Mira por donde que mi amigo
Antonio López y yo estábamos conectados
familiarmente por un nombre clásico de mujer. Un nombre que se remonta a la
literatura y filosofía clásica latina de manos de nuestro antepasado hispanorromano
Lucio Anneo Séneca, ese cordobés que sufrió en su cuerpo y alma las garras del
nefasto emperador Nerón. Este polifacético escritor de la edad argéntea desarrolló y explotó un género muy
acorde con el mundo clásico del
imperio, y, sobre todo, con el segundo periodo del estoicismo medio, esa
filosofía que impregnó a muchos autores y personas del pueblo andaluz. Me
refiero al modelo de carta filosófica denominada “consolación”, por medio del
cual el escritor trata de reconfortar y apaciguar a sus familiares ( a su madre
Helvia apenada por el exilio de su hijo , el propio Séneca, acusado del adulterio de Julia, hija de
Germánico; a Marcia, por la muerte de
sus hijos, y al liberto Polibio por la la muerte de su hermano). Y realiza la
consolación impregnándola de un sentido
positivo,porque asume el dolor y la
aflicción humana, pero les recomienda la contención ante la desmesura mediante
las normas moralistas de la entereza y la ataraxia, que frecuentaban los
estoicos. Y esas consolaciones debieron extenderse en los primeros momentos del
cristianismo aplicándolos a advocaciones de Jesucristo y de María, como se
recogen al bautizar a muchas personas con el nombre de Consuelo. Mi tía
Consuelo y la madre de Antonio, con la misma advocación mariana de este sentimiento
humano conformista, mantenían en la pose
y en las relaciones humanas, idénticos modales, prestancia y saber estar. Pues,
esas imágenes me quedaron gravadas de
ambas parientas, mi tía cuando vivía con mi tío José en aquella casa del último
trayecto de la calle Mesa y, en mis últimos años de mi niñez visitaba con mi
padre ; y estos mismos de Consuelo Cano
Álvarez, cuando tuve la suerte de acompañar a su hijo Antonio en las últimas
visitas que realizó antes de marcharse al centro geriátrico de Cabra. Ese
senequismo se reflejaba en una paciencia inmensa para elaborar todo tipo de
tapices, adornos, tapetes, cuadros con esa artesanía de la paciencia del punto,
que consume los millones de horas para acabar la margarita de blancos pétalos o
para plasmar en el lienzo de hilo una copia de un cuadro de un artista
universal. Tuve la suerte de que Antonio me condujera a esa atalaya de su piso
de la calle los Álamos, donde resonaban los cortometrajes del antiguo parque
Cinema, y contemplar aquella obra de
esta Penélope alcalaína, esperando a su marido Antonio tras su recorrido de
casi maratón matutino por los campos alcalAÍnos. Una lección de amor, de pareja
y familia.
Con
sangre joyera y charillera, se había afincado en Alcalá por los últimos años de
su vida madura, tras la etapa de estancia en la aldea de Santa Ana, donde crió
a sus hijos ( Antonio, Manuel y Rosa)
allá por los aledaños de las Casas Nuevas, donde formaban una nueva familia con
todos aquellos vecinos en torno a las huertas y las canteras de esta aldea
mayor del municipio alcalaíno. Y esta
mujer de mito hesiodiaco, parecía como si hubiera encontrado el apropiado
momento de su encuentro amoroso en un
paraje a la faldas de las Entretorres, por entre el Navazo y los Cipreses,
cuando su padre Malaquías arrendaba un cortijo cercano a aquel paraje de
pastizal donde solía acudir Antonio López, su futuro marido e hijo de antiguos pastores alcalaínos, a pastorear
su ganado caprino.
Y esta mujer convirtió como otros muchos ese consuelo
senequista connatural en una vivencia personalizada por medio de su sencilla
práctica religiosa al amparo de aquellas monjas egabrenses que le tendieron las
manos en los últimos años de su vida. Cuando el cayado caritativo se necesita a
pesar de los gran avances de las leyes de promoción social de la dependencia. Y
así resonaron las palabras de consuelo cuando su féretro a los pies de la
última angustia recibía el agua de la purificación y de la despedida en el
templo dominico. Y resonaron estos versos de salmódicos Tu:, que me has hecho ver muchas angustias y males,/ Volverás
a darme vida,/ Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra.
/Aumentarás mi grandeza,/ Y volverás a consolarme./ DESCANSE EN PAZ CONSUELO CON ESTE CONSUELO.
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