Tras la salida de la misa dominical, me
topé hace varios días con Filomena García Pérez, esposa del doctor Luis López
Fuentes. Noté algo extraño en su mirada y la ausencia de su acompañante
habitual, su marido. Me lo intuí. Faltaba su esposo y compañero de toda su vida. Tras varas
pesquisas, pude averiguar que había fallecido a finales del año pasado. Y una
persona tan querida en muchos ámbitos de la geografía andaluza, no había sido
noticia salvo para su más
allegados. Tuve la fortuna de establecer
ciertos lazos de amistad con este alcalaíno, de reminiscencia ribereña , nacido
allá por el catorce de septiembre de 1932. Y de conocer este matrimonio gracias a la amistad del
también fallecido Juan Cano y Loli
Carabias. Me lo denominaba siempre como “Manitas de Plata”, por su buen hacer
en el mundo de la cirugía, donde había alcanzado grandes éxitos en las
intervenciones quirúrgicas de muchos pacientes en el Hospital Reina Sofía de Córdoba.
Juan siempre me recordaba la faceta de cirujano taurino, y me aludía a una
intervención exitosa que le realizó a
Manuel Benítez “El Cordobés”, entre otros toreros. Le rendimos homenaje en la
revista del Cristo de la Salud, lugar que visitaba en algunas ocasiones.
El primer encuentro con este matrimonio
me hizo partícipe de su círculo de amigos y médicos con el que compartía momentos de convivencia en la ciudad
de la Mota, para visitarla y donde me brindó la oportunidad de hacer de anfitrión de esta comitiva médica. No se me
puede olvidar la gran satisfacción que mostraba Luis y su esposa Filomena
atendiendo a casi una centena de
invitados en el cortijo histórico de La Matanza, donde la familia mantenía
colgada una litografía faneguera de la Virgen de las Mercedes. También, compartí con él una muestra del
romance de “ Caballeros de Alcalá, peones de Colomera…” para que se colgara en
aquellas paredes, que rezumaban historia de frontera. Luís le daba un sello
especial a aquellos encuentros, brindaba todo los suyo para compartirlo con
todos los amigos de su carrera, profesión y familiares. A partir de estas reuniones anuales amplié la
amistad y su biografía. Su origen de
laboriosos labradores de nuestros partidos de campos, su devoción a la
patrona a la Virgen de las Mercedes, la cita
obligada de todos sus hermanos en las fiestas patronales del agosto, sus afición y complemento de administrar
las faenas agrícolas en su tiempo libre.
Incluso, su paso por Villamartín en la Guerra Civil y posguerra; su traslado a
Córdoba, y sus estudios en el famoso instituto egabrense de Aguilar y Eslava,
donde se formaron muchos jóvenes de los hacendados alcalaínos, su carrera universitaria en la Complutense madrileña
practicando los estudios médicos en el
Hospital tal de San Carlos de esta Universidad.

En Córdoba se le recordaba su vida de
jubilado entre los paseos y tertulias de los compañeros de generación. Por
tierras alcalaínas, su itinerario diario entre el cortijo de La Matanza y la
visita a la ciudad para compartir lectura de prensa y un buen rato con los amigos
de la infancia y de la adolescencia. Siempre su imagen transmitía confianza, discreción
suma, laboriosidad, generosidad con la
filantropía caritativa, y, como dicen
los latinos, fiel y leal. Pius erga patres, patriam et Deum. En la Matanza,
resuenan, aquellos versos ¡Para tanto caballero, /chica cabalgada es ésta!//.
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