Me encontré en un registro de 1640, un inventario en el que se hallaban varias cajas y había realizado Juan Gutiérrez al recibir no la dote de Jerónima de Cáceres. Entre ellas una cajita de chochos valorada en seis reales. De la primera palabra solo tenía la forma de un fruto que se llamaba altramuz o lupino y de azabache me quedé por las piedras y su valor ornativo y mágico.
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