
La medicina siempre ha interesado
al hombre, el espíritu de pervivencia no puede conseguirse sin la ayuda de sus
profesionales. Las cortes más antiguas disponían de un médico para proteger al
monarca; los hospitales y las ciudades no recataron fondos para que estos
desarrollaran y practicaran sus saberse en medio de  una población, que los debía desbordar entre
peste, epidemias y pandemias. Sin su ayuda, le curanderos de turno, los físicos
oportunistas y los santeros tan sólo podía llegar  a cubrir lo que la experiencia le había
transmitido de los saberes grecorromanos. Es curioso que la aplicación de
medicina se desarrolló en muchos hospitales de órdenes mendicantes  y de cabildos de realengo. Pero sus
profesionales, a partir del siglo XVI, se vieron sometidos a un proceso de
selección en los que primaron sus conocimientos. En tierras de Jaén, el paisano
Juan Gutiérrez de Godoy (1579-1656), es el prototipo de aquellos médicos
polifacéticos que se iniciaban en las universidades ( como este , en la de
Alcalá de Henares, donde fue discípulo del médico Pedro García Carrrero, y
colega médico del rector y doctor Vázquez de la universidad complutense) y
ejercían su profesión en los pueblos más insospechados de España. Así, la llevó
a cabo Godoy en la ciudad de 
la
 Mota ( 1616-1626), donde nació una hija poetisa monja,  para escalar en los años siguientes el puesto
de médico del Cabildo Eclesiástico de Jaén (1624-1645).Pero su labor médica
trascendía la praxis diaria sino que fue autor de varas obras: unas veces,
imbuidas del practicsmo de la época  y
escritas en castellano, para que alcanzaran mayor divulgación como Las  
Advertencias y preceptos
generales con los cuales pueden fácilmente tasar cualquier receta en las
boticas (Jaén, 1632 ), el Discurso para provar que es caso milagroso el haber hallado
incorrupto el cuerpo de doña Leonarda de Aguilar (Jaén, 1641) y Tres discursos para provar que están obligadas a criar a sus
hiios a los pechos todas las madres quando tienen buena salud, fuerças, buen
temperamento, buena leche y suficiente para alimentarlos (Jaén, 1629). 
;  y otras impregnadas de la
formación científica de  la época, basada
en el mundo grecorromana (Disputationes
Philosophicae et Medicae super libros Aristotelis ‘De memoria et reminiscentia’
duobus libris (Jaén, 1629 ), Quaestio medica non bulgaris.
An possibile sit in rabientium urinis canes parvos generari? (Jaén, 1639), Quaestio
medica. vtrùm, in apertione fonticularum actuali cauterio necessario perforanda
sit utraque cutis, an verò sufficiat inurere externam cuticulam?  Por eso , no es de
extrañar que el médico jiennense ocupara el cargo de médico de Cámara del rey
Felipe IV, curiosamente su paisano Martínez Montañés  esculpió á cabeza de su estatua ecuestre y
compartió algunos años de su niñez con este médico. En esta línea de médico de
pueblo podían citarse algunos tratadistas que plasmaron sus conocimientos  y experiencias en tratados, como aquel médico
de la Mota  que le preocupaba la enfermedad de la garganta
y sus causas motivadas por beber las aguas heladas. 
            No
es este el único caso que resalta el mundo de la medicina de la provincia de
Jaén. Un siglo después,  Pedro
Solano de Luque  fue médico de Alcalá la  Real  y  se casó
con doña Josefa de Torres, vecina de Alcalá 
la Real, con la que tuvo varios hijos. Al fallecer
su marido, recibió en herencia la obra médica manuscrita de su suegro Francisco
Solano de Luque, un famoso pulsista que conservaba en su casa de Alcalá por el
año 1790.  Según un documento del Archivo Histórico Provincial  ante
le notario José Gutiérrez, contenía " 
según informes y noticias cosas  provechosas a la salud
públicas y adelantos  de los facultativos en el arte de la medicina ha
determinado que se imprima  a beneficio de todos los interesados".
 El título de la obra fue Obser
vaciones sobre el pulso (Madrid,
1787). Y tuvo un recorrido pintoresco, aunque su hijo Pedro experimentó sobre
las enseñanzas de su padre en Alcalá,. esta 
obra fue conservada por la mujer  de  Francisco Solano Manuela
Navajas, que  la entregó a su hijo  Cristóbal para llevarla  a
la impresión, pero murió pronto. Entonces recogió la obra su hijo Pedro
  que  mantuvo en arca bien guardada  la obra e hizo
algunas gestiones para publicarla, y lo consiguió  gracias al corregidor
de  Antequera Francisco de Milla en Madrid. Pero , su dedicación como
médico en  Antequera y, luego en Alcalá, con   otras ocupaciones
se lo impidieron . Muerto Pedro,    Josefa  de Torres  dio la obra para que se imprimiera  y  poderla usar a su cuñado Sebastián
Solano de Luque y al catedrático Joaquín Esquera del colegio de San Isidro de a
Villa y Corte. Entre sus muchos reconocimientos de este médico ilustrado nos
quedamos con estas palabras : " Este es 
 el Solano humilde y contestatario, candoroso y
antidogmático, generoso y firme en sus
convicciones. Este es Solano de Luque, cuya presencia en la medicina
preilustrada significó, al menos, alguna luz sobre una práctica, sumida
entonces en un mar de obscuridades. En definitiva, este fue el hombre que, aun
en su condición de médico rural, representó a España en las más relevantes
clínicas europeas de su tiempo y que, sobre todo, supo 
ser siempre un médico". Otro médico del
mismo siglo rural e ilustrado fue Antonio Lucas Mendal, que escribió otro
tratado médico sobre las enfermedades de la garganta. Las mareas blancas de
aquel tiempo. 
 
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