tiempo junto con Juan Manuel Guardia. Se casó
en las primeras nupcias con Inés Calvo, hija de Pedro Calvo y Gabriela Peñalver.
De ella le nació el hijo Fernando casado con la montefrieña Marina Pareja; Y la
hija María Manuela, que casó con Manuel de Zafra, que murió antes de Antonio
Martín Espinosa, y tuvo un hijo José María Ruiz Zafra, que casó con Ana López
Nieto. María Manuela casó en segundas nupcias con José Antonio López Nieto y
tuvo varios hijos María del Rosario López Nieto. Su tercer hijo fue Pedro
Martín Espinosa casado con Mariana Morales, natural de Montefrío; se marchó al
reino de Nápoles, donde fue juzgado y condenado, viéndose su padre obligado a pagar
tres mil reales para poder salir de tierras italianas. Debió andar sin fijar
paradero, porque al final de la vida de Antonio no se sabía ni su paradero ni
su existencia. En los últimos momentos de la vida de su padre, volvió a tierras
alcalaínas y despojó a su padre de sus bienes.
Era hombre
culto que sabía leer y escribir y tenía conocimientos de arquitectura y de
ingeniería en la canalización de aguas. Continuó el oficio de maestro de obras
de su padre Fernando como alarife y fontanero) e intervino en la construcción
de edificios importantes de Alcalá la Real.
Sus trazas
marcan la impronta sobria en el barroco clásico de sus edificios y en el
austero neoclasicismo que le corregía desde el mundo de la Corte,
auspiciado por la Real Academia de Bellas Artes y Ventura
Rodríguez. Participó como maestro de obras en las de la ciudad de
la Mota dentro de la gran renovación urbanística que se produjo desde el
reinado de Felipe V hasta la muerte de Carlos III. El actual diseño simétrico
de la ciudad con los dos ejes del Llanillo y la calle Real, se estructuró con
nuevos edificios que encuadraron la ciudad: las Casas de Cabildo y las Casas de
Enfrente. Al mismo tiempo, los nuevos edificios del Pósito, del Palacio
Abacial, de las iglesias de san Antón, las Angustias y la Cárcel Nueva
le dieron a las calles y a la ciudad una perspectiva más abierta y acorde con
los nuevos tiempos. Un servicio vital como el agua supuso una gran
transformación en 1777 con los maestros de cantería y de aguas, Antonio Martín
Espinosa y de Francisco Machuca, maestro mayor de aguas de Granada. Un nuevo
recorrido desde el nacimiento de san Marcos dio mucha funcionalidad a una de
las principales fuentes de abastecimientos en el Paseíllo de la Mora, todo
ello supervisado por los maestros de arquitectura de Bellas Artes de san
Fernando. Manuel Godoy fue uno de los que más intervino en las obras
municipales y en los caminos. Esta obra de ingeniería supuso un paso importante
en la ciudad, por el que se llevó a cabo la reforma de todo el sistema de
abastecimiento con una cañería que surtía a las fuentes de la Mora,
Álamos, Utrilla, Pilar de las Tórtolas, Plaza y Utrilla. Las fuentes
también jugaron un papel importante como abrevaderos de ganados como la
Fuente Ardales, que fue diseñada por Antonio Martín. A esto hay que
añadir que los caminos y calles de la ciudad experimentaron una reforma
importante, para lo que hubo que emprender nuevas fuentes de financiación,
que demuestran un intento de racionalización y saneamiento de las arcas
municipales. Así en el año 1781, los caminos del Levante, Granada, Málaga
y Madrid se cubrieron con arbitrios de subastas de servicios básicos como la
carnicería, nuevas roturaciones de tierras en Mures o las ilícitamente
usurpadas, nuevas elevaciones de los impuestos del aguardiente, e , incluso con
fiestas públicas de toros . También se inauguró el pago en licencia de casas,
solares y huertos en las aldeas y el casco.
Sin embargo,
Antonio Martín Espinosa fue uno de los más importantes arquitectos. A él
se le debe la participación en una gran cantidad de edificios públicos y
religiosos (Ayuntamiento, Palacio Abacial, iglesias de Nuestra Señora de las
Angustias, San Antón y torre de Consolación)y algunas obras de ingeniería,
entre ellos el puente de la Hondonera en el año 1759 y en los cortijos de propios como Mesa,
Cabeza del Carnero, Sapillo, Juanil, Cequia o Medianil. También participó en
algunas obras de ciudades de la comarca de Sierra Sur como el Pósito del
Castillo. Este Pósito fue diseñado y construido por Antonio Martín junto
con Juan Manuel Contreras, comenzó a plasmarse y levantarse en el
año 1787, en contra de los intereses y la oposición de los regidores
alcalaínos que veían un flanco de pérdida de poder y de sus
antiguos privilegios, a lo que hay que añadir algunos problemas constructivos
que surgieron en la obra
A
mediados del siglo XVIII, la ciudad de la Mota fue muy afectada por el
terremoto de 1756, interviniendo en su reconstrucción Antonio Martín , porque en
1773 se le pagaron cuarenta reales como maestro mayor, Antonio
Martín Espinosa, para el remate y parte de las obras de los Arcos. Y también
en 1776 por el empiedro hasta Capuchinos, casilla y puerta de los Arcos. E
incluso, en 16 de junio de 1781, con motivo del terremoto se cayó la casa
de la Puerta de los Álamos , se rehízo con piedras de cocheras y
tiendas de la Mota.
Además, la ciudad,
por estos años, recuperaba también lugares arruinados y adecentaba algunas
zonas como el Paseo de Capuchinos que se trazaron a cartabón desde los Arcos
hasta la Magdalena, se ampliaban las zonas linderas con la fuente
de Marí Ramos y Álamos y el cuartel de los Arcos. La iglesia de las
Angustias se construyó en su mayor parte y participó intensamente en toda
la obra . Las medidas de embellecimiento se aplicaron a la vida de la ciudad
con el derrumbe de las casas abandonadas, la reconstrucción de edificios y
adorno de fachadas , siempre que contaran con la licencia municipal, Por eso,
no es de extrañar que en el año 1784 el propio regidor Pedro de Lastres
pidiera permiso apara la instalación de un testero o lienzo con la imagen
de la Santísima Trinidad en sus casas cercanas a las casas de
Cabildo. Este motivo iconográfico tuvo una escultura en la propia calle Real
con motivo de la misión espiritual del Padre Diego de Cádiz. Antonio
Martín Espinosa vivió en la calle Caridad y tuvo que abandonar el ejercicio de
su oficio por una enfermedad hemipléjica.
Antonio tuvo una relación especial con el cura José Ortega. Pues, como
hombre emprendedor, se veía obligado a recibir préstamos de personas, entre
ellas, al final de la vida tuvo uno significado de más de dos mil reales con
este albacea el cura Ortega. Y como su hombre de confianza, le delegó la
administración de las rentas y bienes del conde de Torres Cabrera, vecino de
Córdoba, que el regentaba. Incluso, sumido en la más suma pobreza afrontó todos
los gastos de su manutención y medicina abandonado y desahuciado por sus familiares más directos,
Ya anciano,
compró la casa de Francisco Serrano Priones, valorada en nueve mil reales que
saló en una subasta pública por estar empeñada al no pagar de la Limosna de la
Bula de la Santa Cruzada ante el subdelegado de esta administración Andrés
Hernández Pozo blanco, notario de este tribunal. . En los últimos años de su
vida quedó enfermo parapléjico , se había quedado perlático de las dos manos y
encamado sin perder juicio y memoria cuando se dispuso a llevar a cabo su
testamento en 7 de mayo de 1793 ante el notario José Gutiérrez. Cumplió con sus
deberes de misas y mandas testamentarias. Dejando donaciones para la cera del
Santísimo Sacramento, los Lugares Santos de Jerusalén y la Redención de
Cautivos. Facultó para ejecutar sus mandas a al cura Antonio Ortega, su hijo
Fernando Martín y su nieto José María Zafra como albacea. Fue sepultado en la
tumba de su hermandad de la iglesia del Seráfico San Francisco de la
Observancia de Alcalá la Real, vestido de franciscano y acompañado de los
beneficiados de la parroquia de Santo Domingo de Silos, pues su casa de la
calle Caridad pertenecía a esta colación eclesiástica (esta casa fue comprada
en los últimos años de su vida y tenía deudas con sus nieto José Zafra). Se le
dijo una misa cantada en el entierro y cien misas a su cuenta de modo que la cuarta
parte se reservó a la parroquia y el resto según la anuencia de los albaceas.
Murió en 1795, y, por un codicilo, se encontraba en la más suma miseria, ya que su nieto Fernando lo ha desalojado de su casa por haberse visto obligado a pagarle las medicaciones y manutención. Se refugió en casa de sus hermanas en la calle Luque, no teniendo ninguna herencia, ya que el nieto le vendió las herramientas y libros de sus oficio de arquitecto y maestro mayor de obras, su escopeta, arca y hasta su misma casa de la calle Caridad, lindera con la Iglesia de Nuestra Señora de las Angustias.
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