EN ALCALA LA INFORMACION CARNAVALES Y CUARESMA

CARNAVALES Y CUARESMA Si
tuviéramos que titular este artículo en consonancia con nuestra época,
probablemente le vendría mejor el de “Veranotoño y Coronavirus”, por eso de aplicarle una
termología referida a unos acontecimientos tan cercanos y más acordes con el
nuevo lenguaje que se filtra por los medios de comunicación. Hasta el día de
Andalucía, hemos vivido un tiempo que más se asemejaba a la estación otoñal que
al crudo invierno alcalaíno, repleto de escarchas, heladas matutinas y
algunas que otras nevadas con sus correspondientes carámbanos y chupones
de hielo que pendían de los aleros de las casas. Y, además remontarse al Carnaval de la ciudad de la
Mota, por mucho que queramos, no hay narraciones más aproximadas que los que
celebraban en las fiestas de Casino con bailes de Salón. Pues el carnaval
popular procedía de las mascaradas ( desfiles de caballeros a caballo exhibiendo su ropaje y vestimenta con
antorchas) y fiestas de cuerpos que proliferaron en nuestra tierra con motivo
de las fiestas extraordinarias del cabildo, por la proclamación de los reyes,
celebración de una victoria o una paz, llegada de un corregidor o un abad. Los distintos gremios desde los artesanos hasta los labradores, pasando
por los jornaleros, aldeanos, albañiles, canteros, sastres, barberos,
taberneros, y otros miembros de un oficio desfilaban por la ciudad. Lo hacían
desfilando y exhibiendo un ingenio, que no era otra cosa que un invento mímico
y paródico con el que despertaban el interés y la emoción de los espectadores.
Generalmente,. el humor no faltaba y, en muchas ocasiones, el canto jugaba
otro ingredientes especial. De estas
gremios nacieron las murgas y comparsas que recogieron el ingenio, con el uso
de vestimenta grupal ( animal, payasos, países, banderas…) y el canto satírico que dio lugar los carnavales de tiempos republicanos,
proliferaban en el caso y en las aldeas y se tiñeron de un ariete contra el
régimen al que zaherían , provocando una nueva sociedad en sus costumbres y
sistema político. La canción se imbuía de la melodía, sones y los tonos de su tiempo, desde los tangos, a las
alegrías, pasando por los cuplés, los pasodobles y otra canción cualquiera de su tiempo
que triunfaban como best sellers de una música sin cadenas radiotelevisivas.
Estos carnavales se convirtieron en un esperpento en tiempos
franquistas con los coros de cantaros, las caretas de papel y las fiestas
aldeanas de candil. Con la democracia renacieron, le costaron alumbrar el parto, nacieron popurrianos y se
gaditanizaron entre cuplés, tangos, pasodobles y el popurrí, mantuvieron la
vestimenta grupal y perdieron el travestí de un cancionero no regulado de modo
que pasaron de certamen a muestra por
falta del concurso.
Cuesta trabajo mantener un certamen con categoría de grupos
que suelen alcanzar un nivel artístico y de vestimenta tan altos y, por otro
lado, la constancia es una virtud que, a
veces, es difícil mantener con
perseverancia debido a las circunstancias familiares y sociales de los miembros
de la comparsa, bueno y también de las chirigotas
y coros, que también, hoy día, se
mantienen y merecen un monumento a su elevada creatividad y esfuerzo
inconmensurable. Conservar el álbum de su repertorio musical consiste en
coleccionar la crónica de cada año, en
la que se resalta el acontecimiento social, local o nacional que más repercute
en los vecinos. El carnaval es una fiesta de travestí, como lo era la fiesta
del obispillo y de las saturnales romanas. En el carnaval se reivindicaba, a su
manera. Y, en este tiempo los agricultores, también, han asumido su
protagonismo social y reivindicativo de unos productos que no alcanzan ni para pagar el proceso de su
elaboración y recogida. Es verdad que con tintes de chirigota se endilga el
pildorazo para que lo recojan los gobernantes, pero la tractorada no es un
pildorazo ni un carnaval de ocio sino una reivindicación muy seria por la que
se juega la permanencia de los pueblos
serranos.Por otro lado, las
pestes, epidemias y pandemias siempre
existieron. Eran el coronavirus de los siglos pasados. La alarma social corría
como un rayo de una ciudad a otra. Se cerraban las puertas de las ciudades, se
prohibía la entrada de transeúntes a la ciudad, se les dejaba en cuarentena a sus afueras, en conventos, templos, ventas u otras caseríos del extrarradio hasta que
desapareciera la epidemia. Se multiplicaban las medidas sanitarias y médicas.
Una vela y un edicto a la puerta de la ciudad
solía exponer el estado de sus vecinos. Las rogativas se multiplicaban
por doquier, se proclamaban patronos a porrillo, ( aquí los hubo desde Santa
Ana hasta San Sebastián, pasando por san Blas y san Roque con motivo de peste,
epidemias, sequías y otras calamidades) Los vientos limpios y el azul de la Mota
reservaron a los alcalaínos en muchas ocasiones del contagio. Hubo epidemia pero
escasa, en el siglo XVIII ( 1600, 1635 y
1680). Esta última asoló algo más al Castillo de Locubín, y nos sirvió para
reclamar la feria de Alcalá la Real, por el estado de penuria que había asolado
a los campos alcalaínos. Los nuevos
tiempos globalizan mucho el conflicto, pero también la transmisión de la
noticia. No es raro que comiencen los expendedores de fake news, e inventen en
los medios de comunicación las noticias más inauditas de su propagación,
recreen situaciones fingidas de falso afectados, éramos en diáspora que han
regresado en veinticuatro horas, hospitales con el personal sanitario cubierto
de los vestidos preventivos. Me parece que hacen un flaco favor a un asunto serio. Se creen periodistas
que han cursado en las cloacas de las facultades universitarias. No podemos confundir
un traje de un sanitario con un disfraz de carnaval. Y los hay que han
difundido hasta noticias de afectados del coronavirus en el Hospital de Alta Resolución.
¿ Qué pretenden? ¿Alarmar?¿Confundir al personal? Es mejor que defendamos nuestros
cielos limpios y cumplamos con las medidas que nos recomienden, que no actuar de
falsos periodistas. No todo es carnaval, ni se admiten el travestí en un asunto
muy serio como es la salud, la vida de las personas.
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