PUBICATA DE FIESTAS
                        a
esa mujer  muy alegre,
                        y,
de  canto muy solemne,
apedillada  Contreras! 
Estas fiestas
sin cambiar
se
remontan  ya tres siglos,
cuando un  devoto y fiel  hijo,
quiso un
día  celebrar.
Era un
labrador del pueblo,
que pacía los
ganados,
cerca de unos
verdes  prados,
al pie de un
alto cerro.
Debió  decirlo a su dueño,
que se
quedaba, sin misa,
los domingos
y, aprisa,
al abad  pidió un templo.
Eran
varias  caserías,
En torno a la
Moraleda,
Por el
Encinar  comienzan
Y llegan
a  Fuente Encina.
Si las
nombramos a todas,
Cuando se
fundó la ermita,
Bermejo, las
Albarizas,
Manuel Cano y
Peña Honda.
La Jurada  y El Villar,
De Cano y de
los García,
Las monjas,
capellanía,
Pedregales,
y  Encinar.
Se me olvidó
el Lagarillo,
Y también el
Puerto llano,
 Lo que Biedma ha comprado,
Y chozas del
pastorcillo.
No sé si, hace
más siglos,
 Vivieron 
aquí los iberos,
Pero sé que
son loa primeros,
Ramírez, Cano
y Rosillo.
 Algunos  eran  hidalgos,
-  (, incluso de los  Arjona,
Aguilera, Díaz
y   Moya-,
 A los campos transformaron.
Del  encinar para reses,
Se convirtió
en viñedo,
Aquel  famoso terreno,
fundo anterior
de mieses.
De  la fuente Moraleda,
Un  labrador 
prudente,
Encomendó la
suerte 
Del agua de
su  ribera.
Al santo, de
los labriegos,
Que el
rey  Felipe hiciera,
En Madrid, una
iglesia,
Y,  por patrono del Pueblo.
Los labriegos
alcalaínos
Le pusieron
san Isidro,
A la fuente
Moraleda.
Esto, Pilar,
no es proclama,
De las fiestas
campesinas,
Sino una
historia divina,
Del santo de
la labranza.
Y nos toca hoy
anunciarlas
A manera de
pregón,
Con trompeta y
tambor,
Con cohetes y
reales palmas.
Pues, los
hermanos mayores,
Quieren  que el día anterior,
Todos bailen
sin temor
Y  olviden los sinsabores.
Será el
domingo siguiente,
Al día de san
Isidro,
Cuando la misa
de Cristo
Nos reúna y
encuentre.
Tras él,
vendrán las carrozas,
Convocando a
la gente,
-laboriosa y
diligente,
para  adornar las 
cosas.
Que no falte
la bebida,
Ni  los premios al mejor,
Y
elijamos  por mayor
Dándole la
bienvenida.
Entre  cerezos y olivos,
bendiciones y
rogativas,
no os queden
en retentiva
los placeres
gustativos.
Y, si os sobrara algún tiempo,
Bailad, al son
de las orquestas,
Casadas,  novias y solteras,
Sin paro ni
entretenimiento. ,
Marchaos,
pues,  a vuestras casas,
Cuando ya no
os  queden fuerzas,
Rezarle y
hacerle ofrendas,
Antes de  la retirada.
Y que san
Isidro OS bendiga,
Salud, y un
amor ingente,
 Para el resto de los días.
¡Cómo quisiera
cantarte,
San
Isidro  labrador,
Con la dulzura
y candor,
De la  poetisa del arte! 




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