I
Puesto que
queremos escribir un fiel retrato de las costumbres y vida de Epaminondas, no
parece bien que debemos pasar por alto lo que se refiera para ilustrarla. Por este motivo, hablaremos en primer lugar sobre su sangre, después en qué artes y por quienes fue educado; además sobre las costumbres y alcances
de su talento, y, sobre otras cosas si son dignas de recordar; finalmente de sus
hazañas, que muchos las prefieren a sus virtudes.
II
Nació, pues,
del padre Polimno, el que hemos mencionado, hombre de honrado linaje, y a pesar
de ser abandonado pobre por sus padres, fue el más erudito de los tebanos. Pues
Dionisio le enseñó a tocar la cítara, cantar al son de la cuerda, que no hubo entre los músicos más mañoso que Damonte y Lampro, cuyos nombres son muy celebrados;
el cantar le vino de Olimiodoro; danzar de Califrón. Pero tuvo como preceptor
de filosofía a Lisis, de Tarento y seguidor de Pitágoras; se apasionó con éste
de tal manera que, en su adolescencia, lo antepuso tanto, a pesar de ser un
viejo triste y serio, a todos los de su edad en el trato, que fácilmente podía
entenderse que, de igual modo, superaba a
todos en las demás artes. Y esto entre nuestras costumbres es de poca
importancia y más bien debe rechazarse; en Grecia, sin embargo, siempre alababan muchísimo en aquel tiempo.
Después que se hizo efebo y empezó a ejercitarse en la gimnasia o palestra, se
dedicó no tanto a salir forzudo como velocista. Pues consideraba que la primera
era muy importante para que la emplearan los atletas, y esta para emplearla en la
guerra. Así pues, se ejercitaba mucho en
competir corriendo y luchando todo el
tiempo que pudiese tener abrazado a su contrario y pelear con el pie derecho,
sin caer. Además, toda su pasión la tenía en ele ejercicio de las armas.
III
A esta fortaleza
del cuerpo le acompañaban muchas y también virtudes del alma. Pues era también
modesto, importante, sabiendo acomodarse a cada momento, perito en la guerra, valiente, de muy gran ánimo; era de tal modo amante de la verdad que ni siquiera
mentía a modo de broma; El mismo hombre justo, clemente y muy sufrido de modo que podía ser admirado no solo porque
aguantaba las injusticias del pueblo sino también de los amigos. Entre
los primeros guardando los secretos que les confiaba, porque, a veces
es más útil ser apasionado en escuchar que ser elocuente. Así pues,
habiendo acudido a un corrillo de gente en el que la conversación se disputaba sobre la filosofía o se
consideraba sobre el poder, nunca se
retiró de allí hasta que se acababa de hablar sobre aquella materia. Fácilmente
soportó la pobreza de modo que no recibió nada de parte del poder a no ser la
fama. No se sirvió de los bienes de sus amigos para defenderse a sí mismo;
pero, se valió de la confianza de los
amigos para socorrer a otros de tal
modo que
podríamos juzgar que el tenía todas las cosas en común con sus amigos. Pues como alguno de sus ciudadanos fuese
cogido por los enemigos, o una novia de
un amigo la cual no podía casarse a causa de ser pobre, juntaba a sus amigos y ordenaba dar según sus posibilidades
tanto cuanto cada uno pudiese. Cuando
había conseguido la cantidad, antes de recibir el dinero, llevaba a aquel, que pedía,
ante los que daban el dinero y le hacía
que aquellos se lo contaran a él mismo,
para que aquel, que recibía el dinero, supiera cuanto le debía cada uno.
Su desinterés (austeridad) fue tentado por
Diomedonte, natural de Cýzico. Pues este, a instancias del rey Artajerjes, se había comprometido a sobornar con dinero a
Epaminondas. Vino a Tebas con una gran carga de oro y se atrajo a su voluntad, con
cinco talentos. al joven Micito al que
amaba muchísimo Epaminondas. Micito se reunió con Epaminondas y le mostró el
motivo de la llegada de Diomedonte. Pero Epaminondas dijo en presencia de Diomedonte. “No tengo necesidad de dinero”. Pues si el
rey quiere lo que es útil para los tebanos, estoy preparado a hacerlo sin
interés alguno; pero si pretende lo
contrario, no tiene bastante oro ni plata. Pues no quiero recibir las riquezas
del mundo entero por amor a la patria. Yo no me extraño de que tú lo hayas intentado sin conocerme y me hayas
considerado semejante a ti, y te perdono. Pero sal rápidamente de aquí para no
sobornar a otros, puesto que a mi
no puedes sobornar. Y tu Micito devuélvele el dinero o te entregaré al
magistrado, si no lo haces rápidamente”.
Ante el ruego
de Diomedonte para que se le permitiese salir seguro y poderse llevar lo que
había traído, le dijo “Haré esto, y no
por tí motivo sino por mí, para
que, si el dinero se te quitara, ninguno
diga que me llegó a mí por haberlo robado, porque no quiero recibir dinero
ofrecido voluntariamente”. Habiendo preguntado a Diomedonte adónde quería
que se llevara trajera, y habiéndole contestado hacia Atenas,
le entregó una escolta de soldados, con el fin de que llegara con toda
seguridad. Y en verdad que no le bastó solo eso, sino que también hizo que, sin
que nadie le ofendiese, se embarcase
a través del ateniense Cabrias, que mencioné anteriormente. Valga
este testimonio claro de su desinterés.
Podríamos referir muchísimas más cosas, pero debemos contenernos, porque en un
solo volumen hemos de compendiar la vida
de los más excelentes generales, que,
con muchos miles de líneas, la mayoría de los escritores nos lo han
desarrollado por separado.
V
Fue también orador,
de modo que nadie de Tebas era semejante a él en el arte de la elocuencia, y no
menos refinado en la brevedad de responder que adornado en un discurso seguido.
Tuvo como antagonista a cierto
Meneclides, natural también de Tebas, y adversario en la administración del
poder, bastante experto en la elocuencia, como está claro que acontece con el que es de Tebas: pues tienen los
tebanos más fuerzas que ingenio. Meneclides, porque veía que Epaminondas sobresalía en el arte militar, solía exhortar a los tebanos a que antepusiesen
la paz a la guerra, para que no se
echase de menos el esfuerzo de un general como Epaminondas. Este le dijo a Meneclides: “Engañas a tus ciudadanos, porque los apartas de la guerra: pues tratas de atraerlo a la
esclavitud con el pretexto de la paz.
Pues la paz se logra con la guerra. Y,
así los que quieran disfrutar de esta durante mucho tiempo, deben estar ejercitados en la guerra. Por
este motivo, si vosotros queréis ser los principales de Grecia, debéis usar el
campamento y no la gimnasia”. Meneclides reprochando a este el hecho de que
no tenía hijos ni se había casado, y ,
echándole en cara, sobre todo, la insolencia de que parecía que había
conseguido la fama en la guerra de Agamenón, le contesto Epaminondas: “Meneclides,
déjame de reprobarme lo de mi esposa, pues no quiero en ese asunto por lo
menos, tomar vuestro consejo”( Pues tenía Meneclides era sospechoso de
adulterio). “y, porque piensas que yo me emulo a Agamenón, estas
equivocado. Pues este, junto con toda Grecia, conquistó a una sola ciudad en diez años. Yo, al contrario, liberé toda la Grecia de los lacedemonios
puestos en fuga con sólo las fuerzas de nuestra ciudad de Tebas y en un solo
día.
VI
Y refirió que se había reunido Epaminondas en un encuentro con los arcadios, el mismo
solicitando que hicieran la alianza con
los tebanos y argivos, y en contra
Calístrato, legado de los atenienses, que aventajaba a todos en aquel tiempo
en elocuencia, apoyó que siguiesen más bien la amistad de los atenienses y, en medio de sus discursos hicieron muchas invectivas contra los tebanos y argivos
y destacó entre las demás injurias ésta,
a saber, que los arcadios debían darse cuenta cuales paisanos había procreado
una y otra ciudad, a partir de los cuales podía hacer el juicio de los demás.
Pues Meneclides le refirió que los argivos habían sido matricidas, Orestes y Aclmeón, y, sin embargo, que Edipo, hijo de Tebas, habiendo matado a su
padre, había procreado su hijos de su propia madre. En la respuesta de
Epaminondas a este, habiendo acabado de hablar las demás cosas, después que llegó a
aquellos dos oprobios, dijo que se
quedaba admirado de la idiotez del orador ateniense Calístrato, que no se dio cuenta de que aquellos inocentes
hijos nacidos en su país, una vez cometido el crimen, y tras ser expulsados de su patria, habían
sido recibidos por los atenienses”. Pero su elocuencia triunfó sobre todo
en Esparta, como embajador antes de la batalla de Leutrica. Habiendo llegado
allí los legados de todos los aliados,
en presencia de un numerosísimo concurso de embajadores, acusó de tal modo a la tiranía de los lacedemonios
que, con aquel discurso, no menos
derribó su poder que con la batalla de
Leutrica. Pues consiguió, en aquel momento, lo que después quedó patente, que
los lacedemonios quedaran privados de la ayuda de los aliados.
VII
A
continuación estos fueron sus testimonios, a saber, de que había sido un hombre paciente y
soportaba injusticias de los ciudadanos,
porque consideraba que no era lícito airarse con la patria. Como sus paisanos
no hubiesen querido que, por envidia, estuviese al frente del ejército y fuese elegido un jefe sin ser experto en la guerra, por cuya
imprudencia se habían visto en tal apuro
muchos soldados que todos casi
desconfiaban de salvarse, entonces se comenzó a echar de menos de la diligencia
de Epaminondas. Pues se encontraba como uno más entre los soldados. Como le
pidieran su ayuda, no se acordó de la afrenta hecha, retiró al ejército sano y
salvo a Tebas librado del cerco. Y no
sólo hizo esto una sola vez, sino muchas veces. Pues fue muy famosos cuando condujo al ejército
hacia el Peloponeso en contra de los espartanos y trajo dos colegas, uno de ellos era
Pelópidas, varón valiente y esforzado. Como estos, por delitos de los
adversarios, se hubiesen hecho odiosos a todos y , por este motivo se les hubiese
quitado el mando, y en lugar suyo hubiesen
puesto otros jefes, Epaminondas no quiso obedecer el decreto de
la plebe y persuadió a sus colegas para
que hicieran lo mismo y llevó a cabo la guerra que bahía asumido. Pues se había dado cuenta de que, si no lo hubiera
hecho, todo el ejército, por la imprudencia y desconocimiento de guerra quedaría derrotado. (Era una ley de
Tebas, que castigaba con la pena capital, a aquel hubiera retenido durante
mucho más tiempo el poder, que se le
había fijado de antemano por Ley). Considerando Epaminondas esta ley propuesta para conservar
la república, no quiso observarla para beneficio del pueblo y mantuvo el mando durante cuatro meses más que
el pueblo había ordenado.
VIII
Después que
regresaron a su casa, sus colegas fueron acusados por este delito. El permitió que
le echasen toda la culpa a él y que
afirmasen con tesón sus obras que se había hecho a instancias la desobediencia
a la ley. Una vez librados aquellos del peligro con esta defensa, nadie pensaba
que Epaminondas respondería que no tenía nada qué decir. Pero aquel vino al
juicio, no negó nada de estas cosas que los adversarios le acusaban y
confesó todas las cosas que sus
colegas habían dicho. Y no las rechazó, con el fin de sufrir menos el castigo
de la ley, sino que pidió que la sentencia
se concibiese en estos términos: “Que Epaminondas había sido castigado con la
pena de muerte por los tebanos, porque los obligó a vencer a los lacedemonios
en Leuctra, a los que antes de que el fuera jefe, nadie de los beocios se
atrevió a plantarle cara en la
batalla, y porque no solo salvó de la
destrucción a Tebas, sino que recuperó la libertad de toda Grecia., y puso en
tal estado las cosas de unos y otros que los tebanos se vieron obligados a
atacar a los espartanos y los espartanos se contentaron con tal de salir sanos
y salvos, y no desistió de hacer la guerra antes de que, recuperada Mesena,
encerró Lacedemonia la ciudad con un cerco”. Habiendo dicho esto, se
prorrumpió en risas por parte de todos los presentes, y ninguno se atrevió a
dar su voto contra Epaminondas. Así, se libertó de la pena de muerte con la más
grande fama.
IX
Epaminondas,
siendo jefe, en su última etapa de su
vida como acosase más a los enemigos ,
una vez dispuesta la línea de batalla en Matinea, al ser reconocido por los espartanos creían que la
salvación de su patria estaba puesta en la muerte de este solo, todos a la vez
lo acometieron y no se retiraron de la batalla hasta que, tras una gran matanza
y muerte de muchos, lo vieron al mismísimo Epaminondas herido desde lejos por un dardo y luchando
valerosamente.
Con su desgracia, los beocios aflojaron un poco y no se retiraron sin embargo
de la lucha hasta que derrotaron a los
que resistían. Pero Epaminondas, dándose
cuenta de que el mismo había recibido una herida mortífera y de que, al mismo
tiempo, si el hierro, que había permanecido desde el mango en el cuerpo, lo
hubiera sacado, moriría, se contuvo hasta tal punto, hasta que se anunció que
los beocios habían sido vencidos.
Después que oyó esto, dijo: “ He vivido bastante, pues invicto muero”.
Entonces sacado el hierro, inmediatamente expiró.
Epaminondas nunca se casó, Como le reprehendiese
el hecho de que no dejaba hijos Pelópidas, que tenía un hijo infame, y le dijese
que aquel no miraba por la patria por no csarse, dijo: “Mira , preocúpate tú mejor de no dejarnos un de tal calaña; mas a mí no me puede falta mi sucesión. Pues os
dejo la batalla de Leuctra como hija
mía. La que es necesario que me
sobreviva y sea inmortal”. Durante este tiempo, siendo jefe Pelópidas, los desterrados ocuparon Tebas y expulsaron de la fortaleza
la guarnición de los espartanos, Epaminondas mientras se hizo la matanza de
unos y otros, se mantuvo en casa, porque no quería defender a los malos ni ser
acusado de que su mano había sido manchada
con la sangre de los suyos. Pues pensaba que toda victoria entre
ciudadanos era funesta.
El mismo, después que
se empezó a luchar junto a Cadmea contra los espartanos, se colocó en la primera fila. Acerca de sus virtudes y
vida, bastante se habrá hablado con que añada una sola cosa, que todo el mundo
afirmará que Tebas obedeció en
perpetuidad al mando extranjero antes del nacimiento de Epaminondas y tras su
muerte; por el contrario, mientras el
estuvo al frente de la república, fue la capital de toda Grecia. De lo
que se puede deducir que un solo hombre valió más que una ciudad.
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