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martes, 8 de julio de 2025

EL BARRIO DE SANTO DOMINGO HASTA EL SIGLO XVI

 

 

                   MORFOLOGÍA DEL BARRIO EN EL SIGLO XVI







 

Hasta finales del siglo XVI, el  Arrabal Viejo  debió  formar una amplia unidad territorial  a la hora de repartir los cuarteles o barrio entre los regidores  en el célebre cabildo de suertes porque se distinguía  claramente el cuartel de Santo Domingo entendido en su amplio territorio, con espacio delimitado con respecto a de San Juan, San Blas, San Sebastián y el Dulce Nombre de Jesús que correspondía a la zona del Llanillo[1]. 

         Como manifiesta el profesor Rodríguez Molina al referirse a la fisonomía ciudadana este es el paisaje urbano de toda la fortaleza, y, por ende, del Arrabal Viejo:

 

Estructurada la Mota como una fuerte ciudad, quedaba defendida por grandes muros y torreones, al abrigo de los cuales se apiñaba, en reducidas dimensiones y estrechos espacios, una nutrida población de gobernantes, clérigos y guerreros. Su fama de bastión  inexpugnable es recogida por A. de Palencia en estas breves definiciones de la villa: ‘Alcalá la Real, fortísima por naturaleza, pero más respetable  por su proximidad a Granada` Las necesidades de protección y defensa la convertían en un baluarte inexpugnable con un espacio  estrecho y sobreocupado[2]”.

 

Pero, por una  memoria de la capellanía de la parroquia de Santa María la Mayor, podemos  hacernos una idea del aspecto urbanístico que ofrecía este barrio: la vivienda se unía con la tienda, y, esta, a su vez, con  otras viviendas a través de los miradores de sus alturas, aspecto  muy similar que deberían ofrecer las partes altas del barrio de Santo Domingo, como la calle del Postigo cercano a la Puerta de la Imagen, las calles linderas con el Gabán por la parte baja,  y las viviendas de la Puerta Zayde[3]

 

“Ana Martínez Pareja vivía en casas, tiendas y dos moradas a ellas anejas en las Entrepuertas, que los miradores suben al Albaicín, linderas con tiendas de Catalina de Aranda y Teresa de Ávalos”.

Curiosamente, el mismo día que se tomó Granada, los Reyes Católicos emitieron un  cédula real a la ciudad de Alcalá la Real,  fechada en Córdoba y  otorgaba al la ciudad la posibilidad de vender solares, hacer hornos y censos para que, con sus ganancias, se pudieran sufragar los propios de la ciudad, que permitían afrontar  los servicios a la Corona. Antes de iniciar esta operación urbanística, tan sólo  se encontraban  el Mesón de Yeguas, el mesón de la Torre, el Mesón de Hernando de Aranda, la Alhóndiga y las cantarerías.

El mecanismo de adquirir los solares se iniciaba con la petición vecinal, la zona de ubicación solía ser dentro de la fortaleza, si la hubiere, y en el Arrabal y, sobre todo, en la Era de los Palacios. Tras la conquista se pagaron muchos solares en el  Arrabal Nuevo y surgieron los  primeros escollos de la población, porque hubo casos de malversación de fondos a la hora de la venta y distribución de los solares.

El Arrabal Viejo y sus alrededores ofrecían, a veces, un aspecto desalentador en sus exteriores, con  muladares por doquier, acumulación  de excrementos de animales, basura  y  desechos del matadero dando un aspecto maloliente, tal como señalaba el libro de Ordenanzas  a principios del siglo XVI:

“Item  por quanto en la ordenanza antesdicha, de da lugar a los dichos menuderos de la dicha carnicería que puedan vaciar las dichas panzas, cuajares e tripas  del adarbejo a esa parte , e podía que sobiese del dicho adarbejo, se volviese a la calle real o llegase al camino  por debajo, ordenamos e mandamos que , en ellegando a emparexar el estiércol con el dicho adarbejo o al camino abaxo, los dichos obligados hagan a los dichos menuderos  a las personas que dieren cargo de limpiar el dicho matadero , que se eche el estiércol  en el mirador de la ciudad  o en las hazas a la redonda donde le dieren lugar de manera que pueda volver el estiércol  a la calle Real[4]”.

El Matadero era un edificio primordial de este lugar, donde se encontraba un compartimiento  con  un solo cuerpo, donde se romaneaba, un patio con varios nogales,  y, otros cuartos de encerramiento  para los animales y se llevaban a cabo los primeros momentos de la matanza de animales.

 

A partir del reinado de los Reyes Católicos, se amplió la ciudad desde la puerta del  Arrabal de Santo Domingo, con diversos arrabales, entre ellos  el Arrabal Nuevo, donde se encontraba las calles Cava y de  los Mesones, y, por  la parte de la puerta de Granada, el Rastro y Matadero, el entorno de la Puerta Nueva y el barrio de San Bartolomé. A través del estudio de  varios documentos del Archivo de la Chancillería Real de Granada María José Guerrero y Lorenzo de Castro, sacaban estas conclusiones con las que estamos de acuerdo para el periodo comprendido  entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI:

“Sin duda, el aumento de población determina que el concejo diera solares para la construcción de viviendas a todos aquellos que los requería. Desde tiempo inmemorial, la ciudad de Alcalá la Real tenía potestad para otorgarlos  a los pobladores de dentro y fuera de la Mota. En el primer caso, siempre que hubiera un solar público. Todos los terrenos que en torno a 1520 ahora están edificados e los  arrabales habían sido concedidos por el concejo a los vecinos y este además había señalado por donde iban las calles, y que la anchura podría oscilar entre ocho y nueve pies”[5].

De ahí que muchas zonas del Arrabal de Santo Domingo se vieran afectadas por esta política municipal urbanística  y su aspecto semiurbano anterior había quedado definitivamente urbanizado con varios viales y  la edificación de las viviendas en torno a las calles del Postigo, Pie del Torre de la Cárcel, Francisco de la Torre, de la Puerta del Arrabal en torno a los pies de la roca y el muro de la ciudad fortificada; las calles De Hernando de Moya, dE la Escaleruela.  de Sánchez de la Guardia   y  otra calles en torno al adarmillo de Moya, y en su interior, desde la Iglesia de Santo Domingo hasta la muralla que daba  a las puertas de Cambrón / Granada, las  calles de  Pedro Jiménez de Martos,  y  de  Pedro Fernández Torrevejano

Pero, donde se amplió el espacio urbano fue en la parte exterior de la muralla del barrio de Santo Domingo, lo que los anteriores historiadores ponen claramente de manifiesto:

Por la  zona de la puerta de Martín Ruiz, había crecido mucho el barrio. Unos treinta años antes aquella parte era un muladar  y en el momento a que nos referimos estaba muy edificada, aún mucho más habitada, y construida la Era de los Palacios, donde se habían levantado más de cien casas. También habían aumentado  las obras en la calle de los Mesones y junto al adarve de la puerta del Arrabal”

        

MOVIMIENTOS DEMOGRÁFICOS  DE LOS SIGLO XVI Y XVII

 

Durante los  siglos XV y XVI, el barrio o cuartel de Santo Domingo y sus aledaños tuvieron un amplio crecimiento demográfico gracias al asentamiento poblacional  de los elementos más activos de la ciudad: artesanos, labradores, campesinos, personal de servicios y clase bajas, lo que queda reflejado en el padrón de 1587, donde se registraban 141 vecinos en su barrio; pero el barrio de San Bartolomé albergaba 121 vecinos; y en las Entrepuertas, Lagares y aledaños 114 ( todos ellos intensamente ligados con el barrio de Santo Domingo). Teniendo en cuenta la casi equivalencia  residencias entre e vecinos y vivienda,  podemos concretar estos datos del anterior padrón.

Hasta el siglo XVII, se mantuvo esta mentalidad de frontera  y se presentó  ante la Corona la  defensa  de la ciudad  como un deber  fundamental  y, por conveniencia, como  un manoseado ardid y fácil recurso para conseguir  privilegios y recabar fondos con destino a conservar el anillo de murallas y sus torres. Además, sus habitantes se consideraban auténticos soldados de primera línea de frontera, en el inicio contra los cristianos o  los musulmanes hasta la época de los Reyes Católicos, y posteriormente, contra los peligros de la frontera marítima a la que había que defender en el nuevo campo de la política exterior de la dinastía de los Austria. De ahí que fueran frecuentes  las concesiones reales de  parte de las penas de cámara y fisco con el fin de ser destinadas a la restauración de las murallas. Sirva de ejemplo, entre las frecuentes  provisiones reales,  la  que, en 1582, se concedió una prórroga de esta concesión  por veinte años  y con un alcance valorado  que rozaba los 24.000 ducados.       

 

                  

 

 

 

 

 

SU  MURALLAS

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 Las murallas jugaron un  papel esencial para la acotación  y delimitación de este espacio del Arrabal Viejo. Formaban la segunda muralla del recinto fortificado de la Mota,  formada por una línea de muro reforzado  con torres, cubos y construcciones albarranas en torno a algunas puertas; en el interior del muro, se perciben todavía frecuentes troneras, saeteras, aspilleras  y ventanillas para acomodar diversos tipos de armamento ofensivo. Desde la Crónica de Alfonso XI, se constata la presencia de  este recinto amurallado, porque el arrabal, al que daba acceso,   fue el primero que cayó en manos cristianas en torno al 20 de diciembre de 1340:

 

Castellanos combatían / a Alcalá de Vençayde; moros bien la defendían por bondad del alcalde. /Combatían a barreras/ bravamente a maravilla/ e posieron escaleras/ al arrabal de la villa. /A pesar del alcalde moro, / un escudero fue delante/, Garí Jufre de Tanoro/ el fijo del almirante, / Por somo de las escalera, / luego sobieron cristianos, /con grand braveza entera, /  bien lidiavan castellanos. / E el arrabal ganaron/ por gran torneo mesclado/ e los moros se encerraron/ en la villa sin su grado[6]/.  

 

Entre los testimonios más antiguos acerca del cerramiento urbano por medio de esta muralla del barrio de Santo Domingo de  Alcalá la Real, se encontraba el de Juan Sánchez de Aranda, jurado  y procurador ante el Consejo de Regencia de Juan II.  Son patentes estas palabras sobre  su  origen musulmán y la posterior  reconstrucción de la muralla:

 

“E que dos lienços del muro de la villa que estavan començados a canterar, que son del muro viejo de tiempo de los moros”.

 

Un aspecto, a un paso entre lo urbano  y  lo rústico,  presentaba el arrabal en los siglos anteriores a la conquista de Granada,  tal como se manifiesta  en  el acta de cabildo de 11 de marzo de 1492:

 

En este cabildo, acordaron los dichos señores prendar un libramiento de cincuenta reales de las penas del queso de Juan de Burgos, obligado,  para el cantero que roça las peñas de  la entrada de la ciudad (…) acordaron los dichos señores de faser suplicación al rey e la reyna, nuestros señores, les den licencia para abrir dos puertas, una en la ciudad e otra en el arrabal, para que la ciudad  sea mejor servida”[7].

 

El espacio amurallado  se mantenía  perfectamente delimitado, con un  pasillo interior adosado o un  anillo que nunca podía  invadirse por las viviendas  de los ocupantes del barrio y, como es lógico, con un espacio exterior aprovechando los escarpados y elevándose cuando las circunstancias lo requerían.

Pronto, debió ocuparse el pasillo o calle en torno a la muralla con el adosamiento de viviendas.  Se hizo conforme se va perdiendo el sentido defensivo de la muralla por la ausencia de enemigos exteriores. Por lo tanto, en siglos posteriores el espacio de separación  entre la muralla de la fortaleza con respecto a las viviendas del  Arrabal Viejo no estaba frecuentemente  muy bien definido por algunas partes, porque no era extraño que   este alcanzara los tejados  cercanos o adosados a los pies de las torres y muros:

 

“En este mismo ayuntamiento, presentó una petición Alonso Martínez Casado, en la que se contiene que el concejo le fisiese merced e diese  lugar que atajar e tipiar la entrada de la torre, que está a espaldas de su casa. E los dichos señores, en concordia por sí y en lugar de los que allí no se hallaron por estar en el Real, en servicio de sus altesas, e por quanto, por estar esento e abierto , avía muchos daños  e yncovenientes para perjuysyo de la dicha torre,  porque la vasura que ally se fasya , estava tapado el caño  e se entrava el agua a la torre, de lo qual venía gran daño a la torre e se caería sy no fuese remediado. Sobre lo qual mandaron los dichos señores que tapase aquella entrada e que la puerta de la entrada  por do se entrava el agua e vasura la tapiase, e tuviese limpio el caño por do fuese fuera de los adarves, e tapase la otra entrada de la torre nueva, e que cada e quando fuere cumplidero, a la ciudad se destape(…)  acordaron los dicho señores que , para evitar los yncovenientes que se recrecían de los juegos de naipes e ferraduras e otras cosas que se facýan encima de la torre, asy los muchachos como otras personas, echando piedras e otras cosas sobre las casas e tejados del arrabal, mandaron se cerrase por el esquina de la ferrería a la esquina de la Torre el Rey, e que se abra una portesuela por la dicha torre el Rey, que salga al adarve e a la dicha torre, asy para el servicio de la casa  de cabildo como para  guarda  de los adarves e dicha torre”[8][1]

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Por otra parte, en  1621 el  erudito don Antonio de Gamboa, alcaide y regidor perpetuo, escribió un documento sobre los orígenes de Alcalá la Real, muy  posterior a  la época de la conquista de Alcalá  de Aben Zayde, que  pone de manifiesto la  importancia de la  muralla de la fortaleza alcalaína[9]:

 

“Para lo qual les dio un ingenio y dos cabritas, machinas de guerra de aquel tiempo, y de esta suerte sitiada  y cercada la villa del Castillo Locubín, venían seguros los bastimentos  al exército y quanto quiera que la ciudad de Alcalá, entonces llamada de Aben Çaide, así por la natural fortaleza del sitio como por la fortaleça de sus murallas y torres que, para aquel tiempo, eran muy gallardas, como oy se muestran, parescía inexpugnable, como lo era, y que avía conservado la frontera por los moros tanto tiempo; estando tan cerca de Jaén y Martos y Alcaudete y todo lo demás de Andalucía, que era de xristianos, y sólo ella y su castillo de Locubín hacían reparo a la entrada de xristianos”.

 

Pero, este documento, si es importante por su fundamento histórico, lo es más por haberse servido de las descripciones de los elementos defensivos y de  los barrios de la ciudad fortificada  en tiempos del autor del  documento (el reinado de Felipe III) con  los de la época anterior a la conquista. Por eso, es un dato ineludible que, antes del reinado de Alfonso XI, el Arrabal Viejo y la muralla circundante  se  encontraban en pie, como lo manifiestan estas palabras:

 

“Por esta causa insistía el rey  don Alonso para ganar fuerça  tan importante y, así animando a los suios, arrimando las escalas por lo bajo, que es la parte que oy está el Rastro y la muralla más baja, aunque la defendieron valientemente. Como  los xristianos estaban en presencia del Rey  y victoriosos de la  del Saldado acometieron a los moros de tal suerte que, horaando por muchas partes la muralla, ganaron el arrabal hasta  donde oy está la Torre de la Cárçel, que bate y llega su corona y sobrepuja la muralla de la Plaça de la Mota; esta torre era muy fuerte,, como oy lo es, y fue la primera entrada y, el ganarse este arrabal por el  rei don Alonso, día de Santo Domingo de Silos”.

 

Esta muralla fue  una de los lugares mejor descritos  a lo largo de la historia de Alcalá la Real. Así, nos lo cuenta Sancho de Aranda en una escaramuza con los moros:

:

“El qual, como una vez con otros cavalleros hiziese una entrada llegando de noche a los muros de Alcalá, en un adarve, que está devajo de la fortaleza, puso una escala por la qual subió sólo sin otra compañía. Y, subido,  saltó adentro, el andén del adarve, era poco más alto y, por partes casi igual al suelo del dicho corral, a do halló un moro que esta va con una manada[10]”.

 

Como muy bien manifiesta Carmen Juan,  por la parte occidental “encerraba un pequeño barrio llamado el Adarve (luego del Rastro y Matadero) y una liza lo carrera de caballería y donde, a veces, entraban los enemigos en sus frecuentes ataques”.

 

No es de extrañar que, cercana a esta zona, estuvieran los muladares de la ciudad,  lo que preocupaba mucho a las autoridades de la ciudad[11].

 

“Que se saquen las inmundicias   que se echan  en este sitio, en el sitio de enfrente de la casa de Diego Ramírez en un muladar que allí está, que alinda con el camino de San Bartolomé, porque el de la Peña Horadada se ha cerrado de piedras e inmundicias”

 

Dentro de una unidad urbanística superior, que se encargaba de la  defensa, seguridad ciudad, abastecimiento popular y defensa militar, formaba parte del segundo de los cuarteles o barrios de  mediados del siglo XVI, constituido por “Arrabal Viejo y San Bartolomé,  Cuesta del Cambrón y  la Cava, descendiendo en la calle de Mari Nieves  y  a dar a la esquina de la viuda de Pedro de Martos, descendiendo por la calle del Pozuelo a dar a las hazas a mano derecha hasta salir a las hazas del descansadero”.

 

LA DISTRIBUCIÓN DE LA VIVIENDA EN EL ARRABAL VIEJO

 

El Arrabal Viejo debió ofrecer, como señalan las Ordenanzas Municipales de los años posteriores, un aspecto  y ambiente asfixiante para los vecinos, que, conforme se acercaban a la  fortaleza,   vivían en calles estrechas,  y en  casas completamente amontonadas, como si quisieran trepar hacia la roca de la ciudad fortificada y, al mismo tiempo,  se cobijaran en el seno de sus profundidades cavernarias. Hasta muy avanzado el siglo XVI, el aspecto que circundaba la muralla, quedaba establecido de acuerdo con un criterio defensivo que impedía cualquier tipo de obstáculo para el tránsito de la milicia urbana en el caso de un posible ataque y se encaminaba, al mismo tiempo,  a presentar la mayor dificultad de tránsito entre la muralla y la vivienda urbana, creando un espacio vacío de adarve o anillo amurallado:

 

“Debía mantener en buen estado los muros del recinto ciudadano, procurando tener alejado de sus cercanías todo cuanto pudiera dañarlos, que, en definitiva, en una población marcada por unas condiciones profundamente rurales, se reducían a apartar el estiércol que sobre las murallas solían amontonar los vecinos, evitar que se hiciese fosa o estancal en los lugares  perjudiciales a las murallas, procurar el mantenimiento de un notable espacio entre muros y casas de vecinos de diez pasadas de ancho, y procurar que no hubiese brechas en el recinto murado, fuera de su puerta o puertas que no finque cosa alguna por donde quepa hombre[12].

 

En su interior, las  ordenanzas nos recogen varias normas para mantener el orden, la urbanidad y la disciplina urbanística, que nos  ilustran de su tipología de vivienda y diseño urbano. En primer lugar, se daba una primordial importancia a  los edificios públicos (en este caso la iglesia de Santo Domingo, horno, Casa de Mancebía, Alhóndiga., Pósito) y se obligaba a mantenerlos reparados juntamente con otros elementos de uso público como puertas de acceso, calles, o medianerías. En segundo lugar, este espacio urbano se nos presentaba como  una importante unidad  de concentración urbana  dentro del recinto amurallado, en donde no se permitía, antes de la conquista, ninguna construcción de viviendas fuera de su reinito amurallado, tal como se manifiesta muy explícitamente en esta ordenanza:

 

“los hombres del pueblo que quieren hazer casas o fraguar algunas labores deben fazer  que sean todas dentro  de la zerca de los muros e, fuera de los muros, que sea  merced del Rey e a su mandamiento[13]….  

 

En tercer lugar,  su trama urbana  se nos ofrece “encorsetada  y reducida”, en la que la higiene y seguridad física de las viviendas se vigilaba en los papeles, pero, a la hora de la verdad,  en muchos espacios no  cabía sino un puzzle  de viviendas en donde estas se entrecruzan, estorban o se apoyan unas  sobre otras. La estrechez de sus calles obligaba a las autoridades municipales a establecer  un amplio espectro  de normas urbanísticas  con el fin de favorecer el tránsito de los vecinos, animales  y mercancías. Su anchura se establecía desde la perspectiva aérea de la parte superior de la casa,  marcando dos tercios para cada una de las viviendas, que conformaban las aceras, dejando el tercio restante para la entrada de la luz y el aire de la calle. Así de claro y contundente es la norma:

 

Otrosí no debe ningún hombre sacar el ala de su texado más de cuanto comprendiere  el ala de su texado el tercio de ella, e que finque el otro tercio para el ala del otro texado, que es de otra parte, e que finque el otro tercio en medio, para aire e por do entre la lumbre e por do caigan las aguas, y el que aquesto pasare y más tomare para el ala del texado, sino mándelo el alarife dicho fazer por mandado del alcalde”[14]     

        

También era frecuente que se impidiera colocar cualquier tipo de obstáculo físico  para el tránsito de la calles. Entre estos, el colocar los cobertizos y sarmenteras, lo que impedía el paso, porque probablemente no sería extraño que se colocaran  en épocas anteriores a 1496, sobre todo en el Arrabal Viejo, donde predominaba la vivienda rural frente a la urbana.

 

En algunas de las calles públicas e principales de esa dicha ciudad, algunas personas tienen fechas en las delanteras de sus casas muchos cobertizos e sarmenteras[15]

 

 Como tampoco, al principio se  permitieras poyos adosados  a las paredes de las casas junto a las puertas, y, luego, se regularan:

 

Otrosí, ningún hombre no debe de hazer poyo orilla de la pared y esto porque las callejas no se angosten e que pasen los hombres en anchura, e si alguno esto hiciere mándelo el alarife desfazer por mandado del alcalde[16].

 

         En esta misma línea de defensa del viandante, se señala la prohibición de elevar pasadizos de una casa a otra por encima de la calle, a no ser que establezcan una altura por  la que pueda pasar un hombre montado a caballo:

 

Todo hombre que haze sombreado e atraviesa  la calle e haze encubierta, débela hazer tan alta que pueda pasar por ella el caballero con sus armas e que no le embarguen, e si más baxa la hiciere de guisa que embargue el caballero con sus armas, debe el alarife mandillo deshacer por mandado del alcalde”[17]

         Su aspecto residencial, entre el siglo XIV y principios del siglo XVI, se manifiesta claramente en estas dos referencias, que corresponde a un momento en el que se intenta evadir la norma de  la ubicación de las  tiendas en la fortaleza de la Mota[18] :

 

“…proveyó una petición  de miguel Sánchez Vasco sobre la tienda de Santo Domingo que pedía licencia para vender, proveyó que se guarden las ordenanzas(…) se acordó que cualquier fruto y pescados que viene se pese en el Peso de la Harina e no en otra parte se peses sopena de seiscientos maravedíes repartidos en tres partes...”

 

Por último, como señala el profesor Rodríguez Molina, se establece como norma fundamental el parámetro de la intimidad que rige para la buena convivencia entre las familias y viviendas, impidiendo las puertas enfrentadas entre  las casas de vecinos y presentando una asimetría viaria:

 

“No debe ninguno hazer puerta de su casa delante de la puerta de su vezino , si no fuera  a su grado de su vezino, ni a otro en las tiendas, en las alhóndigas, ni en los baños no se deben hazer puertas fronteras , ca es grande descubriçión, si no fuere a grado de dueños”[19]

 

EL   ACCESO AL BARRIO DE SANTO DOMINGO

 

En primer lugar, hay que partir del carácter militar del barrio de Santo Domingo y su indefinición territorial interior  en los primeros momentos de su desarrollo urbanístico en  tiempos de los musulmanes. Sus murallas, cerradas a cal y canto, impedían cualquier intento de penetración bélica al recinto de este Viejo Arrabal.  Así, según los datos de las actas de cabildo de 1492, tan sólo se permitía la entrada por una única puerta, y, esto dio lugar a que, en tiempos del los Reyes Católicos y con  la nueva  situación de conquista del reino nazarí y llegada de un largo y definitivo proceso de paz, se  diera licencia en abrir la muralla  por varios lugares y aumentara[20] en nuevos vanos.  Por otra parte, por el hecho de encontrarse el arrabal en una fortaleza que era flanco de continuos ataques,  en un se cuidó y se puso dificultades para el acceso directo entre el propio barrio y la  ciudad fortificada, y,  además, con respecto al resto de vías que se acercaban al castillo. En primer lugar, por lo escarpado del  lugar se salvó artificialmente el  acceso entre este barrio y  la fortaleza, lo que  se hacía a través del Cañuto,  un camino cubierto que salía del Gabán hasta la iglesia de Santo Domingo, hoy desparecido. También este espacio cubierto se  incardinó dentro de la muralla  hasta llegar a través de varios O estas dos  referencias  que aluden a una calle situada a su pie, tras la caída del Gabán,  con la compra: “de la casa de Alonso de Medina, para ensanche del Gabán[21] y la calle que ha de quedar al pie de la obra del Gabán, costo 300 ducados[22]. Según una libranza  de 1572, se observa que el Cañuto la calle se componía de   tramos interiores y exteriores empedrados[23]:

 

“Descárguensele e más dos e quatrocientos e ochenta  y dos mrs. que pagó a Diego de Marmolejo empedrador de setenta y tres tapias de empedrado que hizo en la calle del Cañuto que desciende de la Plaza al arrabal Viejo que se mandó empedrar por estar peligroso , a real la tapia. Mostró fe del medidor que midió el empedrado declaración del mayordomo. 

  A este barrio,  su vez,  se accedía  exteriormente desde los caminos de Granada o de Jaén, por  varias puertas: las del Arrabal, la de Martín Ruiz o del Cambrón, la de  Granada y la de Zayde. A esta última desembocaba una calle, como lo manifiesta el Discurso de los Aranda “Desde  el suelo bajo de la calle, que es do está la puerta que dicen de Zaide, arrimada a la dicha torre(Nueva).”

Con  la ampliación de los barrios adyacentes, la puerta del Rastro, la de San Bartolomé y la de la Peste jugaron un gran papel en otros momentos de peste  y epidemia.

Por consiguiente, la ubicación de las  puertas definió el diseño urbanístico posterior  de este barrio, porque el entramado vial arrancó de muchas de ellas o, al menos, reservan espacios abiertos  al barrio.

 

  LA TRAMA  URBANA Y LA VIVIENDA

 

La mezquita, transformada posteriormente en iglesia mudéjar y reedificada con estilo gótico y renacentista, ocupaba la parte central de este barrio sobresaliendo del resto de los edificios. Junto a ella, había varios edificios notables de la ciudad,  entre ellos un horno de la ciudad y algunas casas de  personas nobles y religiosas, como lo  describe este censo de mediados del siglo XVI Varias calles distribuyeron un gran número de casas más modestas  como correspondían a sus  numerosos vecinos que las habitaron intensamente, sobre todo,  a partir del  siglo XVI. La tipología de casas puede responder  a los siguientes modelos:

-una casa hidalga, con dos cuerpos. Se accedía  al primero,  por una  puerta abierta asimétrica a la casa frontal de su calle, portal, patio castellano con pilares y cobertizos  y habitaciones para cocina, salón bajo, caballeriza, huerto con pozo; el segundo, aprovechando los desniveles del terreno que le serían de base   o una escalera  artificial, se accedía a los cuartos de dormitorio; excepcionalmente, un tercer cuerpo, compuesto de pajar o una bodega subterránea. El padrón desaparecido de 1495 nos proporciona el dato de que 24 vecinos hidalgos vivían en el Arrabal  en contraposición  de 81 de la ciudadela de la Mota[24].

-Casa, de un solo cuerpo, con bodega excavada en la roca y miradores que se enlazaban con las partes superiores de la fortaleza o un corral fuera de la muralla. . Sirva de referencia este contrato para realizar  una casa a Martín de Cea  en la calle Cava en torno a  1620.

Pedro Nuño se obliga a hacer en la calle Cava un cuerpo de casa y  corral a Martín de Cea, capitán[25]

-Casa-cámara, para viudas, criados y  personas pobres de solemnidad que ocupaban  los lugares más recónditos y superpuestos entre las viviendas. Son frecuentes las referencias en libros de censos y  padrones y se adelantan a las casas de vecinos de las poblaciones de vecinos.

Conforme avanza el tiempo,  las casas reservan lugares para lagares, telares, tundidores, tintes etc. Con el fin de  destinarse a estos fines,  se ven  favorecidas por un l pozo que les surte de agua doméstica, de elemento fundamental de higiene limpieza y de riego básico para el  pequeño huerto, lo que se manifiesta en estas palabras del cronista Guardia Castellanos:

 

“Contrastando con la aridez y sequedad dominantes en la meseta del cerro de la Mota, debido a su conformación geológica, responde la abundancia de pozos enclavados en su ladera meridional, donde se alzaba el barrio denominado el Arrabal: las aguas pluviales depositadas en las mismas, al ser filtradas por las capas de tierra que la cubren,  si bien por lo reducido del área de la expresada  meseta no llegan a surtir toda la dicha ladera hasta llegar a la hondonada, emergen, en cambio, con riquísimas propiedades de potabilidad del fondo de los innumerables pozos enclavados en las proximidades de las murallas que coronan el cerro, lo que hace suponer que en cada casa que constituyeran el Arrabal, existiría un pozo. De los distintos que en la actualidad existen en los huertos y corraladas de dicho paraje, ninguno de ellos tan fresco y cristalino como los dos que hay en la antigua mezquita mora, hoy Iglesia de Santo Domingo, el uno que en la plazuela de entrada, y el otro en un pequeño corral contiguo a la sacristía, y muy especialmente este último, el  cual según dice, data de tiempos de la dominación sarracena[26]”.   

 

A través de los contratos de compraventa y mandas testamentarias  de los documentos notariales, percibimos en,  dentro del Arrabal Viejo, el encabalgamiento de una casa sobre otra y la ampliación de la vivienda a través de la excavación del subsuelo y  de la roca que conformaban  dos  formas constructivas muy peligrosas para la seguridad de los vecinos, pues provocaba caída de manzanas completas  de  viviendas y  de los fundamentos de muros, así como la  destrucción de la trama viaria original  estableciendo diversas capas de trama urbana, a veces, confusas e indescifrables para las investigaciones posteriores  Con las excavaciones y perforaciones de la roca del cerro, los vecinos  consiguieron  formar bodegas dentro de  las cuevas de la roca, cárceles para esclavos, cámaras o viviendas infrahumanas para criados, viudas y pobres de solemnidad, despensas, almacenes, pozos ciegos y de agua y sótanos, hasta tal punto que las autoridades se veían obligados a perseguir continuamente  cualquier abuso de infracción urbanística:

 

“Cualquier home que quisiere cabar pozo o gabia o cárcel o sótano no debe fazer la caba cerca de la pared ajena”[27].

 

El paisaje urbano se completaba con tinas, cuadras y caballerizas en las casas de las familias más nobles, ocupando la parte baja; en otros casos, gallineros para las familias humildes: en ambos casos estableciendo la separación entre una casa y otra

SIGLO XVII. COMIENZA SU ABANDONO

 

A  partir de principios de siglo XVII, en la ciudad fortificada de la Mota y sus barrios anexos, se observa un descenso poblacional  muy significativo  que se registra en los padrones, censos  y  diversas listas de reclutamiento o  de  imposiciones., Como consecuencia de esto, teniendo como precedente que, a finales del siglo XVI,  ya se inició también el paulatino abandono del Arrabal Viejo, todo este  proceso de declive de estos barrios  se culminó  a finales del  siglo  XVIII.

De ello se hacen eco los   miembros del cabildo municipal de 25 de noviembre de 1586. Pues, se abre un informe para abrir una carnicería en el Llanillo, aludiendo que la ciudad tiene 3.500 vecinos, gran trato y comercio  y,  por ello,  se debía dar ventaja a los de abajo, pues no subían el ganado al matadero. Pronto surgió el debate perenne entre el mantenimiento de  la ciudad  fortificada y el progreso de la nueva ciudad a las faldas de los dos  cerros.

Varios momentos marcaron los hitos históricos de la destrucción de la Mota y su Arrabal Viejo  El primer aviso correspondió a la ruina  de la parte meridional de la Plaza Alta en el año 1581, lo que supuso la pérdida de su acceso por la calle del  Cañuto  y el Gabán, así como la destrucción de dos calles adosadas a la roca del barrio de Santo Domingo A largo de  los años siguientes, son continuas los acuerdos y sesiones de cabildo referentes a la reconstrucción del Gabán.

 

El segundo aviso, posterior a la  anterior caída del Gabán, se constata en las continuas peticiones a la  Corona para que prorrogasen la concesión de  parte de las penas de cámara con el fin de restaurar las murallas de este entorno. Claro testimonio es este acuerdo de 1605:

“La ciudad trató sobre el reparo de las torres  e murallas de esta ciudad, por ser frontera de costa y reino de Granada y tan cercana a la mar, y una de las mayores  que hay en los reinos, por lo que Su Majestad y los señores Reyes, sus antecesores, han tenido particular cuydado de mandar que las fortalezas, torres y murallas della reedificarlas y se reparen siempre como conviene, y, para ello, han hecho  merced a esta ciudad  siempre  de las penas de  su Real Cámara, mediante la qual  su merced   están y, más  reparadas que otras de otras ciudades , y ahora por las muchas aguas y tempestades  de los años pasados , y, por aver faltado el continuo reparo que se iva aciendo en ellas,  ay gran necesidad  de que esto lo vaya adelante, porque estaban aportilladas algunas murallas , y otras son las murallas  que amenazan ruyna por falta de cimientos  como son  las murallas  que caen abajo del  Rastro, y las que continúan  con la Puerta Nueva, que también se an desmantelado, y , cada día será mayor la ryuina , y ni más ni menos, las murallas que están desasidas de la Puerta de la Plaza, por todo lo qual  y por cumplir (…) se pide a S.M. prorrogar   la merced de las penas de cámara y se acomete al alcalde don Antonio López de Gamboa”[28].  

Otros nuevos  momentos importantes significaron y marcaron el hito de la historia destructiva de esta muralla  Aunque es verdad que el primer momento correspondió al año 1581, lo que supuso la pérdida de su acceso por la calle del  Cañuto  y el Gabán, así como la destrucción de dos calles adosadas a la roca. A continuación, le siguió, en 1621,  la caída de una gran parte del lienzo de barbacana, que cerraba  la fortaleza, relacionada con las murallas y el Gabán. En 1622, algo parecido le sucedía al arco de la puerta  Nueva, a  la Puerta de Martín Ruiz y al lienzo de muralla, que limitaba con la ermita de San Blas y las casas de Francisco Ramírez, que fueron reparadas, lo mismo que la Casa de la Justicia y la Audiencia que se celebraba en los soportales  bajo los corredores. Además, el abandono de los edificios públicos y religiosos ahondó la herida del abandono de estos barrios.

Dos flancos van  a producir  el deterioro del barrio: las calles colindantes con la muralla del Gabán y las Carnicerías, y, por otra parte, el flanco de muralla que daba al Rastro y lindaba con la calle Cava. 

Entre  1669  y 1670, el asunto se llevó al ayuntamiento en varios cabildos que  trataron acerca del traslado de las Carnicerías Viejas de la Mota y sobre  la construcción unas carnicerías nuevas en la parte llana de la ciudad[29]. A lo largo de las  propuestas de los regidores, se aportan datos muy curiosos sobre la Mota: mientras  unos solicitaban  que se pusiera en otro sitio, había  quienes  pensaban que una estuviera en la Mota y otra en el Llano. Aluden que, desde 1658,  se había  abandonado la Mota casi totalmente y se había perdido importancia militar de la fortaleza, a pesar de que, con ello, se habían ganados privilegios  (por ser inexpugnable castillo y sus murallas), y  el título de Muy Noble y Leal Ciudad, Deducen que se “acabaría destruyendo y se acabaría la Mota y barrios circundantes, si se bajaran las Carnicerías”. Y hay datos interesantes como “estando como están las Casas de la Justicia, tan ilustres y fuertes, y conseguir últimamente e la Cárcel muy sigura, y que le siguen los escritorios de escribanos públicos y, junto a ellos, los Corredores y Casas de Ayuntamiento, y la Iglesia Mayor, que todos son edificios suntuosísimos y  fuertes, con tal orden concierto dispuestos que causan envida a otras ciudades, y también se deven conservar las plaças, pescaderías, Casas Abaciales y no dar a lugar  a que se pierda por falta de comercio”. Pero, para  conocer la situación del Arrabal Viejo vienen muy bien estas palabras  y propuestas de Juan  Bautista Fernández de Valladolid y Antonio Mazuelos “...Cuando se hicieron las Carnicerías de la Mota , no había población en otra parte que en el arrabal de Santo Domingo(...) ahora la Mota y Santo Domingo están sin población , y solo ay  y el comercio desde mucho más abajo del dicho arrabal hasta el Llanillo, y, en tiempos antiguos, que se empezó a estender la población fuera de la dicha Mota hasta el Convento del Rosario, hubo facultad para que las tiendas de mercaderes y demás oficios se bajasen, lo que fuese conveniente para el común de los vecinos … las tiendas estaban fuera, a pesar de ordenanzas, por deterioro de los barrios circunvecinos, falta de agua,  y aspereza del lugar, no se puede ira al  trabajo por  deshoras…. .cuando se hicieron las carnicerías estaba la población en mota y barrio de Santo Domingo...el barrio de Santo Domingo que recogen dichos muros y fortaleza tenía diez habitadas y demás ruina y solares, toda la población en llano.. se haga nueva plaza..”[30].

Pero no puede ser una cita más explicita que la del cabildo de 19 de junio de 1668, en el que se ordena que “ las murallas y torres de la cerca de ella están amenazando ruina y alguna caída y, en particular, demás de ello, en el lienzo de la Muralla desde la puerta de Martín Ruiz hasta el rastro han hecho y echan muchas cantidades de estiércol y tierra, lo que ocasiona más ruina, y que el paso de la Caserías y barrio de San Bartolomé y el Matadero lo han cerrado y  cegado.. Aluden que es necesario repararlo, para servicio de Su Majestad y por ser Muy Noble y Leal Ciudad.

Carrera El matadero, en 1689, ya es un edificio en ruinas, que solicitaba una restauración, o, el traslado a otro lugar:



[1] AMAR. Acta de 22 de junio de 1597.

[2] AAVV. Alcalá la Real, historia de una ciudad fronteriza y medieval. Tomo II, pág. 14.

[3] APSM Fecha de la memoria 25 de marzo de .1597.

[4] AMAR.  Legajo 87. Pieza 1.

[5] GUERRERO LAFUENTE, Mª  Dolores Y DE CASTRO MARTÍNEZ, Lorenzo Evolución urbanística de Alcalá la Real en el siglo XVI. Notas para el estudio. Cuadernos del Amar. I. Pág. 93-96.Año 1993.

[6] JUAN LOVERA, Carmen. Colección Diplomática  medieval de Alcalá la Real. Tomo II. Pág. 78-79

[7] TORO CEBALLOS, Francisco. Colección Diplomática del Archivo Municipal.  Alcalá la Real. Reyes Católicos. Actas de 1492.

[8] TORO CEBALLOS, Francisco. Colección Diplomática del Archivo Municipal.  Alcalá la Real. Reyes Católicos. Actas de 1492.

 

[9] MARTÍN ROSALES, Francisco. Dos documentos para el estudio de la frontera de Alcalá la Real. III Jornadas sobre  estudios de  frontera. 1999.

[10] MARTÍN ROSALES, Francisco. Dos documentos para el estudio de la frontera de Alcalá la Real. III Jornadas sobre  estudios de  frontera. 1999.

 

[11] AMAR. Acta de 18 de junio de 1600.

[12] Ibíd. Tomo II. Pág. 17.

[13] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.

[14] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.

[15] AMAR..  Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.

[16] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552..

[17] AMAR.  Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552.

[18] AMAR. Actas de cabildo de 9  y 23 de julio de .1529.

[19] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552

[20] AMAR. Acta de cabildo de 11 de marzo y 30 de mayo de 1492.

[21] AMAR. Acta del cabildo de 18 de marzo de 1597.

[22] AMAR. Acta de 6 de febrero  de 1595.

[23] AMAR. Libro de cuentas de 1572. Libranza séptima.

[24] GUARDIA CASTELLANO, A. Leyenda y notas para la Historia de Alcalá la Real . Edición de F.Toro  1996. Pág. 181. Luego, sus casas estaban en una  proporción de menos del 25 %, que no debía coincidir con la población correspondiente a  toda la vecindad, porque de los 555 vecinos de Alcalá la  Real, probablemente ya en 1495, existirían más de cien casas en el Arrabal Viejo.

[25] AHPJ. Legajo. 4902- Folio 438. 20 de noviembre de 1620.

[26]  GUARDIA CASTELLANO, A. Leyenda y notas para la Historia de Alcalá la Real . Edición de F.Toro  1996. Pág. 136 y 137.

[27] AMAR. Ordenanzas municipales de Alcalá la Real 1552

[28] AMAR.  Acta de cabildo de 9 de diciembre de 1605.

[29] AMAR . Acta de  8 de octubre  de  1669.

[30] AMAR. Acta de 1668.

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