Los árboles escogidos
por los dioses

Escribíamos hace seis años qu
e ya se había producido el cambio de gobierno, pues habíaa entrado el equipo del conservador Rajoy por
el del socialista Zapatero. Se castigó una forma de gobernar, y el pueblo se
inclinó por otra diferente. Y me viene a la mente una fábula fedriana la elección de patronazgo de determinados
árboles por determinados dioses.
Ahora se han multiplicado los dioses y los árboles con los que plantar un futuro, se le pueden poner nombres de partidos y sus programas. Y sus posturas que no faltan. Sigamos.
.Y así lo hicieron. Júpiter eligió como patrón la encina, basándose en los atributos arbóreos
del orden, conservadurismo e inmovilismo; por otra parte comprendo que Venus,
tan sutil y frívola, escogiera el mirto
atributo de los coqueteos con el Eros del poder, la utopía sin pies en la
realidad; el laurel quedó reservado a Febo, por ser un dios que se imagina siempre triunfante por antonomasia
en puros juegos artificiales sin pisar
la dura realidad; como es lógico, el
chopo, símbolo del deseo de
alcanzar los objetivos
inaccesibles, le correspondió a Hércules; y, a Cibeles le dejaron el pino, un
árbol donde la altura de miras le hace erguirse en las más elevadas montañas
como apartado de la sociedad, sin embargo todos ellos tenían, en común, que
no producían fruto alguno que aprovechara a los seres humanos. Curiosamente; Minerva eligió el
olivo. Y Júpiter le reprochó a Minerva
que hubiera elegido un árbol que daba frutos y quedó
estupefacto ante los otros dioses que prefirieron árboles sin frutos,
porque siempre imaginaron que alcanzarían el triunfo
final, curiosamente eran los mismos que habían preferidos los honores antes que
la utilidad. Por eso, respondió a
Minerva y le dijo:
-Mi hija, en verdad que te llaman sabia. Tu
fama sería vana si no hicieras las cosas por utilidad.
Y, entonces, se comprende la acción de la vida política de muchas
personas que fueron como aquellos árboles, echaron las raíces, crecieron, y ,
al paso de los años, se vieron sus frutos. Otros se quedaron en ser árboles sin
frutos, el mantenerse por sí mismos, muy bellos, muy ilusos, irrealistas, muy ególatras,
muy críticos, pero al paso de los
años, se vieron sus frutos. Otros se quedaron en ser árboles sin frutos, el
mantenerse por sí mismos, muy bellos, muy ilusos, irrealistas, muy ególatras,
muy críticos, pero al final no dieron resultado.
Por eso,
pasarán pocos años, tal vez meses, para
que el olivo sembrado comience a dar los
frutos ya plantados en sus raíces En este caso, saldrá a flote la conquista de
la solidaridad en la asistencia a dependientes o el bienestar de los más excluidos; la gente se
lamentará den las medidas de falta de igualdad cuando aparezcan los árboles
talados con los recortes sin una corte adecuado; y habrá cantos de cisnes cuando
la libertad se eleve a los cielos y el olivo sufra alguna helada invernal.
Pues, aunque no comprendiéramos que Minerva hubiera escogido un
árbol tan esbelto como el mirto, tan
iluso como el pino o el ciprés o
tan fuerte como el roble, de seguro que la sentencia de esta fábula referida a la buena elección de
esta diosa por escoger el olivo nos hará
comprender un futuro que debe cambiar el pensamiento de muchos hombres, cuando
palpen la triste realidad: La
utilidad de toda acción o acto, lo determina la bondad de su producto. Y qué
mejor producto aquel que lleva en su interior muchos kilos de solidaridad,
quintales de libertad y abundantes libras de libertad
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