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NOVEDADES
SOBRE EL PASO DE LA TÚNICA

Por otras fuentes anteriores, el paso aparece con el nombre con el Juego de la Túnica, lo que hace referencia al misterio escenificado de la Túnica del Señor, incluso comentan el estrado y la mesa, y juego de dados a lo romano con el que sorteaba la túnica. Por eso, no es de extrañar que el Paso, se compusiera de las siguientes partes.
- Tras contemplar a Jeśus en la Columna, despojado de sus vestiduras, los hermanos de la Túnica, relacionado con el de los Azotes, se disponían a repartirse sus vestiduras.
-Colocaban una mesa y, a su alrededor, todos los que portaban insignias intervenían para sortearse la morada Túnica, que se coloca sobre una bandeja con peana de cuello.
-Sobre la mesa, cada uno lanza el dado hasta que recae sobre el hermano que recibió la suerte relacionada con el as.
- A continuación, la recibe la túnica y la eleva ceremoniosamente como si llevara a cabo un acto similar al de la consagración del Señor en la Santa Misa, exponiéndola a todos los presentes.
Este año, se intenta reconstruir el paso, mediante e cual un judío, antes el hermano mayor, presentaba la Túnica a los presentes con el respeto y seriedad convenidos en medio de un silencio concorde con la escena y honores de majestad y alzando sables y signos de pasión en posición de firmes. Como acto mímico, solo ofrece la novedad de portar la mesa, el juego de dados y la acción de sorterarlos en el Llanillo.
Ese es el aspecto iconográfico, pero para nuestros antepasados tenía un auténtico sentido simbólico, y esa es nuestra intención para los actuales, cogiendo el pasaje evangélico de que Cristo lo despojaron hasta de sus vestiduras para darlo todo a los demás, que más puede pedirse a un Cristo Salvador de Hombres como está inscrito en la bandeja de portar la Túnica. Este es pasaje de San Juan, 19, 23-24:
Los soldados... cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
Y valga este comentario del Vía Crucis del Vaticano:
Jesús queda desnudo. El icono de Cristo despojado de sus vestiduras es rico de resonancias bíblicas: nos devuelve a la desnudez inocente de los orígenes y a la vergüenza de la caída.
En la inocencia original, la desnudez era la vestidura de la gloria del hombre: su amistad trasparente y hermosa con Dios. Con la caída, la armonía de esa relación se rompe, la desnudez sufre vergüenza y lleva consigo el recuerdo dramático de aquella pérdida.
La desnudez significa la verdad del ser.
Jesús, despojado de sus vestiduras, tejió en la cruz el hábito nuevo de la dignidad filial del hombre. Esa túnica sin costuras queda allí, íntegra para nosotros; la vestidura de su filiación divina no se ha rasgado, sino que, desde lo alto de la cruz, se nos ha dado.
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