EL ALCAIDE
I
Gonzalo Cejudo le encantaba acudir
todos los ratos libres que le proporcionaba su horario de profesor a aquel
viejo caserón, un antiguo convento dominico ubicado en el barrio de la
Magdalena de Jaén. Le costaba trabajo
descifrar documentos y dar en el clavo con las biografías de algunas personas.
Pues estaba entusiasmado con un personaje de su pueblo natal Alcalá la Real. Era su alcaide. Así, lo
llamaba, pero alcaides habían existido muchos en la historia de aquella ciudad
de frontera, que pasó de llamarse Qalat Banu Said: Alcalá de Aben Zayde para
los primeros conquistadores, pero que, pronto, cambiaron el nombre por el de
Alcalá la Real. Aquel castillo, residencia
de los primeros alcaides le atraía intensamente. Sobre todo, sus gobernadores militares. A lo largo de sus estancias en aquella sala,
cercana a las dependencias del templo del convento dominico, la luz de
primavera le enfocaba el nombre de muchos alcaides de la fortaleza de la Mota
al pasar los folios de aquellos libros de portadas de piel vacuna reutilizadas
de antiguos cantos corales. Muchos de la familia del conde de Cabra, que,
incluso, llegó a tener un palacio por ser alcaide de aquella ciudad fortificada; otros
relacionados con la familia de los
señores Fernández de Córdoba, los señores de Aguilar; otros menos conocidos
como Luis de Merlo o el Condestable o
algún noble baezano, relacionado con los Garcí Méndez de Sotomayor.
A Gonzalo le interesaba, los alcaides que siguieron manteniendo el cargo y la paga tras el mundo
de frontera y la toma de Granada. Ya, muy avanzado el siglo XVI, una vez que
los señores de Cabra y Aguilar habían
hecho dejación de la tenencia de
alcaldía de los reyes, que eran los que
ostentaban su propiedad, ocupaban por delegación de los anteriores muchos caballeros
hijosdalgos alcalaínos o familiares relacionados con estas casas nobiliarias,
los Valenzuela, Pineda, y, sobre todo, los Aranda. Y, tras ellos, en tiempos de
Felipe II, se la vendieron a un vecino de Granada, don Benito López de Gamboa.
Oidor de la Real Chancillería de Granada. Este personaje y su familia le interesaba, y pagó en 1571 al rey
Felipe II nueve mil ducados para la alcaidía de la fortaleza y alcázar de
Alcalá la Real. Se preguntaba su equivalencia en maravedíes y el mismo se
respondió:
-
3.
300. 065 maravedíes.
Y en un debate interno, indagó su sueldo
anual:
-Cien mil maravedíes de juro a cargo
de las alcabalas de la ciudad de Granada.
Enfrascado en la tarea de conocer el
alcaide nuevo. Encontró en una probanza
de nobleza que era el undécimo alcaide de la fortaleza alcalaína, nieto por
línea materna del célebre gobernador
Galindo, e hijo de un vecino de tiempos
de frontera Juan de Gamboa, y, por su padre. De Martín Ruiz de Avendaño y doña María López de Gamboa, señores de
Villarreal de Álava y de la casa de Urquijo, Laso y Gamboa. Quería comprender cómo se había extinguido el
nombre de los Gamboa tras la alcaidía de su hijo Antonio López de Gamboa. Y
buscaba y rebuscaba en los documentos señales e indicios que le desvelaran alguna luz. Siempre, reconsideraba que los alcaides de
esta etapa que abarcaba desde la toma de don Benito hasta su extinción en el
siglo XIX no apareciera el apellido de
Gamboa en primer lugar y se viera esfumado por el de los Góngora y Estrada.
Algo debía haber ocurrido, el investigador tenía la mosca tras la oreja.
Había recogido
de algunos papeles del Duque de Sesa , nieto del Capitán don Gonzalo de
Córdoba, el Gran Capitán, como alcaide de la fortaleza alcalaína, su defensa a ultranza de los privilegios y
mercedes que gozaban los pobladores de la Mota. E, incluso, anotó que , en
1582, de su teniente alcalaíno don Pedro
de Pineda y Mesía entregó la alcaidía al hijo de Benito López de
Gamboa. Es verdad que no eran los
tiempos guerreros de los señores de Aguilar y Cabra para defender la
fortaleza alcalaína con armas y soldados.
Aquel castillo de la Mota había quedado reducido a una plaza fuerte de
interior , sin importancia militar ni estratégica. Recuerdo de tiempos
anteriores y postín de señores hidalgos que ostentaban algunos beneficios. Una cuestión de honores que recaían en señores nobles y magnates del
poder de la nación, primaba la hidalguía
y la tradición frente a sus antiguo valor militar y guerrero como capitán de un
pequeño grupo de soldados a sus órdenes para defender la frontera y los
dominios reales. Su guarnición había quedado reducido a un cuerpo de escolta de
ballesteros que protegían al alcaide y
los mantenía a su costa. Pero se
reservaban los privilegios y fueron del orden militar, ostentaban el oficio de
regidor perpetuo con voto preferente en
los cabildos y un sueldo proporcionado por la Corona, en este caso de la ciudad
de la Alhambra. También fundó un mayorazgo el vínculo de la alcaidía y varios
bienes. En un acto de juramento y
pleitesía a la Corona, celebrado en la villa de Madrid, un 3 de julio de 1581,
ya muerto el padre, se celebró el juramento siendo menor de edad, pues contaba
veinte años. Lo representó el contador
Periáñez del Corral ante don Álvaro de Córdoba, gentilhombre de la Boca
del rey Felipe II. Le aportó el escribano de la Corte el documento de juramento. Quería Gonzalo Cejudo a lo que
se comprometía el alcaide Gamboa. Y, en este caso, representado por el contador
transcribió:
-
Señor Contador, Periáñez del Corral. Vuestra merced en nombre de Ilustre
Caballero don Antonio López de Gamboa, menor de veintiún años y mayor de diez y
nueve, hijo legítimo y sucesor de la casa y
Mayorazgo del Muy Ilustre Señor don Benito López de Gambia, su padre,
difunto, del Cosejo Supremo que de Su Majestad, y supliendo su menor edad como
su curador ad litem, representado en este caso a su persona, jurar y hacer fe y
pleito homenaje como hijodalgo caballero, una , dos y tres veces, una, dos y tres veces, una ,
dos y tres veces, según yuso y fuero en
España, que el Señor don Antonio López de Gamboa, como caballero hijodalgo y
alcaide que es por Su Majestad de la
Tenencia y Alcaidía de la fortaleza con todas sus preeminencias a él, y ser
guarda y fiel custodia como tal Alcaide de ella por S.M el Rey de don Felipe,
nuestro Señor , y después de sus largos días por los Señores Reyes de Castilla
que después de S.M le sucediesen, con toda fidelidad, y diligencia”.
-
Creía
Gonzalo que ya llegaba el momento de dar la anuencia del juramento cuando se
encontró todos los siguientes párrafos
del juramento completo:
-
“ y no se retirará de ella en tiempo de peligro, aunque vea
atormentar y matar o herir a su mujer o hijos o a otras personas r a quien
mucho ame; nui aunque sea preso, atrimentado p herido, o amenazado de muerte; y
aunque vea am que se la la tienen minada de los contrarios para la volar con pólvora;
ni la dejará salir a desafío en campo, ni por dádivas ni promesas que le sean
fechas, de bien ni mal; ni la entregará
ni mandará que se entregue, ni la
rendirá a persona del mundo sino fuera al dicho rey don Felipe, nuestro Señor,
a quien S. M. lo mandare, y se la entregará y volverá libre y desembargada, en
ella sólo y acompañado, de noche o de
día, y no se le retendrá so color de registro
o provisión o bastimento que en ella o por ella hubiera fecho, ni por
otra causa alguna solo y para él establecida en dicho contrato, los Alcaides
que quebrantaren dicha fidelidad debida y sus Reyes y los pleitos y homenajes
hace y pide y consiente que dé acuse de
testimonio a quien lo pidiere de parte de S.M.
Vio que había terminado el texto
del contenido del juramento. Y anotó lo
que el juró el contador:
-
Que así lo juraba y prometía en nombre del dicho don Antonio López de
Gamboa, su menor lo pedía y pidió por
testimonio que el dicho señor don Álvaro
de Córdoba y el dicho Periáñez lo firmaron de sus nombres.
El alcaide Gamboa se preocupó mucho sobre la reconstrucción del castillo de Aben Zayde, y, reconstruyó en los años noventa del siglo XVI, sus torres, sobre todo la del Homenaje, contratando al maestro de obras Ginés Martínez de Aranda. También fue un gran erudito escribio o 50] «Antigüedad de la ciudad de Alcalá la Real y su villa del Castillo con las inscripciones romanas y de godos y fundación de los moros africanos y ganancia del señor rey don alfonso y otros antecesores suios. Por lo que he visto y oído". Era un auténtico coleccionista con estas piedras en su casa y localizadas en las de otros vecinos de Alcalá la Real y una gran cantidad de monedas romanas y musulmanas de oro y plata, algunas de ellas le jurtaron
. También se encuentra una historia readaptada por él sobre este municipio, con pocos restos en la parroquia de Santa María la Mayor.
II
Gonzalo Cejudo se afanaba en descubrir el sucesor de don Antonio López de Gamboa. Pues, no había tenido descendencia y en las referencias que había anotado figuraba uno con apellido segundo Gamboa. Y, en esto que encontró un documento que enredaba mucho más el asunto de herencia de la alcaldía alcalaína. Su madre doña Teresa de Eraso y Galindo se casaba con don Pedro de Gamboa, que era hermano de de doña Ana de Gamboa. Para mayor confusión en 1585, muerto su padre, ésta se casaba con Gonzalo de Gamboa, vecino de Baena, hijo de Gonzalo de Valenzuela y Gamboa y doña Catalina Clavijo. Eran unas capitulaciones, que otorgaban la viuda y sus hijos Antonio, Francisca y Alonso en favor de su hermana Ana. Le donaron cinco mil ducados, mil en el momento de la celebración de la boda, por personas de Granada; y el resto a lo largo de cuatro años y se recogía de las alcabalas de Granada; el marido aportaba varias cantidades y trigo, aceite y otros productos de Baena.
Su hermana Ana era la menor y no podía heredar el mayorazgo, y su vínculo de la alcaldía. Su otra hermana Francisca había muerto; quedaba Alonso. Y le cayó en sus manos un legajo de este familiar. Sabía que años anteriores a la entrega de la alcaldía había residido en el Castillo de Locubín. Alonso de Gamboa y Eraso fue un funcionario castellano. Natural de la villa de Madrid, fue colegial de la Santa Cruz de la Universidad de Granada, hasta 1592 , ocupó el cargo de alcalde de hijosdalgo en la Real Audiencia y Chancillería de Granada. y además alcanzó el grado de alcalde de crimen. Posteriormente obtuvo la plaza de oidor de la Audiencia de Galicia, donde se encontraba en 1607, después de formar parte del Consejo de Castilla. Se casó con Felipa Olivera y Sotomayor, con la qie tuvo una hija de nombre de Beatriz, casada con Antonio Chumacero, que era tambié miembro del Consejo de Castilla y fue distinguido con el título de caballero de la Orden de San Jaime. Y se marchó muy joven a Galicia de la Coruña. No tenía más documentos. Pero dio con la clave, un documento de dote 21 de octubre de 1621 ante Alonso Sánchez de Córdoba, en el que Juan de Valenzuela y Gamboa, hijo de Ana de Gamboa y Gonzalo de Valenzuela,enredaba más la herencia pero, al mismo tiempo esclarecía noticias de la familia.Pues se casaba con Beatriz de Gamboa, su prima. Increible, otro cruce y una suculenta dote de 4.000 ducados. Ya sabemos quién era esta Beatriz.
Pero Gonzalo descubrió un testamento curioso de una hidalga, relacionada con la estancia de Alonso de Gamboa en el Castillo. Se llamaba doña Ana de Espinosa y Velasco. Era hija de García Espinosa, un hijodalgo del mismo Castillo. Ya, sana de mente, pero enferma de cuerpo, tras sus declaraciones de fe, en 18 de julio de 1628 hacía sus mandas testamentarias, y, aunque vivía en Alcalá la Real y ordenaba ser enterrada en la Iglesia Mayor, pedía que se trasladasen sus restos a la capilla de su yerno en la Iglesia de San Pedro del Castillo. Curiosomente, rebusco entre los apartados de este documento notarial y, curiosamente, me encuentro que su nombre era Martín de Gamboa. No me detengo en las exequias, limosnas y las más de cien misas que debían rezarse por su alma o familiares. Incluso sus últimas intenciones no me aclaraban mucho de su yerno. Mas, Gonzalo Cejudo, a punto de abandonar la lectura del testamento, encuentra una declaración y establece un diálogo con Ana, anotando las respuestas.
En primer lugar, se preguntaba sobre su relación los Gamboa, y, he aquí esta manifestación vital.
-Declaro que, siendo yo doncella por casar, en casa de don García de Espinosa, mi padre, en la villa del Castillo de Locubín, don Alonso de Gamboa y Eraso, siendo, soltero, y mozo por casar, me presuardió con palabras de amor solicitándome.
-Aquí, está la clave de amor- musitaba Gonzalo-, y no se imaginaba una descripción más certera sobre su relación entre ambos mozos. Por eso , leía, y releía:
- Y me dio palabras de casamiento, por ser como era don Alonso de Gamboa y Eraso, hombre nombre y principal caballero hijodalgo que a mí me estaba muy bien que fuese mi marido.
-Más claro que el agua pura-exclamó en su interior. Y prosiguió con el encadre perfecto del anillo al dedo:
-Tuvo conmigo cópula y acceso carnal, me estupró y corrompió y vejó mi virginidad.
-Los dos en la flor de la vida, una tarde de primavera contemplando desde la ventana las riberas del río San Juan.
-Y de dicho trato me hice preñada y parí una hija Gabriela de Gamboa y Eraso del dicho don Alonso.
-No quedaban más que las disposiciones dotales y su correspondientes himeneos cristianos.- Ya se imaginaba Gonzalo una parrafada dscribiendo sus bienes y quedó boquiabierto con la siguiente manda:
-El dicho don Alonso fue oidor de la Chancillerá Real de la Coruña.
-Por lo que deducía que se marchó sin haber nacido todavía la niña, pero con conocimiento de todo. Pues escribía:
-Siempre el susodicho me correspondió con caricias, y amistad, reconociendo como reconoció a la dicha doña Gabriela por tal su hija.
-Algo debió interrumpir la presencia de ambos.
-No tuvo efecto dicho casamiento por estar don Alonso ausente sirviendo la plaza de oidor.
-Bueno, podría haberse aplazado. Algo debió ocurrir. Se cruzó otra persona.
-Efectivamente, se casó con doña Felipa Oliveria y Sotomayor .
-No entendía el enredo. Algo debio pasar. el ivestigador copiaba literalmente:
-Yo no le hice contradición la palabra que me había dado-declaraba Ana ante el escribano-, y porque dicho don Alonso siempre reconoció por sus hija a la dicha doña Gabriela con sus palabras y obras, estando como ha estado y está en posesión de su hija.
-Entendió su relación con el alcaide don Antonio López de Gamboa.-y Gonzalo Martín calcó su participación:
-A la cual por acuerdo y parecer del alcaide don Antonio, tío de doña Gabriela de Gamboa, y hermano de don Alonso y otros susodichos casamos la dicha doña Gabriela con Martín de Gamboa. con que de presente hoy está casada.
-Claro, ahora entendía aquella dote que se otorgaron ante el escribano castillero Francisco Jordán.
-Y leía que la declaraba como única heredera de todos sus bienes y otras cosas, por no tener otros hijos. Y añadía su relación como heredera de Alonso de Gamboa.
Gonzalo de Gamboa se preguntaba que esto era un caso que le había desviado del tema. Pues, como es lógico la madre defendiera a su hija Gabriela, pero la auténtica hija de derecho de Alonso de Cabrera era Beatriz de Gamboa, la que comentó en los primeros pasos de la herencia de la alcaldía y el mayorazgo. Y lo encontró en su testamento de 1619. Allí, el alcaide Gamboa manifiesta que nombraba de teniente a su sobrino don Fernando de Cabrera y Aranda, pues representaba al noble hijodalgo, caballero, familiar del Santo Oficio, y que lo había nombrado para que lo sustituyera en sus ausencias. Tan solo, si quedaba vacante tendría la tenencia Beatriz.Y así ocurrió.Se casó con el licenciado Antonio Chumacero y Sotomayor, ambos de muy noble estirpe. Y nombró por teniente a don Melchor de Góngora y Gadea en vida. De la relevancia del marido (1584-1636), se manifiesta que era hijo del Licenciado Francisco Chumacero y Sotomayor, del Consejo y Cámara de Castilla, y de Catalina Carrillo Lasso de la Vega, también fue colegial del mayor de Cuenca de Salamanca, caballero de la Orden de Alcántara, Oidor de La Coruña y de Valladolid, Gobernador del Principado de Asturias, Alcalde de Casa y Corte, y del Consejo Real donde murió en 1636. En su familia, dos de sus hermanos fueron también personajes muy destacados. Así, su hermano Juan Chumacero de Sotomayor y Carrillo, fue Presidente del Supremo Consejo de Castilla, embajador en Roma, caballero de la Orden de Santiago y primer Conde de Guaro, y otro hermano, Fernando Carrillo, colegial mayor en el del Arzobispo de Salamanca y Oidor de Valladolid. Por Cédula del 24 de octubre de 1636
El rey Felipe IV hizo merced para las hijas de don Antonio, ya difunto, y su mujer Beatriz de Gamboa de tres presentaciones en conventos de real patronato y tres hábitos de las órdenes militares para que con su producto se costearan las dotes de las otras tres (dos de las ocho hijas habían muerto siendo niñas), y de otro para lo que pariese su esposa que quedó encinta, que resultaría ser una hija de nombre María Josefa, monja en Santo Domingo El Real de Madrid.
Por su parte, Beatriz de Gamboa (La Coruña, 1608-Madrid, 1683), hija de Alonso de Gamboa y Eraso, fue sucesora de su tío Antonio de Gamboa en el mayorazgo y patronato de Alcalá la Real (Jaén) fundado por don Antonio. finalmente, tras su muerte y sin descendencia recayó como lugarteniente en don Juan de Estrada y Manrique, casado con su hija doña María Francisca Chumacero. un noble asturiano , fiscal de la Real Chancillería de Granada y oidor de la Valladolid, consultor del Santo Oficio de la Inquisición y descendiente por línea de varón de la antigua casa de los duques de Estrada, señores de la villa de de Estrada y conde de la Vega de Sella en Asturias. Este progenitor del hidalgo que comentamos fue el que entroncó la rama de los Estrada con los Gamboa. Pues se casó con doña Francisca Chumacero Gamboa Sotomayor y Eraso, hija de don Antonio Chumacero y Sotomayor, y doña Beatriz de Gamboa y Eraso que nombró al principio como teniente de alcalde a su pariente don Melchor de Gamboa y Gadea, por estar emparentada con la mujer de don Antonio de López de Gamboa doña Inés de Góngora y Gadea. Entre los bienes, destacaba un cortijo en el sitio de la Merced, hoy día se denomina a este cortijo con el mismo nombre y, además de su gran extensión, conservaba hasta muy recientemente la encina más grande del municipio alcalino. Por el camino de tierras de Villalobos, se hallaba y halla a unos tres cuartos de legua.