LAS CASERÍAS DE SAN ISIDRO (I)
Si
hubiera que destacar, como auténtico un partido de campo del municipio
alcalaíno, este sería el de las Caserías de San Isidro. Se extiende desde el
camino de Chinares hasta el de Puertollano y el que sube a la Camuña formando
una extensión rural, que linda con el Fuente Álamo, Hortichuela y Charilla.
Romera y tradicional, dispersa y variada, cortijera y ventera, mar de olivos y
encinar en las cumbres, barrancal y terrenos alomados, villas rusticae y roturas de la Edad Moderna, tierras de los
conquistadores de Alfonso XI y heredades
de dotes conventuales, cortijos de propios y comunales, privado y de manos
muertas. Ningún santo mejor podría presidir estos predios que el madrileño San Isidro en la casería de Aranda, luego agregada en tiempos del patrón
Pedro de Biedma a la fundación del abad
Moya, cuyo escudo blande en su fachada principal con sus cuarteles que recogen
el linaje de los Arjona y Fernández de Moya; y así lo hace desde el siglo
XVIII, cuando sustituyó el nombre de Caserías de la Moraleda por el de San
Isidro. No es de extrañar que un miembro de la familia de los Aranda legara la donación
de un anterior repartimiento cortesano por sus servicios con la Corona, levantara
un oratorio en su casa de campo y colocara en su altar al esposo de Santa María
de la Cabeza de la localidad. invita a acudir a su romería del quince de mayo
por su cercanía en la festividad isidrill.Han
pasado muchos desde que Madoz en su Diccionario Histórico Geográfico definía
sus 57 viviendas con estas líneas “ no se encuentran reunidas en un punto formando un cuerpo de población,
esparcidas por el partido”. Lo que sí es cierto que, desde hace 150 años,
las caserías eran su esencia y presencia. Entre ellas sobresalían la de la ermita,
Trueba, Morón y Marrón. O, en forma de grandes cortijos, muchos
desaparecidos, como los de la Fuente la
Negra, Chinares, Pedregales, Loma, el
Palio, el Pósito, la Manca, Ánimas ( por eso de pertenecer a una de las pocas
cofradías que pervivieron tras la desamortización de Carlos IV), Fuente del Alfoz, el Encinar, El
Fundo, Bermejo ( deformado en ocasiones como Mermejo) Cañada Honda, Juan Cruz,
Albarizas, Cierzos, Mimbres, Hospital ,
de Aranda los dos Puertollanos ( el alto y el bajo), el Villar que era el de los Ballesteros ( desgraciadamente
desaparecido recientemente con la destrucción de su fachada modernista) y el de
la Jurada. Ya abundaban las casas de campo, de menor entidad, en los tiempos de
la segunda desamortización, y se multiplicaron hasta mediados del siglo XX, hoy
convertidas en casillas de aperos o de vivienda residencia, e, incluso, algunas
en casas de turismo rural. No hay que olvidar la concentración urbana que se
produjo y se mantiene alrededor de la Venta Fantasía a lo largo del camino de
Priego con su escuela y nueva ermita dedicada a la Virgen de Fátima.
Si se analizan sus nombres, se remontan a tiempos romanos, con los topónimos del
Villar Alto, Bajo y los Villares; a tiempos musulmanes con el claro
testigo la Fuente del Alfoz aludiendo al cortijo propio de la entidad
territorial,- y varias atalayas que se espacian por estas tierras ( la de los
Pedregales, la Jurada, la Camuña, el Dañador, entre otras) que recorrieron los
conquistadores en las jornadas cinegéticas; la frontera se hace presente
castellanizando los residuos léxicos de los anteriores cortijos con nombres
como los Ballesteros, o añadiendo el de su propietario conquistador como los
Aranda o los Jurada. Dejaron huellas instituciones religiosas como las fundaciones,
memorias, mayorazgos, cofradías, instituciones benéficas como el Hospital del
Dulce Nombre de Jesús, o Fundo. Pero es
lógico que la presencia de la Edad Moderna y Contemporánea se hace presente con
los nombres de Marrón, Trueba, o Juan Cruz. Y, sobre todo, las características de
sus suelos son las definiciones más importantes de estos terrenos que lo son
blancos e impermeables a los tiempos de sequía como las albarizas, resistentes
al frío por el viento septentrional en los cierzos, y si lugar a duda, las
repoblaciones de arbustos y arbolado de encinas, allozos, y mimbres. El agua
escasea, pero, por estas tierras nació el arroyo del Guadalcotón en la Fuente
la Negra, y destacan por sus aguas el pilón del Chinar con sus bebederos y pilas, la muy arcana Fontanilla, el de las Caserías o de San Isidro por
debajo de la ermita y el del Ayozo.
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