ALCALÁ LA REAL, DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL CULTO DE LA VIRGEN DE LAS
MERCEDES
I
LOS ORÍGENES PALOCRISTIANOS Y VISIGODOS
Para
tratar el estudio de la entrada del cristianismo en la comarca de Alcalá la
Real había que remontarse a los últimos momentos de la época romana. Varios son
los datos y los testimonios que podemos poner de manifiesto basándonos en los documentos de autores de siglos pasados. Dejando aparte los testimonios del padre
franciscano Ramón Bulde en su “Historia
de la iglesia de España”, donde cita textualmente que “en el concilio hiberitano o de
Elvira en el año 301, asistió Quiniciano, Obispo de Ébura Cerealis, hoy Alcalá
la Real; y en el celebrado en Mérida en el año 566, asistió Pedro, Obispo de
Ebura Cerealis, silla sufragánea de Mérida, enclavada en la demarcación de
Lusitania”. Aunque estas citas la ratifican otros escritores como Juan de
la Rada y Delgado en su Crónica de e la Provincia de Granada, o Miguel de la Fuente Alcántara, no podemos
mucha credibilidad a la identificación entre Ebura Cerealis y la ciudad de
Alcalá la Real, que se confundió en otros tratados con Ula, Tucci Vetus y otras
ciudades de época romana[1]. Como muestra arqueológica, el padre Sotomayor aludió
que el primer testimonio cristiano del entorno de Alcalá la Real es un fragmento
de un sarcófago encontrado en el cortijo de Cabeza
Baja de Encina Hermosa de Castillo de Locubín; por otra parte, son hechos
notarios y constatables actualmente: la necrópolis visigoda de la Iglesia Mayor
Abacial como claro testimonio de la presencia de este `pueblo ya cristianizado;
y
el testimonio escrito del primer cristiano encontrado en la comarca en la lápida de Potencio, hallada recientemente
en la Rábita y transcrita y traducida
por el propio padre Sotomayor. Ambos nos ponen de manifiesto el
carácter tardío de la entrada del
cristianismo en esta zona de la comarca del arciprestazgo de Alcalá la
Real. Y en palabras del padre Sotomayor:
“Los testimonios inequívocos de Cristianismo
en nuestra zona no son anteriores al siglo VI d. C., siglo perteneciente ya a
la época que conocemos como visigótica, aunque en realidad no sea más que tardorromana, bajo
dominio más o menos efectivo de los visigodos”. Por eso, es interesante detenerse en esta lápida de POTENCIO,
pues aparece una de las primeras representaciones de la cruz de la diócesis de
Jaén inserta en el siguiente texto[2]:
+POTENTIUS FAMVLUS XPI VIXSIT
ANNO LIII RECESSIT IN PACE
(Potencio, siervo de Cristo, vivió 53 años)
Por los aspectos lingüísticos,
formularios y forma de las letras, nos hace constar que estos testimonios arqueológicos
son precisamente de carácter cristiano y
datan la presencia del
cristianismo en los siglos VI y VII d. C.
Por otra
parte, acerca de la presencia de una
comunidad eclesial dentro de la comarca alcalaína, tenemos un testimonio
perdido recogido en el manuscrito del Anónimo de la Biblioteca Nacional, que Hubner lo copió y Fita transcribe y completa sus lugares y renglones perdidos:
SANTORUM APOSTOLORUM PETRI ET PAVLI
SU DIE TERTIO KALENDAS IULIAS ET
SANTI IOANNIS SEXTO KALENDAS IANVARIAS
CONSECRATIO ECLESIARVM ERA DCI
DECIMO QUINTO KALENDAS FEBRUARIAS
En la era de 601 (año 563), día 18 de enero, fueron consagradas estas
iglesias de los santos apóstoles, Pedro
y Pablo, su fiesta (19 de junio), y de San Juan Evangelista, su fiesta (27
de diciembre)[3].
Sotomayor le
dio mucha importancia a este documento hasta tal punto que recoge el hallazgo cercano de la ciudad, pero en el campo, y, con sus palabras[4]” la presencia de esta inscripción-calendario
denota, al menos, la existencia de una iglesia y de una comunidad cristiana en
las proximidades de Alcalá la Real, signo de una vida socioreligiosa que no se
ha extinguido en fechas tan tardías, aunque sepamos tan poco sobre ella”.
II. LA ABADÍA DE PATRONATO REAL
Pasamos por
alto el grupo de cristianos en tiempos de los musulmanes, pues algunos, o la
mayoría, según el padre Sotomayor, se convirtieron al islamismo por razones
económicas, políticas y sociales, y
fueron los muladíes que jugaron un importante papel apoyando a Ibn Mastana en
el siglo IX y X después de Cristo[5]. Tan
sólo nos hacemos eco a algunos aspecto de la leyenda de Santa Flora, que se
refugió en la aldea de Charilla, una cristiana mártir de la corte omeya.
Sin embargo, los
habitantes de Alcalá de Aben Zayde, vivieron y fueron testigos de la presencia
de muchos esclavos cristianos recluidos
en sus mazmorras, o que fueron objeto de
tratos comerciales en las plazas de su fortaleza, así
como hay noticias del paso de muchos cristianos
rescatados y liberados del reino nazarita hacia tierras cristianas y de la
labor redentora de muchos monjes,
frailes y mercedarios en dilección hacia tierras granadinas. Claro testimonio son las crónicas reales y el
libro de que fraile Pero Martín que redactó sus vivencias en el siglo XII
y la liberación de muchos de ellos-
entre estos, los que pasaron por la forzosa estancia de Alcalá la Real. No es
extraño que un gran faro de la fortaleza
alcalaína fuera la guía de muchos cautivos liberados en su camino hacia las tierras castellanas.
Pasajes
esporádicos son las veces que pasó a manos cristianas durante los reinados de
Alfonso VI y VII, y VIII. En concreto, la más significativa de presencia
cristiana viene marcada con la presencia de la Orden de Calatrava entre 1213 y
1219 en tiempos de Alfonso VIII.
Pero el
momento crucial para la evangelización cristiana de la comarca de Alcalá la
Real tuvo lugar tras la toma de la
ciudad por el rey Alfonso XI en 1341. Pues,
como señala el profesor Rodríguez Molina: Es
obvio que desde la conquista de la ciudad en 1341, el vecindario estaba
masivamente formado por una población oficialmente cristiana y tributaria, pese
a las numerosas exenciones concedidas por los reyes y siempre
reivindicadas. De ella sobresalía un nutrido grupo de notables, formado
por hidalgos y el clero, especialmente
el clero acomodado, quienes gozaron real y singularmente de las exenciones tributarias, reconocidas
por los privilegios tradicionalmente concedidos por la Corona, dada su
notoriedad e influencia social[6]”.
Muchos autores
se esfuerzan en destacar la peculiaridad de la demarcación geográfica de Alcalá
la Real, al constituir como una abadía,
de patronato real, vere nullius, sed
propriae diocesis, posessio vel quasi o quasi nullius de las demás diócesis cristianas, limítrofes con ella (
Córdoba, Granada y Jaén) así como se preocupan en resaltar su singularidad en su administración
eclesiástica al partir de un territorio fronterizo,
desde donde se va a marcar la división entre el cristianismo y el islamismo en tiempos de frontera. Por eso recogemos las palabras de
Antonio Linaje:
”De manera que, en la génesis y
establecimiento de la abadía, aparte la
significación detalles concretos, hay que ver el logro institucional
fundamentado en una cierta conveniencia natural y hasta en una cierta exigencia
lógica. (…) Y siempre teniendo muy presente que para esta demarcación alcalaína
la frontera con el reino islámico vecinos era eclesiásticamente una muralla,
sin que contara la tierra del otro lado.
Sólo después de 1492, vuelta Granada a la cristiandad peninsular, la antigua
frontera volvió a serlo entre dos diócesis[7]”:
De la
importancia de la fundación resalta la figura de su fundador don Gil de Albornoz y el gran territorio comprendido bajo la jurisdicción
de los abades alcalaínos ocupando territorios de Alcalá la Real, Priego, Fuente Tójar, Almedinilla., Carcabuey,
Castillo de Locubín, y, en tiempos de Carlos V, Noalejo.
En cuanto a la
historia de la Abadía, no se pueden soslayar
la importancia de los abades, entre los que se incluye tres cardenales (Borja,
Mendoza y Sotomayor y, de la Cerda),
algunos arzobispos, muchos obispos,
numerosos miembros de cabildos catedralicios y de curias episcopales de España,
y algún que otro abad propuesto para
Papa. Tampoco, podemos dejar pasar por alto la realización de varios sínodos,
entre ellos los de Pedro Gómez de Padilla, otro
con Valeriano Ordóñez de Villasquirán en 1500, un tercero con Juan de
Ávila en los primeros decenios del siglo
XVI y último en tiempos del abad alcalaíno Pedro de Moya en los primeros decenios del siglo XVII. Con la presentación de las Primeras Jornadas de
la Abadía, celebradas en 1997,
coincidimos al señalar las siguientes conclusiones:
-La Abadía de Alcalá la Real fue un singular
enclave religioso-administrativo que sirvió de soporte a la vida espiritual y material de los
habitantes de dos amplias zonas de las provincias de Jaén y Córdoba durante más
de quinientos años.
-Su carácter vere nullius la hicieron independiente de los obispados
limítrofes-Jaén, Córdoba y Granada- funcionando, en ocasiones, como una
auténtica “almohadilla amortiguadora” cuando surgían las fricciones ente ello.
-.La vida de estas tierras durante estos
quinientos años está íntimamente ligada a la de la Abadía, no pudiendo
prescindirse de ella para conocer con puntualidad su pasado común: una
historia que trasciende los límites de su jurisdicción, si se tratan los aspectos
económicos, sociales y, especialmente, los culturales y artísticos[8].
La historia de
la Abadía se puede dividir en varias partes:
-Los Abades
medievales, representados por don Gil de Albornoz, Antón Sánchez, Ruy
Fernández, Juan Rodríguez, Juan Alfonso de Chirino y Pedro Gómez de Padilla.
-Los Abades de
la Edad Moderna. Desde Alonso de Burgos hasta el abad Palomino Lerena pasando
por los abades de la Cerda, Juan y Diego
de Ávila, o Maximiliano de Austria o por los miembros de la familia de los
Mendoza( como Alonso de Mendoza, Álvaro de Mendoza, o Lorenzo de Mendoza y Gatica) miembros relacionados con la Corte y los
validos (Fadrique Enríquez, fray Antonio de Sotomayor, Alonso Antonio de San
Martín , Pedro de Toledo, o el propio abad
Palomino), miembros de la Ilustración
como Carlos de Borja, cardenal de la Cerda, y Mendoza y Gatica, que instauró
una sociedad de Amigos del País en la ciudad de Priego de Córdoba.
-Los Últimos
Abades, marcan el paso del Antiguo al Nuevo Régimen. Empiezan con el abad
Trujillo y culminan con el último abad Sánchez Matas., pasando por los abades
Cayetano Muñoz y José Carrión. En estos años, los alcalaínos se vieron inmersos dentro de las convulsiones del momento
(Guerra de la Independencia, Desamortizaciones, cambios políticos y sociales) y
con una abadía que figuraba a continuación de la diócesis de Jaén y debía
figurar sufragánea de Toledo en el mismo
caso de la colegiata de la Granja. Son momentos muy importantes, en los que la beneficencia, la
caridad y la asistencia de los
desvalidos marcaron la acción defensora a de la iglesia frente a los interese
del cabildo alcalaíno.
Con Antonio
Linaje coincidimos que “...en ella hemos
podido ver la historia de la Iglesia, por ser al fin al cabo un microcosmos
de ella, en las postrimerías medievales,
en el antiguo régimen, en el tránsito de este a la modernidad…. en cuanto a la
historia local, de la ciudad y de la tierra, y de la vecina Priego, sí creemos
evidente la simbiosis con la historia
abacial, desde la liturgia solemne a las manifestaciones del sentimiento popular
en las cofradías y procesiones; desde los gravámenes de los diezmos, primicias
y rentas hasta las devoluciones de la Obra Pía la Casa de Misericordia[9].
III. EL FINAL DE LA ABADÍA Y LA
RELIGIOSIDAD DE ALCALÁ LA REAL HASTA LA ACTUALIDAD
Decía un
escritor que por la Abadía pasaron eminentes prelados, figuras destacadas de la
Iglesia, de la nobleza, de las letras y de las ciencias, que mantuvieron, a
veces, con problemas, su privilegiada estructura fundamental, hasta que en el
año 1551, por el Concordato con la Santa Sede, quedó extinguida. Este fecha
marcó un nuevo giro en la vida religiosa de la localidad a al integrarse en la diócesis de Jaén y compartiendo toda la vida pastoral,
administrativa y caritativa de esta diócesis. Al principio, el obispo de Jaén
ostentó el cargo de administrador de la Abad, aunque pronto quedó extinguido
este cargo, pero en la comarca de Alcalá la Real siempre se mantuvo la
religiosidad de sus gentes. Vicente de la Fuente, ya en 1859 publicó Historia
eclesiástica de España, en la que describe la Abadía de Alcalá la Real en un
momento que se extinguía y no resume su vida religiosa con estos datos. Tenía
veinte leguas de circunferencia, 10.754 vecinos, once parroquias, de ellas seis
urbanas y cinco filiales, siendo tres de término. Del paso de la abadía a la administración apostólica del Obispado de Jaén,
la abadía contaba con un gobernador eclesiástico, que era a la vez provisor, un
beneficiado propio, y cinco sirvientes o suplentes, un tribunal con un fiscal,
secretario del gobierno eclesiástico, un notario apostólico, archivero y alguacil
mayor, cuatro arciprestes (Alcalá, Priego, Noalejo y Carcabuey) y 14
examinadores sinodales, 39 monjas con seis capellanes. Poco a poco, la abadía de Alcalá la real fue privada
de su independencia y se dividieron sus territorios entre la Diócesis de Jaén y
Córdoba, y toda la curia abacial fue convirtiéndose en la nueva estructura
arciprestal y parroquial de ambos obispados.
Hubo muchas vicisitudes y algunos desencuentros hasta 1874, que pude considerarse el punto
final del régimen abacial.
Hay momentos
fundamentales en la Historia de todos los rincones de la Iglesia. Entre
ellos, hablar de los periodos republicanos en Alcalá significa conocer y
analizar un momento histórico, en el que la ciudad se organizó, como nunca jamás había existido en
épocas anteriores, con una nueva
estructura social, donde los obreros, la clase media, las asociaciones
populares, las aldeas, los profesionales, los industriales, los
propietarios, y los campesinos
alcanzaron los mayores cauces de representación social. Y eso, que, en palabras
de Montañés Chiquero, se comentaba con unos hombres que ofrecían esta tipología[10]:
“No busquéis de ordinario en los
hijos de esta tierra, las violentas efusiones que provocan tempestades de amor
o de odio.; tampoco encontraréis aquí la rigidez y sequedad hierática y
amanerada, distintivos de esos falsos superhombres, que con ello se esfuerzan”
Dos años antes
de morir fusilado, este escritor alcalaíno y arcipreste hizo unas reflexiones
sobre la religiosidad de los alcalaínos, que manifestaban el trasfondo de la
situación en la que vivían los
alcalaínos. Tal vez la respuesta a sus preguntas hubiera evitado el combate entre hermanos: “Las naturales diferencias que separaban
las distintas capas sociales, diferencias ahondadas hoy por la malicia de enemigos declarados y de falsos
amigos, y en gran parte por la ignorancia y la pasión, nos apremian, nos
invitan a limar tales rozamientos y a salvar esos profundos abismos. Necia
pretensión es, sin duda, la de borrar o
allanar del todo las diferentes clases y organismos de la sociedad,
porque sería tan absurda como el intento de igualar a golpe de hacha los dedos
de mano; pero en cambio, sería muy legítimo el deseo, el ansia noble y sana de
aproximar los polos opuestos, respetando y armonizando mutuamente los
respectivos derechos, para llegar al logro de la santa paz social. Y bien ¿no
os parece, benévolos lectores; que esta especial idiosincrasia, esta
disposición de ánimo en los habitantes de la histórica ciudad, es la más
adecuada preparación de los distintos
sectores que frente a frente se miran n
actitud de desafío, a fin de que depuestas cuanto antes las preocupaciones y
rencores pueda cada uno desarrollar cumplidamente sus variadas aptitudes y
energías?”[11].
Sin
embargo estos fueron las buenas intenciones de un eclesiástico e intelectual de
Alcalá al que no atendió ni entendió ningún grupo para evitar el conflicto.
Pues, si a unos nos le dio tiempo ni a reorganizar localmente los mecanismos de
IV. LAS PARROQUIAS DE ALCALÁ LA REAL
A través de su larga vida e
historia, las parroquias del pueblo de Alcalá la Real desempeñaron un gran
papel. Pues, aunque hasta ahora, nadie ha llevado a cabo un exhaustivo análisis
de la importancia de esta institución religiosa, hay que tener en cuenta que
sus demarcaciones geográficas fueron un claro ejemplo de influencia en todos
los campos, incluso en su evolución
urbanística e histórica de Alcalá la Real. La
PARROQUIA, en esencia, se define, según el canon 525, como “una determinada
comunidad de fieles constituida de modo
estable en la iglesia particular, cuya cura pastoral bajo la autoridad del
Obispo diocesano se encomienda a un
párroco como de pastor propio”. Y, sin
embargo, la parroquia no era sólo la
demarcación vecinal, donde las familias
se bautizaban, se casaban, recibían otros sacramentos y llevaban a cabo sus prácticas
religiosas, sino que era una división territorial, que jugaba un papel fundamental en la vida administrativa y social del
municipio alcalaíno.
Las
dos primeras parroquias nacieron de un contexto histórico que reflejaba una
ciudad de frontera, con dos tipos de asentamientos; uno en la fortaleza, para
las clases privilegiadas; y otro en el arrabal, para las no
privilegiadas. Por otra parte, siglos
más tarde, las delimitaciones y la creación de las parroquias de las aldeas serán fruto de nuevos asentamientos,
en respuesta a los movimientos
económicos de desarrollo de la agricultura n detrimento de la ganadería.
LAS PARROQUIAS DE ALCALÁ
Las parroquias de Alcalá
datan del tiempo de la conquista cristiana
por el rey Alfonso XI a los
musulmanes. En primer lugar, el 20 de diciembre de 1340, se conquistó el
arrabal, y se sustituyó la antigua mezquita[12]-que
fue demolida por ruinosa- por una
iglesia, donde se ubicó la primera parroquia de Alcalá que en honor al santo del día se le llamó de
Santo Domingo de Silos[13]. Un
año después, el quince de agosto, se conquistó la fortaleza de la Mota, y, se levantó el templo de Santa María la Mayor, que dio nombre a la segunda parroquia de Alcalá la Real. En palabras de
Guardia Castellano.
“Verificada la toma y villa de Alcalá de Ben-Zayde, y
erigida ésta en Dignidad Abaticia Real,
fundáronse dos Parroquias, una de las cuales se instituyó en esta Iglesia de
Santo Domingo de Silos, su Patrono, dotándola de cuatro beneficiados propios
para el servicio de la Religión y el culto divino, para cuyas atenciones cedió
el Rey Don Alfonso parte de las quintas de las cabalgadas y despojos de
enemigos, pertenecientes a la Corona”.
Para el cuidado de los
fieles se distribuyeron el territorio
y a la primera le correspondió el arrabal Viejo o de Santo Domingo, al que
se le añadieron, tras los Reyes Católicos,
las nuevas calles que se abrieron en el valle desde la calle Llana hasta
las Cruces, sirviendo de línea divisoria la calle Llana, Bordador, parte del Llanillo, Tejuela y Antigua
Barrero y arrabales; a la segunda, el resto de la población, con los feligreses que vivían en la
Mota, barrios de San Juan, San Sebastián
y San Bartolomé. Estas dos
parroquias se mantuvieron durante varios siglos desde su fundación. Tan
sólo, la división territorial, correspondiente a las calles actuales, se
modificó a mediados del siglo XIX y alcanzó hasta los años setenta del siglo
XX.
Fueron estos últimos años,
los años del desarrollo, cuando surgieron nuevas escuelas en el Coto y
Magdalena, se instalaron nuevas empresas en la carretera de Montefrío, se
urbanizaron nuevos espacios públicos: la
Huerta de Capuchinos, el barrio Belén, Iberoamérica, campos de la Magdalena, alrededores de las
Cooperativas de Martínez Montañés y San José Artesano. La Iglesia, siempre
solícita y despierta en su espíritu evangelizador, quiso atender a los nuevos
feligreses y prestar los servicios
cercanos a sus hogares.
Por
eso, fue el ocho de noviembre de 1973, cuando el obispo don Miguel Peinado hizo un decreto con motivo del Año
Mariano, por el que creaba nuevas parroquias
en la diócesis de Jaén. A la de Alcalá la Real, le puso el nombre del Salvador, movido por su especial devoción a esta advocación de
Jesucristo, ya que dicho obispo provenía
de la cura `pastoral de la Iglesia del Salvador de Granada y, en su mismo escudo figura la imagen del Salvador
como Buen Pastor
Con este decreto, fijó la
nueva demarcación de la parroquia conservando el territorio de Santa María y
segregándola de Santo Domingo de Silos, marcando como eje divisorio las calles Duque de Ahumada, Fernando el
Católico e Isabel la Católica y extendiendo el pastoreo de su feligresía hacia
el Sur, donde surgían las nuevas urbanizaciones de la ciudad. Además la dotó de
párroco y dos coadjutores
LAS PARROQUIAS RURALES
En Alcalá no siempre han
existido las parroquias actuales: Santo Domingo, Salvador y Santa María. Pues
resultaron intentos vanos, alguno en Frailes durante el siglo XVIII, y, sobre todo, a finales del siglo XVI, la creación de la parroquia de la
Veracruz con el beneplácito del abad Andrés de Bobadilla y el impedimento del
ayuntamiento, que se opuso a ello porque perdía los privilegios al quedarse sin población su fortaleza.
A finales del siglo XVIII se acrecentó la población rural
de los núcleos dispersos, correspondientes a los distintos partidos de campo, y
surgieron ermitas y las figuras de los capellanes y sobresalientes de estos partidos.
Las ermitas, muchas de ellas oratorios
privados de familias hidalgas en sus cortijos, pasaron a convertirse en ayudas
de la parroquia. En ellas, el capellán
prestaba los servicios básicos de culto (misa en festivos y domingos), ejercía
de diezmero y compartía con el poder civil los servicios de los ministros de la
justicia, e, incluso de fidetario testamentario. Las ermitas se convirtieron en
el centro de reunión de la población dispersa de los cortijos y de las aldeas,
donde acudían los vecinos para recibir otros servicios distintos a los
puramente religiosos. Por un lado, los propios de la jurisdicción civil y
militar, como empadronamientos, censos, levas, etc., y, por otro lado, la
información de cualquier medida hacendística o real a través de edictos,
asambleas y pregones colgados en las puertas de las ermitas. Sin embargo,
algunos servicios como los enterramientos tardaron bastante en realizarse en
estas ayudas de parroquia hasta finales del siglo XIX. [14]. La
de Charilla, dedicada a San Miguel y con dotación de capellanía dotada por la
familia de los Cabrera, se remontaba hasta finales del siglo XVI y sus
advocaciones principales eran San Miguel, San
Amador y Nuestra Señora del Rosario. La de Cantera Blanca se ubicaba en
el año 1623 en el cortijo de Diego de Mazuela y estaba dedicada a la Santa
Cruz. La ermita de San José se remontaba a finales del siglo XVI y estaba
relacionada con las Varas de Palio. La de San Juan Bautista de las Ribera ya se
encontraba en la declaración de bienes
del Convento de las Monjas Dominicas, dentro de una de sus fincas. La ermita de
Santa Lucía de Frailes data de finales del siglo XVI y, por su mayor doblamiento,
el desarrollo es especial. Según comentábamos. “Un dato importante es el dinamismo que la población va encontrar en
torno a la ermita de Santa Lucía. De ahí que la población necesite de un
capellán que le administrará los sacramentos. Hay constancia de que, a lo largo
del siglo XVII, ejerce allí su jurisdicción
eclesiástica y presta los servicios religiosos. Sin embargo, muchos
vecinos usaban de los servicios de abasto, carne y enterramiento en Alcalá la
Real, tal como se comprueba en los asentamientos de las capellanías de la
parroquia de Santo Domingo de Silos, donde son enterrados y en las ermitas de
la Caridad y Veracruz. Su separación parroquial
no se llevó a cabo hasta finales del siglo XVIII, el primer paso fue
constituirse en el año 1770, primero como ayuda de parroquia, y, más tarde,
como parroquia”[15] .
Posteriormente, extinta la
Abadía y bajo la jurisdicción del Obispo de Jaén, comenzaron a crearse nuevas parroquias
en las aldeas de mayor población,
agrupándose varios partidos de campo en
cada una de ellas. En primer lugar, en 1892, nacieron la de Santa Lucía de Frailes, la de San José de la Rábita, de Nuestra
Señora del Rosario de Charilla, la de
San Juan Bautista de las Riberas
y la de la Inmaculada de la Pedriza.
En 1946, se creó la parroquia de Santa Ana, que ya figuraba de ayuda de
parroquia.
Varias consecuencias se
derivan de esta evolución de las demarcaciones parroquiales. Pues, hasta
principios del siglo XVIII la población solía ser equivalente entre el casco y
aldeas, con un breve incremento de feligreses en Santo Domingo de Silos, y
además incluidos los parroquianos de Frailes- en número de más de trescientos-
y aldeas- menos numeroso-. Pero a partir
de esta fecha se produjo cada vez más una significativa variación demográfica a lo largo de distintos periodos
y momentos precisos a causa del asentamiento de campesinos en los sitios
roturados. Por eso, la demarcación
parroquial no coincide en todos los tiempos y menos aún con el actual territorio. De ahí que muchos estudios sobre población
sean defectuosos, porque no han tenido en cuenta este aspecto histórico y
confunden a los lectores en sus conclusiones
sobre movimientos demográficos.
MIEMBROS Y GOBIERNO PARROQUIAL
Generalmente, ejercía el gobierno parroquial
un párroco asistido de un teniente o coadjutor, capellanes, y, a su servicio,
tenía un sacristán nombrado por la curia abacial, campaneros, ministriles, y algunos músicos. El párroco era el garante
de muchos aspectos, que hoy han absorbido otras administraciones, como son el
ayuntamiento, el juzgado o las
asociaciones vecinales. También pertenecían los beneficiados de cada parroquia”simples servideros para el
continuo servicio de ellas”[16] En las ayudas de parroquias, los capellanes y
sobresalientes realizaban múltiples funciones, como comentábamos. “El cura, como en otras aldeas, además de
decir la misa, cobrar los diezmos y celebrar las fiestas y aniversarios, era la
persona leal ante la que se hacían
testamentos nuncupativos, colaboraba con las elaboraciones de padrones y
censos, haciendo de escribiente, y servia de correo de muchos asuntos públicos.
Hubo caso que ejercía de ministro de la justicia y casi de alcalde pedáneo”[17].
Desde el
punto de vista retributivo, la parroquia solía nutrirse de los beneficios
de la Abadía, que participaban en la
parte del diezmo. Pero, esto era en teoría, pues estos solían nombrarse a
personas ajenas, que nombraban tenientes de beneficiados, quedando sus fuentes de ingresos en las obvenciones,
estipendios de misas de difuntos, fiestas, novenarios, bautismos, matrimonios, capellanías y censos.
No obstante, con el paso del tiempo, los párrocos solían recaer en personas
-relacionadas con familias privilegiadas que les legaban la administración de
importantes capellanías, al mismo tiempo que
ejercían otros complementos derivados del aparato administrativo abacial.
FUNCIONES RELIGIOSAS
A las diversas
constituciones abaciales y normas
superiores, los curas de las parroquias-
párroco y ecónomo- debían someterse. Quedan claramente especificadas en el
libro III de las Constituciones del abad Moya. Desde el nombramiento por
parte de los prelados de la abadía hasta
sus funciones puramente materiales. Los párrocos tenían una gran
responsabilidad, porque no se podía
nombrar con menos de treinta años y, “había de tener muy gran cuidado
y vigilancia en la buena administración de los santo sacramentos. Y procurar
por todos los medios saber y remediar los pecados públicos y ofensas de nuestro
Señor, haziendo para esto de su parte todo lo posible. Y cada fin de mes o a lo
más largo de dos, nos den aviso de todo lo que ay que remediar en sus parroquias
tocante a sus oficios”
También se
referían a la preparación y formación del clero o la dedicación a su servicio por estar relacionados muchos
curas con memorias y capellanías, que
conllevaban una importante dedicación a los negocios mundanos, sobre todo de la
agricultura, de la industria (el comercio del vino y el aguardiente) o las
rentas de inmuebles. Estas Constituciones de Ávila y Moya insistían sobre la
moralidad del clero, y su aplicación a las normas en los hechos recogidos con
motivo de las visitas pastorales. Por ello, como muestra y con motivo de la visita pastoral de 1761, el
gobernador y vicario general Mateo Díez Castaño nos ilustraba en una acta que
levantaba en el Libro de Matrimonios[18],
sobre la obligación de los párrocos de
especificar ciertos grados de consaguinidad en los matrimonios y bautizos (
grado de viudez), de la certificación de la publicación de moniciones y sobre
todo del examen de doctrina cristiana para los futuros casados, con estas
palabras “oblíguense a los curas por su ministerio de explicar el evangelio
y doctrina cristiana, según lo expresa literalmente, preceptuado los del Concilios de Trento (...) que todos los domingos y demás días de
precepto festivos de l Ofertorio de la Misa que se que se acostumbren a
celebrar a las diez onze a la mencionada
Iglesia de la Veracruz, explicar el
Santo Evangelio o punto de Doctrina Cristiana, que será el consciente,
acomodándose a el estilo y a la capacidad de los fieles, sin ser sobradamente
molestos ni desmesuradamente fieles, ni faltar nunca a esto con estos pretextos frívolos que se
suelen usar..”Pues era una constitución especial de los párrocos” tengan
suficiencia para declarar al pueblo el Evangelio y enseñarles lo demás que
conviene a su salud espiritual, y especialmente el de la Penitencia, y sea de
buenas costumbres para que con su vida y exemplo edifique a los feligreses”
LA JUNTA DE BENEFICENCIA
Una de las
funciones de los curas de las parroquias era “Han de tener buen cuidado de saber los enfermos que ay en sus parroquias
para visitarlos a menudo y consolarlos, y hacer que reciban en sus tiempos los
santos sacramentos. Y si hubiere algún forastero sepan su nombre, y de donde
es, y si es casado y tiene hijos, para que puedan dar razón de él, si se
pidiere. Y tengan cuidado de los presos de las cárceles confiesen y comulguen,
y se les administre los santos sacramentos”[19] D
esta función derivan los de asistencia a
los enfermos.
Posteriormente,
a través de la Junta de Beneficencia, fundada a principios de siglo XIX para
cubrir los servicios sociales y sanitarios, que prestaban anteriormente diversas fundaciones e institutos
eclesiásticos, se integraron los miembros de la parroquia, según la ley del 20
de abril de 1840 en su artículo 17. Se denominaban vocales de la Juntas
Parroquiales, según lo obligaba el Jefe Político de la Provincia al Municipio.
La integraban siete de la parroquia de santa María y ocho de la de santo
Domingo de Silos[20]. Los miembros de la
Junta, y, en especial el párroco de Santa María y un sacerdote de Santo Domingo integraban la Junta
Municipal de Beneficencia, cuyas funciones radicaban en la
asistencia a los Niños Expósitos de la Casa Cuna ( desde su nacimiento hasta su lactancia y
casamiento) y a los enfermos en el Hospital Civil (los pobre, y transeúntes).
Sin embargo, a pesar de que tenían facultades en materia de sanidad, en 1864 no
se hallaban en pleno ejercicio y el concejal don Antonio Sánchez Cañete solicitaba
que se pusieran en marcha la entidad menor de las Juntas Parroquiales de
Beneficencia[21]. Además, muchos
sacerdotes ejercieron la dirección de
estos centros, por proceder sus fondos de la Iglesia.
LOS PÁRROCOS Y LA SANIDAD
Los
curas párrocos contribuían en momentos de epidemias, pestes, pandemias, sobre
todo, el cólera, en colaboración con las
autoridades. Para ello, se les pedía que no alarmaran a la población con toques
de campana, extremaunciones ostentosas de óleo. Se enterraba sólo en 1849. En
la Iglesia de la Mota y en Santo Domingo de
Silos por ocupar lugares extremos, y se impedían los enterramientos en
las iglesias.
Las rogativas
se hacían en iglesias grandes, abiertas, con ventilación, con cal. El cura párroco don Cayetano Romero
fue un ejemplo en la peste cruel del 1849, llevando la extremaunción a todos
lugares y fruto d ello fue el solemne Te Deum, en acción de gracias, del día
doce de septiembre. Las atenciones sanitarias se dividían para los médicos en
dos secciones de acuerdo con las
parroquias existentes. Se celebraban juntas parroquiales de beneficencia. [22]
El cura más
antiguo formaba siempre parte de la Junta Directiva de Beneficencia. Esta
estaba integrada además por el
presidente de la Corporación, dos regidores, cuatro vecinos ilustrados y
caritativos, un médico y un cirujano.
Esta junta asumió las funciones de la
caridad que vamos a comentar a continuación y la administración de los fondos,
entre los que se encontraban las fincas, inmuebles y el Teatro de Consolación.
LA CARIDAD
Muy alarmante era la situación de los jornaleros, los
braceros y las clases más desfavorecidas hasta muy entrado el siglo XX, cuando
no tenían más alternativa que esperar el labrador, pegujarero, o patrón que los
contratara cobrar un jornal para
alimentar a su familia. Si faltaba este,
los mecanismos no eran otros que la
limosna y la misericordia divina. Los
párrocos jugaban un gran papel en las situaciones de indigencia. Más tarde, a
finales del siglo XX, se crearon instituciones como la de san Vicente Paúl, y posteriormente Cáritas que hasta hoy
día se han esmerado por la asistencia a
los más desfavorecidos. Hay ejemplos en todos los siglos. Por ejemplo, el siete
de febrero de 1853: ante la situación angustiosa de los jornaleros del
campo por las continuas lluvias y temporales “que se experimentan cerca de
un mes. Han interrumpido completamente los trabajos y labores del campo. Por la
humedad de la tierra... los braceros se
encuentran sin jornal y sin medios que
subsistir... y agrupados por las calles implorando la caridad de los vecinos
acomodados que, por más que se excite
con tal lastimoso espectáculo, nunca puede ser suficiente a socorrer una
miseria general.” Ante esta situación el síndico pedía, a la Junta de
Beneficencia que de sus fondos
socorriera los jornaleros y braceros por “el temporal de nieves y lluvias” a
socorrer en la parte que sea posible la pública calamidad que se experimenta”,
atendiendo los deseos filantrópicos de la Corporación. Y así, lo hacia el 21 del mismo aprobando diariamente un pan
para cada hombre, y medio para cada mujer;
con los fondos de la fundación del Abad Palomino, además, se añadieron
dos mil reales del fondo municipal para imprevistos. Para llevarlo a cabo, se
formó una comisión, integrada por el
alcalde presidente, dos regidores (Felipe Alcalá y Pedro Rodríguez) los dos
párrocos y tres celadores en que estaba dividida la ciudad. Formaron tres
padrones para seleccionar a los que debían ser socorridos a juicio de la
comisión para distribuirlo con equidad y justicia. Dos años más tarde, ante el debate de que se hicieran donativos
por los presentes, se presentaron varias propuestas. Entre ellas la de un
repartimiento vecinal, aclarada por el jefe de la Junta de Gobierno Antonio
Sánchez Cañete. “Pido a la reunión se sirva de acordar el nombramiento de
una comisión para cada parroquia, excite la caridad de todos los vecinos y vaya
a visitar las casas, para que cada uno ofrezca
y se recoja en el caso necesario,
se remedien las necesidades de los familiares declarados por necesidades por
los comisarios”. Lo aprobaron. Formaron las comisiones, el alcalde, y el
síndico, los dos párrocos (Cayetano Romero y José Domingo Serrano., dos por la junta de Beneficencia
(el médico Caldas y bernardo Sánchez Molina, y cuatro contribuyentes, Valeriano León, Eugenio Robles, Francisco
Martínez). Una comisión se encargó de clasificar las necesidades, según hijos y
mujeres y los partidos rurales y otra de
inventariar los donativos. Después,
pidió al gobierno eclesiástico que los capellanes dieran una relación de
los necesitados en las aldeas el alcalde
celador y labrador de aldeas.
Este era el
organigrama de actuación y unidad entre el poder municipal y parroquial ante
situaciones de emergencia social en las crisis de subsistencia, que surtieron
cierto efecto durante el Antiguo Régimen y alcanzó hasta la llegada de la I
República.
LA ENSEÑANZA Y OTROS ASPECTOS
No se puede olvidar
la importancia que tuvieron las parroquias en el campo de la enseñanza.
Por las Constituciones del abad Moya se
obligaba a los sacristanes en una sociedad con un alto grado de
analfabetismo a la introducción a al
lectura y la escritura "Y lo tercero
enseñar la doctrina cristiana a los niños y criados de los parroquianos, los
días y en la forma que se contiene en el título de Fide Católica. Y si en algún
lugar no uviere escuela para enseñar a leer y escribir lo harán ellos, pagándoles
los padres su trabajo, y mostrarles una buena criança y limpieza y ayudar a
misa devotamente, y que confiesen, y tengan buenas costumbres, y huyan todo
vicio, y sigan virtud, y no estén ociosos, ni jueguen por la iglesias ni
cimenterios, y mostrarles a ser cristianos y píos”
A esto se añade que muchos
sacerdotes ocuparon los puestos de maestros de primeras letras y las cátedras de gramática en los siglos XVI y XVII en las escuelas
municipales, trasladándose posteriormente a los claustros de los colegios. Pues
se consideraban los más preparados para el ejercicio de la docencia
superior. De ahí no nos extraña que se
mantuvieran como miembros reconocidos de los escolares en los exámenes de
escolaridad a principios del siglo XX.
LOS
PÁRROCOS GARANTES DE LOS PADRONES DE LA CIUDAD
La función
estadística del municipio tuvo un soporte básico en las parroquias. Pues, el poder civil se
sirvió de una función propia de los
párrocos establecida en sus constituciones: “Haga matrículas de todos su
parroquianos, desde el Domingo de la Septuagésima de cada año, y la tendrán
terminada para el primer día de Quaresma. La qual harán por sus mismas personas
con grande cuidado y advertencia, yendo por cada casa de la parroquia, y
sabiendo en particular las personas que ay de confesión y comunión, y de sola
confesión. Y los criados, y los escrivan a cada uno por sus nombres. Y el que
no las diere, de qualquier calidad y preeminencia que sea, no le desempadronen,
ni den por cumplido, aunque digan que se les ha perdido” Los párrocos
elaboraban una lista de empadronamiento parroquial y preparaba cada año la
lista de mozos para el servicio militar. Además, a lo largo del siglo XIX y
principios del XX, asistían con su presencia
en el pleno del alistamiento en todo el proceso de la leva militar, que
solía celebrarse en los primeros meses
del año. En 1853, con su asistencia los curas párrocos y la presencia de los
mozos, y otras personas interesadas, ellos daban fe de presentar las listas
prorrogadas, las fechas de nacimiento, el nombre de padres y las calles donde
habían nacido. Lo mismo hacían los alcaldes pedáneos para los mozos de las
aldeas.
V. IGLESIA DE SANTA MARÍA LA MAYOR
En cuanto a
la sede parroquial, la de Santa María la Mayor lo fue en la Iglesia Mayor de la
Mota desde su fundación hasta mediados del siglo XVII, que hizo de sede la
iglesia de San Juan sin dejarlo de ser
la Iglesia de Santa María la
Mayor. Según Guardia Castellano, “La tercera iglesia católica de Alcalá,
después de la dominación sarracena, fue
la vieja mezquita que se describe en el
canto que motiva esta nota, habilitada para los cultos católicos, bajo la
advocación y título de la Purísima. Mas como ninguna de estas respondiera a la
fe de aquellos conquistadores y a las exigencias de la Ciudad naciente, erigida
en Abadía, como diremos en la nota siguiente, erigieron otro templo más
suntuoso en el mismo lugar en que después fue emplazada la hermosa fábrica de
Santa María la Mayor, o de la Mota. Dicha primitiva Iglesia Abacial fue puesta
bajo la advocación y conocida con el nombre de ´¨La Asunción de Nuestra
Señora¨. En conmemoración del glorioso día en que entró en Alcalá la real el
Ejército sitiador, quince de agosto, día
de la Asunción”[23].
Además de
sede parroquial, ostentaba el título Iglesia Metropolitana, y “se pensó en
su reedificación, ensanchándola y engrandeciéndola para que respondiera cual sus prerrogativas y
merecimientos demandaban a la Iglesia Abacial, cabeza y matriz de una
jurisdicción que abrazaba con sus
términos del Castillo y Frailes, Priego y Carcabuey”[24]
Está claro
que hay constancia de su fundación como entidad eclesial, pero la ubicación del
templo es una pura hipótesis, solo refrendada en alguna litografía, y en
posibles relaciones de algunos elementos concordantes del templo gótico con la
anterior mezquita, según se puede comprobar en las excavaciones arqueológicas
Por
eso, se sentía orgulloso el cabildo
eclesiástico y se ufanaba, como expresaba Garrido y Linares. “Por iguales pasos, sosegadas las cosas
políticas de esta ciudad, en su
principio se dirigió su común afecto a la fábrica del templo o iglesia
Matriz por ser uno de los principales fundamentos de la Ciudad que nuevamente
se funda, como dice Gregorio López,
siguiendo a Lucas de Peña, para que siendo celosa demostración de su religión
cristiana fuese así mismo casa de oración i congregación de fieles par celebración
de cultos divinos, oficios y debidos cultos a la Majestad divina”[25].
Desde
mediados del siglo XVII, se asistió a un gran
abandono y una traslación de la población de la fortaleza hacia los
barrios bajos de la ciudad hasta tal punto que apenas existían vecinos dentro
de ella a principios del siglo XVIII y, eran poco numerosos los del barrio de
San Bartolomé, la Peña Horadada y San Sebastián. De ahí que se trasladara la
sede a la iglesia de San Juan, en tiempos del abad don Alonso Antonio de San Martín “. Y habiéndola perfeccionado, el dicho
abad Señor Abad la hizo coadjutriz, para cuyo efecto, por el mes de Septiembre
del año 1668, se trasladó a dicha Iglesia el Santísimo Sacramento del
Viático.... Como se ve por los datos
antecedentes, dicha iglesia era coadjutriz o viceparroquia desde 1667, y como
tal vino funcionando hasta 1860 en que fue trasladada la dicha coadjutoría a la
Iglesia del Rosario, a petición del pueblo que en distintas ocasiones lo habían
solicitado del Señor Abad” [26]...
En
1837 concedió el Estado el
exconvento del Rosario para usufructo del Ayuntamiento y se
cedieron una parte a la Junta de
Beneficencia y, años más tarde, el templo para parroquia de Santa María. En
1844, se intentó trasladar la sede de
esta parroquia desde la iglesia
de San Juan a la del Rosario, concediendo el ayuntamiento 2.732 reales. Pues, desde el siglo XVII se
celebraban la mayoría de los cultos en el templo sanjuanero hasta tal
punto que este, incluso, figuraba
popularmente en algunos casos, como la parroquia de San Juan. Pues, los vecinos
reclamaban el cambio de san Juan y Veracruz por Angustias y Rosario, por
razones de comodidad, pocos adornos y poca concurrencia. Por eso, a mediados de los años cincuenta del siglo
XIX, ordenado por el Jefe Político de la
Provincia, se hizo el repartimiento del
cupo de contribución general del Culto de tal manera que, desde 1837 hasta 1844,
los cultos los pagaba el ayuntamiento y recogía impuestos para este fin.
También nombraba unos comisarios de culto y clero. Además los gastos eran
controlados por la Diputación Provincial de Jaén que los aprobaba anualmente
como los datos que tenemos de 28 de
septiembre de 1842. Entre los gastos parroquiales, estaban los sueldos
parroquiales de los sacristanes, curas y tenientes parroquiales, casas de
curas, o gastos ordinarios del culto.
Los conventos del Rosario y
Consolación se concedieron de un modo gratuito
por utilidad pública en 1845, pero el Ayuntamiento no rellenó el inventario por la
Administración de Bienes Nacionales, para objetos de beneficencia ni dio
utilidad pública a los conventos y hubo que personarse ante el gobernador para alegar y poder
recuperar dichos edificios públicos. Por
los años cincuenta de dicho siglo, los Claustros de Consolación se enajenaron.
VI. PARROQUIA DE SANTO DOMINGO DE SILOS
Refiriéndonos a la parroquia de Santo Domingo de Silos, que
sirve de base para la de Santa María, su
sede se levantó, según refería Antonio
de Gamboa en el siglo XVII, “En raçón de esta entrada tiene hecho voto esta
ciudad y acude todos los años a la perroquia de santo Domingo, la qual se fundó
en el mismo sitio que era donde los moros tenían su meçquita y para siempre
tiene por patrón a este bendito santo abad de Silos Santo Domingo glorioso”[27]. Se
sabe que su sede se encontraba en la
iglesia del mismo nombre hasta finales del siglo XVII.
Salvo breves periodos de
tiempo, hizo las veces de parroquia la iglesia de la Veracruz para trasladarse
definitivamente a la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias en 1879. Su
primer casamiento fue de David Anguita, natural de Frailes, y Cecilia Romero.
Tanto la iglesia de la Mota
como la de Santo Domingo quedaron convertidas en cementerios a las afueras de
la ciudad, donde solían llevarse principalmente a los pobres y personas no
privilegiadas En cuanto su zona y
demarcación territorial, data de mediados de este siglo. Pues, hasta ese
tiempo, eran parroquianos los vecinos de las calles comprendidas en dos
perímetros, uno desde la acera del Llanillo y calle Tejuela, que se extiende
hacia el Cerro de las Cruces y
san Marcos y otro, en la parte comprendido en las faldas del cerro de la Mota,
desde la calle General Lastres o Bordador, Llanillo, Álamos, Capuchinos, hasta
la calle Llana. A ello se añadían las
aldeas de Mures, las Riberas, la Pedriza y Cantera Blanca, Santa Ana, la Rábita
y las Grageras. Es decir, se extendía en la zona del barrio de la calle
Tejuela, san Marcos, Cruces y sus faldas.
Y, por otra parte, desde la calle Llana hasta el Llanillo, lo que hoy
pertenece a su demarcación, y anteriormente, sin la parte de arriba que era
de la parroquia de Santa María la Mayor. De ahí que las ermitas
san Blas, San Juan y el Rosario
pertenecieran a la parroquia de Santa María y las de la Caridad, Veracruz, san
Antón y Angustias lo eran de santo Domingo. Frailes, las Caserías, la
Hortichuela, Fuente Álamo, Ermita Nueva
y Valdegranada pertenecían a la
de Santa María con las ermitas de San Marcos, San Judas, oratorio de
Ayuntamiento, Verónica y Ecce Homo y conventos dominicos y franciscanos.
En 1879, se
comienzan los trámites del traslado de
la sede parroquial de santo Domingo de
Silos. Desde la iglesia de la Veracruz
hasta la de las Angustias. Se envió una
carta por la alcaldía que decía lo
siguientes. “Reconocido desde mucho tiempo por este vecindario la necesidad
que hay de trasladar la Parroquia de Santo Domingo de Silos sita en la Iglesia
de Veracruz a otro tempo, que reuniendo mejores condiciones para la práctica de
las ceremonias del culto sea susceptible
de las obras y mejoras que en aquel
va con aquel objeto guiábale el
deseo de ver satisfechas las aspiraciones constantes del vecindario que viénese
conociendo esta merecida así como procura por este medio la conservación de un
templo que a su mayor capacidad que el de la Santa Veracruz reúne su mérito
artístico del que como los demás de esta población y le una que la imposibilidad en se ha haya d facilitar algunos fondos
fuera causa que impidiese su pronta terminación. Si los impuestos que este
vecindario paga no fueren tan crecidos a consecuencia de los gastos de la Nación, y déficit del
presupuesto municipal el Ayuntamiento
que por este última causa no tiene otro medio de allegar recursos para
cubrir sus obligaciones propondría a los contribuyentes con el celo que por esta
obra le anima las necesarias para ello dentro de las facultades que le comiden
las leyes. Solicita que lo mismo que pagan los moradores de las aldeas de la
Rábita, Mures y Santa Ama pagan a los capellanes que en ellas celebran el sacrificio de la misa
1500 reales cada una, lo mismo se haga con estas coadjutores”. El ayuntamiento le respondió el 2 de agosto sobre la imposibilidad de
contribuir al traslado Pero ya era una
realidad el traslado.
En cuanto a las
parroquias rurales, ejercía su jurisdicción en varios partidos de campo, que primero
funcionaron por separado como ayudas de
parroquia y, posteriormente. La de San Juan Bautista, en los partidos de campo
de las Riberas y Mures; la de Santa Ana,
Villalobos y Ermita Nueva; la de San
José, Grajeras, Caserías, Fuente Álamo y Rábita. ; La de la Inmaculada, La
Pedriza Hortichuela, y Venta de los
Agramaderos.
[1] GUARDIA CASTELLANO,
Antonio “Notas para la Historia de Alcalá la
Real”. Madrid 1913. Páginas 143-145.
[2] AAVV
Alcalá la Real Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Pág. 303
[3] FITA, F: “Inscripciones
inéditas de la Guardia y Alcalá la real en la Provincia de Jaén” Boletín
de la real Academia de la Historia, LXIV, Págs.628-636.1964.
[4] SOTOMAYOR, M en AAVVV.
Alcalá la Real. Historia de una ciudad
fronteriza y abacial. Tomo I Pág. 305.
[5] CANO ÁVILA, P. Alcalá la Real en t los autores musulmanes.
Diputación de Jaén. 1990
[6] AAVV Alcalá la Real
Historia de una ciudad fronteriza y
abacial. Tomo II. Pág. 77.
[7] AAVV Alcalá la Real
Historia de una ciudad fronteriza y
abacial. Tomo III. Pág. 199
[8] VVAA. Abadía. primeras
Jornadas de la Abadía. Presentación. Diputación Provincial de Jaén. 1997.
[9] AAVV Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y Real. Tomo III.
Pág.349-350.
[10] MONTAÑÉZ CHIQUERO,
Antonio. Rincón de Visitantes Ideal
1934. Separata con motivo de las fiestas de la Virgen de las Mercedes.
[11] Ibídem.
[12] ARSANJUAN. Litografías de
Santo Domingo de Silos. En el pie de texto de la leyenda, aluden a la antigua
mezquita.
[13] GUARDIA CASTELLANO,
Antonio. Notas para la Historia de Alcalá la Real. Edición de Francisco Toro
Ceballos y Domingo Murcia Rosales. Pág.
135. 1996.
[14]
MARTÍN ROSALES, Francisco. Programas de fiestas de aldeas de Mures,
Las Caserías, Charilla, Santa Ana, Ribera Alta y San
José de la Rábita durante los años
1998-2004 y Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial.
Pág. 287-189 Ayuntamiento de Alcalá la Real 1999. .
[15] MARTÍN ROSALES, F. Tomo
II. Pág. 305.
[16] CONSTITUCIONES de Moya. Tres en al de Santa María, otros
tres en Santo Domingo, cuatro en la de Priego y dos en Castillo y uno en
Carcabuey.
[17] MARTÍN ROSALES. Historia.
Tomo III. Pág. 307.
[18] LIBROS DE MATRIMONIOS 17.
Folio 678. 24 de diciembre de 1761.
[19] Libro III. Constitución
2 C. Abad Moya
[20]
AMAR. Acta del 13 de abril de 1849. La formaban los siguientes personajes, que
eran los mayores hacendados y los miembros hidalgos de la ciudad. Por Santa
María, Jerónimo Medina, Juan de la Cruz Sánchez Cañete, José Benavides,
Fernando Carbonell. Antonio García, Manuel Corral, Venancio Vigas. Por Santo
Domingo de Silos, José Martínez, Francisco Luis Romeo, Pablo Reyes, Antonio
Peñalver, José Villuendas, Antonio Castillo, José Oria y Pedro Ruiz.
[21] AMAR. 8.8.1864.
[22] Los médicos Francisco de
Caldas, Jorge Calvo y Joaquín Sánchez Molina. Los miembros de la junta de Sto.
Domingo bernardo Mirasol que fue alcalde y se trasladó a Córdoba, Antonio León,
Francisco Caldas y Jorge Calvo; la de Sta. María Miguel Molina, Antonio Vinuesa
y Joaquín Sánchez Molina.
[23] GUARDIA CASTELLANO,
Antonio op. cit. Pág... 206-210-
[24] Ibídem. Pág. 207.
[25] MARTÍN ROSALES, F.
Principios de la Historia de Alcalá la Real que dejó en tal estado don Agustín
Garrido y Linares, manuscrito de principios del siglo XVIII. I.E.G. nº 172.
[26] GUARDIA CASTELLANO. Pág.
224.
[27] MARTÍN ROSALES Documentos sobre la frontera de Alcalá la
Real. En III Congreso de la Frontera de
Alcalá la Real. Pág. 252.Año 2000.
[28] AMAR CAJA 24 PIEZA 31. AÑO 1843. Con motivo de la nueva imposición sobre el clero, que
administraba el ayuntamiento, era reticente la capellanía de la Virgen de las
Mercedes y el ayuntamiento le envía una
carta al abad , cuyo borrador es el siguiente:
Ilmo. Sr.
He
dado cuenta al Ilustrísimo .Ayuntamiento de la .Ciudad, que tengo el honor de
presidir de la comunicación que VI. se sirvió de dirigirme con fecha del corriente , a consecuencia del
oficio que le pasó el presbítero don Enrique Díaz sobre el pedido de las
cuentas que le tenía hecho a nombre de Nuestra Corporación de las limosnas que
la piedad de los fieles daban a Nª. Sª.
De las Mercedes como Patrona de esta Ciudad, y, enterada dicha Municipalidad de
su contenido ha acordado diga a VI.,
como lo hago, que el pedido de cuentas
que el Ayuntamiento tiene hecho tanto al citado Presbítero cuanto a las demás
administraciones de Cofradías y Hermandades que existen en esta Ciudad, no es
con el ánimo de privar el cuanto a que están destinadas sus limosnas, si sólo
es con el objeto de dar cumplimiento a. y por consiguiente la Corporación se
propone no sólo llenar dicho objeto sí también el de mejorar en la parte posible estos establecimientos
piadosos, y, por lo tanto ha dispuesto
que , con respecto a las limosnas que recibe Nuestra Señora de las Mercedes, se
cree una Junta de Personas de Probidad
que presidida por un individuo de
dicha Corporación procuren de que
a los fondos recaudados se les den la impresión que los fieles que la
tributan apetecen, y que el sobrante
que resulte se agregue a menos repartir en la contribución del culto
parroquial en conformidad a lo que previene la Ley citada.
Creo
que con lo expuesto se tranquilizara V.V.I. y cesarán los infundados recelos
que le movieron al presbítero don Enrique a
molestar la atención de V.IS.
Dios
Guarde. Y otra dirigida a don Enrique Díaz.
Sr.D.Enrique Díaz
[29] AMAR. Cabildo del treinta de
agosto de 1939.
[30] MONTAÑÉS CHIQUERO, A.
[31] IDEAL Suplemento,
Miércoles, 15 de agosto de 1934. El artículo del Arcipreste reflejaba las ideas
del clero de aquel tiempo y acababa con la advocación a
[32] ECO
DE JAÉN. 2 de marzo de 1935. El sermón corrió a cargo del párroco y arcipreste
Antonio Montañés Chiquero y versó sobre la Sagrada Familia. Recordó la que es
modelo de todas las familias, presentando como base de la sociedad a la familia
humana y haciendo el relato de las virtudes de l de Nazaret y de las actuales,
para deducir el mal de la sociedad actual, pues tal es el axioma, el todo es
como el conjunto de las partes. Aludió al descuido del catecismo y relegado a
la práctica por la mayoría de los que se llaman cristianos, hoy ambula la pobre
humildad con la vista puesta en el suelo, sin querer las luces de lo alto,
porque para lo necesario da su calor, como que lo reciben a las puertas del
templo. No son culpables de l todo, otras doctrinas lo apartan de la verdadera.
¿Dónde va la humildad sin más guía y norte que el de sus egoísmos?
[33]
[34] AMAR. El día 12 de agosto de
1938. La Comisión municipal Gestora[34]
recogiendo creyendo interpretar el común sentir del vecindario
unánimemente acordó conmemorar el II
ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN DE NUESTRA CIUDAD POR LAS INVICTAS TROPAS DEL
CAUDILLO GENERALÍSIMO FRANCISCO FRANCO, CELEBRANDO UNA SOLEMNE fiesta en honor
a Nuestra Excelsa Patrona la Virgen de las Mercedes, fiesta que costearía de
sus fondos la Corporación municipal, procurando para lo sucesivo asignar un
presupuesto de cantidad necesaria, para que anualmente se celebre la citada
fiesta en esa y ya destacada fecha, declarada fiesta local para todos los
efectos por la Corporación municipal Gestora
que precedió a la que adopta este acuerdo, cuando dirigiéndose al señor
hermano Mayor de la Real Cofradía para
hacerle conocer este acuerdo, rogándoles que pudiera convertirse en plausible
costumbre y, a fin de que el vecindario pueda admirar la artística y preciosa
talla de la nueva imagen, acertadamente construida por el laureado y famoso
escultor señor Garnelo y Alda Se exponga al culto y veneración de los devotos,
despojada de sus valiosas vestiduras, concediendo un amplio voto de confianza
al señor Alcalde para que disponga de todo lo necesario para celebrar dicho
aniversario y haga las invitaciones de rigor y recuerde los festejos que han de
celebrarse este dicho día. Los festejos
importaron 712.70 pesetas. Misa, invitación. En el año 1938, se invita por la
Comisión Gestora a la fiesta de la Candelaria del dos de febrero.
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