DESDE EL MIRADOR DEL MOLINO DE
VIENTO
L
         Los alcalaínos acaban en este lugar,
hoy mirador de Fátima, la decimocuarta estación del Vía Crucis. Se levantaba
una pequeña primitiva dedicada a San Judas Tadeo, protector de las enfermedades
mentales, y se albergaban en sus interiores su imagen y una cripta de cristal
que contenía al Cristo Yacente, último paso del paso de la Pasión de Jesús.
Junto a la ermita, la cruz con una peana que marcaba con números romanos el
orden del camino de la Cruz. En la guerra civil sirvió de puesto de vigilancia
y fue destruida en el mes de agosto de 1936. Años más tarde, con motivo de la expansión
de la devoción de la Virgen de Fátima  en
el pueblo de Alcalá la Real, se formó un pequeño oratorio dedicado a la Virgen
de Portugal. Actualmente ha sido restaurado el rincón y es un bello mirador de la
ciudad.    (GC, 231) 
Para este lugar, la imaginación puede volar hacia
diversos puntos. Bajo al valle del Guadalcotón. Mi amigo y profesor Manuel
Peñalver me ha traído a colación una leyenda que no tiene muchos visos de
realidad ni verosimilitud, pues une elementos 
de cambios geológicos con una reciente historia. Pero, es muy bella como
todas las palabras que pronunció en su Pregón de la Cereza de la fiesta
castillera, y,  aún más, destaca  por  el
contexto lírico en la que la incrusta dentro de su bello libro  “Castillo de Locubín. En su diversidad”. Hace
referencia a la Acamuña, palabra que designa El término "Camuña" se
deriva del árabe kammuniya que significa 'parecido al comino'. El nombre
se tomaría probablemente de un mote antroponímico del repoblador de la zona
tras la Reconquista.   En algunas partes, se crían toda especie de semillas, menos
trigo, centeno o cebada. Y, en verdad que el suelo de esta  sierra se parece al de monte mediterráneo,
con gran profusión de hierbas y chaparros y encinares por todas las partes,
recientemente conquistado por los olivares más antiguos de la comarca
alcalaíno.

 
         Parece que, muy allá de los tiempos
conocidos, cuentan los antepasados que fue el día de “la voz que clama en el
desierto”, aquel que porta en su lábaro posesiona el Agnus Dei qui tollit pecta
mundi. El día del solsticio de verano, día celebrado por todas las culturas. En
dicho día hubo un temblor de tierra impresionante hasta tal punto que rodaron
rocas, peñascos y piedras enormes de su cima hasta varios lugares que quedaron
anclados entre la maleza y en el valle; uno de ellos fue el famoso paraje de
Los peñoncillos de Castillo de Locubín. Si recorremos  la ladera del monte de vez en cuando se
levantan pequeños montículos  o sobresalen
de la tierra  arenisca y de arrañal  montículos de piedras, muladares acumulados
por el hombre y se han formado eras con sus piedras en torno a pequeños cortijos,
algunos ya olvidados. Pero sobre todo, los efectos sísmicos más impresionantes
consistieron en  que se abrió una falla
tan enorme que hizo brotar aun río desde Alcalá la Real, llamada
Guadalcotón,  ( no es sino el 
étimo
árabe Guadal , “río”  y “al Qoton” s un
fibra vegetal que crece alrededor de los 
granos del cotoniero “Gossypium”,
un arbusto del familia Malvaceae). 
 Muchos defienden que
luego  pasa por el Castillo de
Locubín  y se preña de muchas fuentes en
nacimiento  actual del río san Juan. Allí
le  llamaron Río San Juan. Cuentan que
los castilleros le dieron este nombre porque este santo- que lo celebramos como
agnus Dei y degollado-  los salvó la vida
de este gran terremoto legendario.  
II
Este sitio es  descendiente de un  pasado 
rico en cultura y  en trabajo y
también de  una tierra que siempre ha
sido soporte de las mejores páginas de la historia de la comarca de Alcalá la
  Real. Pues esta tierra  fue la de la leyenda  de Flora, pero también la tierra de las
hazañas de la Boca
de Charilla, la tierra de los laboriosos colonos que conquistaron con su
trabajo  los salvajes montes  que bajan desde la Martina, y los que
sembraron cantos populares con su famoso fandango; la tierra del famoso
poeta  Aben Jakán , la de la mujer
laboriosa y la de los niños descubridores del famoso tesoro hispanoárabe de
Charilla.
Algo oculto debe tener esta tierra;  o  algún espíritu especial  baja todos los días desde el portillo Cerrado
de los Llanos hasta  la ermita de San
Miguel. Ese arcángel que le dio nombre  a
esta ermita a finales del siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún noble
hidalgo, tal como se conserva  en el
escudo de una fuente cercana a la tahona 
de Charilla. Este arcángel  que
debió insuflar este espíritu superador entre vuestras gentes, para conseguir
este entronque tan perfecto entre el personaje y el paisaje, el paisanaje y la
naturaleza.  
Pues, parece como si, en estos lares, sucediera  que se entablara  un 
bello diálogo de  amor entre sus
aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser   y el ensueño,  un bello vínculo que se parece a todos
aquellos enamorados de la poesía,  el
mismo que cantaba  Ben Jakán, poeta
charillero,  cuando lo hacía con estas
bellas palabras:
Me perdí, y
dejé mi continencia en el desierto;
Y monté mi
gozo a rienda suelta.
Me ofreció la
rosa de sus mejillas,
Y la
recogí  con la mirada sin pecado.
Quise
abstenerme de su amor, pero no pude,
Mostrándole
seriedad en medio de la broma.
Y dejé que mi
corazón fuese, por el ardiente afecto,
Como un ave
con la que vuelan, sin ala, los deseos.
Por eso, no es de extrañar que los charilleros siempre
se ufanen de que  han nacido en esta
tierra, y Charilla sea su escudo y honor, su tarjeta de presentación en
muchos  lugares de España, porque esta
tierra ha dado muchos frutos. Ya hace ciento cincuenta años, de esta manera nos
la describía bellamente  el ministro  Madoz 
en tiempos de Isabel II
“aldea con dos
alcaldes pedáneos en la provincia de Jaén. Es uno de  los doce partidos de campos de la ciudad de
Alcalá la  Real, y, por tanto,
corresponde a su partido judicial  y
abadía, distando de ella media legua. Está al sur al pie del cerro de la Torre, sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno
bastante alegre y pintoresco, por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y
la multitud de  cerros que la circundan,
formando variados paisajes. Su figura es irregular, sus once calles tortuosas y
la mayor parte sin empedrar, aunque casi todas llanas y  anchas; sus 184 casas, una de  un piso, dos de tres y las demás de dos
pisos”
  Esta tierra
tiene vida, y  el agua  oculta que llora, se esconde y lagrimea
de  sus manantiales para  convertir las tierras áridas en ricas
huertas. Esta tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban
los ricos frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grade  y las de la Majadillas, Hoyo del
Peñón y Joya. De ahí que, al marchar a otros lugares,  nunca se olviden  de ella 
sino que, en el lugar de la diáspora donde se asentaron , siempre
tengan  su alma puesta en volver al sitio
donde les vio nacer, o lo añoren en sus escritos o sus estudios literarios, o,
como decía su famoso poeta
Mis alas se
agitan cada vez que se te menciona
O pasa tu
céfiro perfumado.
Y es que ese aire que baja de las Sierra del Marroquí,
Rompezapatos, el Marroquín  o  la
 Acamuña les deja  una
huella imperdurable, e imborrable de la victoria del hombre  ante aridez de la tierra y  el disfrute de la huerta conquistada. El
emigrante siempre añorará  estas tierras
labradas  y roturadas por sus manos en
los parajes agrestes de la
 Dehesa o  de los
aledaños de los tajos cercanos al portillo de los Aspadores;   las tierras de olivos arracadas de la madre
tierra de la Celada
o de  los parajes asilvestrados de las
Entretorres;  soñará con los prados del
pastor en  las majadas cercanas al
Rompezapatos, La Lastra, Balazos, portillo de Alcalá o el Zurreadero; su  pensamiento se difuminará e n  los ensueños y encantaciones plasmados en
las  leyendas  y cuentos de fantasmas  y bandoleros de vuestras sierras, en  María Solís, la bella durmiente charillera de
uno de vuestros cortijos desimanados, donde se plasmaron tantas ansias de amor.
Si hablaran las paredes de las tinas, los techos de las caballerizas, se podría
formar una ruta turística de las leyendas imaginadas,  de relatos compartidos  y 
de  vivencias bucólicas al  amparo de 
viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar 
de ensueños y triángulos de amor 
los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava, el Pozuelo, los Sordos,  Sotillo, la Charloca o los Barrios! …
En suma, esa lucha que hizo del charillero,  adalid del dominio de la naturaleza,  y 
excelente labrador que porfía en 
convertir en  paraíso  muchos lugares en torno a los riachuelos, a
los pozos de las entrañas de la tierra y ,sobre todo, en torno a la rica ribera
del arroyo del Guadalcotón. Por eso, me viene, estos versos de un poeta
jiennense que fue maestro en esta tierra Tomás Beviá, en forma de fandanguillo:
La debla,
Tristísimo
canto….
El amargo
sudor
De tus
olivareros
Se hace óleo
santo.
Al venirme de
tu tierra
Fue mi adiós
un fandanguillo
Que canté
junto a un castillo..