
Sé,
querido lector, que te haría un gran favor , si te mostrara al principio de la
obra quién es el autor; no porque sienta
duda de que tu no lo conozcas, sino
porque deseo que conozcas por mi parte
que se llama señor don Francisco Salgado Somoza, de la más antigua y primera nobleza gallega; de pureza de sangre, librado de toda mancha
externa. Me ahorro sin embargo
deliberadamente todas aquellas cosas que cuales la naturaleza le dio en demasía, porque se las dio a otro cualquiera sin merecerlo
hasta hora. No ocultaré , lo que no tiene importancia, ni sus dotes
naturales. Pues el aspecto del cuerpo es la imagen del alma. Y su figura de
bondad, de agradable aspecto, alegre, con la cara llena de decoro, sus miembros
sanos y bien compactos, de estatura alta, que es mas cercana a la
media y esa cuadrada (equilibrada), no obesa,
de rostro blanco, no pálido, de mirada grave. su andar sosegado, el
resto de la posición del cuerpo sin afectación o natural , en fin tal vez podrías
ver un senador en este varón, pues todavía no está en la edad senil, sus cabellos
canos esparcidos le aumentan su consideración si ningún tipo de decoro. No debe considerarse en vano
que la naturaleza le concedió esto que
el no es capaz de repudiar, pues de la
misma manera que es su cuerpo , es su eximia alma que lleva compañera, que, sin embargo, no le quita e su majestad senatorial , con la
que es poderoso , hasta ahora benigno, manso, accesible, de juicio influyente,
acertado, , sin vacilar en las decisiones, y asertor de la justicia, firmísimo defensor
de la razón, juez sabio, incorrupto, justiciero,
estricto, integrísimo, conversador,
prejuicios, sin ceder a los chantajes, lejos de la aversión contra los colegas, es
su pensamiento vencer lo oscuro y destrozar los sórdido.
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