CESAR MACCARI PINTÓ VARIOS CUADROS A FINALES DEL SIGLO XIX SOBRE LA VIDA DE CICERÓN. SE ENCUENTRA UNO SOBRE EL MOMENTO DE LA CÉLEBRE CONJURACIÓN DE CATILINA CUANDO DESVELA Y DESCUBRE ANTE EL SENADO  LA CONJURACIÓN DE CATILINA. QUOUSQUE, TANDEM, CATILINA ABUTERE ANIMO ...usa a Catilina de traición ante el Senado – 
ESTOS OS DOS DE ARRIBA SE REFIEREN A SU VISITA ALA TUMBA DE ARQUÍMEDES. En el siglo XVIII la escena fue reproducida dos veces por el pintor norteamericano Benjamín West pero los cuadros no están accesibles, y también por el alemán Martin Knoller.
El cuadro que ahora visitamos es el de Pierre-Henri de Valenciennes (1750 –1819) que se encuentra en el Musée des Augustins de su ciudad natal, Toulouse, y que se reproduce arriba.
En el inferior vemos las interpretaciones del mismo tema de West Knoller
II. CICERÓN
ESTOS OS DOS DE ARRIBA SE REFIEREN A SU VISITA ALA TUMBA DE ARQUÍMEDES. En el siglo XVIII la escena fue reproducida dos veces por el pintor norteamericano Benjamín West pero los cuadros no están accesibles, y también por el alemán Martin Knoller.
El cuadro que ahora visitamos es el de Pierre-Henri de Valenciennes (1750 –1819) que se encuentra en el Musée des Augustins de su ciudad natal, Toulouse, y que se reproduce arriba.
En el inferior vemos las interpretaciones del mismo tema de West Knoller
II. CICERÓN
I
Marco Tulio Cicerón, perteneciente a la
clase ecuestre, nació en Arpino, que es una ciudad de los volscos. Uno de sus
abuelos tuvo  una verruga plantada en  la punta de la nariz, semejante a un grano de
garbanzo; de ahí el apodo de Cicerón “El Verruga” asignado a su familia. Como
algunos se lo echasen en cara al bueno de Cicerón, les dijo: “ Procuraré que este apodo supere el
esplendor de los más  famosos nombres”. Estando
aprendiendo  aquellos  estudios, con los que se conforma la edad de
la infancia hacia la cultura espiritual, 
su talento relumbró de tal modo que sus coetáneos, cuando regresaban de
la escuela, lo rodeaban poniéndolo  en
medio como si fuera   un rey, y así lo
acompañaban hasta su casa: incluso, sus padre, cautivado por la fama del niño,
solía acudir  la escuela para verlo. Sin
embargo este hecho cabreaba a algunos amigos de talento rústico e inculto, los
cuales increpaban a los demás  niños con
palabras comprometidas, porque sentían envidia de que le dieran un honor tan
grande a su propio condiscípulo.
                                                 II
          Tulio
Cicerón, durante su adolescencia, demostró su oratoria y sus deseos de libertad
en contra de los partidarios de Sila. Atacó a un tal Crisógono, liberto de
Sila, con gran acritud, porque este, confiado en el poder del dictador,
desamortizaba los bienes de los ciudadanos. Por eso, Cicerón, precaviéndose de
su odio, se dirigió a Atenas, donde acudió a los estudios del  filosofo Antíco. Desde allí, para
perfeccionar su elocuencia,  se retiró a
Rodas,  donde trató con el  ilustradísimo maestro de oratoria  Molón. Este, habiendo oído a Cicerón cuando
pronunciaba un discurso, se dice que se echó a llorar, alabándole   su talento y  elocuencia porque  vaticinó que los romanos aventajarían a los
griegos por su valer.Tras su regreso a Roma, fue cuestor en Sicilia. Y, en
verdad que no hubo cuestura más  de más
satisfactoria y brillante que ésta. Como, en medio de las dificultades de una
carestía muy grande, enviase una ingente cantidad de trigo a  Roma, al principio se ofendieron los
sicilianos; pero, después, cuando se dieron cuenta de su diligencia, justicia y
su afabilidad, le otorgaron los mayores honores que a ningún  otro pueden otorgarse.
                                                  III
          Cicerón,
hecho cónsul, aplastó la conjuración de Catilina con valor, constancia y sumo
tacto. Este personaje, tras haber soportado  la indignación por la repulsa en su pretensión
de ser cónsul, fuera de sí, acompañado de muchísimos varones nobles, había
decidido matar a Cicerón, destruir al senado y esquilmar el erario público. Pero
esta tan bestial conjuración fue descubierta por Cicerón. Catilina, temiendo al
cónsul,  huyó de Roma para reunirse con el
ejército que había preparado. Sus aliados, una vez capturados, fueron matados
en la cárcel. Incluso, cierto senador condenó con el suplicio de muerte a su
propio hijo. Pues estaba claro que este joven hijo suyo, que llamaba la
atención por su talento, cultura y porte entre sus coetáneos,  se había de jado llegar de los  malos consejos por la amistad  con Catilina, y, trataba de refugiarse en su
campamento; su  padre lo mató, haciéndole
volver a mitad de camino, increpándolo con estas palabras: “Yo no te engendré como mi  hijo para
oponerte a la patria sino contra Catilina”. 
IV      
No, por eso, Catilina desistió de su empresa, sino que
marchó  hacia  Roma a banderas desplegadas y  fue pasado a cuchillo junto con su ejército. Loas
enemigos de la  patria lucharon con tanta
crueldad que ninguno se salvó; cada uno de ellos, al morir, cubría con su
cuerpo  el lugar que había ocupado a la
hora de la lucha. El propio Catilina, lejos de los suyos, cayó muerto en medio
de los cadáveres de aquellos que había matado; 
con una muerte honradísima,  si de
esta manera hubiera muerto por su patria.
El Senado y el Pueblo Romano nombró a Cicerón Padre de la Patria. Sin embargo, este hecho dio lugar, después, al
odio contra Cicerón,  de tal modo que
cierto tribuno de la plebe lo acusó ante el pueblo, cuando no ejercía cargo
público, porque había condenado a unos ciudadanos sin dfarle la oportunidad de  declarar públicamente el delito, pues
solamente les  permitió prestar el
acostumbrado juramento. Entonces, Cicerón con una potente voz, dijo: Juro que la ciudad de Roma se salvó gracias
a mi esfuerzo, solamente de él mío; con esta frase quedó satisfecho el
pueblo romano y el mismo
juró que era verdadero su juramento.  
V
          Pocos
años después, Cicerón fue hecho preso por el tribuno de la plebe  Clodio, 
por el mismo delito anterior de haber  había matado a las claras a  ciudadanos romanos. Entonces, el Senado
entristecido, como si fuera en un luto público, se cambió de vestido de
exequias fúnebres. Cicerón, pudiendo defender su salvación con las armas,
prefirió retirarse de Roma,  a ser matado
por su propia culpa. Todos lo acompañaron llorando cuando se retiraba de la
ciudad. Tras esto, Clodio dictó un edicto con el que ordenaba desterrarlo; e
incendió su casa y villas. Pero su violencia no se mantuvo mucho tiempo; pues,
más tarde, con el apoyo de todos los estamentos de Roma, Cicerón fue reclamado
a volver a la patria. Todos salieron a el  encuentro de su regreso; su casa fue
reconstruida con dinero público. Después, Cicerón, aún habiendo seguido el
partido de Pompeyo, fue perdonado por César 
que había salido vencedor en la 
Guerra Civil. Muerto Pompeyoe, 
apoyó a Octavio, heredero de César, y le ayudó con sus propios bienes
para hacer frente a Antonio que vejaba la república.; después, fue abandonado y
condenado por este.
VI
          Antonio, una vez
iniciada la alianza con Octavio,  inscribió
en la lista de proscritos a Cicerón,  que
era su más grande nemigo desde hacía tiempo. Tras conocer esta orden, Cicerón
se retiró habiendo pasado por muchos caminos a su villa de campo, que esta muy próxima
al mar; desde allí  se embarcó, para
trasladarse a Macedonia.  Como los
vientos adversos lo hubiesen hecho llevado a alta mar muy adelante, y el mismo
no pudiese soportar el zarandeo de la nave, tras regresar a su villa, dijo: “Moriré en una patria que había sido salvada
muchas veces”. A continuación, acercándose los sicarios, como su siervos
estuviesen dispuestos para hacer frente con valentía, el mismo les ordenó que
lo bajaran de  la litera en la que era
transportado,  y  soportar, estándose  quietos, lo que la injusta suerte les
deparara. Al salir de la litera y ofrecer su cuello inamovible, la cabeza  le fue decapitada. Sus manos también fueron
cortadas; su cabeza fue llevada ante Marco Antonio. Y, a instancia suya, fue
puesta ayudándose de sus dos manos en la tribuna de los oradores del Foro de
Roma. Fulvia, mujer de Antonio, que  se
consideraba resentida   con  Cicerón, tomó la cabeza con sus propias  manos, la colocó sobre sus rodillas y clavó la
lengua, tras extraerla, con una aguja.
          Cicerón era burlón y
amante de los chistes, de tal manera  que
sus enemigos solían llamarlo “payaso
exconsul”. Como hubiese visto a su yerno Léntulo, hombre de pequeña
estatura ceñido con una larga espada, le dijo: “¿Quien ató a mi yerno a una espada? Cierta matrona simulando que era
más joven que él, le andaba diciendo que ella tenía tan sólo 30 años; le
respondió Cicerón: “ Es verdad lo que
dices, pues te estoy oyendo decir esto durante 20 años”. César, una vez
muerto uno de los  cónsules,  en la hora séptima del último día de
diciembre, había renunciado en el cónsul Caninio,  para la restante parte del día; como mucha
gente fuera a saludarle según era costumbre, le dijo: “Démonos prisa, antes de que se retire del cargo”.  Sobre lo mismo Cicerón escribió a Caninio: “ Fue digno de admirar  su 
vigilancia en Canino, porque no vio el sueño en todo su consulado.  
                        ………..
            Tras esta  segunda traducción.
He recogido este personaje de la
obra de Cicerón para recrearlo en la traducción al castellano, por la
contemporaneidad de un hombre que se sentía “ padre de la patria”;  pero , al mismo tiempo,  como muestra ejemplarizante de los límites de
las pasiones y de la constitucionalidad. 
Francisco Martín Rosales







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