lunes, 29 de septiembre de 2014

CHARILLA, LA TIERRA Y EL HOMBRE. Hacia sus fiestas.


CHARILLA, LA TIERRA Y EL HOMBRE

 
Algo oculto debe tener esta tierra;  o  algún espíritu especial  baja todos los días desde el portillo Cerrado de los Llanos hasta  la ermita de San Miguel. Ese arcángel que le dio nombre  a esta ermita a finales del siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún noble hidalgo, tal como se conserva  en el escudo de una fuente cercana a la tahona  de Charilla. Este arcángel  que debió insuflar este espíritu superador entre sus gentes, para conseguir este entronque tan perfecto entre el personaje y el paisaje, el paisanaje y la naturaleza.  

 

 

 

 

 

Pues, parece como si, en estos lares, se entablara  un  bello diálogo de  amor entre sus aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser   y el ensueño,  un bello vínculo que se parece a todos aquellos enamorados de la poesía,  el mismo que cantaba  Ben Jakán, poeta charillero,  cuando lo hacía con estas bellas palabras:

 

 

Me perdí, y dejé mi continencia en el desierto;

Y monté mi gozo a rienda suelta.

Me ofreció la rosa de sus mejillas,

Y la recogí  con la mirada sin pecado.

Quise abstenerme de su amor, pero no pude,

Mostrándole seriedad en medio de la broma.

Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente afecto,

Como un ave con la que vuelan, sin ala, los deseos.

 

Por eso, no es de extrañar que los charilleros siempre se ufanen de que  han nacido en esta tierra, y Charilla sea su escudo y honor, su tarjeta de presentación en muchos  lugares de España, porque esta tierra ha dado muchos frutos. Ya hace ciento cincuenta años, de esta manera nos la describía bellamente  el ministro  Madoz  en tiempos de Isabel II

aldea con dos alcaldes pedáneos en la provincia de Jaén. Es uno de  los doce partidos de campos de la ciudad de Alcalá la  Real, y, por tanto, corresponde a su partido judicial  y abadía, distando de ella media legua. Está al sur al pie del cerro de la Torre, sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno bastante alegre y pintoresco, por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y la multitud de  cerros que la circundan, formando variados paisajes. Su figura es irregular, sus once calles tortuosas y la mayor parte sin empedrar, aunque casi todas llanas y  anchas; sus 184 casas, una de  un piso, dos de tres y las demás de dos pisos””

   Esta tierra tiene vida, y  el agua  oculta que llora, se esconde y y lagrimea de  sus manantiales para  convertir las tierras áridas en ricas huertas. Esta tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban los ricos frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grade  y las de la Majadillas, Hoyo del Peñón y Joya. De ahí que, al marchar a otros lugares,  nunca se olviden  de ella  sino que, en el lugar de la diáspora donde se asentaron , siempre tengan  su alma puesta en volver al sitio donde les vio nacer, o lo añoren en sus escritos o sus estudios literarios, o, como decía vuestro famoso poeta

 

Mis alas se agitan cada vez que se te menciona

O pasa tu céfiro perfumado.

 

Y es que ese aire que baja de las Sierra del Marroquí, Rompezapatos, el Marroquín  o  la Acamuña les deja  una huella imperdurable, e imborrable de la victoria del hombre  ante la aridez de la tierra y  el disfrute de la huerta conquistada. El emigrante siempre añora estas tierras labradas  y roturadas por sus manos en los parajes agrestes de la Dehesa o  de los aledaños de los tajos cercanos al portillo de los Aspadores;   las tierras de olivos arrancadas de la madre tierra de la Celada o de  los parajes asilvestrados de las Entretorres;  soñará con los prados del pastor en  las majadas cercanas al Rompezapatos, La Lastra, Balazos, portillo de Alcalá o el Zurreadero; su  pensamiento se difuminar e n  los ensueños y encantaciones plasmados en las  leyendas  y cuentos de fantasmas  y bandoleros de sus sierras, en  María Solís, la bella durmiente charillera de uno de vuestros cortijos desimanados, donde se plasmaron tantas ansias de amor. Si hablaran las paredes de las tinas, los techos de las caballerizas, se podría formar una ruta turística de las leyendas imaginadas,  de relatos compartidos  y  de  vivencias bucólicas al  amparo de  viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar  de ensueños y triángulos de amor  los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava, el Pozuelo, los Sordos,  Sotillo, la Charloca o los Barrios! …

 

En suma, esa lucha que hizo del charillero,  adalid del dominio de la naturaleza,  y  excelente labrador que porfía en  convertir en  paraíso  muchos lugares en torno a los riachuelos, a los pozos de las entrañas de la tierra y, sobre todo, en torno a la rica ribera del arroyo del Guadalcotón. Por eso, me viene, estos versos de un poeta jiennense que fue maestro en nuestra tierra Tomás Beviá, en forma de fandanguillo:

 

 

 

 

La debla,

Tristísmo canto….

El amargo sudor

De tus olivareros

Se hace óleo santo.

Al venirme de tu tierra

Fue mi adiós un fandanguillo

Que canté junto a un castillo..

 

 

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