EL
golpe militar
Me lo decía mi Paco. Mal
andaba las cosas. Y en nuestro pueblo se presentaban circunstancias especiales.
Unos días antes del 18 de julio, mi
padre estaba muy preocupado. Llamó al
jefe local de Falange, José Luís Cami Sánchez Cañete al
ayuntamiento con el fin de controlar la
situación. Fue un duro encuentro y se produjo un pequeño altercado entre varios
falangistas y mi padre. Mi padre quería informarse de los integrantes de
aquella agrupación; y se negó el jefe falangista darle nombres, lo que habían
realizado en otros lugares de la provincia como en la capitán que lograron bloquearlos.
Se intercambiaron fuertes gritos entre ellos de modo que salieron de la taberna de los
Hinojosa, sus hijos Francisco y Enrique,(
muy cercana al ayuntamiento pues se encontraba en la calle Braceros 16). Los
simpatizantes de Falange acudieron, al estar avisados de la reunión por su jefe, a la Plaza del Ayuntamiento, lo
hicieron el hermano del jefe, Buenaventura, Miguel Juan, Antonio Utrilla y
Gerónimo de Córdoba y se acercaron hasta
las puertas. Los hijos del alcalde reclamaron la colaboración de los obreros
que se encontraban tomando vinos y se dirigieron a las puertas de ayuntamiento.
El asunto no llegó a las manos, pero creaba una atmósfera negra que no
presagiaba nada bueno. La familia Hinojosa, por aquel tiempo, mantenía muy
buenas relaciones con las bases de los partidos, pues sus tres establecimientos
relacionados con el vino y la zapatería eran frecuentados por los obreros encuadrados
en el sindicato ugetista, las juventudes socialistas y los miembros de los
partidos republicanos, socialista y comunista. Sus tabernas eran el foro donde
se debatían las medidas del gobierno local, las propuestas de los sindicatos,
los convenios y los acontecimientos
políticos que se desarrollaban diariamente.
Pero llegó el día del golpe. No pegamos ojo aquella noche. Mi padre
no dejaba en momento alguno el teléfono colgado. Continuamente, estaba en comunicación con el
gobernador civil. Diferentes fueron las
respuestas ante el levantamiento sedicioso del 18 de julio en toda
España, y lo mismo aconteció en la comarca alcalaína. Pues, su futuro se
dilucidó, a lo largo de estos primeros días de este periodo bélico, entre el
mantenimiento del gobierno republicano o el apoyo al levantamiento
militar Hay que tener en cuenta que éste no triunfó en la provincia de
Jaén, pero la cercanía con la capital de Granada le influyó significativamente
por encontrarse en la frontera de las dos zonas de España enfrentadas, sin
olvidar la provincia de Córdoba en la que el levantamiento triunfó
rotundamente, salvo en algunos pueblos de la zona occidental, que mantuvieron
la movilidad de la frontera hasta muy entrada la guerra. El escenario de los
hechos ofreció varios paisajes y escenarios Mientras, en Granada, los
acontecimientos se precipitaron desde la desobediencia al general
Campins, jefe de las guarniciones granadina por parte de los jefes, oficiales
del Ejército, Guardia Civil, Seguridad y Asalto hasta el apoyo total al golpe
de Queipo de Llano que culminó con el asalto a Albaicín el día 24.; por
su parte en Jaén, como dijeron después: “ La indecisión inicial de los
jefes de la Comandancia de la Guardia Civil, ocasionó que la
capital jienense y toda la provincia se perdiera rápidamente para el
Alzamiento. Una situación especial, singularísima, permitió luego un a modo de
pacto entre los jefes más destacados de las fuerzas y los obedientes al
Gobierno de Madrid, pacto que conduciría a la concentración de los guardias
civiles, entre los días 5 y 18 de agosto, en Santuario de Santa María
de la Cabeza”.
Con este panorama
interprovincial, en el entorno geográfico de Alcalá, no se reaccionó de una
manera similar ni homogénea ante aquel acto que alarmó enormemente a la población.
Mientras que el sur de la provincia de Córdoba- desde Montilla a Priego en la
mayoría de los pueblos-, lindero con Alcalá la Real se había sumado
al golpe militar, los pueblos limítrofes con la parte occidental de la
provincia de Jaén ofrecieron en los primeros momentos de la guerra un panorama
inestable, donde se produjeron conquistas, asedios y pérdidas de
ciudades, muy rápidas y fácilmente cambiables entre los dos sectores: en
concreto, en los pueblos más cercanos de Priego y Almedinilla, ambos
pertenecientes a la provincia de Córdoba, el puesto de la Guardia
Civil y los alcaldes se inclinaron a favor del levantamiento; pero el
panorama fue muy diferente en pueblos como Fuente Tojar, Baena, Espejo o
Castro del Río. En cambio, los pueblos de Granada más cercanos a la localidad
alcalaína, unos lo hicieron en contra del levantamiento, como lo hizo
Montefrío, Loja e Iznalloz; sin embargo, otros como Pinos Puente y Moclín,
pronto cayeron en manos de las fuerzas militares de Granada.
Los pueblos de Jaén, en
cambio, reaccionaron rápidamente a favor del gobierno republicano legalmente
constituido. Dos años después el comisario y militar republicano Francisco
Menoyo Baños, jefe de Brigada 76 Mixta de Alcaudete comentaba en un periódico
la derrota de los sediciosos y la explicaba con estos términos. “Y
hablarán también en la historia aquellos campesinos andaluces de Alcalá la
Real, de Bujalance, de Motril, de Montefrío que con unos cuantos fusiles
y escopetas de caza libraron desiguales combates contra los primeras fuerzas
moras que hallaron en esta tierra (que siguen llamando de María Santísima)”.
En Alcalá, el golpe de estado del dieciocho de Julio de 1936 fracasó lo
mismo que en otras muchas ciudades de nuestro país. Coadyuvaron a este hecho el
triunfo de los republicanos en la capital jienense, el acatamiento inicial
de la Guardia Civil a las directrices de la Comandancia de
Jaén que ordenaba su concentración en la capital y el control de los elementos
civiles, judiciales y militares (pocos) sediciosos por parte de las autoridades
civiles locales reforzadas con el apoyo de las masas. Abundaban
los equipos de radio en tiendas, casas de profesionales y
labradores, ya que solía ser el instrumento más eficaz de comunicación e
información del gobierno con la población. Por este medio, la noticia del golpe
se emitió a media mañana, con un carácter algo confuso que alarmó a todo tipo
de militantes de partidos y a gran parte de la población. Sin embargo,
estos breves conatos no coincidieron con el golpe de estado, pues, en palabras
del alcalde mi padre declaraba “el movimiento
revolucionario estalló siendo alcalde de esta ciudad el declarante , sin que
tomara ninguna medida el diez y ocho de julio de mil novecientos treinta y
seis, pues no sabía nada aquel día”.
Por el anochecer, los
miembros de sindicatos y partidos permanecieron atentos y expectantes a
expensas de las órdenes que transmitían las sedes provinciales de sus
organizaciones y el Gobernador Civil de Jaén, que por estas fechas era Luís Rus
Zurrón. Los dirigentes políticos locales comenzaron a buscar todo tipo de
armas, procuraron decretar la manera de apropiarse de ellas, y estudiaron las
formas de equipar a la población para prevenirse de un posible acto de fuerza
contra la Constitución. En sintonía con los cargos
políticos, lo mismo hicieron muchos dirigentes de sindicatos
y sociedades obreras. Sobre todo, la Sociedad Obreros Unión y
Defensa de Alcalá la Real y la dirección de CNT. que fue la primera
en brindarse incondicionalmente al gobierno de Madrid. Además, convocaron
a los más directos y estrechos colaboradores, relacionados familiar, amical o
políticamente con ellos para hacer frente a la situación.
En torno a los más decididos
militantes, constituyeron varios grupos o patrullas de personas con todo
tipo de armamento e, incluso, casi artesanal. Pertenecientes a los
partidos, sociedades (principalmente la de Unión y Defensa) y sindicatos de
izquierdas (Federación de Trabajadores de la Tierra y la de los
Albañiles) planificaron el control de las entradas de Granada, Montefrío,
Priego, y Jaén.
La noche fue muy tensa,
porque todos estaban alertados y estupefactos. Pronto se les comunicó a los
dirigentes locales la inminente llegada de miembros de las
ejecutivas provinciales para reorganizarse ante cualquier intento de
adhesión al golpe.
En la capital, superada la
tensión del día anterior, donde algunos miembros de partidos de
derechas estaban preparados para sumarse al alzamiento, se formó un
comité provincial del Frente Popular, cuyo hombre fuerte fue el socialista y
parlamentario Alejandro Peris Caruana. Para hacer frente a los sediciosos, se
valió de los dirigentes de la Casa del Pueblo, a los que nombró de tenientes,
para organizar brigadas de milicianos, que fueron armados con las armas del
Campo de Tiro y Escuela Militar. Los dirigentes eran distinguidos con pistolas
ametralladoras y los milicianos se servían de todo tipo de armamento (desde
armas de fuego hasta de hoja). Pronto, en los primeros días, Peris, como
responsable militar del frente de Córdoba, dirigió las operaciones que iban
desde la frontera bélica de Granada hasta Córdoba. La labor más urgente,
primero, recayó en el frente de Montoro. Pues allí había triunfado el golpe
faccioso y era un peligro para la provincia de Jaén. Peris convocó a todos los
milicianos de la provincia que, días antes, se habían reunido en Villacarrillo
con atuendo de camisas de azul claro y pañuelos rojos al cuello. Este mismo día
19 de julio todos ellos se reunieron en Jaén procedentes de los pueblos del
norte de la provincia como leímos en el
diario de La Mañana.
En
Alcalá vino la noche anterior el parlamentario Pasagalli, Durmió en la casa
fonda del Zopo clandestinamente, ubicada en la calle Real. Desde
la capital de la provincia, el propio gobernador civil, días antes del golpe de
estado, había ordenado al teniente de la Guardia Civil que requisara
las armas de todos aquellos. propietarios y hacendados que las tuvieran a
su disposición y en uso. Pero, el teniente de la guardia civil no llevó a
cabo dicho efecto de una manera global, sino que se mantuvo en una situación
preventiva ante las órdenes de sus superiores viéndolas venir. Tan sólo una
pareja de la guardia civil detuvo al guardia local Fermín Peña Matarín “El
Moreno”, porque, durante aquella noche, había llevado armas y no tenía
licencia. Tras conducirlo al cuartel, se le desarmó y el teniente ordenó
que se le pusiera en libertad. El asunto no había sido sino un choque entre
Miguel Serrano Montijano y este guardia, que comunicó al alcalde el altercado.
Acudió el teniente de la Guardia Civil el gallego Fernández Diéguez , acompañado del brigada y
dos guardias a la sala de la alcaldía para justificar su actuación. Pero, en
ese momento se presentó el diputado socialista Passagalli, acompañado de
Salvador Frías. La gente ya estaba levantada en la calle. Arremolinados en
torno al cuartel de la carreta de Priego, habían visto llegar a un teniente coronel jurídico y a un capitán del Ejñército. El alcalde se
dirigió al teniente acompañado del brigada con una pistola y el revolver
requisados a Montijano:
-¿Está enterado de la
sublevación?
El teniente, saludó
afectuosamente al alcalde e inmediatamente fue interrumpido por el diputado
provincial:
-Señor teniente, ¿usted, de
parte de quien está?
-Yo, con el Gobierno que es
el que me paga.
-Pues detenga a los señores
que se encuentran en el Cuartel-le increpó Pasagalli.
-Yo no sé que haya
nadie-contestó el teniente-.
.Me consta que sí, debe
detenerlos. Además junte las tropas, y emprenda la marcha de la ciudad.
-Yo no dejo la plaza hasta
que me lo ordenen las órdenes superiores.
-Pues, quiere hablar con el
Gobierno Civil.
-Pues le pongo con la
comandancia. Al hilo se encuentra el teniente coronel Pablos Iglesias.
-Sí, mi teniente coronel.
-Recibirá un telegrama a la
llegada del cuartel para ordenarla la retirada.
-Señor alcalde, una comitiva
de camiones para emprender la marcha hacia Jaén.
Se quedó en la sala de la
alcaldía mi `padre y avisó a los choferes de Alcalá, que se encontraba
reunidos. Y, tras ello, se bajó al
Cuartel .
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