Cada lugar
suele tener un emblema distintivo, El vuestro es la torre-atalaya, que se
yergue en la cima del cerro de Flora. Vuestro cimiento  histórico, en palabras de un historiador
local: “El cerro de la torre que domina
la población debió ser algún antiguo pueblo fortificado, por los restos y
vestigios que todavía se encuentran , ladrillos, pedazos de ánforas, cimientos
de edificios, sepulcros con vasos lacrimatorios y monedas. Aquella torre
parece como si quisiera  manifestar  que fue vigía de  tantos esfuerzos vuestros y  callados en convertir el monte  bajo mediterráneo  en una tierra rica en olivo, vid y  cerezos. Y, eso sin contar tantas iniciativas
que, de seguro, vuestros  hombres del
campo han experimentado  a lo largo de la
historia y lo siguen haciendo hoy. 
Porque, en
Charilla,  se ha cultivado con
sabiduría  la apicultura , y  la miel 
de la colmenas ha abastecido muchos hogares de la comarca; aquí el queso
de cabra ha porfiado con el famoso manchego en mercados andaluces; aquí la  vid  ha
producido los vinos más ricos e impregnados de nutrientes minerales y de los
soles de los Arrañales de la Fuente del Gato, de la Vega o de las faldas del
Camino de Charilla; aquí, la cereza ha dado los mejores calibres y los mejores
sabores, siempre conseguidos por el sabio equilibrio que se produce en vuestra
agricultura al  unir  la destreza humana y   la generosidad del humus de vuestras
tierras.   
Esta tierra
recuerda aquellos versos, donde otro poeta de la zona cantaba: Ea, trae el 
vino.// Su llegada es la alegría y no  
hay más tristeza que en su continuo alejamiento.//Cuando se va, las
gotas del porrón son lágrimas,/ y//, cuando viene, la boca del vaso ríe como
burbujas//. 
Esta es
vuestra  historia, la historia colectiva
por crear una comunidad de vecinos afables y laboriosos. Sus hitos o momentos
históricos son sencillos, no son de caballeros ni hidalgos de batallas; su
lucha fue por hacer fértil la tierra o 
por  intentos en sacarle de sus
entrañas sus frutos como “ los muchos pozos y minas que se abrieron a las
faldas de Rompezapatos en busca de metales”; su 
historia es la de su Sociedades Obreras y sus Centro o Casas del Pueblo,
donde se apreciaba la enseñanza de adultos y se experimentaba en la seguridad
social con los más desfavorecidos; su historia es la de un pueblo nombre que
siempre se defendió  democráticamente en
los momentos más difíciles;  su historia
es la de los colonos y la de los pujareros; la de los propietarios y
campesinos, la de  los  ganaderos y 
la de  los hortelano. 
Pero, no sólo
Charilla es  su historia, tierra y su
laboriosa gente, sino que también es la cultura que empapa  y se 
absorbe a través de los poros del saber. Ya en 1851, “  Existía  una escuela de primera enseñanza, con cien
ducados de dotación, a la que concurrían 30 niños”. (Hoy, es una escuela
primaria, que cubre todo un ciclo muy importante en la formación del hombre
antes de integrarse en  la Enseñanza
Obligatoria). Aquella escuela y este nuevo sistema escolar dejan entrever
vuestro perenne amor por la educación. 
Pues,  los charilleros son gente
abierta al saber  y, por eso,  en 
esta tierra  siempre recalaron
aires de libertad, desde  finales del
siglo XIX. Aquí llegaron famosos
maestros que dieron cultura a todos los vecinos, trajeron nuevas
corrientes, y os hicieron pioneros de muchas iniciativas que  luego se extendieron en el resto de la
comarca. Desde los anónimos zahoríes, personas que recalaban en vuestras
tierras tras un periplo  por todo el
mundo, donde  habían aprendido desde la
curación de enfermedades, los cambios científicos de  los países y 
la cordura  ante las situaciones
difíciles hasta los recientes maestros del siglo XX.. 
En  nuestra comarca los
charilleros  fueron  de los primeros en tener una escuela oficial  fuera de la ciudad de Alcalá la Real,  supieron defender los principios  ciudadanos por los que, luego,  lucharon muchas aldeas y muchos pueblos.
Aquí, fue la tierra, donde camparon  personas
defensoras de la Ilustración, de los principios de la solidaridad, fraternidad
e igualdad, los que no se sentían timoratos por manifestar sus creencias y sus
ideología, los que convivían en paz, los que entablaban el bello diálogo en fe
y razón con el sano diálogo de la convivencia pacífica. Muestra de ello fue que  aquí hubo hasta dos cementerios para las
personas católicas y para el resto del pueblo, 
un ejemplo de una convivencia entre los agnósticos y cristianos sin
compartir momentos de estridencias ni siquiera 
o, menos aún,  odios ni rencores,
sino que siempre procurasteis el diálogo y acuerdo entre vecinos. De vuestra
tierra, salió hacia tierras americanas ese sabio charillero Alfonso López Martín,  hace unos años fallecido, que compartió con
miembros de  su familia la generosidad y
la entrega a favor de los pueblos subdesarrollados, al mismo tiempo
que  transmitió la enseñanza de nuestro
idioma  regentando una cátedra de lengua
española en tierras dominicanas. También, no encerró la cultura en un tarro de
perfume de cristal sino que la divulgó con varios libros escritos sobre el
español e intervino en muchos programas televisivos de la Universidad Abierta
de aquel país. Bella lección.

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