EN IDEAL , SANTA ANA (ii)
SANTA ANA (ii)
Antes de que surgieran los primeros núcleos de
civilización por el partido de campo de Santa Ana, el hombre de Neanderthal
habitó estas tierras por el paraje del Llano Mazuelos, como zona lacustre,
dedicado a la caza y a la pesca y cubrió su entorno con una importante
industria lítica, repleta de bifaces, hachas, lascas, núcleos de sílex …. Y,
tras miles de años, este primer poblamiento fue una premonición de una tierra,
donde la huella de los íberos se hizo presente y hay testimonios de que se han
encontrado falcatas y objetos de cerámica por el entorno del Cascante, Con el
tiempo histórico, abundaron las villas y las alquerías que se surtieron de las
aguas del arroyo de la Fuente del Rey.
Se multiplicó la vivienda diseminada por
este llano y su entorno, gracias a las aguas de sus fuentes y arroyos. Ya
recogía Madoz 38 entre cortijos, caserías y casillas,
destacando estos cortijos que han perdurado: “ el cortijo de la Lancha, la casería de Utrilla; los cortijos de
propios del villar de la Mesa ( más bien
debería ser de Juan Mesa Carnicero), y de la Cabeza del Carnero; los particulares de Apolinar, el Ciego, la
Cuesta, Media-Naranja, Piqueras, Salobrar, la Dehesa, de León, la Merced,
Melgar, Pernilla, Pcrnia, y Peña del Yeso; y las caserías de Bicdma y
Mélico, la de León o Nóveruelas, la de Alhambra, de los Frailes, Durán, Pinedas y
Peñuelas. Se asentaron en las tierras fértiles, que producían cereales y
viñedo, se regaRon con las aguas del arroyo de la Fuente Rey y de la Fuente de
la Lancha, el olivar conquistó las tierras de la dehesa Entretorres, la del
Cascante y la de la Moraleja, las de las Nogueruelas y las faldas de los cerros
de los Llanos, la Cueva del Moro, y el entorno de las dos vertientes de la Boca
de Charilla por la Carraca y los Barrios.

Este Llano de Mazuelos y su entorno se vistieron
de suelo industrial, en el siglo XXI, y, cambió sus agrestes campos, otrora
dehesa de potros, y, hasta el siglo XX, de sembradura de secano, en naves de
emprendedores privados y de colaboración pública. Y otras tierras de la Casería de Biedma,
fundación del abad Moya, convirtieron los suelos de piedras areniscas en
pequeños polígonos industriales, que ocupan a centenares de trabajadores del
plástico, construcción e industrias agropecuarias en las diversas fincas del Chaparral
y de la Fuente del Rey. En este lugar,
las huertas se repartieron entre los conquistadores y, sobre todo, entre los
caballeros de Alfonso XI, luego muchas de ellas se transformaron en tierras de
memorias, capellanías y fundaciones de la Iglesia, hasta que pasaron a manos de
hortelanos y pujareros con las desamortizaciones y ventas a los labradores. En
este entorno nacieron las primeras industrias desde la Edad Moderna, varios
molinos de harina, junto con los de la Lancha, la propia Santa Ana y Veinte
Novias, incluso uno aceitero por el Salobrar; y en los primeros años del siglo
XX, una industria de vinos y licores, que regentaron la familia de los Garnica,
donde destacó el anís del Cometa Halley. Se mantuvieron, progresaron y
aumentaron los molinos harineros, las almazaras y los talleres artesanos
conforme aumentaba la población, Nunca estas tierras abandonaron la ganadería
que pastó por los Llanos y encerraba a sus rebaños en los rediles, que luego se
transformaron en grandes tinados, cobertizos e, incluso, grandes naves hasta el
punto que por los años ochenta se creó la I Granja de Oveja del Sur, promovida
por la Diputación Provincial. Y los hubo en ganados grasos, laneros y caprinos,
e incluso, granjas avícolas y naves porcinas.
La vivienda rural se
transformó en muchos de estos rincones en segunda vivienda, de ocio y de hortelanos
de fin de semana. Y nació un Club y una urbanización de vivienda y
recreo que sustituyó las pocas casas de vivienda de verano de familias como los
Núñez, Rosales, Escobar entre otros…y se imitó en el Cascante, la Paloma,
Ciego., Pasailla Baja. Y, atrajo hasta edificios religiosos, desde el principio
la ermita de la Virgen Coronada, y a finales del siglo XX, el convento de las
monjas trinitarias.
Las torres de la Boca de Charilla, Cascante y de
La Moraleja se convirtieron en almenaras, que brillaron en las negras noches alcalaínas
con el resplandor de las nuevas energías a la manera de aquellas atalayas que
marcaban los caminos de los transeúntes y viajeros que acudían a las tierras
granadinas por los caminos de Guadix, Colomera o de Granada, que atraviesan
todos estos parajes. Ahora, el ocio y el deporte se alumbra con su luz nocturna
por el camino del carril bici; y nuevos enlaces recortan las distancias entre
las carreteras nacionales y provinciales.
Comentan que la Virgen Coronada
las vistió de góticas las del Cascante y Moraleja y dejó su forma cilíndrica a
la de la Boca de Charilla. Por eso, les puso una base troncónica, cuerpo de
planta circular, y de las mayores dimensiones con respecto a otras del entorno;
el perímetro llega a alcanzar en los Moraleja más de 25 metros y unos pocos
metros menos la del Cascante, el vano de entrada y acceso a una habitación
situada en la parte superior obligaba a una escalera artificial y efímera para
evitar los ataques imprevistos. Se corona con un cuerpo superior de azotea,
sobre una orla o guirnalda apoyada en canecillos que se muestran en forma de balcón,
y e aparecen en la de Cascante. Sin embargo, la de la torre de la Bica de
Charilla, llamada también de Santa y del Norte, de planta circular no se apoya
en la base troncónica y se ha reutilizado horadando su interior como casilla de
campo para guardar aperos. También, pudo ser refugio cercano de los soldados
del nido de ametralladoras en la trinchera de su entorno en la Guerra Civil.
Todas estas torres formaban parte de una red que comunicaba a los labradores de
estas tierras expuestas a peligros e invasiones continuas. Como centro fundamental,
desde estas torres se disparaban los mensajes de fuegos variopintos a la fortaleza
de la Mota, pero no perdían las emisiones entre ellas, la Dehesilla de los
Caballos. Charilla, Puerto, las Mimbres y la del Puerto. Ahora, estas torres
controlan un tráfico fluido de las nuevas rotondas que guiñan con su dibujo la
silueta de las torres.

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