I
El
ateniense Ifícrates  se hizo famoso  no tanto  por la grandeza de
sus hazañas como por su disciplina militar. Pues fue un jefe de tal
categoría que no solo se podría comparar con los más famosos de su
tiempo, sino que tampoco  ninguno de  sus antepasados le excedía. 
Por cierto, se ejercitó en la guerra. Y a menudo estuvo al frente
del ejército; en ninguna  ocasión por su culpa acabó mal  la
guerra, siempre salió victorioso por su pericia militar y  hasta tal
punto influyó  en el arte militar que hizo muchas innovaciones, y
otras veces las mejoró existentes. Pues cambió las armas que usaba
de infantería. Como quiera que, antes entrar en el mando,  se usaran
 escudos redondos, cortas lanzas y pequeñas espadas, el, por el
contrario, cambió la pelta
por la parma-
por lo que, posteriormente, se llamaban
peltastas a
los soldados de pie-para que fuesen más ligeros para los despliegues
y choques; hizo las picas otro tanto más largas; y convirtió las
espadas en más largas. Dejó el mismo tipo de corazas e hizo que
llevasen lorigas  en lugar de correas de lienzo. Hecho esto, , hizo 
más expeditivos a los soldados, pues quitado el peso,  procuró de
cubrir por igual el cuerpo para defenderse y que fuera más ligero.
   II
Llevó
a cabo la guerra contra los tracios, rescató a su reino a Seute,
aliada de los atenienses. En las cercanías de Corinto, se puso al
frente del ejército con una seriedad tan grande no hubo nunca en
Grecia ninguna tropa más preparada ni más obediente a los mandos de
jefe;  y los acostumbró a que, ante una señal dada por el
peritísimo jefe, se colocaban  su tropas ordenadas sin que los obligare el
jefe,  de modo que parecía que  cada soldado estaba ordenado  por un
jefe muy diestro.  Con este ejército pasó a cuchillo a la “mora o
escuadrón” de los espartanos, lo que fue muy celebrado por  toda
Grecia.  Además, puso en fuga en la misma guerra a todas sus tropas, y, hecho esto, consiguió una gran fama. Cuando Artajerjes quiso  hacer
la guerra al rey de Egipto, reclamó  a Ifícrates   como   jefe a
los Atenienses,  con el fin de ponerlo al frente del ejercito
extranjero tomado a sueldo, cuyo número fue de 12.000 soldados: Y lo
adiestró en todo tipo de disciplina militar de tal modo que, a la
manera que los soldados romanos fueron llamados
fabianos,
así los ipacretenses
fueron muy alabados entre los griegos. El mismo, habiendo marchado en
auxilio de los espartanos, contuvo la rapidez de las conquistas de
Epaminondas. Pues, si su llegada no  hubiera llegado prontamente, los
tebanos nos habrían retirado de Esparta antes que la  hubiesen
destruido con un incendio tras haberla conquistado.
   III
Fue,
además, un hombre grande  de  cuerpo y ánimo y con porte de  de
jefe,  de modo que  cualquiera,  con su propia presencia,  se
admiraba de su persona; pero, también, en medio de las penosidades
fue muy flojo y poco sufrido, tal como Teopompo no lo recordó por
escrito; mas era un buen ciudadano y  muy fiel en sus tratos y de
palabra. Esto quedó manifiesto no solo en otros acontecimientos, 
sino también en proteger a los hijos de Amintas el Macedonio. Pues
Eurídice, madre de Perdicas y Filipo, se acogió a Ifícrates   con
sus dos niños, tras la muerte de Amintas, y fue defendida con todas
sus fuerzas.  Vivió hasta la vejez, tras aplacar los ánimos de los
ciudadanos con respecto a su persona por varias acusaciones.  Una
vez, solo, defendió en juicio la causa de su vida  en tiempos de la
guerra social, junto con  Timoteo, y  en el mismo juicio fue
absuelto. Dejó tras de sí a un hijo llamado  Menesteo, nacido de una
mujer de Tracia, hija del rey Coto. Ante la pregunta que le hicieron
a su hijo si tenía en más valor a su madre o  a su padre, respondió
:  “A
su madre”.
Pero, ante la  sorpresa de todos,  dijo: “Con razón estimo más a
mi madre; pues mi padre cuanto estuvo de su parte, me hizo de Tracia,
por el contrario mi madre me hizo ateniense”.  

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