
Sin embargo, no sólo ofreció
dificultades la propia estructura institucional del territorio, formado por un
corregimiento integrado por los términos de Alcalá, Loja y Alhama, sino que
fueron muchos los continuos conflictos
que se generaron a lo largo del siglo XVII hasta que, en el reinado de Felipe V, el corregimiento quedó
estructurado definitiva y jerárquicamente
dentro del corregimiento de Jaén.
No es extraño que, en este
contexto histórico, la ciudad alcalaína se negara a depender de cualquier reino
constituido en su entorno: el de Granada y el de Jaén. Aún más, desde el primer
momento no quiso ver canalizadas las órdenes regias por ninguno de aquellos reinos ni por los
representantes gubernativos en las
ciudades de Jaén o de Granada. De ahí que trate de canalizar su
colaboración con la Corona a través de una línea directa con la que trata de
boicotear cualquier tipo de orden o mandato emanado a través de la mediación de
los corregidores jiennenses o granadinos. Algunas campañas, incluso, fueron
ejercidas por corregidores de ciudades como Córdoba o Martos. Menos aún,
considera que su voz estuviera representada en las Cortes españolas por los
procuradores de las ciudades jiennenses o granadinas. Estas eran las palabras del cabildo
alcalaíno, bstante claras y tajantes, ante la Corte a principios del siglo XVII, ante la embajada de Pedro Veneroso a
Madrid para resolver el conflicto jurisdiccional:
"hable con los letrados,
que allí tiene, para que la ciudad de Jaén no hable en Cortes por esta ciudad
"[1]
Incluso, llega a considerar una
hipótesis de un origen participativo en anteriores reinados que nunca llegó a
plasmarse.
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