martes, 9 de septiembre de 2025

LA TORRE DEL CASCANTE

 Desde la Torre el Cascante,

 el niño mira a la Fuente,

 y la retama le sirve

  armaduras de juguete.

 Desde la Torre el Cascante,

/el alcaide ya presiente,

que los moros de Guadix

 traen un ataque inminente.

Desde la Torre el Csacante,

 un adalid se resiente

de una saeta clavada

del morisco de enfrente.

 Desde la Torre el Cascante,

 entre las Torres se siente

 avemarías rezadas

en la ermita oferente

 a la reina Coronada,

señora de nuestra Fuente.



CON GAMA, LOS RUTEROS,  pasearemos por el camino del Portichuelo, transformado en vía de bicicletas, hasta llegar a la viña de la ladera del Cascante, desde donde contemplaremos el valle de la Fuente del Rey, rememoraremos el hecho histórico del campamento del rey Alfonso, la tienda capitana con la imagen de la Coronada, sus vicisitudes e historia hasta la ermita neogótica actual, el lavadero (desde Martín de Bolívar hasta las reformas de Mendoza y Gatica) el reparto de huertas a los caballeros y las nuevas urbanizaciones. Luego, nos dirigimos hacia la Lancha y explicamos la villa romana y su fuente.  Y recordaremos aquella visita "Viramos hacia Entretorres, mientras explicamos el Llano de Mazuelos y el chozón de la antigua dehesa; pasamos por la urbanización del Cascante, nos adentramos en el carril que se dirigía a la torre del Cascante, explicación de sus elementos góticos, su funcionalidad en la frontera, y el control de la vía hacia Iznalloz y Murcia. Al volver el camino de Entretorres, nos  subimos a un altozano del portillo del Cascante, y divisamos la Mota hundida y comentamos la leyenda de una escaramuza conseguida por un ascendiente de los Linares.

 
Tras llegar al Portichuelo, explicamos un antiguo pozo artesanal y llegamos a Alcalá, donde fuimos al museo y visitamos la sala del homo neaRdeNthal: su industria lítica, su hábitat, sus yacimientos y sus hombres.  No dimos de lado a la pieza del mes y el tesoro hispanoárabe".






O . CASCANTE

Nos viene del castellano antiguo. Es castellano con variación de forma.

Etimología:

Cascar en peraleo tiene el significado habitual de hablar, con el matiz de que siempre suele referirse a hablar de cosas sin importancia, a hablar por hablar, equivalente al estándar charlarCascante es el participio activo (o de presente) del verbo cascar, lexicalizado como adjetivo y tomando forma femenina (cascanta).

En la Edad Media cascar significaba golpear, como en cascar nueces . En peraleo sobrevive la forma cascante (que casca), perdida hace mucho en el estándar, pero asociada ya al nuevo significado de hablar. En el estándar cascar también puede significar charlar, pero se usa muy poco en ese sentido.

Cascar proviene del latín quasicare (golpear), asimilada luego al ruido que hace la persona al hablar con un golpeteo.



LA DE ALCALÁ LA REAL HACE REFERENCIA A LOS PROPIETARIOS DE LOS TERRENOS DE  PRINCIPIO SIGLOO XVII  QUE PROVENÍAN DEL PUEBLO NAVARRO  DE CASCANTE, QUE AÑADÍAN A SJU NOMBRE Y APELLIDOS COMO UN GENTILICIO SURGIDO DEL TOPÓNIMO. 

La ciudad de Cascante fue un antiguo poblado celtíbero (Caiscata), junto al río Queiles, que se convirtió en un importante enclave romano (Cascantum). Nombrada por Ptolomeo, Plinio, Antonino y Tito Livio, fue la 11ª mansión dentro del itinerario romano que comunicaba Tarragona con Astorga.


La ciudad de Cascante fue un antiguo poblado fortificado celtibérico (Kaiskata), siglos II-I a.C., que se convirtió en un importante enclave romano (Cascantum) en el siglo I a.C. Es citada por autores romanos como Ptolomeo, Plinio y Tito Livio, y en el Itinerario de Antonino aparece como una de las mansiones de la Vía de Italia in Hispania, calzada que comunicaba Tarraco (Tarragona) con Asturica Augusta (Astorga, León).

Kaiskataoppida celtibérico que acuñó moneda en el siglo II a.C., se convirtió en Cascantum en los últimos años del siglo I a.C. tras la concesión de la municipalidad (Cascantum  se convirtió en un municipio, ciudad, con derecho latino) por el emperador César Augusto. La concesión de este derecho hizo que durante el reinado del emperador Tiberio (14-37 d. C.)  Cascantum acuñase monedas de bronce (ases y semises).

La concesión de estos privilegios por parte de Roma sigue figurando en el actual escudo de la ciudad: “CIVITAS CASCANTUM MUNICIPIUM ROMANORUM”

El señorío de Cascante  tuvo diversos linajes a lo largo de su historia, Don Pedro Sánchez de Montagut o los Condes de Lerín y Castro. Los Barones de Beorlegui fueron dueños del castillo, horno y molino, hasta que en 1551 la villa les compró estas propiedades por 15.000 ducados. En 1633 adquirió el título de Ciudad del rey Felipe IV, recibiendo el derecho a asiento y voto junto con otras ciudades en las Cortes de Navarra, obtuvo su separación jurisdiccional de Tudela, la Vara de Justicia y el goce de hierbas en los montes de Cierzo y Arganzón. Estos privilegios costaron a los cascantinos más de 30.000 ducados, en donativos al rey.

Poco después de otorgarle Felipe IV  el título de Ciudad, este mismo monarca, en 1642, la titulaba «Noble y Leal ciudad de Cascante». Participó en la Guerra de Sucesión Española.
















II

  Dejando atrás la torre de Charilla, los Llanos son un paraje de una zona de antigua dehesa, que conducía a la aldea de Santa Ana en dirección sudoccidental. Y la huella gótica se percibe todavía  en la iglesia que albergaba una  imagen de su  mismo estilo.  Cercana se encuentra una ermita, románica en el Paraje de la Fuente del Rey, Y del paraje semidesértico se pasa a una zona de huertas, regadas por los manantiales de varias fuentes, entre las que destacan la Somera y Fuente del Rey, un paraje donde se comenta que acamparon las tropas de Alfonso XI en 1340. A partir de este lugar las torres se visten de arquitectura gótica. La zona denominada Entretorres, hace alusión a las torres del Cascante y Moraleja, abandonan la forma cilíndrica de la Boca de Charilla. Por eso, les puso una base troncónica, cuerpo de planta circular, y se levanta con mayores dimensiones con respecto a otras del entorno; el perímetro llega a alcanzar en la de Moraleja más de 25 metros; y unos pocos metros menos, la del Cascante; el vano de entrada y acceso a una habitación situada en la parte superior obligaban a una escalera artificial y efímera para evitar los ataques imprevistos. Se coronan con un cuerpo superior de azotea, sobre una orla o guirnalda apoyada en canecillos que se muestran en forma de balcón, y e aparecen en la de Cascante. Estas torres formaban parte de una red que comunicaba a los labradores de estas tierras expuestas a peligros e invasiones continuas. Como centro fundamental, desde estas torres se disparaban los mensajes de fuegos variopintos a la fortaleza de la Mota, pero no perdían las emisiones entre ellas, la Dehesilla de los Caballos. Charilla, Puerto, las Mimbres y la del Puerto. Ahora, estas torres controlan un tráfico fluido de las nuevas rotondas que guiñan con su dibujo la silueta de las torres. Y, sobre todo, tras estas torres, parece como si el tiempo hubieran cerrado s otros núcleos concéntricos u otras comunicaciones transversales del tiempo de frontera.

III




Cercana a la ciudad fortificada de la Mota se encontraba la atalaya de la Dehesilla, la única que se conserva en pie por este flanco, sobre un cerro, cuyas laderas se reutilizaron en función agro ganadera. Bajando al ejido del Coto, se extendía la Dehesa de los Caballos, popularmente Dehesilla, una zona roturada desde el siglo XVII para el pago de los servicios a la Corona, en dirección a la Solana de Montefrío el olivar ha sustituido al viñedo, lo mismo que el Rosalejo donde abunda la sembradura y el olivar. Por los cuatro puntos cardinales hay veredas de acceso salvo por algunos lados que se interrumpe por estar recientemente roturados.  Esta torre gótica se asemeja a las torres de la Moraleda y Cascante, con las que se comunicaba en tiempos de frontera. De planta circular y un perímetro menor que las anteriores (14.70), muy cuidada por su aparejo y sillares regulares, sin base troncocónica y un balcón en la parte superior orlado y que circunda la parte superior con sus matacanes corridos, muy bien conservado. Un vano comunicaba con la habitación del alcaide, a través de una escalera de acceso de madera.






 Si avanzamos en dirección a Granada, se suceden una serie de torres, la mayoría de ellas destruidas o convertidas en muladares que ocultan las bases. Este es caso de la torre de la Peña del Yeso, que oteaba el recorrido de los viajeros del camino de Granada (actual N 432) y colocaba su punto de enlace con la de la Torre de Abril. Un poco más baja que la ciudad fortificada de la Mota, se encontraba sobre el cerro de las Esparteras de la casería Utrilla, y debe su nombre a la Peña del Yeso, sobre   un cerro cercano donde se ubicaba un  cortijo  abandonado. Con este nombre, solo queda metro y medio de esta torre,  y hace indefinible el perímetro y otros elementos de la torre aunque se distinguen la forma y planta circulares y la mampostería de piedras de su relleno.

 Siguiendo la carretera nacional esta torre debía comunicar con la fortificación iberorromana de la Gineta que se mantuvo en tiempos musulmanes. Este oppidum  jugó un papel fundamental en la ruta de acceso a Granada en dirección a las tierras de Moclín a través del valle del arroyo Velillos. Y su enclave estratégico dejó sus huellas incluso en la última Guerra Civil como puesto de vigilancia entre las dos zonas y algunas escaramuzas de desplazamiento de trincheras entre bandos por las zonas cercanas de Cerro Mulero y la Guzmana, No es de extrañar el asentamiento romana de su entorno e, incluso, los restos neardenthales próximos a este contorno. La Gineta se asemeja a una peineta y forma su escarpada subida, orientada hacia la fortaleza de la Mota,  un recinto adecuado para el control de  movimiento de tropas por esta entrada a los reinos de Granada. Desde la Gineta, pasando por el asentamiento romano y los restos del hombre de Neardenthal,  un camino en dirección hacia el Camello vira hacia el antiguo enclave de la Alcacieruela, actualmente deformada por Cariguela, donde una antigua fuente se viste de leyenda y de haber sido un recinto fortificado en dirección al final de los términos de Montefrio e Illora, por unos parajes marcados por torres, una desparecidas y recordadas en los Libros de Términos como la del Listán y otras  recogidas en libros de repartimientos y conectando las ciudades granadinas de los Montes orientales, como la de Matute.

Pero, volviendo al cerro de la Gineta, este controla una atalaya más baja situada en el cerro del Quejigal, le servía de aviso de todo tipo de incursiones enemigas. Esta recibe el nombre de Quejigal, pero en tiempos pasados los libros de términos  la denominaban de  Moclín,  y recientemente de Torre de Abril. A la derecha de la carretera de Granada, situada entre el Moralejo Alto, la Parrilla y la Guzmana, solo se conservan restos de las cuatro primeras hiladas, rellenadas de muladares del relleno interior cilíndrico, y se observa cierto enripiado de las juntas. Eslava en su estudios de los castillos y batallas la definía como la más avanzada de la zona cristiana. A partir del cortijo del Pleito y por los cerros de la Melera, si continuamos el camino del arroyo del Velillos, podemos distinguir las atalayas de tierras granadinas en un paraje romántico, Con la mirada dirigida al castillo de Moclín, una llanura bautizada con Malalmuerzo, todavía rezuma un acontecimiento bélico entre las tropas alcalaínas y del señor de Alcaudete, donde y se encuadra un circulo de atalayas, donde destacan la Porqueriza, Solana y Mingo Andrés entre un paisaje singular de golliznos, valles, picachos, campos llanos, arroyos y sendas empinadas.

Pero dirigiéndose desde la Gineta hacia los Montes de Trigo y el Paredón o dominos de  Noalejo, el río Velillos, se protegía por alquerías y villares, que ofrecían un flanco abierto  para la defensa de frontera. Subiendo a los cerros de la Hoya del Salobrar, este terreno debió estar protegido por las atalayas, la  alta y la baja, cercana a los partidos de campo de riberas y Mures, que comunicaban con la de Pedro Sánchez ya por tierras del Espinar y  Cerezo Gordo. Un oppidum iberorromano cercano a la Ribera Alta  defendía las tierras y riberas molineras  del  primer tramo del río Frailes, tal como se llama este por Frailes y se protegía por  otras torres. Pero estas últimas han quedado solamente reducidas a su denominación toponímica y a su comentario histórico. Pues se adentraba a una zona boscosa, sin apenas acceso humano, a lo más en cierto tiempo adehesado, donde el paisaje, la altura y la montaña era la mejor pantalla estratégia. A  cualquiera le vienen a la mente  estos versos de esta zona  de este romance fronterizos "Caballeros de Moclín, / peones de Colomera, /entrado había en acuerdo, / en su aconsejada negra,/ a los campos de Alcalá/ donde iría  a hacer la presa./  Continua con la escaramuza del cortijo de la Matanza, la fuente del Malarmuerzo".  Y se convierte en el adalid que quería ganar la batalla informativa para atraerse a los turistas, que le rodean mientras contempla desde estas sierras  el castillo de Moclín, Como si quisiera vengarse de aquellos caballeros que habían zurrado una buena paliza a los personajes del romance y de transforma  en virtual guía incitando  a la visita de  estos lugares de atalayas.


v

            Acaban el año 2015 la serie de las torres y atalayas alcaláinas. Hace años, a través de este medio de comunicación nos acercamos a nuestros  lectores con una diversidad temática que no se ajustaba a padrón alguno. Los meses fueron el siguiente  hilo conductor que  sirvió para la comprensión de la idiosincrasia alcalaína; luego, los doce miradores fueron las tribunas desde donde se  dibujó el contraste en la ciudad del pasado y la del futuro; durante este año, las torres, se han introducido en la trama urbana y han aportado  diversos ángulos de la sociedad de la ciudad de la  Mota, siempre partiendo de los fundamentos históricos.
            Como colofón de estos artículos, dedicamos el último a las Entretorres. Un término yuxtapuesto, original  y autóctono que  refleja una parte del  territorio municipal, antaño adehesado y hogaño tierra de olivos. Está comprendido entre dos ejes muy importantes del partido judicial de Alcalá la Real, las carreteras de Granada y la de Izanalloz: la primera fue siempre un camino real de comunicación de las tierras del Alto Guadalquivir a Granada y tierras de  su Costa; la segunda, un camino que conducía a los montes granadinos y las tierras de Guadix y Baza;  la primera, sufrió una transformación de ser camino carretero a carretera  desdoblada, e, incluso, autovía prometida para enlazar Badajoz con Granada; la segunda, antiguo subeje andaluz y suplantada por la autovía de Andalucía.
            Entretorres es un espacio definido y controlado  por las  dos torres, afortunadamente mejor conservadas e, incluso rehabilitadas: la del Moraleja y la del Cascante. Si hubiera de confrontarse el conocimiento  de este tipo de atalayas por parte de los vecinos , de seguro que ambas son las más conocidas por encontrarse cercanas a núcleos poblacionales más próximos a la capitalidad de la comarca alcalaína. Estas torres se cimentan en civilizaciones anteriores que se remontan a la prehistoria y los primeros pasos de la historia local. No es de extrañar que el mundo argárico y los íberos rondaran por estos lugares; tampoco no es atrevido proclamar que debieron ser un hito e, incluso, un jalón en la ruta de entrada  púnica desde la costa granadina a las tierras jiennenses del Alto Guadalquivir: algunos restos arqueológicos y el hallazgo de numismática cartaginesa  lo confirman  con rotundidad. Han sido las mejor rstauradas y conservadas; los vándalos no dejaron intactos la información ni su iluminación.
            Pero, sobre todo, Entretorres responde a un periodo histórico de mundo de frontera, donde los alcaides de las atalayas pasaban muchas jornadas con ojo avizor esperando invasiones de enemigos en tierras cristianas, fingiendo alguna que otra travesura para despistarlos como aconteció en las gestas de los Arjonas,  Linares o Arandas, o, simplemente viendo pasar las caravanas  de comerciantes en tiempos de paz.      
            Y este es el símbolo natural  de este lugar que transciende su ubicación territorial. Entretorres es la esencia viva de la historia del pueblo de Alcalá la Real. Es testimonio de  tiempos pasados y de  enfrentamientos superados por la sana convivencia; tiempos  de crisis  y subsistencia que dejaron paso a los ciclos de prosperidad y de paz. Muestra del esfuerzo humano para transformar la naturaleza de los amplios eriales y pastizales de ganados  en  tierra roturada  de cereal en los primeros años y,  a partir del siglo XIX, de olivos  serranos. Incluso, Entretorres ocupa un  lugar privilegiado  de ocio y asueto, donde han fijado la residencia muchos vecinos, con lo que se cierran los tres sectores productivos.
            Entretorres es una página de la historia que mira , por el paraje de Los Cipreses, a los  polígonos de la Fuente de Granada y Retamal, un importante paso  hacia la industrialización  de Alcalá, que  encendió y mantiene  la luminaria de la Escuela de Empresas, desde donde han surgido nuevos empresarios alejados al prototipo de generaciones de antaño y han logrado que las diversas crisis no se resintieran con tanta intensidad en la comarca alcalaína. Incluso, por este ángulo, las naves  se prolongan hasta la zona de  la Dehesilla y el Llano de las Aves Frías, pasando por  los márgenes de las carreteras de Villalobos y Granada. Sin embargo, desde el matacán del Cascante no queda anclada la vista en el monte bajo de los Llano y de los nuevos olivares sino que sus campos se han visto transformados en los dos grandes polígonos del Chaparral y de Llano de Mazuelos. Durante muchos años y siglos, estos últimos campos fueron dehesa para el ganado, rincones hortelanos junto a los arroyos  de la Pasailla y de la Lastra, roturaciones de cereales  hasta el siglo XX; ahora se le reclama que sus antiguas setas se conviertan en industrias a porrillo, como si pudieran  sembrarse  con la rapidez de las sementaras anuales. No obstante, por lo que respecta al  polígono de las  tierras de Biedma, se ha pasado  la página de la historia de aquellos terrenos que fueron  bienes de la beneficencia de Pedro de Moya y gestionó su sobrino Pedro de Biedma ( el que le dio el nombre  hasta muy recientemente), para convertirse en asentamiento completo de muchas industrias  con un claro programa de promoción empresarial ( desde el valor de los terrenos hasta   otro tipo de subvenciones). Nadie podría imaginar que lo que fueron canteras y pasto de ganado lanar se convertiría en zona industrial del plástico.    
            Entretorres, por tanto, se nos convierte en epítome de evolución territorial y  reflejo del año actual, un año convulso   y se han experimentado ( también, se  palpan)  importantes   cambios que atañen todos los espacios; desde lo local  a lo global;  desde lo individual a lo social  pasando por lo vecinal, asociacional y familiar. Sus torres contemplan la simbiosis en la que conviven lo rural y lo industrial, el progreso de las aldeas como Santa Ana y la mano tendida a nuevas perspectivas industriales de la ciudad de la Mota.

            Entretorres, ha sido y es síntesis de los puntos de mira de Alcalá la Real, de su zona aldeana y su capitalidad, de su agricultura y nueva industria, de su pasado y su progreso. Toca en la nueva serie bajarse  y pisar tierra firme, dejar los miradores y descender de las atalayas, para nuevos tiempos “ Entre tiros y altozanos”. Felices Navidades. Y un año 2016 que supere todas las crisis.  


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