EN ALCALÁ LA REAL. INFORMACIÓN. HOY DE LA CANDELARIA A LOS CARNVALES

Más que
llamarle febrerillo loco debía denominarse febrero festivo. Comienza con la
Candelaria y acaba con la fiesta de Andalucía, allá por la efemérides del 28-F.
Y en su intermedio mensual, se celebra el día de san Blas, el de los Enamorados
y el Miércoles de Ceniza, dejando aparte las fiestas del calendario cristiano.

No le ha
venido muy inadecuado el calificativo de
su locura, porque ha irrumpido, en medio de unos imprevistos calores de invierno, con una nevada de
categoría, cubriendo los campos y los tejados de nuestros pueblos, aldeas y de la ciudad fortificada de la Mota con un
manto blanco, que estaba ansioso de
alumbrar desde el día de la Candelaria. Curiosamente, por eso del buen
contagio ecologista, algunos alcalaínos ya se refieren a este dos de febrero con el día de los Palomos. Si se hiciera un sondeo
o practicase un globo sonda entre la población alcalaína , las respuestas serían
de lo más inaudito. Nadie recuerda que esta fiesta sea una antigua tradición de
las festividades de la Virgen María, junto con otras como la Natividad de
María, Anunciación, la Purificación , la Visita de Santa Isabel o
la Asunción. Por cierto muy celebrada,
no sólo por la cofradía de la Virgen y
el Dulce Nombre de Jesús, sino también por otras hermandades e iglesias de
Alcalá la Real.
Viene esto
a cuento de la tradición de presentar al Niño en el Templo, que se
complementaba con la ofrenda de varios presentes, recogidos por los sacerdotes
para llevar a cabo la la oblación y sacrifico. No tenía más trampa que cartón que la típica oblación de
un animal mayor, y , en el caso de las
pobres, de dos pichones o tórtolas, para hacer el sacrificio de la purificación
de la mujer parturienta, que debía esperar cuarenta días para presentar al Niño
en el templo y purificarse de su maternidad. Así de sencillo y simple. Pero,
con la distancia y la indolencia formativa
del mundo actual para recabar los fundamentos históricos y bíblicos, no es de extrañar
que las candelarias, que anuncian la
fiesta en la Víspera del uno de Febrero, se conviertan en el símbolo de la
ruptura y renovación, porque hay que
quemar lo viejo y purificarse con el fuego, y, en consecuencia, destruir el
pasado y hacer la revolución; por otra parte, no es de extrañar que los palomos
sean los portadores de la paz, aunque
este año para algunos se revistan de la autoridad y del poder que garantizan el orden público, e , incluso,
los más atrevidos informadores del
prolífico periodismo ciudadano los transformen en garantes y adalides de la unidad patria; y, finalmente,
se refiera más a la generosidad que a un elemento del típico convite , con
respecto a la presencia de la tarta. Y, ande
usted a saber, sino se acerca más a la
presencia simbólica de la multiplicación de los panes y de los peces por eso de
su reparto al final de la ceremonia festiva.
Estas son algunas de las variadas lecturas, más bien
relecturas intencionadas a la hora de interpretar una simple fiesta. Pues
, tan sólo se anunciaba con las
luminarias del día anterior desde el siglo XVI, las lumbrás en las torres de la
Mota y las plazuelas del valle. Los palomos responden a ese deseo de hacer
representativo el mensaje evangélico, con el auto o misterio de presentarlo. Y su vestimenta, por cierto de una invención mucho
más reciente, recoge más bien el gusto,
la curiosidad, el acontecimiento o el personaje de la persona, cofradía o grupo que inspiran a
la costurera de turno a lo largo del tiempo. Lo demás es sacar punta al lápiz.
Unos se vestirán de nazarenos por ser de
la cofradía de Jesús, y los de La Virgen,
lo hacen desde reyes hasta obispos,
pasando por personajes de dibujos animados, jugadores famosos y hasta toreros.
Y no se guiñaba al episcopado ni se hacía una proclama por la monarquía o quería entrarse en una apología de la fiesta
nacional a favor del sacrificio de animales .
Para
referirse a estos temas políticos en forma de encomio o de sátira política, unas
semanas después ya están preparadas las comparsas y chirigotas carnavalescas.
No hay que sacar las cosas de quicio. Y me refiero del gozne del auténtico
mensaje, de la Purificación y de la Presentación del Niño, y su correspondiente
convite en el que siempre se repartían la
tarta. Y eso que a cualquier persona le encantan valores como la generosidad
y el reparto para superar la pobreza, y el anuncio de un liberador, como hacen
Simeón y Ana, que ponga fin a
situaciones tensas y traiga la serenidad, o lo que lo mismo se mantenga el quicio que siempre ha
unido a los pueblos y personas.

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