Francisco Martín Rosales
I
EL PRIMER NIÑO JESÚS, PRECEDENTE DE LA COFRADÍA DEL DULCE NOMBRE
DE JESÚS
En el legajo 11 de la caja 72 del Archivo Municipal
de Alcalá la Real, ante una escritura del escribano Francisco
Jiménez se encuentra una donación Diego Hernández de Anguita
a la Cofradía de la Santa Veracruz,
curiosamente de nuevo refundada e instituida en unos
solares del Llanillo para edificar una iglesia y hospital. Consistía la
donación en un haza de cuatro fanegas de tierra, situada en el paraje del
Alamoso y la escritura databa de 27 de enero de 1568.Son
interesantes diversos datos del documento, porque perviven huellas
en la actualidad:
-El hermano mayor o prioste
de la Cofradía de la Veracruz era el
tinajero Antón de Alcalá que le dio nombre a la calle del Horno.
Este se veía obligado a recibir el visto bueno de la abadía representado por su
provisor Francisco de Gamboa, vicario del abad Diego de Ávila.
-Era corregidor Gómez de Mexía de
Figueroa, el mismo que intervino con tropas alcalaínas en la sublevación de las
Alpujarras.
-El donante era Diego
Hernández de Anguita, el Viejo, en cuyo testamento de ocho de
enero del mismo se había establecido la donación antedicha con el
fin de fundar una memoria a favor de su alma.
-El testamento es una joya para
describirnos la personalidad del donante: un padre de familia casado con María
Hernández, de la que tuvo tres hijos (curiosamente y como era frecuente, cada
uno recibía diferentes apellidos, el mayor Diego Hernández de Anguita, los
otros Juan López de Anguita, e María de Anguita) cofrade de la
Veracruz y de la Limpia Concepción, creyente de la
Iglesia Católica, esperanzado en la salvación de Jesucristo ante la
intercesión de la Virgen María. Este quiere ser enterrado en la sepultura
que posee en la iglesia de la Veracruz, y, como era frecuente, durante su
entierro por la vía pública, pretendía que se le cantaran responsos por su alma
por los capellanes y beneficiados de la Iglesia de la
Veracruz. El día de su muerte, pedía que se
dijeran una misa cantada y nueve misas rezadas con la ofrenda del pan, vino y
cera; días después, también mandaba que se dijeran dos misas y se reglaran dos
maravedíes a cada santuario.
-La memoria de la donación de la
finca, también, obligaba a decir tres misas en sus tres festividades u octava
correspondiente: una del Nombre de Jesús; la segunda de la
Limpia Concepción y la tercera del Espíritu Santo. Por eso, estas debían
quedar fijadas en la tabla de la iglesia. Lo que sobrare
de la renta de la dicha memoria se debía consumir y gastar en que se hiciera “un
altar junto a la sepultura donde yo me mandé enterrar, e se repare, e aderece
para que en él se digan las dichas misas, e lo demás que sobrare, reparado e
fecho el dicho altar, sea para hacer de bulto un Niño Jesús que se ponga en él,
e para reparos e gastos que a dicha cofradía hace con los hermanos
pobres que les sacamos”. Los bienes de la memoria no se podían vender,
se transmitían con la carga votiva y, para cumplir las cláusulas, nombraba por
patrón al provisor.
Añadía que dejaba un cortijo con 16
fanegas de tierra, casa y pozo, repartido en tres lotes para cada hijo y la
obligación de decir cada uno dos misas (Diego por su alma y su madre
en Pasión y Cuaresma; Juana, dos por cuaresma por sus difuntos; y
María por su alma y madre en las festividades de San Antón y san
Juan).
-Por las mandas del testamento se
enterró con una túnica, probablemente, la de la Cofradía, y, se
manifestaban su cordura y equidad obligando a los hijos a mantenerse en paz y
concordia disfrutando todos del pozo, tener una senda servidera de entrada a
sus fincas.
Como se descubre del
documento, Diego Hernández era prototipo del cristiano de su época,
imbuido del amor al culto a Dios, caritativo con los pobres y buen
padre cristiano sin olvidar el testimonio de levantar un altar para
evangelizar. Curiosamente, un hombre del Dulce Nombre de Jesús, qué más se
puede pedir.
II
EL PRIMER ESTANDARTE
No había acabado de fundarse la
cofradía del Dulce Nombre de Jesús en el convento del Rosario, cuando
comenzaron a proveerse de un rico patrimonio que se enriquecerá con el paso de
los años. Uno de los primeros objetos de culto fue el estandarte del Dulce
Nombre de Jesús. Se hizo el contrato entre el bordador granadino Andrés
Díaz y el hermano mayor Francisco de Haro Portocarrero y los
alcaldes Antonio de Aceituno y Pedro del Corral el 22 de enero de 1599 (AHPJ
LEGAJO 4850 FOLIO 1 Escribano Alonso Pérez de Contreras). El bordador era un
conocido de la ciudad ras la marcha del padre de Juan Martínez Montañés. En 1597, un año antes realizó el estandarte de la Virgen de la Cabeza
y debió entregar uno nuevo, diseñado por
sus propias manos, importando 200 ducados, y cuyo diseño debía bordarse en una
cara la imagen de nuestra Señora de la Cabeza, y a sus pies el pastor; y en la
otra cara la imagen de Santo Domingo de Silos, vestido de obispo con su cayado,
los dos leones con sus coronas y el letrero con Alcalá la Real. El del Dulce
Nombre de Jesús lo hacía con estas cláusulas.
-1º "Tienen tratado y concertado con Andrés Díaz que le haga un
estandarte de raso carmesí, de una vara de largo y dos tercias de anchos; y por
otra parte todo el campo recamado con trazal de oro fino.
2º Y en la una parte un Niño Jesús bordado, y en la otra parte un Jesús
henchido de oro con sus borlas y cordones, volantillas y flocadura de oro y
seda.
3º todo ha de dar acabado para primero de abril del presente año.
4º El precio del estandarte era treinta y cuatro ducados.
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