SIEMPRE EN EL MES DE OCTUBRE, SUEÑO con las vides de los pagos de San
Bartolomé, donde, de niño, acompañaba a mi padre a cortar la uva para luego
pisarla en el improvisado  lagar del
corralón de la calle Abad Palomino. En el estanque del segundo patio , junto a
la pared lindera de Trini y bajo la higuera, echamos la carga de racimos de
uvas en un pequeño estanque de verano, colocábamos encima dos grades peñascos
de más de varias arrobas y  pisábamos el
resto con botos para la labor, Mi tío Pepe seleccionaba la uva de Jaén negro
con la blanquilla y las uvas montúas nos la reservamos para colgarlas en las trojes
de la cámara. 
Luego, metíamos el vino en tinajas, para traspasarlo en su momento en
los toneles  fregados en los días
anteriores. Mi padre me enseñaba los mecanismos de fermentación, los
condimentos que le añadía y los tiempos de espera del mosto para transformarse
el vino. La  superstición agrícola invadía
plazos, tiempos y maduración del vino, transmitido de unos a otros de la familia
caroca, que llegó a regentar una tienda en la plaza vieja.
Pero esta noche, día de mi onomástica, del santo de Asís, me desvelé
entre versos y vides
Soñaba entre los linos
Soñaba entre los linos
ser un hombre  pujarero,
cortando uvas torrontés
entre  un verde viñedo. 
Era otoño       , e invitaba
este verano muy eterno
a seleccionar las uvas, 
entre  chardonay  y jaén negro,
me levanté de la cama,
 y con sencillo atuendo,
Manolo iba al volante,
bajamos frente al  Barrero,
y nos dirigimos al puente
del arroyo sarraceno, 
hasta llegar a los pagos 
del partido charillero.
Nos saludaron  Miguel
 y Fernando, los primeros 
que, a la voz del patrón, 
-Cristóbal, era por cierto-,
llevaban muy adelantado
el tajo donde acudieron.
Me puse pronto en faena,
Ni corto ni retrechero,
a punto de cortarme un dedo,
llenamos todas las cajas
a los canastos sustituyendo.
El patrón nos dio un descanso,
pero nadie ejerció el fumeteo,
sino que desgastamos todos
 un salchichón casero,
 vino Blanco torrontés, 
 de tiempos de Felipe Tercero.
Y con las uvas en el portaportes,
volvimos locos y contentos
, dando las gracias al patrón,
de este singular viñedo.
            Por cierto no era uno,
sino que también era Eusebio,
prudente como ninguno,
antaño labrador y ganadero.
Por salario uvas negras
y blancas, era el arreglo,
una copita de  buen vino
y un mútuo  agradecimiento.
Y hasta el año que vienen,
Dios nos conserve los remos,
alma, corazón y vida
y siempre felices y contentos.  
el 














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