Al ver amenazadas sus haciendas las clases hidalgas apartadas de los regimientos años antes con motivo de la reforma de Gilemón de la Mota se aliaron con los propietarios de viñedos y levantaron a la ciudad, convocándola a concejos abiertos al toque de campana. Sus protestas radicaban en acusar al cabildo de malversación de los fondos públicos derivados de los bienes de propios, Pósito y del cobro de los arbitrios de las tierras roturadas y, por otro lado, en la defensa del vino alcalaíno impidiendo la entrada de vino foráneo. Incluso formaron federaciones y bandos al frente del don Rodrigo de Cabera y Luna mediante la convocatoria vecinal para hacer una bolsa y arca común. Para colmo de males, los nuevos impuestos sobre el toldo de la sal ocasionaron un levantamiento popular, en el que se enzarzaron los distintos bandos de la ciudad apoyados por las clases populares. La actuación del corregidor Soria y Vera fue tajante, pues no permitió las convocatorias de los concejos abierto al interpretarlas como un intento de levantamiento de uno de los bandos, el de Rodrigo deCabrera, que se había caracterizado por su rebeldía al pago de los impuestos sobre las tierras que se habían roturado para hacer frente a los gastos de la compra del Castillo, el pago de las alcabalas, la moneda forera y los préstamos obligados para los pagos a la Corona. Además de ser los más defraudadores y deudores, su política de obligar de un modo razonable a todos los vecinos chocaba frontalmente con las malvadas intenciones de aquellos que habían usurpados ilegalmente muchas tierras limítrofes con las tierras roturadas. Tampoco podía apoyar sus actuaciones criminales que llegaron a matar a un arriero que transportaba el vino importado por Luis Méndez de Sotomayor, destruyendo sus haldas y sus cargas.
El otro bando, a su vez, amparado en la fuerza del cabildo, los Salazar, Sotomayor, empuñó las armas y en más de una ocasión se enfrentó abiertamente con los Cabrera y Pineda. No le quedaba más solución al corregidor jiennense que ejercer su autoridad, castigando a los culpables de todo este tipo de tropelías y obligándolos a que pagaran las deudas y, además, hizo nuevas ordenanzas que prohibían la entrada de vino orasteros a la ciudad.
En su tiempo el maestro de danzas Juan Padilla actuó en las fiestas del Corpus.
1 AMAR. CAJA 167, LEGAJO 2.
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