Se han comentado con mucha frecuencia las desamortizaciones que se llevaron a cabo en el siglo XIX, la de Mendizabal (que afectó principalmente a los bienes de los conventos y monasterios regulares partir de 1835), y la del célebre ministro Madoz (que afectó a los bienes de propios de instituciones públicas, sobre todo ayuntamientos, en 1850. Sin embargo, se realizó una anterior mal llamada de Godoy a finales del siglo XVIII.
Como refieren los comentaristas: A pesar de que la historiografía utiliza esta denominación, ésta no tendría demasiado fundamento, ya que fue decretada en septiembre de 1798 durante el reinado de Carlos IV cuando Manuel Godoy hacía seis meses que había perdido el poder, por lo que su promotor fue su sustituto Mariano Luis de Urquijo.Con esta desamortización se pretendía hacer frente al enorme déficit y al asfixiante endeudamiento que padecía la Hacienda Real por el incremento del gasto de la guerra de la Convención (1793-1795) entre España y la República Francesa y el aún mayor de la guerra con Gran Bretaña iniciada en 1796 y el descalabro de la Monarquía de Carlos IV porque la Armada británica cortó las comunicaciones con el Imperio español de América, de donde procedían los principales ingresos para la Hacienda Real, tanto en metales preciosos como en derechos de aduanas. Estos fueron los bienes desamortizados: los de los Colegios Mayores, los de los jesuitas no vendidos tras su expulsión treinta años antes y los de las instituciones benéficas de la Iglesia. Estos fueron los que afectaron a muchas iglesias, fundaciones, hospitales, hermandades y cofradías. Y este es el caso de Santa Ana. Aparece dos documentos ante el escribano Florencio Serran0 (Legajo 5243, Folio 283) en 1804, por lo tanto, ya habían trascurrido cinco años que se comenzó el expediente de desamortización. Al frente de las operaciones administrativas se encontraba el corregidor Joaquín Bernard y Vargas, caballero de la Orden de Santiago. Y se plasmaba mediante su venta y su ingreso del dinero de la compra, que estaba al mando del afrancesado Vicente Mirasol que regentaba el cargo de administrador de la Caja de Amortización, donde se recogían todos los ingresos de la venta. Tras la comunicación de los pregones de subasta, remate y adjudicación se enviaba al Intendente de la Provincia de Jaén que lo exponía en el Boletín mediante un decreto y se emitían los correspondientes vales. El acto de este veinticuatro de abril recayó en Santa Ana. Y aparece con estos términos “la capilla o cofradía de la imagen de Nuestra Señora Santa Ana”, lo que constata una cofradía que ya no funcionaba, y, la administración de cofradías y hermandades eran asumidas por el sacerdote capellán de las imágenes. El objeto de la primera desamortización santanera fue una Haza de DOS fanegas en la Fuente Granada que la habían tasado los agrimensores de tierras en 1805 reales y se remató en Manuel Espinar `por cinco mil reales como bien del patronato de la obra pía de Santa Ana. Era lindera con la fuente actual.El segundo documento de desamortización se firma un día anterior (23 de abril) ante el mismo escribano y corresponde a un haza de dos fanegas en el Salograr, linderas con arroyo y tierras de Antonio Pernías, recayó el remate Juan María Ruiz que ingresó la cantidad de 3.325 reales.
Mas bienes salieron a
subasta, en concreto la alameda de su entorno y algunas casas de Alcalá.
Propiedad de la cofradía- Pero en este tiempo, ya no ejercía como tal sino en
título.
No fueron los objetivos
de las ventas de estos bienes desamortizados cumplidos tajantemente, sino que
se prolongaron sus gestiones en algunas casas hasta después de la Guerra de la
Independencia.
Pues se sabe que “El
primer problema que tuvo que abordar el nuevo gobierno de Mariano
Luis de Urquijo tras la caída de Godoy el 28 de marzo de 1798 fue la
práctica bancarrota de la Hacienda Real, cuyo déficit se había intentado
sufragar hasta entonces con continuas emisiones de vales reales cuyo
valor se había ido deteriorando, ya que el Estado tenía muchos problemas para
pagar los intereses y los vencimientos de estos. Para solucionar este problema
Urquijo recurrió a una medida extraordinaria: la apropiación por el Estado de
ciertos bienes "amortizados", su posterior venta y la asignación del
importe al pago de la deuda a través de una Caja de Amortización.
Sin
embargo, gran parte de los fondos de las ventas no fueron ingresados en la Caja
de Amortización, sino que Manuel Godoy, tras
su vuelta a finales de 1800, a los gastos de la nueva guerra con Gran Bretaña
(1803-1808). Por eso Godoy tuvo que negociar y obtuvo del papa Pío VII una
nueva desamortización de bienes de la Iglesia. EL papa le
concedió al rey Carlos IV enajenar «la
séptima parte de los predios pertenecientes a las iglesias, monasterios, conventos,
comunidades, fundaciones y otras cualesquiera personas eclesiásticas, incluso
los bienes patrimoniales de las cuatro Órdenes
Militares y la de San Juan de Jerusalén».
Con
la llamada «desamortización de Godoy» en diez años se liquidó una sexta parte
de la propiedad rural y urbana que administraba la Iglesia, entre los que
pertenecen los descritos anteriormente y de otras hermandades y cofradías. Fue
el remedio peor que la enfermedad, porque las consecuencias sociales de la
misma no deben ser desdeñadas, ya que la red benéfica de la Iglesia quedó
prácticamente desmantelada. Y, por otro lado, la renta del 3 % prometida a
las instituciones cuyas propiedades habían sido desamortizadas pronto dejó de
abonarse por la falta de fondos de la Caja de
Amortización. Por esos esta segunda bien llamada "desamortización de Godoy" no
solucionó los problemas de la Hacienda porque en 1808 los ingresos ordinarios
no llegaban a los 500 millones de reales, mientras que los gastos estaban
cercanos a los 900 millones, más los 200 millones en pagos de los intereses de
la deuda acumulada, que, según los cálculos de José Canga Argüelles ante
las Cortes de
Cádiz en 1811, ascendían a 7000 millones de reales.
Pero
quede como testimonio de una capilla que asumía el culto que hasta entonces
organizaba la cofradía y uno de los fondos que poseía, aplicados a memoria de
misas que hemos desarrollado en años anteriores.