Entre los mesones, destacaba
uno de ellos,
la Casa
de la Mancebía,
propia del cabildo municipal y
diseñada
por Martín de Bolivar,
que se trasladó
desde la fortaleza de
la Mota
a esta calle
en 1568, porque comenzaba a
no ser muy bien visto que, cerca de
la Iglesia Mayor, estuviera nada menos que la casa
de las mujeres prostitutas, curiosamente una importante fuente de ingresos
municipales que el cabildo municipal no quería
perder y tenía dicho servicio en arrendamiento. Estaba situada cerca del
pozo, que recibía el nombre de pozo de
la Mancebía en 1574. A ella se entraba por una
puerta de la ciudad, que llamaban de
la Mancebía, probablemente, sean los restos de un
arco que se insinúa antes de la de las Lanzas.
Solía arrendarse a un vecino que pujaba por ella y , como norma se
cobraba medio real por cada prostituta
en el siglo XIV y en toda Andalucía. Respondía a la costumbre de situar estas
casas en las afueras de la ciudad a partir del siglo XVI y en zona próxima
al mercado, lo que correspondía todo este espacio de las Entrepuertas,
porque, mientras Alcalá fue ciudad de frontera, esta casa ocupaba uno de los
arrabales cercanos a la calle del mercado. En concreto, en el denominado barrio
del Albayzin junto a las Entrepuertas hubo una casa, donde las mozas ofrecían sus servicios a los hombres. Curiosamente, junto a esta casa de propiedad municipal se ubicaban el hospital de pobres y muchas viviendas
dedicadas a actividades artesanales y a tiendas: herreros, tejedores, tenderos, zapateros,
sastres... No debió ser una casa
con una estructura muy firme, pues tuvo
que ser restaurada a mediados del siglo XVI por el arquitecto Martín de Bolívar
para finalmente pasar a una casa de la
calle Cava, a las afueras del recinto fortificado en 1569 y por último en las afueras de la
ciudad junto al molinillo. Tuvo un feliz
final y acabó fue transformada en
escuela de niños. Por su situación,
debió ser un sitio muy transitable, ya que los mesones se encontraban un poco más abajo de ella, el comercio se
desarrollaba a su lado y los viajeros
debían frecuentarla con asiduidad. Lo que está claro, que el aislamiento con la
ciudad se conseguía porque el antemural
y la entrada a la fortaleza ofrecían un sitio abrupto que obligaba un
esfuerzo a subir a la Casa de la Mancebía. Debía ser un callejón sin
salida al que había que accederse
directamente.
La composición
de esta casa solía estar
compuesta de varias mujeres dedicadas al oficio de la mancebía y de varios
rufianes que les buscaban sus encuentros con los vecinos de la ciudad. Un padre
de mancebía se ocupaba de que se
cumplieran todo tipo de regulaciones, administrativas, fiscales y sanitarias,
tal como establece las ordenanzas de 1520. Al estar cercana a la calle de los
Mesones permitía, el trasiego de
personas hasta dichos lugares, lo que
beneficiaba a los cargos conejales como a los alguaciles que solían cobrar por
permitirles el desplazamiento.
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