| Comienzo de las obras del Gabán | 
            Lo
público es un concepto que nos convierte a todos en agentes y actores de un
mismo objeto y/o asunto. Cuando este asunto 
es inmaterial se transforma en una idea, que compartes con otras muchas
personas en defensa de unos principios básicos y permanentes. Si  este objeto es un elemento material, luchas
en favor de su pervivencia,  disfrutas
con él   individual y colectivamente y te
sientes como  un poseedor pasajero que
transmites, inapelablemente,  a tus
descendientes. En  Alcalá ha habido otros
símbolos que han servido para compartir este 
terreno público  en los campos
políticos, religiosos o sociales ( con sus distintos apartados). Pero, no cabe
duda de que, si hiciera una encuesta  a
todos los alcalaínos- presentes o ausentes-, sobre su opinión de la Mota,  siempre  y por unanimidad contestarían que el símbolo
colectivo, del que se sienten propietarios en cuerpo y alma, es su fortaleza de
la Mota. 
Pues, muchos
alcalaínos se despiertan abriendo  la
ventana para saludar a esta majestuosa dama de piedra durante todos los días
del año. Les gusta verla  encanecida por
la nieve; como  mujer madura, por el la
caída del sol en el atardecer; duermen la siesta con la manta  de la Mota, sobre todo, los vecinos de los
barrios del medio  y del de San Juan; radiante
de juventud,  los adolescentes despiertan
más alegres  en los días de azul  turquesa, cuando no se percibe ni una gota de
contaminación.
La fortaleza
de la Mota agradece todas las terapias y tratamientos curativos que le han
aportado, sobre todo los últimos tiempos. Ha vuelto a renacer, cuando le han
extirpado el cáncer de las escombreras de su capa superior y ha aflorado su trama
urbanística como si fuera un esqueleto de una clase de ciencias naturales.
Ahora, con gran acierto,  le están
haciendo los empastes más fuertes y duraderos,  y cubren su caries con los mejores esmaltes
del  sillar amarillento. 
Parece
distinta, cada uno la siente como suya propia. A uno le gusta en medio del mar
de olivos y la asemeja a un barco cuya proa se ha restablecido con la
restaurada Torre de la Cárcel;  otros   se introducen en medio de las huestes de
frontera , y la comparan con la férrea coraza de un caballero del medievo al
contemplar el antepecho restablecido según las trazas  que idearon Ambrosio de Vico y Ginés Martínez
de Aranda. Hay quienes la cantan  con
ojos virtuales, y la  consideran como el
disco duro de la torre principal  de un
ordenador que transmite las órdenes y la información al resto de las atalayas circundantes.
Si fuera un niño, la fortaleza de la Mota, sería la cueva de leyendas de
romanos, árabes, bandoleros, duendes y 
princesas. Si estuviera provectus aetate, me gustaría esparcir mis
cenizas por entre las grietas de sus covachones e identificarme con sus primeros
habitantes. 
Por eso, no
nos extraña que el firme compromiso, del que han hecho  gala las autoridades públicas  de estos últimos  años,  no sea sino una correspondencia con esta alma
colectiva, con esta defensa de lo público de los vecinos de Alcalá. Pues  la Mota no es una simple  fortaleza, sino  que  es
, también, un símbolo material e inmaterial de la colectividad; una manera de
defender lo público, y  que, al menos,
algo nos quede de vínculo de unión entre todos, sin diferencias, porque  los frutos derivados de su disfrute y  su aprovechamiento   vendrán
en demasía en tiempos no muy lejanos.    
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