EN JAÉN DE AYER , MI OBITUARIO A PEDRO PÉREZ FUENTES

PEDRO PÉREZ FUENTES
Hemos escrito sobre el mundo de la
construcción en varios obituarios. La
familia de los Pérez Fuentes sigue ligada a este oficio,
desde el almacén de materiales hasta
miembros de la familia relacionados con la arquitectura. Pedro Pérez Fuentes se nos fue, cuando se
ganaba sus bien ganados años de júbilo, disfrutando del ocio con sus amigos en el Centro de la Tercera Edad y de su
familia, a la que siempre se entregó. Fue un gran profesional que ejerció su
trabajo de maestro de albañilería y lo transmitió en los alumnos de la Escuela
Taller, en uno de los módulos de albañilería allá por los años noventa.
No se me olvidará su espíritu jovial
y su amabilidad, siempre ofreciendo la
sonrisa y la disponibilidad para
cualquier asunto. Sobre todo, lo asimilo
con la feria de septiembre, más en concreto con el espectáculo de los toros cuando contemplo un cartel de nuestros
toreros alccalaínos. Les tenía una aprecio especial taurino. Me vienen a la mente tantos recuerdos y conversaciones que
compartí en muchas ocasiones con su
persona. Pues, le refería el mundo taurino
desde la plaza alta de la Mota hasta la plaza del ayuntamiento, los rejoneadores,
los cuadrilleros, el mozo del pueblo, las
fechas festivas de las primeras corridas, los toreros de los años cincuenta, Urquiza Pepete….El me respondía con
sus primeros intentos fallidos, en el coso de Priego, las vivencias y
conocimientos adquiridos, los tiempos del Pireo,….o me cantaba el pasadoble dedicado
al novillero frustrado Chivani por los años sesenta y setenta. “ Que salgan ya los coches de Contreras, /que
a Priego se dirige el Chavalillo/…), y, sobre todo, me daba lecciones de maestro del mundo taurino. No se conquistaba el puesto de
asesor taurino por su pasado, se lo
ganaba por sus amplios conocimientos desde
la biología del toro hasta el último secreto de la lidia. Tuve la
fortuna de tenerlo a mi lado acompañándome a la inspección de los toros antes
de la corrida por los años ochenta, presidiendo el inicio y estreno en los ruedo
de nuestros queridos Sombrerero y
Javier González, e impartiéndome
lecciones del saber estar en los cosos; luego
me asesoró en los años de las
novilladas y corridas de los toreros ;
continuó haciéndolo con alcaldes
y concejales, siempre amable, condescendiente, y sincero, pero razonando el momento oportuno de sacar el color de pañuelo adecuado, que había preparado con
tanto mimo.
Siempre,
le veía del brazo de su Mercedes, y recibía el cariño y afecto de sus dos hijas, Pili y Merce. La cofradía
del Dulce Nombre de Jesús siempre estuvo en su corazón y lo transmitió a los
suyos: a él y a sus hijas y familiares los he visto de costalero, anderos, capataces,
penitentes y demandantes. Se enroló en
aquel gremio de los albañiles que hicieron renacer esta cofradía con gran
fervor y lo siguen manteniendo hasta el día de hoy.
Siempre que veía a Pedro por el camino de la Malena, me
venían a la mente los caballeros de una
cuadrilla del Corpus del siglo XVII en la plaza alta de la Mota, otras veces,
levantando el andamio que encerraba los corredores de la muralla del Gabán, y,
últimamente, vistiendo el traje nazareno para compartir el seguimiento de su
enfermedad con el fervor a Jesús. Descansa en paz.
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