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lunes, 7 de julio de 2025

DESDE EL MIRADOR DE LA CRUZ DE LA CAÍDA DE CRISTO . EL EXTERIOR DE LA FORTALEZA DE LA MOTA. EL ARRABAL VIEJO O DE DANTO DOMINGO DE SILOS

 

 

DESDE EL MIRADOR DE LA CRUZ DE LA CAÍDA DE CRISTO

 


 

EL EXTERIOR DE LA  FORTALEZA DE LA MOTA.  EL ARRABAL VIEJO

 

Introducción, caracteres básicos, arrabal  musulmán.             

 

La ciudad de Alcalá la Real jugó un papel fundamental y estratégico entre el reino de Granada y los reinos de Castilla y León. Como puerto interior, era un punto esencial y obligado para el paso de las tropas, trasiego de mercancías, tránsito de viajeros y  refugio de tropas de defensa. Su fortaleza se hallaba en un cruce de  caminos  que provenían del Valle del Guadalquivir, de las tierras granadinas,  tierras de la Mancha y del Levante. Pocas son las noticias acerca del poblamiento en la época musulmana,  lo que destaca es su carácter estratégico  en  el camino entre Granada y el reino de Castilla y León y el ambiente comercial que predominaba dentro de su castillo. No es extraño que tuviera la gran importancia  política  de esta fortaleza con respecto a otros  hins y calat de su derredor, lo que coincide con el hecho de que en su  lugar nacieron  y vivieron importantes personajes,  y, además, se asentaron algunos literatos significativos del mundo andalusí como Ibn Jatib.  Por lo demás, los terrenos  y los  futuros arrabales en torno a los caminos se describen como una  zona de ruedos, muladares y viñedos que coinciden con fuentes documentales cristianas posteriores. Partiendo del conocido libro Los Miráculos de Pero Martín, así se describía la Alcalá del siglo XI y XII sin poder determinar los espacios comprendidos entre los arrabales y la ciudad fortificada: 






 En este relato de Pedro Martín  hay también varias referencias sobre las tierras de Alcalá. Una Alcalá que pertenecía al reino moro, flanqueada de territorios de la Orden de Calatrava, con unas tierras plagadas de viñedos, habitada en su fortaleza, donde había personas que se ocupaban de abastecerse para librarse de los fríos. Un  lugar que era fundamental en la ruta entre el reino de Jaén y Granada, porque pasaba un camino fundamental para las correrías de los reyes granadinos cuando se adentraban en tierras castellanas”[1]. 

 Pronto, la estabilidad política y el crecimiento de su población obligaron a pasar de un castillo defensivo a una extensa fortaleza, compuesta de diversos barrios en torno a sus correspondientes cinturones que se ampliaron gradualmente, a lo largo de los siglos XV y XVI  con la llegada de nuevos vecinos para repoblar esta ciudad.  Pero, como manifiesta el profesor Rodríguez  Molina: “Como a otros enclaves fronterizos avanzadlos y próximos a tierras musulmanas, comprendidas en la franja que corre de Gibraltar hasta Lorca, se le concedió el derecho de asilo. La escasez de población y la poca afluencia de vecinos, dadas las duras condiciones iniciales de Frontera, motivaron a su conquistador, el rey Alfonso XI, conceder a la villa el derecho de homicianos[2]”.

  

 

  Desde la época musulmana, la construcción de la muralla del Arrabal Viejo  constituyó un  hito fundamental para el desarrollo urbanístico de  Alcalá la Real, ya  que, con su  edificación,   se pasó de una ciudad fortificada a una  nueva ciudad  que, paulatinamente, se extendió desde el barrio de la  Mota  hasta el de las Cruces ya en tiempos de la Edad Moderna.. Pues,  al recinto  fortificado  en la cima del cerro de la Mota, se añadió  un tercer círculo de murallas  que dio lugar al Arrabal Viejo o barrio de Santo Domingo, cuyo centro era  la antigua mezquita transformada en iglesia del santo liberador de cautivos. En tiempos  de los almohades debió fortificarse y sufrir una amplia transformación a la que  le afectaron muchas medidas arquitectónicas de este tiempo[3].   Tras la conquista cristiana por el rey Alfonso XI, mientras que la ciudad fortificada de la Mota fue ocupada por las familias nobles-estableciéndose en las casas de los caballeros musulmanes y aprovechando cualquier rincón edificable de la fortaleza-, el Arrabal Viejo atrajo, en cambio, a los vecinos que se ocuparon de los oficios básicos para el mantenimiento de la ciudad. Pero ambos barrios-Arrabal Viejo y ciudad fortificada-, en palabras de Guardia Castellanos, estaban caracterizados por su aspecto eminentemente militar:

 

“Encerrada la población de Alcalá durante los ciento cincuenta años que fue plaza fronteriza dentro de los muros inexpugnables de su fortaleza y arrabal, a cuyo abrigo tornaban sus guerreros después de batir a los moros de Granada, Íllora, Moclín y Montefrío que con preferencia elegían nuestros campos para sus correrías y zalagardas., sus edificaciones estaban contenidas dentro del cinturón rocoso de sus murallas, formando un dédalo de callejones pinos y estrechos, cuyas casas todas limitadas por un área  mezquina, estaban tan faltas de comodidad en el interior, como sobradas de emblemas heráldicos y pesados escudos de piedra en su exterior[4]”. En concreto, tanto en el recinto fortificado como en el Arrabal Viejo se albergaban 555 vecinos, lo que corresponde a un mismo número de casas o viviendas, ubicadas entre sendos espacios urbanos y militarizados. Si nos ceñimos al exterior de la fortaleza, podemos concluir que este arrabal, -siguiendo con reservas a este escritor por sus deficiencias de trascripción e inexactitudes documentales-, estaba compuesto por las calles siguientes de 1495:

 

Peña Horadada, Sebastián Díaz, Matadero, Alonso Gérez, Antonio de Córdoba, Rastro, Puerta Nueva, Santo Domingo, Postigo, Pie de la Torre, las Entrepuertas, Albaicín, Lagares, Salto, San Bartolomé, Santa María, San Sebastián, Martín, Alhondiguilla, Cristo de la Piedra, Pósito Bajo y Torre Bermeja”.

 

Varios caminos, procedentes de Granada, Córdoba, Jaén, Sierras de Frailes y Riveras, subían a la fortaleza y desembocaban en la Carrera de los Caballos, espacio inmediatamente exterior a la muralla, que se extendía desde la era de San Bartolomé hasta el final de la calle Cava junto a la  Puerta del Arrabal. En este lugar, se ejercitaban los caballeros y servía de doma y adiestramiento de la caballería local.

El Arrabal Viejo debió formar un espacio urbano de expansión del recinto de la ciudad fortificada  a lo largo de los siglos anteriores de la conquista definitiva por el rey Alfonso XI, delimitado por el muro de cerramiento  y ofreciendo en su interior un paisaje semirrural, donde  se mezclaban las casas dispersas, sin entramado urbano, con huertos, solarines y  algunas agrupaciones de viviendas en torno a lugares de labranza(eras o fuentes) o algunos edificios importantes como la mezquita y las cuevas horadadas en la roca del cerro.   Una de las primeras noticias del Arrabal Viejo se encuentra en el libro de Los Aranda de Alcalá la Real, haciendo referencia al momento de la conquista:

 

         “El qual, como una vez con otros cavalleros hiziese una entrada llegando de noche a los muros de Alcalá, en un adarve, que está devajo de la fortaleza, puso una escala por la qual subió sin otra compañía. Y, subido, saltó dentro de un corral que dizen de la Moriana y ahora es dentro de las puertas, dos de siete que la ciudad para entrar la Mota de ella tiene. Porque la parte de adentro el andén del adarve era poco más alto y, por parte, casi igual al suelo del dicho corral. A do halló un moro que estava con una manada de cabras que dormían allí de noche, y estaba amamantando unos cabritos. Y apechugando con  él  y tapándole la voca  porque no diese voces, lo ató y lo vajó por la dicha escala y lo puso por su cautivo como avido de buena guerra, y por el buen esfuerzo que dio Dios[5]”.

         Otro aspecto de este arrabal era el  carácter semifortificado de los alrededores de la ciudad fortificada:

 

         “Y esta vez la escaramuza fue en la era que dizen de los Palazios, que es junto y fuera del Adarve Nuevo, que está fuera de los zimientos, en el arrabal de la Puerta Nueva. Y después de cansados de escaramuzar los unos y los otros se retiraron los moros al cabo de dichas eras, hazía las viñas que juntan con ellas. Y los christianos, arrimados a un palenque  de madera que para su defensa tenían hecho, que iva desde el dicho adarve asta zerrar y juntar con una torre que dizen del Espezería, que está poco arriba de la peña Hazconada, a do Juan Sánchez de Arjona, su padre, como arriva se dijo, avía enclavado el moro[6]”.

 

         No es de extrañar que en su derredor, también se instalaran algunas viviendas dispersas como mesones, ermitas, y posadas:

 

“como el príncipe don Enrique, en vida de su padre don Juan el Segundo, biniese poderosamente a hazer la guerra a los moros, señaladamente a los de Montefrío, y su entrada se avía de ser por Alcalá., (1439-1445); porque le constava  que estava en desgrazia del rey , su padre y confederados con los Infantes de Aragón, sus tíos, que tenían guerra con él; pareziale poderosos como venía que podría hazer algún sinsabor a su padre, y apoderarse de la ciudad. Y por esto, el día que el príncipe avía de entrar, él y Gonzalo Monte que eran los más principales, acompañados de los otros deudos y parientes, dejando sin embargo aderezado el Mesón de la Torre, que estava junto a la hermita de San Sevastián, a do se aposentase fuera de la de la ciudad(...) Y por esto le suplicavan que tuviese a mal de se aposentar fuera, ni aquello lo reziviese por rescatado, pues se hazía por guardar toda la lealtad a su rey[7]”-

 

O el siguiente texto que muy bien describe la parte noroccidental de los exteriores de este arrabal:

 

“Como en este tiempo, el Marqués de Santillana estuviese en Jaén por Capitán General de la Frontera y quisiese apoderarse de Alcalá, no se supo para qué propósito, imbió a los dichos caballeros Pedro Fernández de Aranda ya Gonzalo Monte de la Ysla, como los más principales de allí y díjoles que al servicio del rey conbenía que aquella ciudad se le a entregase.........................Y como los presos huviesen  avisado a sus parientes y amigos que en la ciudad estavan, llegada la gente del Marques, que los llevaban a ella, hallaron las puertas cerradas y puestos en los adarves los que en ella dentro estavan(…). los de dentro les respondieron que si no viesen provisión y mandato expreso del rey que no entregarían la ciudad., Entonzes los cavalleros del Marqués, no traiendo vien a los presos que venían, por lo que les oyeron dezir, porque era ya muy tarde albergaron con ellos aquella noche en la hermita de San Sebastián y otros fueron a Jaén”.

 



[1] MARTÍN ROSALES, F. “Alcalá  y los milagros de Santo Domingo”. V Congreso de Frontera. Año 2003.

[2]AAVV. Alcalá la Real, historia de una ciudad fronteriza y medieval. Tomo II, Pág. 236.

[3]  SÁNCHEZ MÁRMOL, Fernando. Andalucía monumental (de la Mezquita al mudéjar). Biblioteca de Cultura Andaluza. Pp. 111. Muy fuerte es la influencia del sistema defensivo almohade, pues desarrolló extraordinariamente el arte de las fortificaciones “Se perfecciona el sistema de puertas de recodo, se hace uso de la barbacana o antemural que envolvía el recinto y se utilizó como norma la construcción de torres albarranas”.

[4] GUARDIA CASTELLANO, A. Leyenda y notas para la Historia de Alcalá la Real. Edición de F. Toro 1996. Pág. 347.

[5] TORO CEBALLOS, Francisco y PORRAS ARBOLEDAS, Pedro A. Los Aranda de Alcalá la Real. Libro I. Capítulo II folio  7v.  de Pascual Sánchez Adalid, del Rey.

 

[6] Ibidem. Libro IV. Capítulo I de Pedro Fernández de Aranda del Discurso Genealógico de los Aranda. fol .14 r en tiempos del rey Juan II.

 

[7] Ibídem., pág. Folio 16 r.


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