La mayor parte del casco
histórico , mirando a la zona meridional con el paseo de los Álamos, y las calles Fuente Nueva y de la Peste,
salvo los tramos que se ampliaban con las calles Capuchinos y Puerto. La calle de la
Peste fue la vía urbana, donde nací,
allá por mediados del siglo XX, en una
casa de pujareros, con portal, sala, varios cuartos, cocina, bodega con vasos,
transformada en cuadra, caballeriza, zahurdón, patio, corral con dos higueras,
parrales y un peral, y un huerto con su pozo, y cámaras que presidía una cruz
de bronce de Caravaca y con varias trojes, donde mi abuelo almacenaba cereales;
en sus baldas de albañilería se salaba y secaban los tocinos, jamones y
embutidos de la matanza, se colgaban las ristras de ajos y las virtuas de los
orejones de melocotones, algunos que
otros melones y los aperos de labranza. Era la casa de mis abuelos paternos,
con una reja carcelera de barrotes acabados en agujas de hierro, y algún
que otro portón de recinto presidiario, orlada con muchas litografías de los
santos patronos y proveída de un mobiliario sencillo de madera y anea. Esta
calle, en el Catastro de la Ensenada, confinaba con el comienzo del
campo.. Su nombre deriva de formar la cinta de contención y cerca en tiempos de
peste, antes, y sobre todo la de 1680,
que fue una de las más famosas y más crueles que azotó la comarca, principalmente o en el Castillo de Locubín.
Esta calle estaba dividida en varios tramos que llegaron a llamarse con otras
denominaciones en los padrones y censos de siglos anteriores, desde calle
la Peste esquina abajo o esquina arriba hasta con otros nombres como Riberos,
Labradores y Rojo. La calle conserva, en sua fachadas y tapias, retazos y piedras de los portillos, de las
casas abandonadas y de los arrabales de la Mota. Basta con citar el
motivo decorativo del “Arretopa /carnero/ tu lo eres” en aquella plazoleta
donde preside un pilar del siglo pasado con un mosaico actual de san José. En
su segundo tramo se ve cruzada por la calle de las Casas de don Eladio, hoy
cronista Benavides, y en la casa de este cruce , preside una hornacina con la imagen desgastada
en otro cuadro del mismo padre de Jesús,
antigua casa de una memoria de su hermandad, , donde se enciende una hoguera la
víspera del padre de Jesús.
Si hay una calle
alcalaína con un contexto cofrade, no puede ser otra que la calle del Abad
Palomino, en el primer tramo hasta la calle Llana, la casa y taberna de la
familia Martín vivieron tiempos cofrades con la Virgen de la Cabeza, Virgen de
las Mercedes y, sobre todo del Cristos de la Salud; no pueden olvidarse los
cofrades del gallardete de Jesús con las familias Canovaca y Esteo; en
otras casas, la Aurora y el Cristo de la Misericordia siempre estuvieron
presentes o la del Dulce Nombre de Jesús; en el segundo tramo que en siglos
anteriores se llamaba de Labradores y Relimpios, predominaban las cuadrillas de
los gallardetes y cuadros. Por estos lares, redoblaban los tambores roncos y
sonaba el lánguido son de las trompetas de hojalata de la hermandad del Santo
Sepulcro en las casas de los Vegas y los Expósitos.. El Gallardete de
Jesús también visitó en tiempos pasados las casas de las familias del entorno
con los Serranos. Y, sobre todo, no era raro que un cuadro, un gallardete o una
lámina del Ecce-Homo no se alojaran en alguna vivienda de este barrio alto de
la ciudad de la Mota.
. Siguiendo el manantial de esta agua cofrade, bebieron los
miembros de la familia Vega a, que siempre estuvieron entroncados en algunas de
estas hermandades. En sus altares familiares, se ofrecía la patena
de la plegaria diaria. Esta calle hubo personajes famosos que see llamaban por
apodos sumamente conocidos en aquellos tiempos y hoy día desparecidos.
Era calle de tabernas de vino terreno, la de mi abuelo
Caroca, la de Anchuela, la de Galán, la casa de enfrente de los Vegas, la de los Toros y la
del Vicente el Moruno. De olor a paja en los meses de verano, por
alojarse en estas casas muchos pegujareros... en otoño el mosto despedía
un aire espeso de uva pisada en lagares de solarines y estanques de sus huertos;
en primavera, los huertos se llenaban de alcachofares, hortalizas y moras de
moral; y en invierno, la aceituna y la matanza distinguían las
albardas de las mulas de aparceros, pujareros, arrendadores y rentistas (
que también los había en esta calle ) . En esta calle, se ubicaron los
labradores de los cortijos del municipio alcalaíno, algunos pegujareros que introdujeron
el agua por los años treinta a sus casas,
y muchos jornaleros y hombres de oficios, que no abrieron tiendas en esta
calle sino se tras

ladaban a los de los lugares céntricos o a las partes más
bajas de este vial. La calle se abría con una zona de alojamiento humano
y de caballerías de transporte a Granada con el mesón de Alfonsa de Alba, y luego cambió por posada
y fonda de caballerizas y, hasta que llegó a funcionar como estación de
autobuses, silo y, hoy día, lo es, de
farmacia y tienda de excelencia. En su
primer tramo hubo un Juego de Pelota, en el que jugaban los soldados de los
tercios que se alojaban en la ciudad desde el siglo XVI... En el siglo
pasado, le cambiaron el cacofónico la Peste por el del reformista y abad
alcalaíno , José Palomino Larena, por ser un dechado de su religiosidad y haber
fundado una institución benéfica y cristiana en la ciudad de la Mota. La calle se
ha renovado a mediados del siglo XX en sus primeros tramos, y no le ha incidido
la calificación de recinto histórico
artístico, porque no pertenece a su demarcación. Con sus dificultades del
empinado del tramo final, todavía no se notan mucho las huellas del deterioro y
el abandono de otras calles de los
barrios antiguos. Y, se abren algunas casas de os alojamientos temporeros en
sus cercanías. Es una calle de intrahistoria local, pero también de fisonomía de la vivienda andaluza en
muchas viviendas. El factor humano la ha mantenido. Y, lo que es más curioso
sirvió de transición para la ampliación de las calles nuevo solar urbano de
Alcalá la Real.. ..
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