TORRE DE LOS PEDREGALES
            La
torre de los Pedregales es un canto de cisne de la abadía, porque mira y se
orienta a los antiguos terrenos de  esta
demarcación religiosa que se mantuvo hasta mediados del siglo XIX. Vigila los antiguos
caminos y carretera actual de Priego e ilumina el sendero de un tiempo, en el
que poder se extendía hasta Carcabuey, pasando por Priego y Almedinilla sin
olvidar Fuente Tojar y Castillo de Locubín. Estrechaba lazo con unos pueblos  que intercambiaron cultura, economía y
política. Por este lugar pasaron artistas que triunfaron en las tierras de la
Subbétuca cordobesa como la familia de los Raxis, Pablo de Rojas o los canteros
de la familia Bolívar y de los González y los escultores barrocos , a saber, el
alcaláino Remigio del Mármol o los prieguenses Pedrajas, José de Priego o
Álvarez Cubero entre otros.     Esta torre
es testigo de las relaciones comerciales y de la promoción de la riqueza de
muchos prieguenses y cordobeses, que se afincaron en tierras alcaláinas como la
familia los Mármol; sirvió de paso para promocionar políticos como la familia
de Abril  que regentó  la dirección del partido conservador  y 
alcanzó los  puestos más altos del
congreso de Diputados durante un sigilo que abarca desde los años cuarenta del
siglo XIX hasta  el tercer decenio del
siglo XX.
            Esta
torre  envía el último adiós a los
viajeros cuando se dirigen a las tierras del sur de Córdoba. En medio de un
paisaje  de hábitat disperso, las
Caserías se extienden entre cortijos convertidos en almacenes,  naves de aperos, casas de segunda vivienda,
mansiones abandonadas con tinados y zahurdones destruidos, o , simples trozos
de paredones  en medio de tejados
hundidos y escombros de cañizoss, yesos amarillentos y abundanrtes  mampuestos. La Venta Fantasía  ya  es
un recuerdo de los antepasados y  una
casa de reclamo que jalonó la abandonada carretera  que conducía al Puente Suarez. Dos ermitas
con una pequeña espadaña, una de los años sesenta del siglo pasado y otra un
antiguo oratorio rural  que pertenecía a
la familia de los Biedma, reúnen ocasionalmente a su población ausente con
motivo de las  fiestas de la Virgen de
Fátima (las Flores de Mayo) y de San Isidro. Es 
un cambio profundo que se palpa en algunas  aldeas de 
la comarca alcalaína, donde los cortijos, chozones, casitas de aperos,
abundantes y dispersos en terrenos roturados albergaron a una gran partte de la
población alcaláina y ,  en  los tiempos actuales desde los años treinta
del siglo pasado , sus vecinos emigraron al casco urbano u otros lugares de
España y el extranjero convirtiendo su vivienda sin el calor humano y
dejando  aquellas tierras al amparo de
las nueva tecnología. Como signo de modernidad, se topa el viajero con las instalaciones
de la ITV,  la modernización de las
almazaras o su trasformación en muestras museística y algún que otro puente
colgante para pasar la carretera autonómica. Melancólicamente, esta aldea
ofrece, además de la migración de la población del siglo pasado, la  escuela abandonada por ausencia de niños en
edad escolar o, como  acontece en otras
aldeas,  convertida en centro social o
lugar multiusos al servicio de los aldeanos haciendo las veces de  lugar de reunión, espacio deportivo, sitio de
ocio y asociacionismo, generalmente de mujeres. 
Sus  escasas fuentes
lagrimean  o  se encuentran con los caños llenos de moho  por  la
gran  cantidad de perforaciones que se
han realizado para el regadío de los olivos o 
la explotación acuífera  con  fines domésticos y hortelanos.  Los caminos denotan el viario tradicional, a
veces seccionado por la ambición humana que reduce su anchura,  y, en algunas ocasiones, incluso se han
roturados los que fueron caminos vecinales, veredas municipales, servideras, e,
incluso  caminos reales.. Este tipo de
aldeas no muestra la presencia del turismo interior de procedencia extranjera;
tan sólo algunos disfrutan de sus casas como segundas viviendas. 
            Desmela
torre de los Pedregales, el otoño se motea dela caída de las hojas ocres
de  algunas alamedas o  chopos junto a los arroyos y barrancales. El
membrillo  y las  gamboas jalonan muchos lindazos de
fincas  con  su amarillento fruto reclamando la mano que
lo convierta en  aperitivo de invierno.
Si hubiera que definir esta torre por una estación y  una hora del 
dia se elegirían los atardeceres del mes de noviembre para contemplarlos
desde la fortaleza de la Mota. En medio del lugar del antiguo cementerio,
convertido en una gran explanada, sus paredes ni siquiera las almas ni los
espíritus de nuestros antepasados, tan solo la campana tañó el toque de
difuntos a mediados de  noviembre con el
triste atentado de la ciudad de París. La globalidad y  las nuevas tecnologías acercaran  la pena y 
la rabia mundial  para    pintar un cuadro ensangrentado en el  crepúsculo del anochecer  que sugería el  horizonte roto por la torre de las
dispersas  Caserías.  

No hay comentarios:
Publicar un comentario