

El Sur de la provincia de Jaén no
ofrece siempre sierras o montes. Pueden encontrarse lugares de amplia llanura,
o valles entre arroyos y arroyuelos. Es el caso del partido de campo de
Valdegranada, que era como se denominaba la encrucijada formada por el extenso
terreno comprendido entre la zona nororiental de Granada, el suroeste de la
provincia de Jaén y sudeste de la de Córdoba. Un terreno que supera al partido
de La Rábita en municipios colindantes, pues Íllora, Montefrío, Almedinilla y
Priego le rodean a lo largo de todo su contorno. Y en el entorno del cortijo de
la Cruz, se centra el punto neurálgico que ya señalaron los Reyes Católicos con
una cruz de mojón de términos entre el reino de Granada y de Córdoba y las
posesiones de la abadía. Para dar constancia de deslinde de términos, su peana
se encuentra ilustrada con el yugo y las flechas que simbolizan a Isabel y
Fernando. Junto a esta cruz tan emblemática se bifurcan los caminos a unos
parajes misteriosos y de significativo valor geológico, la aldea de Venta
Valero y el poblado de las Peñas Majalcorón. Pasar por el primer lugar es
comprobar los vestigios de una zona volcánica con pequeños hundideros de
cráteres apagados y piedras redondas, fruto de la erosión, y negras por el
primer contacto de la lava con la atmósfera. Es un paisaje que relaja y te
evade del cansancio preventivo que te predispone a quedarte en casa. Entre
cortijos y casas de campo abandonados, se extienden las sementeras, el olivar y
algún que otro encinar. Es un lugar donde vivió la familia el expresidente de
Bolivia Carlos Mesa.
Junto a la Cruz, otro camino te
dirige a Lojilla, tierras de Montefrío, donde todavía se mantiene una tradición
de esta zona fronteriza. La cuentan los vecinos de estos predios rurales, y en
la aldea granadina la reviven y recuerdan los sacristanes de su ermita. Una
tradición similar a los toros de caña de la campiña jiennense, que, con muy
poca fortuna, aquí la denominaban con el apelativo de Los Tontos. Por su parte
en el cortijo de la encrucijada, las eras del laboreo y de las fiestas de mayo,
se transformaron hace tiempo en aparcamiento de tractores y de remolques de la
aceituna, donde se celebraban las fiestas de la Cruz, de modo que ya a no queda
rastro alguno de estos aguilanderos de antaño. Curiosamente, los paisanos de
Lojilla y de este cortijo jiennense se vestían con los mismos atuendos: grandes
sombreros y mantos llenos de caracoles, campanillas, cintas y cañas, mientras
pedían el aguinaldo a los vecinos y espantaban a los caballos que montaban los
labradores de los cortijos, que los obsequiaban con buenas viandas para
rifarlas. En tierras granadinas, cambiaron de santo y festividad, en lugar de
Navidad y mayo la celebran el día San Sebastián, por el 20 de enero, fiesta
local que introdujo el cura de la aldea. Estas fiestas ostentan menos esplendor
que en años anteriores, y son, más bien. motivo de exhibición turística.

Desde allí, un tercer camino te conduce
por una imperceptible, pero empinada cuesta, a las tierras de las Peñas de Majalacorón,
un paraje que rememora a tiempos de las viviendas de los ámbitos rurales e las
primeras roturaciones, bajo un tajo que la encubre y protege a los vecinos como
una atalaya de frontera. Este Majlacorón, nombre de origen musulmán, traducido
como prado de los cuernos, dio nombre a aquellas tierras, donde el emir almorávide
Tashin ben Alí sufrió la chanza del acemilero de su escolta. Pues según cuenta
Ibn Jatib, al referirle que todos aquellos carneros con sus cuernos le
pertenecían, le respondió alegándole que era de su dominio y el de su padre todas
sus cornamentas. Y desde la altura y los pies de sus peñas erosionadas, la vista se
dirige a los montes de la frontera desde el Camello hasta la Parapanda pasando
por la Cruz de Matute; luego llega a los cortijos de los Llanos Altos. De allí a los Llanos Bajos, donde entre nuevos
campos de espárragos, humedales y sementeras de cereales se adentran los
antiguos cortijos de Fuente de la Piedra y del Sapillo dejando atrás el Alamoso.
Por un camino de divisoria de términos se llega la Venta de los Agramaderos,
una antigua parada en el camino de Montefrío a Alcalá la Real, una aldea
envuelta en el encanto del pasadizo legendario que abocaba en la Cañada de
Ámbar, cuyo nombre se dirime entre Bramaderos y Agramaderos, entre lugar de
poste o de bramar caballo, y de venta de los productores la grama del cáñamo. Al acercar la mirada a la divisoria y camino
de los Playeros, se pasa por la Fuente de la Piedra, Villa Romana y Mojón de
las Tres Provincias (Jaén, Córdoba y Granada) hasta terminar en el punto de
comienzo junto a la ermita de la Cruz. Otra vez, en la cruz de caminos, cuyo
cortijo está marcado por la frontera de la última guerra civil con el letrero y
lema patriótico puesto en el dintel de una puerta de un bando los
contendientes. Menos que ya no atrajo soldados de frontera, sino que atrajo
nuevos y laboriosos vecinos del campo, pues en la ventana se refleja el amor de
sus moradores con una ventana protegida para las citas nocturnas.


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