domingo, 20 de abril de 2025

Poetas de Virgen de Cabeza e n la Semana del Jaén

 POETAS ALCALAÍNOS DE LA ROMERÍA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA

No hubo en la historia de Andalucía una devoción y hermandad que más calara en los pueblos de Jaén que la Virgen de Cabeza. Cervantes no la nombró por gusto en su novela del “Persiles y Segismunda”, ni tampoco pasó por alto para tantos escritores como Lope de Vega, y poetas anónimos de la literatura popular entre las que nos encontramos al alcalaíno Lucas de Moya. Por eso, el amor a la imagen de la Morenita se mereció en desmesura que la Junta de Andalucía la concediera una de las Medallas de nuestra Tierra del Sur.

 Desde mediados del siglo XVI . acudieron al toque de su campana los primeros romeros, como el pastor de Colomera, y fueron convocados para ver a la Virgen Morenita. Nombraron su primer hermano mayor, por cierto, lo llamaban prioste. Fue Aparicio Martínez de Coloma. Y años más tarde recayó en Juan de Álvaro, un hombre ligado con la abadía, pues un familiar suyo llegó a ser nada menos que mayordomo de la Iglesia Mayor Abacial. De ahí no nos extraña que el abad Diego de Ávila diera anuencia a este grupo de vecinos para fundar la cofradía, y lo hicieron como decían algunos testigos por la gran devoción que aquellos hermanos tenían a Nuestra Señora de la Cabeza. Adquirieron una tienda de campaña para recogerse cuando fueran a la iglesia donde estaba su imagen, se hicieron un estandarte y banderolas. Y con toda su familia por el camino del barranco de los Postigo, Martos, Torredonjimeno hasta el Pilar de Moya, siguiendo por Escañuela, Arjona y Arjonilla se encaminaron hasta el Santuario. Deberían de estar contentos porque ellos, de seguro que lucieron todas las obras de arte que encargaron a la familia de Pablo de Rojas, y al padre Martínez Montañés. todo lo mejor que se le podían ofrecer a la Reina del Cielo, los cetros, y el bordado del estandarte, que ocupaba, por aquellos tiempos, el importante puesto detrás de las cofradías de Martos y Écija. Su organización se basaba en un sistema de rotación de cargos, el hermano mayor y los alcaldes que se nombraban año tras año. La componían setenta y seis cofrades. Y lo más llamaba la atención de esta gente, su devoción a María la tenían tan impregnada que era su advocación preferida hasta tal punto que contribuyeron a extender su culto en tierras americanas como el inquisidor alcalaíno Antonio de Castro y Castillo que reedificó una capilla de dedicada a la Señora en el año 1639. Así la cantaba un poeta actual:

Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

portaría yo el primero

un gallardete bordado

con su tarja y terciopelo.

En una cara pondría

la bendición del cielo,

tu imagen de Morenita,

bendiciendo a nuestro pueblo,

Y, en el fondo, entre la llave

orlada de leones fieros

el abad santo Domingo

que, a los dos, va presidiendo.

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

no sería yo cicatero

en ofrecerte del campo

ramas del verde romero,

que crecen en nuestros montes

de la Martina y el Camello.

montado sobre mi potro

y a mis bueyes conduciendo

toda mi familia iría

en abril a tu Cabezo.

Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

Mi mujer te ofrecería

para ornar tu presbiterio

de tafetán bello terno,

que de seda te tejió,

las frías noches de invierno.

 en el telar de su casa

con un candil ceniciento.

    Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

como devoto primero,

abejas de mi colmena,

porfiando en el Cepero

libarían rica miel

y cera con gran esmero,

que nunca se apagarían,

 ya corrieran fuertes vientos.

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

cando nació aquel genio,

le donaría madera

de pino para tus cetros,

do Montañés esculpiera

el pastor con sus borregos

y, en medio, a la Virgen Santa,

bajando desde los cielos,

y, en sus brazos, le pondría

al Niño Dios bendiciendo.

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

con los sesenta cofrades,

que, al principio, compusieron

esta primera hermandad,

me haría tu tamborilero,

redoblándole a la Virgen

con un sombrero de fieltro

y de encajes un roquete

que me lo compró mi abuelo.

Y a la Virgen le diría:

“Señora tú eres mi Mota,

  mi peldaño para el cielo

sin ti no tendré la meta”.

A la romería solían y suelen acompañar gentes que sufrían y sufren en sus carnes las desgracias físicas y humanas, no tenían ni tienen más esperanza y fe que creer en la Señora. Algunos llegaron con alma de poeta, como aquel ciego alcalaíno del siglo XVII, que imitaba a Gutierre de Cetina en sus estrofas. Su compartir el mismo sentimiento y la fe radicaba en el amor a la Virgen de la Cabeza cuando cantaba a la Morenita para dar testimonio ante todos los que convocaba por su romería. Así se expresaba Lucas de Moya, cantando esas vivencias. Y con sus versos se reflejan las mismas razones que a todos los romeros les invade y quieren transmitir a los demás:

             Torre de gran fortaleza,

 perla divina Oriental

tesoro de gran riqueza,

rico jardín celestial,

Señora de la Cabeza.

Quien viene con devoción,

a esta Santa Romería,

contrito de corazón,

le sanáis Virgen María

de toda pena y tesón.

Los muertos, por vos son vivos

dais a vivos sanidad,

en Berbería cautivos,

Tienen por vos libertad,

quitando llantos esquivos.

Pues sois Virgen por quien

todos tenemos victoria,

Cabeza de nuestro bien,

dadnos paz y después gloria,

por siempre jamás amén.

No es el único hito literario de Alcalá la Real. Con mucha razón, la cofradía mariana de la ciudad de la Mota nunca desapareció con su presencia cofrade en el Cerro. Y estas vivencias son recogidas por los versos de la famosa poetisa María del Pilar Contreras, cuando cantaba a principios de siglo a la Virgen de la Cabeza con motivo de los Juegos Florales del año 1909:

           Visten de gala los pueblos,

           en las andaluzas tierras,

cuando la fiesta anual

            de la Virgen se celebra

porque en las almas creyentes.

            incólume se conserva

la fe en la divina imagen

            aparecida en la sierra.

Desde este siglo hasta el siglo XX, este puñado de laboriosos agricultores y ganaderos, gente del campo, se reunieron en la iglesia de san Marcos y acordaron formar aquella asociación religiosa, que tenía como luz y guía la Virgen de la Cabeza. Debieron escuchar la voz de la campana que cantaba de esta manera Guardia Castellanos:

            Yo de san Marcos soy la campana,

la más humilde, modesta y llana

de cuantas tiene la cristiandad.

Mas cuando siento más energía

y al cielo atruena mi voz de hierro,

es cuando asoma la luz del día

en el que debe la cofradía

que en pie sostiene la ermita mía,

volver al Cerro.











y en mi espadaña toca que toca,

sugestionada por su grandeza,

grito yo loca:

¡Viva la Virgen de la Cabeza!


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