Pero no
puede olvidarse la gran cantidad de personas humildes que reservaban los
ahorros de su vida para que se dijeran misas en el altar de la imagen, de la
que eran hermanos y cofrades; a veces, incluso, donaban sus mejores prendas o
los ahorros de metales para que la cofradía administrara censos o comprara
algún bien u ornato de la imagen. Este es el caso de Gabriel Montenegro y
Luciana de Berciér, naturales y vecinos de Granada, que, casualmente, se
encontraban en 1732 afincados y alojados en una casa del convento de
Consolación. Por algún imprevisto, se vieron obligados a hacer el
testamento y solicitaron ser enterrados
en dicho convento y que se les reconocieran dos censos dedicados a las
cofradías de Nuestra Señora de la
Soledad y Nuestra Madre de Dios del Rosario. Pero, lo que más
nos interesa para la historia de la cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza es la siguiente
manda testamentaria:
“A Nuestra Señora de Cabeza, sita en la
iglesia de San Marcos, extramuros de esta ciudad, a la cual se ha de dejar doce pesos de escudos de
plata, los cuales se le han de dar luego que fallezcamos, todo otorgante a
Andrés Bedrodo, nuestro albacea, para que las emplee en un VESTIDO para nuestra Señora, para lo que alcanzare, porque
así es nuestra voluntad”.
Con
esto comprobamos que la cofradía engrandecía su patrimonio a través de enseres
y ornatos, en este caso un vestido de la imagen, costumbre que mantienen muchos
hermanos mayores en su año mandato y, por otra parte, se manifiesta el carácter
trashumante de dicha cofradía por el origen de muchas de sus personas devotas,
ya que por sus apellidos y su vecindad debían ser ganaderos que se alojaban
accidentalmente en Alcalá la Real Sin
embargo, apreciamos que esta costumbre testamentaria ha quedado reducida en muy
pocas familias que tan sólo hacen alguna donación a alguna institución. Cosa
que engrandeció mucho el patrimonio artístico de muchas iglesias y cofradías.
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