La llegada del abad a veces se llevaba a cabo con un recibimiento de los regidores a las afueras de la ciudad que se complementaba con luminarias y fiestas de toros.
Una fiesta muy celebrada fue la que tuvo gran trascendencia con motivo del llamado valimiento, por lo que significaba de la restitución de los impuestos pagados a la Corona y en 1751 supuso un gran respiro a la hacienda local. Para ello, los dos cabildos, el eclesiástico y civil proclamaron una serie de fiestas que celebraron en honor de la patrona con una función solemne y una procesión donde participaron todos los clérigos y las hermandades. Para el acto se invitó de orador en la cátedra religiosa al rector del Colegio de la Compañía de Jesús en Montilla, José de Hierro[16].
La parafernalia y el protocolo que presiden la procesión cívica del cabildo en su asistencia a sitios y actos públicos se mantiene, aunque hay momentos en los que se sustituyen las chirimías por medios más austeros como el clarinero que quedaba en manos del pregonero, que asumía ambas funciones. Es significativo el años 1717, cuando se manifiesta el acuerdo de contratarlo.[17] Probablemente, vestía con los mismos atuendo de los porteros de rojo carmesí sin los escudos ni reyes de armas.
En el siglo XIX, el regocijo popular por la expulsión de los franceses de Alcalá, a la que obligaron con grandes imposiciones, vejaciones y muertes, se celebra cada año por el quince de agosto. La primera de ellas, el 1813, destacó con una fiesta de toros y otra de guerrillas, que consistía en una fiesta de moros y cristianos a cargo de la cofradía de las Animas del purgatorio.
El día de san Fernando va a convertirse en una fiesta local, rememorando la restauración en el trono de Fernando VII. El año 1814, tuvo una especial efemérides con la iluminación general de la ciudad, funciones públicas, en las que concurría la música. Se celebraban tres días de fiesta: en el primero, denominaban de VOCACIÓN, que consistía en el repique de campanas por la mañana y la iluminación de la ciudad por la noche; el segundo día, por la mañana, del día de san Fernando se celebraban las tradicionales misa, sermón y Te Deum, y, por la tarde, la procesión general con las imágenes de la Virgen de las Mercedes y san Fernando, en la que se engalanaban los balcones y ventanas con colgaduras; y el tercer día, se hicieron máscaras y festividades de alegría.
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