jueves, 23 de agosto de 2018

MUJERES DE LA CALLE UTRILLA EN LA CATASTRO



CURIOSIDADES 
 La familia Duran poseía una mesa de trucos 

Definición

Mesa del juego rectangular, de tamaño y longitud que no se ajustan a una norma fija, con un borde alto alrededor del tablero. Éste se cubre con un paño verde, y está horadado en los ángulos y en el centro de los lados más largos por troneras, en las que se introducen unas bolas, en general de marfil, que se impulsan con mazos, o con tacos o martillejos; los primeros están documentados en España desde el último tercio del siglo XVI, y los segundos desde fines del XVII. En uno de los extremos figura un aro de hierro o "argolla", por el que los jugadores han de hacer pasar las bolas desde el lado opuesto; si se colaban en las troneras se perdía lo ganado. En 1570 se habla de una mesa de trucos con dos pares de juegos, de lo que se deduce que este mueble comportaba varias posibilidades de uso. En los siglos XVII y XVIII hay una variante del juego que exige troneras en arco, tablillas forradas a trechos y, en un extremo, barra y bolillos. En ocasiones, si se sobremonta con un tablero puede servir de mesa de comer. Covarrubias indica que es de origen italiano. Sin embargo estos juegos proceden de Francia o de Inglaterra, donde se mencionan desde el siglo XV. El juego de la argolla es semejante al billard à blousses francés, que es la modalidad de billar más antigua que se conoce. Hoy se denomina billar inglés.


VIUDAS. 
Ana de Ortega (383). con cuatro hijos menores.
Ana de Alba (384)  con un hijo de 18 años herrero. Disponía de un lechón
Ana de Hinojosa (385) con un hijo menor y una hija, 
Antonia de Arjona (386), con un hijo de 18 años, jornalero del campo.  
Ana de Titos (388), con un hijo jornalero de 18 años, y tres hijos menores. Dispònía dos cerdas, dos dos lechonas, dos lechones, dos zecatos, dos jumentos, una pollina y una jumenta.
Inés Pareja , viuda (404), sola.
Juana Hinojosa, (412) con dos hijos menores. Vivía en su casa de la calle Utrilla, compuesta de portal, dos cuartos en bajo, cocina,cámaras y dos corrales, De ocho varas de fretne y fondo.  Lindera con las casas del convento trinitario por la parte alta, y por la baja con la de An tonio Aguilera (88 reales). Está gravada con una carga de 194 reales a favor del convento franciscano de Nuestra Señora de Conoslación. 

María Simón (422) con tres hijos menores y una hija. Poseía un casa que no podía edificar, lindera  con María de Mesa por la parte baja, y por la alta de Juan Fernández. 
María de Moya (423). con un hijo jornalero mayor de 18 años.
María Zafra (425), con un hijo zapatero mayor de 18 años y dos hijos menores. 
Vivía en su casa de la calle Utrilla, compuesta de portal,  cuarto principal y  segundo, caballeriza, , cocina,cámaras y corral.  De 9  varas de frente y por 8 de fondo.  Lindera con las casas del convento trinitario por la parte alta, y por la baja con la de An tonio Aguilera (88 reales). Está gravada con una carga de 950 194 reales a favor del convento trinitario y otro de 880 reales a favor de doña Leonor de Moya.  

Doña María Francisca Durán ( 426), viuda, con un hijo de 18 años, y un sirviente. Poseçia por su hijo don Baltasar Ávila y  Durán un censo de 4.920 reales  aobre un cortijo y casa de un presbítero de Inajar. Por una mesa de trucos sacaba su hijo 330 reales de beneficio. 
Mariana López (427) , con un hijo menor. 
Tomasa López (433), con un hijo jornaleo y cuatro hijas. Poseíauna tendilla de puesto público de la ciudad para vender vino, jabón y aceite que le ganaba 550 reales. 
SOLTERA
Josefa de Heredia (414), moza, sin familia alguna.
Salvadora Peñalver (432), con dos hermanas.  


MÁS SOBRE LA MESA DE TRUCOS RECOGIDO DEL INSITITUTO DE CERVANTES

Mesa de trucos, billar, flipper

Por José Manuel Pedrosa

Diccionario de Autoridades de 1726-1739 afina y perfecciona aún más tan preciosa información i
suerte de juego llamado los Trucos, que consiste en echar la bola del contrario por alguna de las troneras con la propia bola, lo qual se llama truco baxo, y altoquando se echa por encima de la barandilla, y vale dos rayas […] juego de destreza, y habilidad, que se executa en una mesa dispuesta a este fin con tablillas, troneras, barra, y bolillo, en el qual regularmente juegan dos, cada uno con su taco de madera, y bolas de marfil de proporcionado tamaño, siendo el fin principal dar con la bola propia à la del contrario, hacer barras, bolillos, tablillas, echar trucos altos, y baxos, respectivamente en las varias especies de este juego, con otros lances, y golpes, con que se ganan las rayas hasta acabar el juego, cuyo término puede ser voluntario, aunque regularmente suele ser de quatro, ocho, ú doce piedras, ó rayas. También se juega con tres bolas, y se llama Carambola.
La mesa de trucos era pues, según se puede deducir de la suma de estas informaciones, un juego que puede ser considerado como rudimentario antecesor y primitivo contubernio de otros que se practican hoy, como el billar, el futbolín y el llamado pinball flipper; y también como primo o acaso hermano del que en la Francia del xviii se llamaba bagatelle, el cual está considerado antecedente del pinball o flipper moderno. Palabras, objetos y conceptos (pinballflipper) de los que no conocemos entrada en el Diccionario académico. O que si la tienen (bagatela, ‘cosa de poca sustancia y valor’), no coincide con la de sus correspondientes foráneos. Aunque de la mesa de trucos española tenemos, según parece, documentación escrita más vieja y más abundante que de la bagatelle francesa, no hay que caer en excesos de confianza ni afirmar que de la primera vino la segunda. El origen posiblemente común de las dos se pierde en unos tiempos, en unas geografías y en unos bajos fondos borrosos en los que es muy difícil, por no decir imposible, escrutar.
Mesa de trucos era, por extensión, el local o garito (de ínfima reputación, dado a trifulcas y escándalos) en el que se jugaba. Había uno muy frecuentado en el Madrid que describió don Jerónimo de Barrionuevo en uno de sus Avisos de mediados del xvii:
En la calle del Lobo, en una mesa de trucos que allí hay, jugaba D. Luis de Guzmán, casado con la Vizcondesa de Allid, y sobre juzgar una mano, se repuntó con el Adelantado de la Florida, y alzó el taco para él, respondiéndole con la mano. Pusiéronlos en paz, y fuera mejor metieran mano á las espadas. Ninguno de los dos parece: el uno, por vengarse, y el otro, por guardar el cuerpo, que el Vizconde es hijo del Marqués de la Algaba, y todos los señores son deudos suyos. El negocio es pesado.
Alonso de Castillo Solórzano, en sus Jornadas alegres (1626), no se priva de relatar esta otra pendencia entre tahúres, aunque sin dar las señas concretas del garito:
Ofrecíansele cada día pendencias, sobre mil descortesías que usaba con otros caballeros, teniendo dicha en salir de todas bien, más por sus buenas manos, y destreza, de que era dotado, que por la ayuda de sus amigos; porque su áspera condición no los admitía. Ofreciósele en un día en un juego de trucos, sobre cosa de poca consideración tener una diferencia en truque de bolas, de manera que para declararla, se hubo de remitir al juzgado secreto de los que estaban presentes fuéseles preguntado á cada uno, para que facilitasen la duda, y de tomarles sus votos en secreto, resultó salir en público el condenar á don Diego, que era quien jugaba, el cual con la cólera que tomó de verse condenado, dijo á voces, que se holgara de saber quiénes eran los que habían votado contra él, para decirles que habían mentido como villanos; y con esto dejó el juego, saliéndose de allí muy enfadado. La áspera condición del desalumbrado joven y poco valor, y atrevimiento de los que miraban el partido, que no eran personas de brío, aunque principales, hizo que unos por otros dejasen de responderle, y aun de castigarle su necia descortesía y arrojado atrevimiento.
Tan mala reputación tenía este juego de hampones que fue glosado (o más bien execrado) en estos versos (sacados del romance que comenzaba «Muchos dicen mal de mí») de Quevedo: «Yo confieso que mi vida / es una mesa de trucos: / zarandajas, golpes, idas / y malogrados apuntos». Un siglo después, don Diego de Torres Villarroel criticaba en sus Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la corte (1728) a quien «derrama el día en las casas de las gorronas y en las mesas de trucos». Era un ejercicio bien arriesgado el que Cervantes se atreviese a declarar, en el prólogo nada menos que de las Novelas ejemplares, que su obra estaba concebida como una mesa de trucos pero «sin daño del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios [literarios, naturalmente] honestos y agradables antes aprovechan que dañan». Oscuridad iluminada por la literatura, paradoja conflictiva atenuada por el juego de la ficción, humano y mundano demonio redimido por el ángel de la poesía. Así entendía Cervantes su obra y sobre esa provocadora mesa de trucos literarios concilió su tortuoso mundo vital con su deslumbrante mundo de ficción.

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