EN ALCALÁ LA REAL INFORMACIÓN. EL CALVARIO.
EL CALVARIO
Siempre se quedan, en las personas,
palabras grabadas, algunas frases, que marcan
el comportamiento humano, o, al menos,
le sirven de fundamento conductivo a la hora de tomar decisiones en la
vida. Una de ellas me vino hace mucho años de un emprendedor alcalaíno que
definía el modo de afrontar cualquier actividad humana. En primer lugar, hay
que partir de una idea, por lo menos,
que sea brillante y con visos de obtener buenos resultados. En segundo, es
fundamental que hay que ejecutarla, hacerla realidad, siempre que sea realista
y con posibilidades de éxito. Y, en tercer lugar, hay que mantener la obra
conseguida. Viene esto a cuento del barrio alcalaíno de El Calvario.No nos extrañemos de este nombre. Con
él se denominaba el actual barrio de las Cruces, en los primeros años de su creación, Corrían los años mediados del siglo XVII y unos vecinos se
propusieron, probablemente con el
asesoramiento abacial, levantar un recinto en forma de calvario que simulara el último tramo de la
vida de Jesús en su paso por la tierra. Era un espacio urbano, muy frecuente de
los pueblos de España, pues, sobre todo, se mantienen en la Subbética, en la parta elevada de los pueblos, como Priego de Córdoba e,
incluso, en Frailes, y, a ser posible,
en un montículo lindero con la ciudad.
En Alcalá la Real, al dejar de habitar la población el cerro de la Mota,
ocuparon el frontero de los Llanos, escarpado, con acceso empinado a través de
veredas de cabras y algunos
descansaderos hasta el acceso a
la meseta de los Llanos, donde se situaron unos edículos conmemorativos de las estaciones del Vía Crucis y su correspondiente cruz, compuesta de la peana
y su leyenda estacional. Los devotos frecuentaron esta ruta pasional nada menos
que hasta principios del siglo XX, e, incluso, se revitalizó en los últimos
tiempos desde el punto vista religioso. Pero aquel sitio no fue habitado, sino
que como barrio fue conquistado por los alcalaínos por los años de los primeros
decenios de es este siglo, cuando el
incremento poblacional obligó a extender la vivienda en medio de estas
cruces y de sus oratorios, de modo que quedó dividido el barrio entre las
Cruces y la Verónica, clara alusión a la estación sexta del viacrucis
tradicional. Incluso, una noche muchas cruces fueron destruidas por uso
desaprensivos en los años treinta y
quedaron en pie la ermita del Ecce-Homo, la Verónica y la del Santo Sepulcro.
Aquella idea de Calvario no se
mantuvo más que en el nombre, el de las Cruces. Pues el barrio se convirtió
en poblacional, sufrió la degradación de
un entorno rústico hasta que se revitalizó en un recinto de
personas humildes y algunas de etnia gitana. Vivió años de emigración,
de abandono de viviendas y de recinto conquistado a la naturaleza, sirviendo
las cuevas de despensas, caballerizas y dormitorios, y transformándose su estrechos
rincones en espacios retamizos y corralones con alcachofares y almendros. Sin embargo, por eso de para mantener aquella idea, no hay que olvidar que es fundamental
renovarse o morir. En los últimos años finales del siglo XX, aquel recinto
recibió una remodelación urbana, que obtuvo el premio internacional de paisaje urbano del Mundo mediterráneos
entre finales del siglo XX y principios de los finales del siglo XXI. De arrabal de extrarradio y tan sólo una rémora de los devotos de Fátima por el mes de mayo, se transformó en un barrio muy digno de la ciudad. Algo hicieron las
autoridades para revalorizar aquel espacio urbano, reconstruyendo viviendas, reutilizando y
rehabilitando el espacio, urbanizándolo, embelleciéndolo, dándole valor y cambiándole
totalmente de cara estética. Entre ellas, hasta vecinos de otros barrios trasladaron
sus casas e hicieron mansiones de
segunda vivienda, lo que cooperó el
ayuntamiento con otras del recinto y
adquiriendo algunas, rehabilitándolas y saneando lo que no funcionaba. Se
ensayaron fórmulas para dignificar el espacio y aquellas viviendas, la ruta de
las Cruces se envolvía en leyendas del pasado de modo que renació como el ave
Fénix manteniendo aquel recinto. Como es lógico el barrio sufrió algún desgarro
y cruz con los que no se integran en la normalidad y se autoexcluyen; como es
lógico, fue y es víctima de esta gran transformación de un siglo de las nuevas
tecnologías y del bienestar, para llegar al domicilio con el coche en la mismas
puerta de las casas, obligatoriedad del ascensor entre los bancales de grandes
pendientes, y de prever actuaciones para
mantener este calvario, para soportar las cruces de los vándalos del norte.Bienvenidas todas las iniciativas, el
Calvario es el mirador privilegiado de contemplar el damero urbano de Alcalá la
Real, el balcón señorial de recrearse
desde el altozano en la ciudad
fortificada de la Mota y la atalaya desde las Torres bermejas hasta la frontera alcalaína y la Acamuña. Hace testimonio de sus cruces,
sus desgarros urbanos o de viviendas, pero nunca debe olvidarse que más
importante es un paisaje urbano, donde el hombre nunca debe dejar pasar el
tiempo. Cada uno aporta su esfuerzo, en
su momento, incluso a pesar de los desaprensivos de siempre. Igual da que se
llama cruces, calvario, paisaje urbano mediterráneo, Fátima, recinto peregrino,
albergue. Lo fundamental es mantener este barrio de paisaje urbano singular, el
resto son los arañazos de los energúmenos y autoexcluidos.
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