NAVIDAD ALCALAÍNA
 
            Se acercan las
fiestas navideñas que se celebran en  las
 últimas  semanas 
de 2013 y principios del nuevo año 2014. A partir del día veinticuatro
de diciembre, forman parte de un ciclo religioso que comienza con el día de la
Natividad de Jesús y acababa con la Adoración de los Reyes Magos-curiosamente
esta es la fiesta navideña de los ortodoxos- pasando por  la fiesta de la Familia de Nazaret, y  la del Dulce Nombre de Jesús. Todas ellas
estaban enraizadas en la  vida religiosa
de los vecinos de la abadía alcalaína dando lugar a un rico elenco y acervo
cultural. Se celebraban  actos
religiosos  y de convivencia familiar en
todos los hogares colocando belenes familiares en las casas y realizando autos
sacramentales en las iglesias.  Decayeron
algunos  actos religiosos en los
convulsos siglos diecinueve y veinte, quedando el Belén relegado en los hogares
y desapreciando la dramaturgia catequética de los autos, porque se refugiaron
algunas reliquias  de  estas manifestaciones en las fiestas navideñas
tras la Misa del Gallo y la de Final de Año, y casi nada en la fiesta de Reyes.
 Pero , como
 
la hidra consumista y capitalista de los ultimaos cincuenta años lo 
 invade todo, se asiste a
  la transformación más profunda de estas
fiestas 
 vaciándolas de su contenido
  y mensaje y
 
 adelantándola como si fuera
  una goma elástica o una nebulosa etérea 
 al albur de los accionistas del
mercantilismo.
  Además, se ha producido 
 una total metamorfosis singular 
 y total de estas efemérides, al pasar de una
fiesta religiosa- en honor al nacimiento del Mesías-
  a un culto
 
orgiástico y una
  bacanal
desmesurada - en honor del dios Mercurio-. Se han traspasado todas las
fronteras y límites consensuados.
  Han
desparecido por completo las vísperas anunciadoras de adviento 
 y la tracas finales de la octava de 
 estas 
 fiestas: pues las calles ni se llenan de los
coros infantiles ni los antiguos auroros
  
piden el aguilando al son de las zambombas e instrumentos artesanales de
percusión-la botella estriada, el cencerro, …-; tampoco, se organizan las
fiestas familiares, vecinales 
 o
religiosas para rifar y festejar aquel aguilando musical y
  colectivamente conseguido para fines
caritativos o cofrades en medio de villancicos romanceados y canciones de
siglos pasados; por ende, aquellos campanilleros de la queda rural 
 nos se ven por estos lares ni por las aldeas 
 cantando canciones de Navidad. No sólo ha
invadido la esfera pública, sino que,
 
hasta los mismos creyentes, no cumplen con su estacionalidad litúrgica y
ya se encuentran los balcones orlados con los Niños Jesús
  y los esterillos tapizados con la Natividad
de Jesús sin ni siquiera haber nacido el Salvador.
  El consumo 
 lo 
 invade todo y 
  a todos, sin dejar resquicio alguno al valor
auténtico de la Buena Nueva. 
 

Nada menos, se
celebra 
 que ha nacido el Salvador. Pero,
es un incomprendido, porque, de seguro que no es el salvador del consumo y
  de la opresión, sino el
  liberador de los pobres y de los más
excluidos, el liberador de la exclusión social de muchas personas. Por
eso,
  me reservo
  para estas Navidades estos dos
  slogans del
 
dominico Ricardo Cuadrado: uno 
 “tener un corazón sin puertas y las manos
siempre abiertas”;
  y un segundo “  la
acogida, la entrega, la disponibilidad, la comprensión sin límites, el corazón
festivo y el amor sin fronteras, serán tu “distintivo navideño”.
 
 
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