En Castilla, el derecho de la
sal causó una de las tensiones más
importantes, porque la Corona obligó a pagarlo en 1624. En efecto, la producción de la sal había sido concedida a
la ciudad por el rey Alfonso XI[1]
y el cabildo municipal lo adminsitraba libremente hasta el presente reinado..
Abastecida la ciudad por las salinas de Filique, la de la Rábita y otra
particular no aceptaba otro tipo de abastecimiento ya que lesionaba sus
ingresos y la economía de los vecinos. En 1624, un ejecutor vino a ajustar las
cuentas con el cabildo y las esxhaustas arcas municipales se vieron obligadas a
pedir un préstamo a los labradores y a
vender trigo del Pósito para saldar las cuentas.
En 1625 se agotaron las salinas
de Filique, y la sal se trajo de Baena, Luque y Cañete. De nuevo, en 1631, un
ejecutor, enviado por el administrador de la sal don Manuel Pantoja, vino a la ciudad a castigar los fraudes que
se cometían en el impuesto de la sal y a
cobrar los atrasos que se le debían a la hacienda real. Sin emabargo, el cabildo
no aceptó la imposición y, prueba de
ello, fueron estas alegaciones muy interesantes para el estudio de la comarca
alcalaína:
“para elegir las mil fanegas de
sal que eligieron fue con sabiduría, que esta ciudad y su villa del Castillo y
cortijos y caserías tenían poco más de dos mil vecinos, abiendole numerado por
personas por aber casa en que biven 3 y 4 vecinos, porque, si fuere por casa,
biben la quarta parte menos y las grangerías de ganados que ai en esta tierra
no son considerables, porque el término es tan corto que no tiene, por donde
más, legua y media, y este término está ocupado en las haciendas más
principales que ay que son herdades de biñas, y las tierras realengas que abía
y dehesas están rotas y, siendo tierras
labrantías por facultad de S.M, para la paga de 72.000 ducados de plata para la
composición de alcabalas y 50.000 ducados en la compra del Castillo y otra
composición llamada forera y por otros dos donativos (34.000 ducados) no a
quedando donde criar ganado y algunos pocos que ay se llevan a la Costa del reino de Granada y
otra partes donde se sustentan sin sal y si es menester las compran allá y para
agostar los dichos ganados se llevan a la Campiña, porque, si aqui se le da
la sal, adolescieran y miran de boz, y
la grangería, que ay en esta ciudad y su jurisdicción, que se gasta en sedar en la matanza del ganado de cerda y éste es un gasto incierto, porque este
ganado no se cría en esta tierra y el año que ay bellota de los montes algunos vecinos van las ferias a comprar este
ganado y sacado de ellos unos lo llevan a Granada y otros puestos, y lo pesan
fresco y pocos tocinos[2].
Se evaluaba así un gasto
aproximado entre 600 o 700 fanegas de sal, que no coincidía con el evaluado en
dos mil fanegas por el administrador de tal modo que provocó el apresamiento
del regidor y de alcalde del Castillo.
Por eso, : la ciudad trató de evadir el impuesto y de que no paguasen los pobres, a pesar de
que, los que más la gastaban, eran los
poderosos. Tras diversas negociaciones, se determinó el consumo de los vecinos
de la ciudad sin que se restringiera a
los vecinos, y tampoco, al ganado vacuno y caprino, ni para salar tocinos y amasar el pan y en los
hornos. En concreto, se fijó por el comisario Pantoja en una cantidad de 1.250 arrobas de sal que
suponía una imposición de 2.226 reales[3] . A
esto se opuso el ayuntamiento, porque todavía la ciudad no estaba de acuerdo
con dicha cantidad alegando que eesta
cantidad repondía a los años de mayor
consumo ( y el precio se calculaba en 40
reales la fanega) por lo que se comprometió a 1200 arrobas.
Pronto surgieron las protestas
por parte de los vecinos que se quejaron del precio excesivo de la sal, que
imponía el administrador Pantoja. Pues desde el sitio de origen se vendía a
cincuenta reales la fanega, mientras si
se compraba en Porcuna y Jaén vendría en
detrimento de los vecinos más pobres por los gastos elevados de acarreto y
administración. No obstante, se llegó a un acuerdo de que la ciudad se
abasteciera de las salinas de Filique y el resto de otras salinas de Andalucía,
repartiéndese entre los vecinos la cantidad restante, ya que el precio se elevaba a
110 reales/ la fanega y difería mucho desde el origen.
El pleito de la sal continuó
otros diez años más hasta que al administrador Manuel Pantoja estableció un
plan en el que se permitió la saca de las salinas de Filique y la venta por
tolderos en Alcalá y Castillo. Se fijó el precio de la venta de la sal en los
puntos de extracción a 11 reales la arroba y 33 ms el cuartillo y se acrecentó
hasta 22 reales en los almacenes de los
tolderos, los cuales se obligaban a pagar las imposiciones a los
adminsitradores reales de Jaén . Todas
medidas reales del verano de 1632
dieron lugar a continuos litigios
y el envío de muchos ejecutores de la Corte para cobrar este impuesto[4].
A esto se añadía que no era muy
regular el abasto de sal, porque hubo momentos que hubo de traerla de otros
lugares. Así, en 1632 se trajo del alholí de Priego[5] .
Incluso, ante los abusos y la corrupción de los tolderosde la sal, el propio
corregidor obligó al cabildo a asumir, en
muchas ocasiones, medidas para gestionar directamente las propias salinas sin necesidad de
intermediarios o mayordomos. Pues, no había más que contrastar los precios
exigidos por la Corona hasta el punto
que, en Filique y la Rábita, la fanega salía a 25 reales la fanega.
En 1633, de nuevo resurgieron
serios problemas en el cómputo de las cantidades consumidas que se estabelcieron en la suma de 1.038 fanegas. Cada una de ellas se tasó al
prcio de 86 reales , de los que el rey recibía 60 reales. Los vecinos tuvieron
que afrontar medida a sabiendas que no se
consumía por los vecinos 160
fanegas que había que repartidas por tres años en una cantidad de 31,805 reales
para pagarlas a la Corona[6].
Pero el grado mayor de tensión
tuvo lugar con la llegada del administrador de la sal en Andalucía el caballero
de la Orden de Calatrava Manuel de Pantoja y Alpuche que obligó a un
acopamiento voluntario de 1.200 fanegas, cuya unidad debía cobrarse a 86 reales
y medio, cargando cuatro reales para la
fábrica, dos reales del derecho antiguo y gastos de acarreto, mermas , y
ventas. En contraste con el nuevo precio,
ela anterior salía a sesenta
reales incluidos todos los gastos. Ello obligaba a cargar sobre los vecinos 34
reales. Un grupo de vecinos, encabezado por Pedro Gómez Pedrero, que luego será
administrador y todlero de la sal, se juntó en rebelión y llevó a cabo un tumulto en la ciudad
negándose a pagar dicho tributo. Los regidores tuvieron noticia de estos
acontecimiento y lo trataron en el
cabildo del 20 de mayo en estos
términos, encomendando al abogado Pedro Muñoz de los Díez abrir una querrella contra todos ellos:
“Pedro Gómez pedrero y otros se
juntaron y han concitado y alborotado esta ciudad diciciéndolo lo más público
de ella ,delante de mucha gente, que no se dé esa cantidad en Jaén, que se ha
cargado y ha sido injusticia el pedirla, y otras palabras descompuestas con la
justizia y reximiento, diciendo que todos los vecinos no paguasen y que él los
libraría, escribiendo muchos que reducía
obligandoles a que abían de dar dineros, con lo qual lebantó los ánimos de los
vecinos de suerte que no se puede conseguir el servicio de Su Majestad ni
cobrar lo que se daba, porque todos fiados en las promesas del dicho Pedro
Gómez y consortes se escusan de pagarlos y las prendas que se le sacaron no ay
quienes las compre, por cuya causa está detenido un ejecutor despedido por el
dicho señor Manuel Pantoja, que viene a la cobranza de la que resulta debiendo
de la dicha sal y que se resta debiendo
y por que demás de lo referido el dicho pedro Gómez es hombre sidicioso
en esta república y, que todas las veces que se ofrece de escribir a Su
Majestad siempre mal de los acuerdos del cabildo y lebanta a los vecinos; para
que no lo haga, importa que se le castigue de oficio por la Justicia.
Ante el mal cariz del asunto que
tomaban los asuntos, la ciudad acordó
trasladar el 23 de mayo una carta a la Real Chancillería de Granada por
la que significaba el desacato anterior al Rey en el impago de la sal,
solicitando al mismo tiempo que se castigara al promotor del alboroto por parte
del adminstrador de la sal.
Además se enviaron varios
regidores a entrevistarse con él y se constató que era real la situación: “Con
el lebantamiento de algunos vecinos de esta ciudad se impide la cobranza a Su
Majestad de lo que se debe el resto del acopiamiento voluntario de esta
ciudad”.
A finales de mes, el pleito se encontraba en manos de los abogados y del propio síndico
de la ciudad. Este se entrevistó con Gomez Pedrero para hacerle desistir de
todos los movimientos al mismo tiempo qie emprendió todo tipo de acciones
judiciales contra su persona. El asunto era bastante delicado porque los nuevos receptores del impuesto de
la sal veían que la merma que se producía en la recaudación les obligaaba a
grandes desfases en el balance de las cuentas y, por otra parte, los ejecutores
acuciaban con contínuos recargos que apremiaban a la ciudad. Aún más, el propio
Pedro Gómez seguía incitando a la ciudad, porque los regidores se habían
obligado a pagar a 16 reales por fanega de sal en el acopiamiento voluntario
sin permiso ni facultad real.
La ciudad, ante los
acuerdos comprometidos, no tenía otra
salida que proseguir el pleito emprendido. Por otra parte, el administrador de
la sal nombró al alcaide de Porcuna Diego del Rincón como subdelegado para que
asumiera el asunto en el apartado judicial y se presentó en Alcalá con un
alguacil. En el mes de marzo Manuel de Pantoja se trasladó a Granada para
resolver el conflicto. En septiembre, se cobró el primer pago de acopiamiento
de la sal a un precio de 56 reales la fanega. Pero en diciembre hubo que
traerse de Baena a setenta y dos reales. El recargo que los vecinos soportaban
en la sal quda manifiesto en estas cifras: 52 reales para el rey, dos reales a
Baena por el derecho antiguo, 3 reales al fiscal, 4 reales y emdio por el
acarreto y conducción y 5 reales por ventas y mermas.
En 1634, de nuevo, se sacaba la sal de Filique, y su precio con el acarreto y costos no alcanzaba la suma de 27 reales por fanega en el mes de septiembre.
Dentro de esta línea, en 1646,
los gastos de la guerras obligaban a
nuevas imposiciones. Por esoi, se llevó a cabo de nuevo el arrendamiento de las tierras mencionadas y se contribuyó con un
nuevo donativo de 37.000 reales.
Pero, este tuvo lugar en medio
de una situación muy embarazosa. Pues el corregidor Gregorio Antonio de Chaves
y los regidores iniciaron el rompimiento y el arrendamiento de tierras sin
permiso ni provisión real. Se anularon las medidas y se impusieron penas a los
gobernantes. Ante la protesta de los compradores de tierras, todos ellos
vecinos de Alcalá y Castillo ( Juan Ramírez de Tejada,, don Pedro de Aranda
Figueroa, don Pedro Garcés de Acosta, don Francisco de Herrera Valenzuela, don
Pedro Diaz de Arce, Juan Fernandez Clavijo, Alonso García de Baena, Benito de
Ortega, Jacinto López de Cortes, Pedro LLorente, Juan García ee Vilches,
Melchor García de Vilches,, el licenciado Juan Ruiz Hidalgo, don Alonso de
Moya, María de Alvarez de Huelte, viuda de Juan de Santiago, Alejo Sánchez,
Francisco Romati, y Martín de Molina), se inciaron varios litigios que
culminaron en 1650 cuando el comisionado
real don Pablo Méndez Salazar, volvió a anular la venta de los terrenos
adquiridos en el año 1635 y se pagaron los desembolsos de los compradores,
agregaron la cantidad cobratoria del arrendamiento de las tres mil fanegas de
tierras a los arbitrios que se pagaban para la paga de todos los censos que se
habían contraido en la composición de alcabalas, donativo de los años
anteriores y la compra del Castillo de Locubín, y el nuevo donativo de 22.000
ducados, anulándose otras sentencias anteriores que impedían el uso de las
tierras. Al mismo tiempo, se sentenció que se pagara todos los dineros
invertidos por los compradores de tierras. Las tierras comunales quedaron
definitivamente para uso y pasto común del pueblo y sus frutos e ingresos
quedaron comprendidos dentro de los propios de la ciudad. Todas estas medidas
se tomaban a favor de la ganadería y previendo medidas de despoblación de la
ciudad, así como en base a los antiguos privilegios concedidos a los vecinos de
Alcalá y Castillo. La ciudad contribuyó con los veintidos mil ducados(8.254.000
maravedís) mas otros cuatro mil para los gastos de administración.
En tiempos del corregidor Fontanet se contribuyó con otros 17,450 reales para colaborar al viaje del monarca hacia Alemania en el año 1648. En este clima de empréstito y deuda municipal, la situación de la villa castillera dió lugar a un nuevo e importante incidente en el que un alcalde ordinario, Salvador del Olmo, fue apresado por el corregidor Tomas Fontanét en el año 1648. El motivo no era otro sino que se había sobrepasado en las competencias de dar licencia para la celebración de una corrida de toros con motivo de las fiestas de la Virgen del Rosario el día 10 de septiembre. Los siete hidalgos y el clero apoyaron este movimiento de enfrentamiento del alcalde ordinario frente al corregidor, alegando que es vergonzoso lo hecho por el señor corregidor con Salvador del Olmo, teniendo éste el Gobierno de una Villa tan principal, en donde hay Vicaría del señor Obispo, mucha clerecía y tantos y tan principales caballeros
No hay que entenderlo, como el
recopilador castillero Rafael Alvarez de Morales y Ruiz defiende
apasionadamente, que era un atentado en una situación en la que la ciudad no
pagó los compromisos de pago de la villa con la Corona hasta el 1698 y el ambiente tenso que reinaba
entre las dos entidades, sino más bien uno de los frecuentes desajustes que se
producían personales y de competencias que dependía más de la autoridad
ejercida por el propio corregidor, ya que los datos son esporádicos de
enfrentamientos. Dentro de este contexto hay que entender que intentaran en
varias ocasiones el pago de contribuciones o donaivos como en 1660, sin embargo
la ciudad de Alcalá no permitía la división administrativa ya que se
consideraba la villa del Castillo de Locubín sin concejo municipal y los cargos
de los alcaldes ordinarios y el alguacil mayor simples ministros de escribir
causas y apresar personas en los pleitos para remitirlos al corregidor
alcalaíno.
A esta situación no contribuía la sequía pertinaz que desde el 1635 llevaba la miseria a los campos y culminó con el duro año de 1639. En 1650 la ciudad de nuevo contribuye con veintidos mil ducados a la Corona, con el permiso de las roturaciones de las tierras principales y las nuevas. Además, se agrava de nuevo la situación con los años de sequía, que vinieron desde el 1651 hasta el 1656, que volvieron a repetirse desde el 1661 hasta el 1666, provocando una corta cosecha en la que los labradores se vieron obligados a pedir trigo del Pósito por la pobreza y estado en que se encontraban en el año 1559. El rey concedió en recompensa a la ciudad que difrutara del privilegio de las varas de alguacil mayor de Alcalá y del Castillo, quedando reservadas para los regidores que solían ceder en el cabildo de suertes en unos tenientes. Junto con la misma concesión se le concedieron los beneficios de las Penas Ordiniarias. Em esta decena de años comprendidos entre el 1550-1560 se multicpliaron los donativos , agenciados por los coregidores ( uno en el año 1652 de por Cristobal de Moscoso 385,372; otro en en 1654 de 187.500 reales por el corregidor Alfaro y Milán; Otro en 1657, ofrecido por particulares de 178.708, más otros dos de 400.ooo maravedís y otro de 84.628 reales)
En 1662 concluyó el conflicto
entablado entre los compradores de las tierras roturadas y la ciudad. El rey
concedió la licencia del disfrute de todas las tierras comunales y baldías para
pasto y uso del pueblo, habíendo compensado la ciudad a la Corona con una nueva
subvención de treinta mil ducados en el año 1630. Ligado con ello era el
desabastecimiento de carne de la ciudad que dió lugar a medidas drásticas en
1665 a que se embargaran los ganados que se comerciaban en la feria de Noalejo.
Los años finales no son sino un
rosario de continuos pleitos con el corregidor de Jaén, que se refieren a los
periódicos aplazamientos de las deudas contraídas por las imposiciones de los
arbitrios, el tercio provincial de la milicia y el alojamiento de compañías en
la ciudad y el Castillo de Locubín ( dos compañías en 1659). La ciudad manifiesta
su carácter independiente del reino de
Jaén ante las continuas demandas de fondos municipales recurriendo a todo tipo
de órdenes que en realidad no eran puras
medidas de la Corona para el gasto militar y fastuoso de la Corte, como
la contribución de la Iglesia de san Isidro en Madrid con 200 ducados en 1559.
A pesar de su carácter privilegiado que le impedía el asumir estas medidas , la
situación bélica con Portugal le obliga a responder a los servicios de la
Corona. A ellas se acumulan las peticiones de los donativos dirigidos por la
propia Chancillería o la Contaduría General. La situación administrativa debió
ser bastante farragosa por los contínuos pleitos con los administradores de las
distintas tierras, del papel sellado y de otros arbitrios hasta el punto que se
encuentran con dificultades para poder ocupar los cargos de mayordomos,
receptores y depositarios. e, incluso, algunos cayeron en prisión ante no poder
rendir un correcto saldo de cuentas. En este periodo final la ciudad respondía ante aquel cúmulo de
censos, donativos, y medidas recaudatorias con tres tipo de tierras roturadas(
las cinco mil, las tres mil y las mil fanegas de tierras concedidas al Jurado
Orduña), las sisas de carne y aceite, quiebra de millones que solía incrementarse continuamente hasta
llegar a a los cuatro ms por arroba de vino y vinagre y el papel sellado que
practicamente administraba el de todo el corregimiento y algunas ciudades de la
abadía. No obstante practicamente todos los ingresos de sus propios se encuentran
embargados por los acredores de préstamos a los que había que pagar en su
capital y réditos hasta tal punto que la posiblidad de maniobra era casi nula.
Marcelino Faries y Gonzalez
miembro del Consejo de Su Majestad trató de que se llevar a cabo un saneamiento
en 1660 con la reducción de los oficios y la extinción de los ministros de la
Santa Cruzada, y el nuevo arrendamiento
del fruto de la bellota las
tierras concedidas por anteriores arbitirios
de los donativos de 1629 y 1652. No obstante, estas medidas iban
dirigidas para conseguir un nuevo donativo de 100.000 reales convertidos
619.660 maravedís, que incidían tan sólo a los vecinos que se quejaban:
como es notorio no ay ni tienen
tratos ni comercios que en otras
ciudades y lugares ay y lo que
tienen se componen de unas cortas tierras y beneficios de alguna heredad de
vinos que con sus frutos y cosechas escasaemnte se conservan
Al final en el año 1661, se
concretó otro nuevo donativo de 8.000 ducados para ayudar en las cargas de la Corte con
motivo de la guerra de Portugal. Para ello se reestructuraron los
distintos arbitrios que se conseguían a través de anteriores concesiones de
tierras y se reunieron en uno sólo. El estado de la situación que se detalla en
un cuadro al margen
ARBITRIOS, IMPOSICIONES Y GASTOS |
AÑOS |
CANTIDAD |
||
Arbitrio de tierras
principales y fruto de la bellota de Moneda Forera, compra del
Castillo y donativo del año 1627 de 24.000 ducados.-Donaivo que
benefició don Juan Chumacero y
Carrillo del Consejo de S.M.1629 -Facultad del mismo para la
Fuente del Castillo - Beneficio para el viaje
de los Reyes a Alemania. -Donativo voluntario y
particular de vecinos -Casamiento del Rey Nuestro
Señor. -Benfeicio que gestionó
Cristobal Moscoso y Córdoba del Cosnejo de S.M. -Beneficio de Juan de
Alfaro y Martínez -Del mismo. -Donativo voluntario de
vecinos -Representación
para consumir los cargos |
1625 1627-1629 1633 1647 1648 1648 1651 1654 1654 1657 |
Pago de réditos de censos
que se tomaron para hacer frente a la Corona. Se hicieron cuentas hasta 1657
de 3 en 3 años. 24..0000 ducados 37.500 maravedís 375.000 ms 385.372 187.500 ms 654.178 450.000 84.628 |
||
Los arbitrios
de las tierras nuevas |
Pago del
donativo de 22.000 ducados en 1650 |
se prorrogaron
y destinaron en 1657 en la compra de las tierras que había enajenado Luis
Gudiel y tambien se destinaron a un nuevo donativo de 8000 ducados en 1663. |
||
Las mil
fanegas del jurado Muñoz de Orduña |
Desempeño de
propios, otros donativos y otros servicios militares |
Pago del
empeño de los propios por varios censos y gestión administrativa y el nuevo
servicio de 1662 que supuso 600.000 ducados repartidos entre toda la nación
para la Armada desde 1663. |
||
Campaña de Cataluña Envío de 24
soldados a Portugal a través de la Compañía de la Costa |
1639 1661- y 1663 y 1664 y 1666 Campaña de
Portugal |
|
||
|
|
|
||
Donativo de 1663 que
gestionó don Marcelino Faries de Guzman 100.000 reales, que equivalía a
1.238.000 maravedís, en dos plazos para la Armada. Obligaba una facultad de
la Real Chancillería por Francisco de Monzóm Donativo de
8000 ducados |
1663 Campaña
de Portugal |
Las mil
fanegas de Orduña y en el año 1665 los arbitrios de las tierras nuevas |
||
Contribución a
los cuatro tercios de para la conquista de Portugal por el reino de Jaén en
la cantidad de 721.225 ms anuales. |
1664 Portugal |
Arbitrios de Tierras de
anteriores donativos Pago de las sisas y
quiebras de millones: libra de carne y ms de panilla de aceite. Venta de 300
fanegas del Pósito. |
||
Contínuos alojamientos
y tránsiitos de tropas |
1663 /63/
1664/130 caballeros/1665 /160/, 1669/ alojamiento del Tercio del conde de
Frijilana/ |
Préstamo de
12.000 reales y dinero del Pósitop con la venta de 200 fanegas |
||
Donativo para
la Guerra de Portugal y prevención ante el comercio de la Indias en 1666 |
1666 Guerra de
Portugal y prevención del comercio de la Indias. Era un donativo general y
voluntario de 1.000.000 de vellón
parecido al de 1664. Se libran 36.000 reales de |
Sobre las
turas de las 3000 fanega para pagar las tierras, lñas 5000 fanegas del
donativo de 8000 ducados y 22000, moneda forera y compra del Castillo |
||
Sisas anuales
sobre las cuatros especies(carne,
aceite, vino y vinagre) de 80.000 a 100000 reales con gastos |
1664 |
|
||
Bagajes para
las tropas de Portugal |
1665/43/ |
Préstamo de
a2.000 reales |
||
Saca de trigo
para abastecer a Granada |
1664 y 1665 |
Pósito y
particulares |
||
Nuevo tributo
de don Luis de los Ríos y Guzmám por atras0s |
1670 70.OOo
reales |
Se apela |
||
Nueva Solcitud
de soldados |
Envío de
tropas para socorro de Melilla y Gibraltar 1670 |
Se recoja
entre los vasgabundos. Huyen los lo labradores que venían a la vendimia |
||
dio lugar a que se pidieran aplazamientos,
nuevas fórmulas de financiar estas cargas, y no se comprometían a los vecinos a
nuevos repartimientos, porque las malas cosechas había dado lugar a que
practicamente no hubiera trato ni comercio. De ahí que se prorrogaran
anteriores concesiones de tierras y otros impuestos, incluso se tomara trigo
del Pósito para vender, al mismo tiempo
que para evitar la tensión social se fijara una paga proporcional a cada una de
las categorías militares( dos reales por soldado, cuatro para los cabos y seis
reales para los capitanes). A esto se añadió que en esre año las lluvias y
tormentas habían arruinado las c tierras de la Campiña y se esperaba una mala
cosecha. con lo que huboi que tomar
medida de restricción de trigo y resgistros de particulares y eclesiásticos.
[1] Acta del
cabildo del 25 de febrero de 1631. Se alude que hace doscientos cincuenta años
la había concedido la donación de la explotación de la sal de las salinas de
Filique. Corresponde on el 1381, fecha que no coincide ni con periodo real y
demás tenía muchas alegaiones en periodos anteriores.
[2]
AMAR. Acta de cabildo de 18 de marzo de 1631.
[3]
AMAR. Acta de cabildo de 20 de abril de 1631.
[4]
AMAR. Acta de cabildo de 15 de agosto de 1632
[5]
AMAR. Acta de cabildo de 19 de noviembre de 1632.
[6]
AMAR. Acta de cabildo de siete de mayo de 1633.
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