Hace unos años, se celebraba el aniversario de la
cofradía de la Virgen de la Cabeza; en concreto, se rememoraban sus 450 años
acudiendo al  Cabezo; a pie, con sus
acémilas, con sus carros y carretas, o con los primeros  camiones y autobuses del parque
automovilístico  de Alcalá la Real. Pero,
por encima de todo, dicho acontecimiento 
no era sino  un justo
reconocimiento del  esfuerzo
peregrino  en recorrer el camino desde
Alcalá hasta Sierra Morena; también  de
la alegría de cumplir  el objetivo romero
con  la presencia cofrade en la fiesta
serrana del  último domingo de abril. En
este hecho conmemorativo  se conjugaban
dos vocablos que muchas personas han comentado en otras ocasiones,  con aciertos y  desaciertos para explicar el paso del hombre
en la vida terrenal; nos referimos a las palabras  ¨romero
y peregrino”. Si nos fijáramos el diccionario de la Real Academia Española,
prácticamente las hace sinónimas hasta tal punto que coinciden en esta  acepción” persona
que, por devoción  o por voto, va a
visitar un santuario”. Sin embargo, si nos referimos a su significado
etimológico, su étimo, y profundizamos en su sentido o valor denotativo alejado
de las  connotaciones posteriores, en
demasía superamos los comentarios hechos con ligereza del ser romero  y de la esencia peregrina. Ser romero ( romaeus
, de Roma/ ae)  proviene  de cumplir un objetivo religioso, pues es una
palabra bizantina más reciente que peregrino, la cual  se latinizó 
en el latín medieval y dio en el castellano romero, distinto al nombre
de la planta cuyo origen es una palabra compuesta evolucionada por haplología ros marinus ; se  le asigna a la persona que  acudía a 
Tierra Santa y  provenía de  Roma a visitar  los Santos Lugares ( por extensión, luego a la
inversa como punto final la Ciudad Eterna  y   cualquier santuario o lugar sagrado paga
ganar indulgencias); por otro lado el peregrinaje se remonta a época clásica(
pero  fue recogida por la tradición  cristiana con el sentido comentado)   para 
indicar la persona  que  iba de un lado para otro por tierras
extrañas, hasta tal punto que llegó a denominarse al  extranjero como peregrino ( pues se
compone  de per y ager, haciendo
referencia a muchas tierras y a recorrido a través de muchos lugares, incluso
sin rumbo fino). En el derecho romano, el ius gentium  o el derecho de gentes   encuadraba 
las instituciones en que podían participar los extranjeros  (peregrini) que tenían tratos con Roma
y sus ciudadanos, era como un apéndice de su derecho civil para aplicarlo a los
aque no poseían la ciudadanía romana y habían llegado  o se habían asentado en Roma; incluso en el
año 242 a.C, se creó la magistratura del Praetor Peregrinus, que atendía
los casos en los que exclusivamente intervinieran no ciudadanos. Esta palabra. Sufrió
una metamorfosis posterior, se aplicó a los romeros de Occidente que acudían a
las tierras santas; en concreto existe una obra titulada Peregrinatio Egeriae o de Egeria, que trata sobre una   monja incansable, mujer culta y muy rica,  y, 
según el estudioso Manuel 
Domínguez, dejando a un lado su autenticidad  “considerada la primera viajera y escritora
de habla hispana, si se nos permite el aserto, con conocimientos de griego,
literatura y geografía y que fue querida y respetada por sus contemporáneos.
Maestra minuciosa, gran conocedora de las Escrituras, dio muestras de varonil
temple, recorriendo unos itinerarios entonces casi prohibidos, entre gentes y
pueblos desconocidos, corriendo seguramente muchos peligros, para contar sus
santas vivencias, luego de su regreso, a las monjitas de su comunidad gallega.
Se trata de un relato muy interesante de la peregrinación hecha a Tierra Santa,
con la descripción de las cosas curiosas que la autora del escrito vio,
sobre todo las ceremonias de Semana Santa y semana de Pascua en Jerusalén”. 
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| Romeros | 
Peregrino y romero son
dos actitudes ante la vida, dos  modos de
enfrentarse ante la dura realidad. El romero recorre un camino trazado  y planificado anteriormente  por muchos, vive de unas tradiciones de sus
antepasados, trata de alcanzar su recompensa con su esfuerzo, trasciende lo
material con lo espiritual,  y, en
tiempos recientes, comparte la alegría romera en forma comunitaria, porque lo
celebra de un modo festivo ( incluso se apropia de la esencia peregrina).. El
peregrino  es más aventurero y osado,  más libre de equipaje,   queda anclado en lo material y a expensas de
la solidaridad del hospedaje extraño; su espiritualidad es más íntima ( si
existe) ,  pues es t4aciturno sin
alharacas ni saraos y afronta muchas adversidades que debe acontecer recorrer
en el camino, no recibía privilegios 
hasta que no se sacralizó  su
término y concepto en el medievo, como comenta Auerbach en muchos aspecto de la
vida cotidiana del imperio romano. Históricamente, romero y peregrino fueron dos
actitudes ante la vida del pasado y del presente; pero actualmente, superadas
en su significado etimológico y religioso, pues a veces se  han sintetizado o se encuentran
complementadas o desbordadas por el aspecto festivo de los  romeros. Dos formas que nos hacen
reflexionar: el camino hacia un fin, o simplemente el  pasar de un lado a otro sin rumbo fijo, una
forma de recorrer el camino sin misterio o a intemperie de lo material . La
comunidad o la individualidad, la aventura o el momento fugaz . Ya no son simplemente
450 años celebrados, es el sino de la humanidad.         

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