A LOS VOLUNTARIOS DE HOY 
Ten tendidas tus manos
 siempre al viento,
y tu corazón abierto  y sin fronteras.
Mira de frente,
sin reojos
ni  a escondidas.
Limpio siempre seas
 como el agua en las riberas.
No sea para tí el tiempo
una mina de oro plena, 
sino abundante calderilla
de broncínea moneda.
Pues la primera es escasa
y no da ni lentejuela,
y la segunda derrocha a
caudales
alegrías en medio de las
penas.
Sean tus pies un caminar
diario
que acorta  y atrocha las distancias,
 soportando una alforja llena 
de esperanza solidaria
sin complejos ni
quimeras. 
Sea tu cuerpo resistente
a los embates de la vida
 y envites de chantajes egoístas
porque tu naciste,
voluntario,
a entregar toda la vida
desde el paladar del
cielo
hasta el último pelo 
de tu cana  cabellera.   
Manten  siempre fijos  tus ojos
con  mirada pulcra y limpia,
recogiendo la dádiva generosa,
el óbolo humilde  y el argénteo denario 
efugios de una alma desprendida
y espíritu  de un ser hospitalario. 

























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