viernes, 17 de febrero de 2017

EPAMINONDAS










                                        I

Epaminondas, hijo de Polímnio, fue natural de Tebas. Antes de escribir sobre SU VIDA,  me  parece que los lectores deben saber de antemano que  estas datos no se refieren a costumbres iguales  a las suyas ni deben pensar que, lo que es de poca importancia  para ellos, fue  de igual modo con respecto a los demás pueblos. Pues sabemos que la música desdice de una persona principal, según nuestras costumbres,   y  danzar  también se considera como un  vicio.  Sin embargo entre los griegos se consideran dignas de alabanza.
Puesto que queremos escribir un fiel retrato de las costumbres y vida de Epaminondas, no parece bien que debemos pasar por alto lo que se refiera para  ilustrarla. Por este motivo, hablaremos  en primer lugar sobre su sangre,  después en qué artes y por quienes  fue educado; además sobre las costumbres y alcances de su talento, y, sobre otras cosas si  son dignas de recordar; finalmente de sus hazañas, que muchos las prefieren a sus  virtudes.
                                       II
Nació, pues, del padre Polimno, el que hemos mencionado, hombre  de honrado linaje, y a pesar de ser abandonado pobre por sus padres, fue el más erudito de los tebanos. Pues Dionisio le enseñó a tocar la cítara, cantar al son de la cuerda,  que no hubo entre los músicos más mañoso que  Damonte y Lampro, cuyos nombres son muy celebrados; el cantar le vino de Olimiodoro; danzar de Califrón. Pero tuvo como preceptor de filosofía a Lisis, de Tarento y seguidor de Pitágoras; se apasionó con éste de tal manera que, en su adolescencia, lo antepuso tanto, a pesar de ser un viejo triste y serio, a todos los de su edad en el trato, que fácilmente podía entenderse que, de igual modo,  superaba a todos en las demás artes. Y esto entre nuestras costumbres es de poca importancia y más bien debe rechazarse; en Grecia, sin embargo,  siempre alababan muchísimo en aquel tiempo. Después que se hizo efebo y empezó a ejercitarse en la gimnasia o palestra, se dedicó no tanto a salir forzudo como velocista. Pues consideraba que la primera era muy importante para que la emplearan los atletas, y esta para emplearla en la guerra. Así pues, se ejercitaba  mucho en competir  corriendo y luchando todo el tiempo que pudiese tener abrazado a su contrario y pelear con el pie derecho, sin caer. Además, toda su pasión la tenía en ele ejercicio de las armas.
                                       III

A esta fortaleza del cuerpo le acompañaban muchas y también virtudes del alma. Pues era también modesto, importante, sabiendo acomodarse a  cada momento, perito en la guerra,  valiente, de muy gran ánimo; era de tal modo amante de la verdad que ni siquiera mentía a modo de broma; El mismo hombre justo, clemente y muy  sufrido  de modo que podía ser admirado no solo porque aguantaba  las injusticias  del pueblo sino también de los amigos. Entre los primeros guardando los secretos que les confiaba, porque,  a veces  es más útil ser apasionado en escuchar que ser elocuente. Así pues, habiendo acudido a un corrillo de gente en  el que la conversación  se disputaba sobre la filosofía o se consideraba sobre el poder,   nunca se retiró de allí hasta que se acababa de hablar sobre aquella materia. Fácilmente soportó la pobreza de modo que no recibió nada de parte del poder a no ser la fama. No se sirvió de los bienes de sus amigos para defenderse a sí mismo; pero, se valió  de la confianza de los amigos   para socorrer a otros de tal modo  que  podríamos juzgar que el tenía todas las cosas en común con sus amigos.         Pues como alguno de sus ciudadanos fuese cogido por los enemigos, o una  novia de un amigo  la cual no  podía casarse a  causa de ser pobre, juntaba a sus  amigos y ordenaba dar según sus posibilidades tanto  cuanto cada uno pudiese. Cuando había conseguido la cantidad, antes de recibir el dinero, llevaba a aquel, que pedía,  ante los que daban el dinero y le hacía que aquellos se  lo contaran a él mismo, para que aquel, que  recibía el dinero,  supiera cuanto le debía cada uno.
                              IV
  Su desinterés (austeridad) fue tentado por Diomedonte, natural de Cýzico. Pues este, a instancias del rey Artajerjes,  se había comprometido a sobornar con dinero a Epaminondas. Vino a Tebas con una gran carga de oro y se atrajo a su voluntad, con cinco talentos.  al joven Micito al que amaba muchísimo Epaminondas. Micito se reunió con Epaminondas y le mostró el motivo de la llegada de Diomedonte. Pero Epaminondas  dijo en presencia de Diomedonte. “No tengo necesidad de dinero”. Pues si el rey quiere lo que es útil para los tebanos, estoy preparado a hacerlo sin interés alguno; pero si  pretende lo contrario, no tiene bastante oro ni plata. Pues no quiero recibir las riquezas del mundo entero por amor a la patria. Yo no me extraño de que tú lo hayas  intentado sin conocerme y me hayas considerado semejante a ti, y te perdono. Pero sal rápidamente de aquí  para no  sobornar  a otros, puesto que a mi no puedes sobornar. Y tu Micito devuélvele el dinero o te entregaré al magistrado, si no lo haces rápidamente”.
Ante el ruego de Diomedonte para que se le permitiese salir seguro y poderse llevar lo que había traído, le dijo “Haré esto, y no por tí motivo sino por  mí, para que,  si el dinero se te quitara, ninguno diga que me llegó a mí por haberlo robado, porque no quiero recibir dinero ofrecido voluntariamente”. Habiendo preguntado a Diomedonte adónde quería que se llevara trajera, y habiéndole contestado  hacia Atenas,  le entregó una escolta de soldados, con el fin de que llegara con toda seguridad. Y en verdad que no le bastó solo eso, sino que también hizo que, sin que nadie le  ofendiese,  se embarcase  a través del ateniense Cabrias, que mencioné anteriormente. Valga este  testimonio claro de su desinterés. Podríamos referir muchísimas más cosas, pero debemos contenernos, porque en un solo volumen  hemos de compendiar la vida de los más excelentes generales,  que, con muchos miles de líneas, la mayoría de los escritores nos lo han desarrollado por separado.
                                       V
Fue también orador, de modo que nadie de Tebas era semejante a él en el arte de la elocuencia, y no menos refinado en la brevedad de responder que adornado en un discurso seguido. Tuvo como antagonista  a cierto Meneclides, natural también de Tebas, y adversario en la administración del poder, bastante experto en la elocuencia, como está claro que acontece con el           que es de Tebas: pues tienen los tebanos más fuerzas que ingenio. Meneclides, porque veía que Epaminondas sobresalía  en el arte militar,  solía exhortar a los tebanos a que antepusiesen  la paz a la guerra, para que no se echase de menos el esfuerzo de un general como Epaminondas. Este  le dijo a Meneclides: “Engañas a tus ciudadanos, porque los apartas  de la guerra: pues tratas de atraerlo a la esclavitud con el  pretexto de la paz. Pues la paz se logra  con la guerra. Y, así los que quieran disfrutar de esta durante mucho tiempo,  deben estar ejercitados en la guerra. Por este motivo, si vosotros queréis ser los principales de Grecia, debéis usar el campamento y no la gimnasia”. Meneclides reprochando a este el hecho de que no tenía hijos ni se había casado,  y , echándole en cara, sobre todo, la insolencia de que parecía que había conseguido la fama en  la  guerra de Agamenón,  le contesto Epaminondas:  “Meneclides, déjame de reprobarme lo de mi esposa, pues no quiero en ese asunto por lo menos, tomar vuestro consejo”( Pues tenía Meneclides era sospechoso de adulterio). “y, porque piensas que yo me emulo a Agamenón, estas equivocado.  Pues  este, junto con toda Grecia, conquistó a una  sola ciudad en diez años.  Yo, al contrario, liberé toda la Grecia de los lacedemonios puestos en fuga con sólo las fuerzas de nuestra ciudad de Tebas y en un solo día.
                                                 VI
 Y refirió que se había  reunido Epaminondas  en un encuentro con los arcadios, el mismo solicitando que   hicieran la alianza con los tebanos y argivos,  y en contra Calístrato, legado de los atenienses, que aventajaba a todos en aquel tiempo en elocuencia,  apoyó que  siguiesen más bien la amistad de los atenienses  y, en medio de sus discursos hicieron  muchas invectivas contra los tebanos y argivos y destacó  entre las demás injurias ésta, a saber, que los arcadios debían darse cuenta cuales paisanos había procreado una y otra ciudad, a partir de los cuales podía hacer el juicio de los demás. Pues Meneclides le refirió que los argivos habían sido matricidas,  Orestes y Aclmeón, y, sin embargo, que  Edipo, hijo de Tebas, habiendo matado a su padre, había procreado su hijos de su propia madre. En la respuesta de Epaminondas a este, habiendo acabado de  hablar las demás cosas, después que llegó a aquellos dos oprobios, dijo que se quedaba admirado de la idiotez del orador ateniense Calístrato,  que no se dio cuenta de que aquellos inocentes hijos nacidos en su país, una vez cometido el crimen,  y tras ser expulsados de su patria, habían sido recibidos por los atenienses”. Pero su elocuencia triunfó sobre todo en Esparta, como embajador antes de la batalla de Leutrica. Habiendo llegado allí los  legados de todos los aliados, en presencia de un numerosísimo concurso de embajadores, acusó  de tal modo a la tiranía de los lacedemonios que, con aquel discurso,  no menos derribó su  poder que con la batalla de Leutrica. Pues consiguió, en aquel momento, lo que después quedó patente, que los lacedemonios quedaran privados de la ayuda de los aliados.
                              VII
A continuación estos fueron sus testimonios, a saber,  de que había sido un hombre paciente y soportaba injusticias de  los ciudadanos, porque consideraba que no era lícito airarse con la patria. Como sus paisanos no hubiesen querido que, por envidia, estuviese al frente del ejército y  fuese elegido un  jefe sin ser experto en la guerra, por cuya imprudencia se habían visto  en tal apuro muchos soldados   que todos casi desconfiaban de salvarse, entonces se comenzó a echar de menos de la diligencia de Epaminondas. Pues se encontraba como uno más entre los soldados. Como le pidieran su ayuda, no se acordó de la afrenta hecha, retiró al ejército sano y salvo a Tebas  librado del cerco. Y no sólo hizo esto una sola vez, sino muchas veces.  Pues fue muy famosos cuando condujo al ejército hacia el Peloponeso en contra de los espartanos  y trajo dos colegas, uno de ellos era Pelópidas, varón valiente y esforzado. Como estos, por delitos de los adversarios, se hubiesen hecho odiosos a todos y , por este motivo se les hubiese quitado el mando,  y en lugar suyo hubiesen  puesto otros jefes,  Epaminondas no quiso obedecer el decreto de la plebe y  persuadió a sus colegas para que hicieran lo mismo y llevó a cabo la guerra que bahía asumido.  Pues se había dado cuenta de que, si no lo hubiera hecho, todo el ejército, por la imprudencia  y desconocimiento de  guerra quedaría derrotado. (Era una ley de Tebas, que castigaba con la pena capital, a aquel hubiera retenido durante mucho más tiempo el poder,  que se le había fijado de antemano por Ley). Considerando  Epaminondas esta ley propuesta para conservar la república, no quiso observarla para beneficio del pueblo y  mantuvo el mando durante cuatro meses más que el pueblo había ordenado.
                              VIII
Después que regresaron a su casa, sus colegas fueron acusados por este delito. El permitió que le echasen toda la culpa a él   y que afirmasen con tesón sus obras que se había hecho a instancias la desobediencia a la ley. Una vez librados aquellos del peligro con esta defensa, nadie pensaba que Epaminondas respondería que no tenía nada qué decir. Pero aquel vino al juicio, no negó nada de estas cosas que los adversarios  le acusaban y   confesó todas las cosas que sus colegas habían dicho. Y no las rechazó, con el fin de sufrir menos el castigo de la ley, sino que pidió que la sentencia  se concibiese en estos términos:  “Que Epaminondas había sido castigado con la pena de muerte por los tebanos, porque los obligó a vencer a los lacedemonios en Leuctra, a los que antes de que el fuera jefe, nadie de los beocios se atrevió a plantarle  cara en la batalla,  y porque no solo salvó de la destrucción a Tebas, sino que recuperó la libertad de toda Grecia., y puso en tal estado las cosas de unos y otros que los tebanos se vieron obligados a atacar a los espartanos y los espartanos se contentaron con tal de salir sanos y salvos, y no desistió de hacer la guerra antes de que, recuperada Mesena, encerró Lacedemonia la ciudad con un cerco”. Habiendo dicho esto, se prorrumpió en risas por parte de todos los presentes, y ninguno se atrevió a dar su voto contra Epaminondas. Así, se libertó de la pena de muerte con la más grande fama.

                                       IX
Epaminondas, siendo jefe,  en su última etapa de su vida como acosase más  a los enemigos , una vez dispuesta la línea de batalla en Matinea, al ser  reconocido por los espartanos creían que la salvación de su patria estaba puesta en la muerte de este solo, todos a la vez lo acometieron y no se retiraron de la batalla hasta que, tras una gran matanza y muerte de muchos, lo vieron al mismísimo Epaminondas  herido desde lejos por un dardo y luchando valerosamente.
Con su desgracia, los beocios aflojaron un poco y no se retiraron sin embargo de la lucha hasta  que derrotaron a los que resistían. Pero Epaminondas,  dándose cuenta de que el mismo había recibido una herida mortífera y de que, al mismo tiempo, si el hierro, que había permanecido desde el mango en el cuerpo, lo hubiera sacado, moriría, se contuvo hasta tal punto, hasta que se anunció que los beocios habían sido vencidos.  Después que oyó esto,  dijo: “ He vivido bastante, pues invicto muero”. Entonces sacado el hierro, inmediatamente expiró.
                                       X
 Epaminondas nunca se casó, Como le reprehendiese  el hecho de que no dejaba hijos  Pelópidas, que tenía un hijo infame,  y  le dijese que aquel no miraba por la patria por no csarse, dijo: “Mira , preocúpate tú  mejor  de no dejarnos un  de tal calaña; mas a mí  no me puede falta mi sucesión. Pues os dejo  la batalla de Leuctra como hija mía. La que es necesario que me sobreviva y sea inmortal”. Durante este tiempo, siendo jefe Pelópidas,  los desterrados  ocuparon Tebas y expulsaron de la fortaleza la guarnición de los espartanos, Epaminondas mientras se hizo la matanza de unos y otros, se mantuvo en casa, porque no quería defender a los malos  ni  ser acusado de que su mano había sido manchada  con la sangre de los suyos. Pues pensaba que toda victoria entre ciudadanos era funesta.

El mismo, después que  se empezó a luchar junto a Cadmea contra los espartanos, se colocó  en la primera fila. Acerca de sus virtudes y vida,  bastante se habrá hablado con que   añada una sola cosa, que todo el mundo afirmará  que Tebas obedeció en perpetuidad  al mando extranjero  antes del nacimiento de Epaminondas y tras su muerte; por el contrario, mientras el  estuvo al frente de la república, fue la capital de toda Grecia. De lo que se puede deducir que un solo hombre valió más que una ciudad. 

2 comentarios:

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