UNA MAÑANA DE RUTA DE ZUMAQUES
Este año se resisten a ofrecer su
sinfónico concierto de colores el
paraje de los Zumaques de la ciudad de la Mota. Pero, ya se ha convertido en
realidad esta nueva ruta para muchos senderistas de toda España. Los hay que
parten en dirección al Cerro de la Luna. Saludan a los vecinos que encienden
las luminarias otoñales e invitan a unas salchichas a lo lejos,
quemando la tala de su huerto del solarín
de su vivienda residencial. Pasan cerca de las Canteras Nuevas,
depósitos y cruz del Rayo, acariciando
el lomo de la cornisa de los Tajos cercanos al camino pecuario de
los molinos de Huescar, y llegan a la ermita de la Verónica, donde
hacen la primera parada. No tardan en
resolver la duda de este lugar de cruz y
oratorio con su relación sobre el
antiguo Calvario, la sexta estación de la devoción popular del Vía Crucis, y el
damero de la ciudad renacentista. Desde este mirador se divisan los arrabales
viejos de la Alcalá de Banu Said y el
telón de fondo de la Mota. Se prosigue el
camino de los Llanos hasta cerca de las cuevas argáricas y las canteras
romanas, rozando el sendero con la valla y las canteras del camino de San
Marcos hasta topar con su cerro, desde donde se ofrecen el paraje de la primera
ciudad de Alcalá, su santuario, las
casas de los Batmala y las placas del Mioceno.
Se coincide con otros ruteros que se han
aproximado por una ruta más urbana. Este es su viario: Llanillo arriba, parada
en Consolación, Tejuela abajo y camino de Charilla llaneando. Desde aquí, en la
caseta del camino de San Marcos, se gira al norte por una pequeña vereda señalizada
bajo el paraje de las Cuevas de san Marcos. Entre conocidas cuevas, torcales, hundideros,
algunas viñas y olivares, e imponentes Tajos. Sobre todo, el famoso Hacho:
Ese tajo se reviste de Caronte,
fue violentamente por algunos traspasado,
una cabra de Lot se manifiesta
en su boca con aspecto de bifronte.
Fue antaño una luz resplandeciente,
una llama de almenara en alerta
protegiendo el ruedo de San Marcos.
Por el sendero abierto en el bosque de
Monterrey, y bajo los descomunales tajos
de flancos horadados por la
gelifracción y la erosión de siglos, se camina
pisando piedras y salteando las rocas caídas, mientras el grupo se reúne
en las reliquias de los terrenos
roturados y rodeados de tapiales de piedras. La gente siempre quiere resolver
el enigma de tantos montones de piedras acumulados por el hombre debido a la roturación de los Llanos para reparto de las clases humildes, lo que en tiempos de crisis y sequía los llevó a su endeudamiento
y venta a los patronos. Es un paraje donde no se olvida el oso cazado por el
rey Alfonso XI y descrito en su Libro de Montería. Se escuchan tiros de
cazadores por el olivar, y los esparragales amarillean los campos baldíos.
De allí se vira a la izquierda hasta llegar a un sendero que nos llevó a
la casa de piedra, un rincón encantador cuidado por Manuel y Toñi,
repleto de su labor artesanal y artística con la que han elaborado una vivienda
de piedra que complementa y mejora el medioambiente de este entorno. Se vive en
otro mundo bucólico que recuerda las Geórgicas o las Bucólicas de Virgilio: no
son los pastores de Téocrito son los descendientes de Gerión haciendo hablar a
las rocas del desprendimiento secular. Al lado, disfrutamos con Vicente Moreno,
en su huerto especialmente ilustrado con su gubia, en la que su cosmovisión
de artista nos ilustró de la génesis, esencia y diagnóstico del ser
humano ante el planteamiento universal del topos ciudad/campo con un nuevo
enfoque que lo convierte universal para los planteamientos del futuro. El
hombre, la mujer, el campo, la naturaleza, la transformación humana y los
complementos se romanizan en sus relieves con una versión portadora de mensajes
muy ilustrativos para revisar el mundo de hoy.
Vigila el Hacho, rememorando su cadalso
suicida.Y al llegar al cruce de caminos alto y bajo de Charilla, nueva parada,
con la Martina al frente y los mismos tajos alcalaínos recordando a Tetis, la diosa
mítica del mar.
Esos tajos alcalaínos y tenantes,
antaño ciudad argárica y centenaria,
por su presencia corroídos y horadados,
dejan traslucir en forma catenaria
un panel de celdas columbrarías.
Y al subir al camino del lagar, se manifiestan los pinos, los arbustos, las zarzas, las retamas
, la higuera y los primeros zumaques, entre verdes y ocres, apenas rojizos
clamando por el agua.
En medio de tierras roturadas,
de hombres pobres y solemnes,
se levantan sus piedras en mausoleo
de un infame esfuerzo de esas gentes,
arrancando los yeros y las escañas.
Ayer, el zumaque reinaba en su solana,
convertido luego en ocre tinte,
estrujo en las negras atarazanas
de las aguas de las limpias Azacayas,
hoy se brindan ufanas en un bosque de otoño
para curiosos de colores de esperanza.
Y. entre matorrales, piedras, erillas, veredas negras de lodo, y zarzales por
doquier, cubiertos de liquen y musgo verde y blanco, se llega al lagar de Monte
el Rey, donde se explica y comprende la descripción del Libro de la Montería ,
la caza del oso, los jabalíes, el ruedo... y se divisa Charilla, el Sotillo, la
Celada...y se topa con el mirador del antiguo basurero, sellado y ofreciendo el
pie de cuesta en su momento inicial con los tajos en caída y la invitación a
descubrir La Gotera, la cueva del agua.
Al llegar al mirador de los Zumaques, no se presentan este año en su mejor momento: algunos rojizos, otros ocres
por algunos sitios, escasos los amarillos pardos por los restantes y, como si fuera una paniculata, el verdor de la
vegetación mediterránea en su relleno natural.
De allí , en
medio de una atmósfera purificadora a la manera de que envolviera una sombra
regenerativa, se llega a la caseta de la
Mora Vieja entre la vaguada del cerro de San Marcos y la cresta de los Llanos,
el antiguo camino de los Aspadores.
Es el punto de partida. Alcalá la Real cuenta
desde hace años con este primer sendero homologado por la federación nacional
de Montaña y ha sido precisamente el que discurre por esta emblemática ruta de
los Zumaques. Esta ha sido una aspiración de la población local que ya es visitada con todas las garantías por todos
aquellos que disfrutan del patrimonio natural de nuestra tierra. El sendero
discurre, entre tramos del antiguo camino a Charilla y las veredas que enlazaban la localidad con las
parcelas agrícolas cercanas. En su final, por el paraje de los Llanos, coincide
con el Cordel de Córdoba y caminos que
unían Alcalá con localidades como Santa Ana y Frailes.
El rutero no olvidará nunca estos Tajos,
muestra de los bosques mediterráneos del sur de la Península
Ibérica, ni las maravillosas vistas en
el horizonte, con vistas a la Fortaleza de la Mota, Sierra Nevada y del centro histórico de
Alcalá la Real.
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