UNA
MATRONA EN LA MEMORIA, PRIDENCIA RATIA
FOTO EN COLOR POR jUAN áNGEL |
Tres cosas hay en la vida salud, dinero y amor; y el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios. Pero, tras estos tres conceptos, hay unas personas que son los actantes de su plasmación en el mundo social. Parece como si el coronavirus nos hubiera hecho valorar la salud por encima de todas, porque corrían tiempos en los que el dinero había dejado a los otros dos en el camino. Como si todo estuviera solucionado gracias al señor don Dinero. Incluso el amor o reencarnación en la solidaridad y fraternidad pugna siempre una dura batalla con el individualismo y consumismo actual del mundo del dinero.
Hace unos años, el médico de familia, los practicantes y las
matronas desarrollaron un papel fundamental en la vida de los vecinos. Y lo
eran, porque, junto a sus cuitas de las enfermedades, aportaban su altruismo y
dedicación plena en las personas. Todos recuerdan su primer médico (el pediatra)
y su madre le recordaba los cuidados de la persona que le ayudó a dar la vida, Ese don de generosidad gratuita que nos permite estar en la tierra. Este es el
caso de las matronas o comadres, que ya aparecen en los documentos de la ciudad
de frontera y se perpetúan hasta nuestro tiempo, que a mediados de siglo se vio
auxiliada por los ginecólogos. Al mismo tiempo que se pasó del parto
domiciliario a la Casa de Maternidad cono un sofisticado juego de instrumental
ginecológico, que todavía conservaba el último médico don José Chamorro.
Doña Anita fue mi partera, pero pude disfrutar de las buenas
maneras y sociabilidad de Prudencia Ratia Noguera (1910-1989), esa mujer de
Campillo de Arenas, Matrona casi octogenaria, para la que el día no le marcaba
un horario profesional. Era un servicio público en cualquier momento de la
jornada que se presentaba a una familia anunciando que la esposa rompía la
fuente. Y manos a la obra, afrontaba las incidencias más inesperadas que se
ocasionaban antes de salir el último dedo del pie del útero femenino. Lo hacía
con amor, llena de candor y cariño fraternal. Parecía como si todas fueran sus
hijas. La mujer profesional de la salud se convertía en el alma de las alegrías
de muchas familias. Por eso no es extraño que, a los setenta años, el
ayuntamiento alcalaíno le reconpció todos sus desvelos por las familias y, de
manos del alcalde Marañón, se le rindiera un homenaje y le dieran nombre a una
calle. Aún más el propio cabildo se comprometía en agasajarla con una nueva distinción,
que lo logró con la Primera Medalla del Mérito del Trabajo en categoría de oro
en 1982. No quedó en aquellas distinciones, su propia hija pudo recibir la
distinción de Mujer de Luz por el Centro Municipal de Información de la mujer.
Corren nuevos tiempos, la salud impera como un caballo que
todos nos montamos para poder gozar de la vida, poder trabajar (la fuente del
dinero), y dar la vida en fraternidad (el amor) a los que comparte este paso
por la tierra.
Ayer, fue Prudencia Ratia la heroína, hoy lo son muchas personas del mundo de la medicina que se merecen el mejor de los homenajes, enfermeros/as, médico/as, miembros de hospitales, auxiliares, ayudantes de domicilio, celadores, y la intendencia (desde camioneros hasta los servicios de seguridad y de limpieza pasando por otros cuerpos de voluntarios como Cruz Roja, Cáritas, Protección Civil o tiendas de abastecimiento). Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, pero sin lugar a dudas “Prudencia es la madre del amor”. Nuestros vítores para todas ellas, y siempre practicando sus buenos consejos. Que nos cuidemos.Y cuidate y nos cuide.
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